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21 de abril de 2011

La Montaña de San Camilo. Un caso de Extinción. Entrada 8/8

Con esta entrada, concluimos  el tema de la extinta Montaña de San Camilo. Quede toda esta información como un aporte a la difusión que sobre ella han hecho algunos cantantes y los viejos llaneros que la recuerdan y la cuentan a sus nietos.

La destrucción de la montaña de San Camilo formó parte del proceso desordenado que se dio en las tierras situadas al norte del Orinoco en la segunda mitad del pasado siglo, en donde la expansión de la actividad agrícola y ganadera, a expensas de los bosques, dio al traste con millones de hectáreas de florestas, destruyéndose así además de San Camilo, a las montañas de Cutufí y El Nula en Apure; de Santa Rosa, Soropo, Ticoporo, Anaro y Caparo en Barinas; Turén y Ospino en Portuguesa; Pao, Orupe, La Tigra y Yaguara en Cojedes y por último, Tamanaco, Guarumen y Memo en Guárico.

La extinta Fundación Ecológica Doña Bárbara, publicó en 1994 un follero denominado RESERVA FORESTAL DE SAN CAMILO, UN CASO DE EXTINCIÓN, que contiene una sentida prosa en verso llena de imágenes, denominada SELVA DE SAN CAMILO, de la autoría de Hugo Estrada Ripari, hijo del famoso poeta José Natalio Estrada y Presidente de dicha Fundación como: 

Un homenaje póstumo a la Gran Selva de San Camilo, declarada Reserva Forestal de San Camilo, por el Ministerio de Agricultura y Cría el 2 de Febrero de 1961, y que hoy aparece lamentablemente destruida, habiéndose desaparecido su inmensa riqueza, estimada en cinco millones de metros cúbicos de madera fina, cuyo aprovechamiento no aportó ningún beneficio para nuestro estado Apure o el país en general.
Este tipo de atrocidad debe ser censurado.
Esto no puede quedar en el olvido nacional irresponsable.
Debe sentarse un ejemplo, para que nunca más, otros de los eternos “siemprevivas” de esta noble Patria abusen de las riquezas que le pertenecen a todos los habitantes de esta tierra.
Más grave aún, en el caso específico de la Reserva de San Camilo, la cual era de tal belleza que hubiese sido digna de ser considerada como Patrimonio Ecológico de la Humanidad”

"  Por otra parte, aquí también queremos dejar aun testimonio a la desidia, a la irracionalidad, a la irresponsabilidad, como un mensaje para que todos los nietos de Venezuela permanezcan siempre atentos y vigilantes, a fin de evitar futuros abusos ecológicos, pro parte de los “siempre-vivos” de esta noble Patria Venezuela”

La publicación está profusamente ilustrada con dibujos a plumilla del artista Edgardo Briceño, Pintor de la naturaleza apureña, los cuales fuimos colocando a lo largo de las anteriores entradas, dejando éstos últimos como ilustración al doloroso hecho de haber destruido ese paraíso vegetal y animal.




SELVA DE SAN CAMILO
Hugo Estrada Ripari

Grande, imponente, majestuosa,
Tupida, sombría, exuberante,
Nebulosa, fecunda, vigorosa,
Capital de flora y fauna
Así sentí la legendaria selva.

La montaña de San Camilo,
Patrimonio de este Estado,
Que cruzaban “los cagones”
Con ganados rumbo al Táchira,
A potrero y a cuchillo.

EL “guate” García Camacho
Gran comprador de ganado,
Las penurias de su paso
Con las reses, le narraba,
A mi abuelo y a mi padre.

Y Calzadilla Valdéz,
En “Por los Llanos de Apure”,
Nos dejó para la Historia,
Lo precioso de la selva
Y el arreo de los ganados.

Gran Selva de San Camilo,
Densa, umbría y perfumada,
Entre bejucos y flores
Y ramazones caídas,
eras todo un Paraíso.

Dominabas dos Estados
Y lindabas con Colombia.
En Apure cubrías llano
Con tu imperio vegetal
Y eras de todos, orgullo.

Era tal la profusión
Del ramaje entretejido
Que al moverse con la brisa,
En un coro de crujidos
La selva se convertía.

En la época de lluvias,
La selva era sofocante,
Se acentuaban las fragancias
Y las bandadas de insectos,
A todos atormentaban.

Entraban por Boca de Monte,
Y cuando al fin se salía,
A pesar de los peligros,
Lo hacían por EL Teteo
En costas del Uribante.

El pasar de un lado a otro,
Casi doscientos kilómetros,
Se hacía con hombres recios
Acostumbrados al monte
Y a convivir sus percances.

En el período seco,
Florecían todas las plantas.
El calor se soportaba
Con el pasar de la brisa,
Y el terrón se endurecía.

En todo momento había
El pavor a la creciente,
Ella arrastraba con todo,
Ganado, ranchos y gente,
Y nunca dejaba nada.

