Ante clavellinas y cucaracheros
Se incorporan a los nidos. Por la tarde
Dios enciende meleros y bucares.
Y cuando un pie de lluvia cruza el campo reseco,
Tras el araguaney, huye el verano.
Luego se nublan colinas, retozan las garúas,
Y rudos goterones martillan el flanco mustio de la hondonada
Una euforia de savias pone el día en las venas,
El hombre haya en los ojos de la mujer nuevas fogatas,
Y árboles, corocoros, lagunazos y esteros,
Llamean en el cálido pecho del vasto mediodía.
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