Cuenta el abuelo que la mata de tabaco tiene una hoja larga y que el campesino amarra tres por una punta y después las va trenzando bien apretadas, incorporando hojas nuevas a medida que avanza el tejido. Al final, queda una crineja larguísima.
Esta crineja se enrolla también bien apretada, se coloca en una tabla y se humedece con bastante café fuerte, bien tinto; luego se coloca otra tabla encima a modo de prensa y se le ponen unas piedras para hacer peso. El proceso dura un tiempo, hasta que eso se seca y queda negrito.
El tabaco así preparado, llamado tabaco e´ hueva, se consideraba un lujo por la gran calidad del resultado, y era muy apreciado.
En aquel tiempo lo vendían medido por “jemes” o “cuartas”
Al llanero no le faltaba su “mascá”, la cual masticaba un poco, escupiendo después la saliva. El pedazo de tabaco que iban mordiendo duraba bastante, de hecho, masticaban un poco y luego lo ponían debajo del sombrero: “Pa más tarde”. La contraparte de este curioso hábito, es que los dientes se manchan y cuesta volverlos a su color.
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