El terreno hacía difícil
Que los caballos arrearan.
Bajíos de tierra fofa, raíces,
Surales, zanjas, cunetas,
Dificultaban las vías.

El cruzar la gran montaña
Conduciendo los ganados
Les tomaba siete días;
Si no surgían contratiempos
Que alargaran las jornadas.

Unos treinta claros grandes,
Servían de “rancherías”,
Donde acampar por la noche.
Se encerraba con la tarde,
Para evitar los percances.

Al terminar la jornada
Se contaba el lote arreado
Al gritar “¡Viva la Virgen!”
Anunciaban los arrieros
Que el lote estaba completo

Los árboles que allí había
Semejaban Catedrales
Inmensas copas cerraban
Con sus encajes de fronda,
El traslucir del rey sol.

Se encontraban grandes áreas,
Lares de una sola especie:
Samanes, mijaos, caobas,
laureles, araguaneyes,
Hacían un olimpo verde.
Bucare, acacia, apamate,
Vara de maría, mijao, cedro,
Saqui-saqui, palmeras, ceibas,
Convertían la espesura
En jardín de eterna flor.

Una gran filigrana verde,
Entrelazaba las copas,
Trepadoras, bejucos, hiedras,
Orquídeas, enredaderas, musgo,
Obsesionaban la vista.



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En turnos de floración
Y al pasarla sin ganado,
Era cual alfombra de oro,
Rubí, turquesa, lila, rosa
O cualquier tonalidad.

Parásitas coronaban
Los troncos entrelazados,
Y sus flores exquisitas
Hacían de esta “galería”
Un patrimonio mundial.

Regia natura en flor,
Con perfumes tan sutiles,
Entrelazada en bejucos,
Tan revestida de musgos
Que parecía encantada.

Y para que se recordara,
Que una vez un paraíso
A los hombres se les dio;
Esa montaña encantada,
De animales se colmó.

Capuchinos, Marimondas,
Araguatos, dantas,perezas
Picures, chácharos, osos
Hormigueros y meleros,
Enriquecían la espesura

Pájaros de gran color:
Guacamayas, loros reales,
Turpiales, arrendajos, búhos,
Conotos, ponchas palomas,
gonzalitos y paujíes.

Y entre los gritos de arreo,
Y el mugir de los arreados,
Se oía el canto de las aves,
El tropel de las manadas,
Y el rugido de las fieras.

Los tigres en la montaña,
A menudo tenían carne,
Pues las reses rezagadas
En los verdes vericuetos,
Le daban festín seguro.

Los pájaros de la selva
En las horas de trabajo;
Enamoraban con trinos;
Pero con llegar la noche
Otros cantos, daban miedo.

Al llegar las carreteras,
Dejaron de arrear ganados,
Y parece que olvidamos
La Reserva de San Camlo;
Y así otros la acabaron

Su pecado fue ser bella,
Demasiada exuberancia,
Que nadie le defendiera,
No eras de ningún estado,
Y por ello sin dolientes
Se apropiaron tu riqueza.

Nunca debemos callar…,
Ni podemos silenciar….,
Este abuso sin razón….,
Un crimen de ecología….,
Un ecocidio insensato….,
Sin ninguno responsable.

Fue una masacre apurada…,
Un alevoso arrebato;
Auspiciado por personas,
Que les importa muy poco,
Destruir para ellos solos,
Lo que pertenece a todos.

Tres lochitas para el fisco,
Millón al depredador.
Que triste es hoy la historia,
Que tenemos que contar,
Con lágrimas de García,
Y dolor de Calzadilla.

¿Qué lustros han de pasar
Para que lo depredado
Pueda volver a surgir?
¿Quién pagará la desgracia
Que le infligieron a Apure?
¿Quién se lo explica a los nietos?

¿A que justicia llamamos,
Para estos depredadores
Del poder prevalecidos?.
Que arrasaron la riqueza
De nuestro Estado Llanero
Y de Venezuela entera.

¿Hasta cuando se desgracia
A un país tan generoso?
¿Hasta cuando insensatos,
Enroscados en patrañas,
Acabando con la tierra,
Acabando con la Patria?

Su destrucción significa
Toda la fauna perdida,
Los ríos sedimentados,
Su riqueza disipada,
Mas pobreza para Apure.
….queda la desolación.

Apure puede ser llamado:
“TIERRA DE LIBRE SAQUEO”.
Y a juzgar por todos los hechos
Que pasaron y aún pasan.
Tenemos que aceptar el mote
Y hacer coro a Calzadilla:




























































































































"algunas autoridades, quienes validos de su autoridad los unos y los otros de la impunidad e irresponsabilidad del bandoleraje en masa, y todos del desamparo y aislamiento de las alejadas regiones, marcan su paso por ellas con actos de expoliación y de barbarie inaudita, en la convicción de la falta absoluta de quien vendrá a tomarles en cuenta su infame conducta…” Fernando Calzadilla Valdés.



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