“Pero cuando ese hombre – que se dice llanero con el pecho henchido de justificado orgullo- se yergue y domina los cientos de ríos que surcan su suelo; y domeña al toro salvaje, y al caballo cerrero; y en el día reta al sol ardoroso y en las noches solitarias conversa de tú a tú con las estrellas…….. entonces, digamos la verdad, aprendemos a amar a nuestros llanos y a ese hombre que es del tamaño del compromiso que se le presenta, rudo y espiritual, generoso y de formidable temple, como es el llanero” Vinicio Romero Martínez
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