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24 de octubre de 2010

Tras la Pista del Tigre


Cuando un tigre se ceba, pierde todo respeto por el hombre y sus bienes, y se acerca frecuentemenet a los corrales a cobrar sus presas. Cuando esto ocurre, se reúnen los vecinos para darle caza en su guarida:

“No tardamos mucho en caer sobre el rastro del pintado en una mata vecina, guiados por las huellas frescas de sus patas sobre el húmedo fango. Al llegar al sitio donde presuntamente se escondía, la gente, armada con sus lazos me mandó a soltar los perros. Hice esto con las debidas precauciones y los fui siguiendo. En ese momento me dió un olor fuerte, parecido a cuero mojado y que llenaba el aire por doquiera que me llevaban los perros y poco después sus ladridos me avisaron con quién me había metido: junto con el latido de los perros, oí un bramido ronco parecido al de un concierto de araguatos cuando va a llover, y juzgando por el ladrar de los perros, me figuré que el enemigo se retiraba al escape y que había a llegado el momento de demostrarle mi valor.
Pero ¡ay! apenas había avanzado unos pasos, cuando ¡Ave María!, señores, el tigre lanzó un rugido tan fuerte que hizo temblar la tierra y las matas. No sé que hicieron los perros y el tigre en aquel momento; pero por mi parte, todo lo que puedo decir, es que sin ocuparme en ellos, me encontré al instante al lado de mis compañeros, y lo que fue peor todavía, en presencia del mayordomo, quien como para advertirme, me cayo a chaparrazos por las costillas.
No tengo para qué decir, que después de eso creí que era mejor para mi, quedarme con los perros que podían tener lejos de mí a la fiera, que como se comprende, era el tigre. Bajo mi palabra compañeros, y con el debido respeto para mi comandante aquí presente, les aseguro que de todas las fieras, ninguna es mas terrible que un mayordomo bravo……”

Fuente: La Vida en los Llanos de Venezuela - Ramón Páez

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