"Vamos a ver si todo lo que ronca es tigre"
TIGRE (Pantera onca).
Hugo Estrada Ripari
Músculo, colmillo y garra,
Pinta, gallardía y valor,
Sigilo, seguridad y salto,
Elegancia, altanería y reto,
El más grande de los gatos,
La más bella de las fieras.
El más grande, fiero y bello,
De todos nuestros hermanos.
De metro y medio de largo
Y de unos setenta kilos.
El dueño de la llanura
La corona de las fieras
Príncipe de mil hazañas,
Cazador indiscutido.
Belleza ágil, musculosa,
En su piel de camuflaje.
Fino olfato, muy certero,
Nunca mata por matar.
A la presa aprovechado,
Siempre regresa a comer,
Peleándosela a otras fieras,
Y a carroñeros del llano.
Cazadores se aprovechan
Para cazarlo también
En cacería pareja
Sin perros para acosarlo,
El hombre nunca le gana,
A menos que solo lo halle
Muy harto y bien dormido
En la copa de algún árbol
Pinta, gallardía y valor,
Sigilo, seguridad y salto,
Elegancia, altanería y reto,
El más grande de los gatos,
La más bella de las fieras.
El más grande, fiero y bello,
De todos nuestros hermanos.
De metro y medio de largo
Y de unos setenta kilos.
El dueño de la llanura
La corona de las fieras
Príncipe de mil hazañas,
Cazador indiscutido.
Belleza ágil, musculosa,
En su piel de camuflaje.
Fino olfato, muy certero,
Nunca mata por matar.
A la presa aprovechado,
Siempre regresa a comer,
Peleándosela a otras fieras,
Y a carroñeros del llano.
Cazadores se aprovechan
Para cazarlo también
En cacería pareja
Sin perros para acosarlo,
El hombre nunca le gana,
A menos que solo lo halle
Muy harto y bien dormido
En la copa de algún árbol
Mata rápido y seguro
Sin martirizar la presa
Podemos pasarle al lado
Sin que siquiera se mueva
Y también puede cazarnos
Cuando el hombre lo presiona
Su territorio de acción,
Cubre toditas las áreas
A ambos lados del Arauca
Donde se le ve cruzando,
Cuando el celo lo acicata
O la comida escasea
Entre los platos llaneros
Los burros son preferidos
De esta gran predilección
Ellos están muy seguros
por lo que el olor de tigre
Desaparece jumentos
También come temblador
Con los fuertes corrientazas
Lo rebotan hacia atrás
Pero continúa jalando
Hasta que lo lleva a tierra
Lo descarga…y al banquete
Después de cuentos de muertos
Son los cuentos de los tigres
Los que arrancan atención
Con la serie de experiencias
Y comentarios de oyentes
Del gran tigre… el señor
Sin martirizar la presa
Podemos pasarle al lado
Sin que siquiera se mueva
Y también puede cazarnos
Cuando el hombre lo presiona
Su territorio de acción,
Cubre toditas las áreas
A ambos lados del Arauca
Donde se le ve cruzando,
Cuando el celo lo acicata
O la comida escasea
Entre los platos llaneros
Los burros son preferidos
De esta gran predilección
Ellos están muy seguros
por lo que el olor de tigre
Desaparece jumentos
También come temblador
Con los fuertes corrientazas
Lo rebotan hacia atrás
Pero continúa jalando
Hasta que lo lleva a tierra
Lo descarga…y al banquete
Después de cuentos de muertos
Son los cuentos de los tigres
Los que arrancan atención
Con la serie de experiencias
Y comentarios de oyentes
Del gran tigre… el señor
La cacería de tigres constituyó una actividad muy común durante los siglos XIX y XX, en aquella Venezuela rural. Y es que los ejemplares de jaguar o tigre como lo llaman los llaneros, abundaban por los montes y con frecuencia azotaban el ganado o incluso los humanos cuando se habían “cebado”.
