Encontramos estas cartas, escritas por Pablo Morillo al Rey y que están plasmadas en el "Cesarismo Demócrático" de Laureano Vallenilla Lanz, donde el Jefe manifiesta la desventaja en que se encuentra en la lucha contra los llaneros, para quienes la inclemencia del clima y de las privaciones propias de la guerra, no constituyen molestia alguna. Son cartas que me hicieron sonreir, pues evidencian la destreza y valor del llanero, factores que “desesperaban” a los enemigos….
“Varias veces he informado a V.E –decía al Ministro de la Guerra- de la inclemencia de este clima y de estos llanos para las tropas europeas, cuyo rigor se hace sentir tan duramente en la salud del soldado… Los continuos pasos de ríos y de caños, atravesando días enteros pantanos y lodazales, con el agua a la cintura, unido al escaso y miserable alimento del soldado en los arenales ardientes del llano, ha ocasionado muchos enfermos de gravedad, y son muchos también los heridos por las “rayas” y mordeduras de pescados llamados “caribes” y “tembladores” y muchos los devorados por caimanes. En medio de tantos trabajos y sufrimientos, de la desnudez y la miseria de algunos cuerpos y de la pobreza general de todos, puedo asegurar a V.E. que jamás se ha visto un ejército con mayores privaciones, ni con mayor ardor por sostener los sagrados derechos de su amado soberano”
“La infantería europea que vino conmigo a Apure- dice en otra comunicación al gobierno- se ha disminuido en muy pocos días de marcha a una tercera parte, por las calenturas y las llagas, quedando el resto débil y sin fuerzas para continuar la fatiga en algún tiempo, no tanto por los sufrimientos de los ardores del sol y de marchar constantemente por barrizales y agua hasta la cintura, como por falta de alimento que nunca ha sido más que carne, con falta de sal muchas veces, y siempre con la de toda clase de recursos”. Y en la misma nota establece el contraste con los llaneros: “… el equipaje no les estorba, porque todos están en cueros, y las subsistencias no les dan cuidados porque viven sanos y robustos con la carne; hacen movimientos rápidos y felices que no pueden evitarse por más esfuerzos que en las marchas hagan nuestros soldados. Los llaneros se arrojan a caballo desde la barranca del río, con la silla en la cabeza y la lanza en la boca, y pasan dos o tres mil caballos en un cuarto de hora como si pasasen por un ancho puente, sin temor de ahogarse, ni perder el armamento ni la ropa. De esta manera, fatigan las columnas que les persiguen en marchas las más penosas que pueden darse, se pierden en pocos días un gran número de soldados que enferman en aquel pantanoso terreno y cuando consideran estas bajas y el cansancio e inutilidad de nuestros caballos que no tienen donde repararse, vienen a atacarnos o esperan el combate, como sucedió el 27 de enero de este año (1817) en la sabana de Mucuritas, donde el Brigadier La Torre, que los perseguía desde Casanare (sobre 150 leguas) apenas pudo hacer más que resistir el ímpetu de su numerosa caballería"
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