La caza de tigres era practicada por los indígenas utilizando una especie de lanza de dos o tres varas de largo, por lo general construida de la palma macanilla o del cubarro, cuya punta se labraba hasta hacerla filosa y se ataba a otro pedazo de la misma planta con fibras de distintos árboles.
“La caza del tigre con lanza se hizo célebre entre los caribes y posteriormente entre sus descendientes los llaneros, quienes la practicaron como deporte y como medio de defensa, pues hubo también la costumbre de “torear” a estos felinos para darle posteriormente muerte con el cuchillo que acostumbraban portar en su cintura” ( El llano y sus costumbres, Jesús Loreto Loreto)
En la Vida en los llanos de Venezuela, Ramón Páez hace la siguiente descripción:
“Aunque normalmente llamado tigre por los llaneros, en realidad el jaguar, tiene las manchas redondas o como anillos. Tiene suficiente fuerza para matar a un buey o un caballo y pasarlos por encima de las más altas palizadas. Tiene una pasmosa habilidad para trepar arboles y para saltar por encima de los pastos. Cuando acecha a su presa, generalmente se arrastra por tierra, con las patas delanteras a los lados de la cabeza, y como sube a los arboles con la misma facilidad que los monos, es el terror de éstos. Los sitios de caza son preferentemente las lagunas o charcas, por la abundancia de perezas. Sin embargo, se le da el nombre de cebado cuando perdiendo el respeto por el hombre, se dedica al merodeo y los ataca o a sus rebaños. Cuando están así, el animal desarrolla un instinto y audacia maravillosa que lo tornan como el más peligroso entre los de su clase, porque ataca a animales domésticos en los corrales y también a personas. Cuentan que cuando han probado sangre humana, se tornan insaciables y se hacen tan peligrosos que los dueños de los hatos se reúnen, junto con sus peones, para darle caza, con la ayuda de perros bien adiestrador llamados tigreros. Cuentan también que los tigres cebados tienen predilección por las mujeres embarazadas”
Este última observación, la ratifica Don Rómulo Gallegos en su novela Cantaclaro, capítulo Las Humaredas, donde narra en voz de Juan Parao el enfrentamiento de Hinojoza con un león (puma para los llaneros): “ El lión que ventea a leguas a la mujé embarazá, que es su bocao preferío.”
Siempre son muy entretenidas las historias de tigres, y en el repertorio de cachos llaneros abundan historias de este tipo. Queremos ofrecerles en este espacio unas dos o tres entradas sobre este tema, para plasmar textualmente algunos relatos relacionados y que no siempre se encuentran al alcance de los lectores. Esta primera entrada dará idea general de las prácticas, y las sucesivas estarán constituidas por narraciones formales sobre el tema.
Don Rómulo Gallegos en Cantaclaro, capítulo “Una cacería de tigres” nos cuenta:
“En un palmar apretado de maporas jóvenes que a poca altura del suelo entrelazaban sus copas, sobre las mas cogolludas de éstas solían agazaparse los jaguares que merodeaban por El Aposento y a los cuales los llaneros llaman tigres, y consistía la cacería de la predilección de los Coronados, en levantarlos, entrándoles a caballo, a gritos, perseguirlos por la sabana abierta y en teniéndolos al alcance de las sogas lanzarlas de modo tal que a un tiempo y uno por encima del otro se abriesen los lazos y cayesen sobre la cabeza de la fiera, lo que requería una especial destreza y gran precisión y concierto de movimientos, a fin de que aquellos no chocasen en el aire y simultáneamente “vistiesen” la presa, logrado lo cual los jinetes abrían rápidamente sus caballos a uno y otro flanco, de modo que en el tirón de las sogas quedase el jaguar estrangulado.
Muchos eran ya los que Florentino y José Luis, enlazadores diestrísimos, habían cazado así y allá iban aquella tarde en pos del tigre pinta menudita, que a sus gritos saltó fuera del palmar donde estaba cebado, pues cerca de allí había un bebedero al cual solían acudir los venados y que por las señas de la pinta y del gran tamaño debía ser el mismo que ya se había comido varios becerros del ganado que se majadeaba por aquellas sabanas.
-¡Ahora! Gritó Florentino, cuando creyó oportuno lanzar los lazos y tendió el suyo sobre el cual debía abrirse el de José Luis, sacando ya su caballo por su flanco, con la rapidez y precisión con que había que hacerse todo aquello.
Pero no acudió a tiempo el hermano, y la fiera, ya con la soga de aquél ciñéndole el pescuezo, mas no tanto para estrangularla, se revolvió y se lanzó sobre la bestia que ya tiraba de ella.
Dos saltos agilísimos había dado ya y con el tercero caería sobre la grupa del caballo de Florentino, pues no se defendía sino atacaba enfurecida y fue entonces cuando José Luis vino a lanzar el lazo, a tiempo que el hermano le gritaba:
-¿Qué te pasa?
Templáronse las sogas, se estranguló el bramido de la fiera, detuviéronse las bestias y el tigre de la pinta menudita se debatió unos momentos y luego se quedó inmóvil, afuera la lengua enorme, saltados los ojos.”
Tenemos referencias de esta actividad incluso desde los tiempos del General José Antonio Páez cuyas anécdotas en este sentido son contadas en LAS SABANAS DE BARINAS, por el capitán Vowell, donde se dedica un capítulo especial del cual tomaremos algunos fragmentos.
Cuenta el capitán Vowell:
“Las caza de tigres, como se practica en los Llanos de Barinas, constituye uno de los espectáculos más interesantes, no solo para quienes toman participación en ella que la emprenden con el objeto de proteger sus rebaños y para seguridad de sus mujeres e hijos, expuestos al ataque de tales fieras, cuando están ordeñando, sino también para los espectadores que acuden por simple curiosidad y entretenimiento.
Los dueños de hatos acostumbran darse con anticipación una cita, a la que concurrían como punto de honor, con cuantos parientes y peones pudiesen reunir, todos en caballos de freno y armados con lanzas (porque antes de la revolución no se permitía generalmente a los criollos el uso de armas de fuego), excepto aquellos que se distinguían por su agilidad y destreza en arrojar el lazo, el cual se utilizaba con el propósito de coger a los animales feroces cuando salían de sus cubiles y mantenerlos asidos para que los demás cazadores los mataran sin peligro.
Por consiguiente considerábase honrosa distinción el figurar entre los enlazadores, puesto reclamado habitualmente por los principales ganaderos, sus hijos mayores y sus mayordomos, los cuales procuraban ir a la cacería en caballos seguros, hechos al ruido y alboroto, lo mismo que a la vista de las fieras, porque la menor rebeldía o timidez del caballo, en el momento de arrojar el lazo, podía tener fatales consecuencias para el jinete o para el compañero a quien había convenido en prestarle ayuda.
Los enlazadores dividíanse en parejas y cada uno de ellos seguía los movimientos del otro, con el objeto de enlazar simultáneamente una misma fiera, de modo que separándose luego para templar el lazo, el animal no pudiese arrojarse sobre ninguno de los dos, como lo haría inevitablemente , trabajando uno solo de los lazos.
Esto constituía una precaución necesaria, sobre todo entre la alta yerba de la sabana, donde un caballo no tendría posibilidad de moverse con suficiente rapidez para evadir el salto de un tigre, animal en modo alguno despreciable en los Llanos de Barinas, donde según afirman los naturales, se le ha visto con frecuencia sacar un potro de un año y aún una novilla de dos años por sobre la cerca de un corral, que mide seis pies de altura y arrastrarlos media legua y mas todavía a través de la llanura hasta el bosque donde tiene su guarida.
Para finalizar esta entrada, colocamos un tema muy pertinente: El tigre Masaguarito interpretado por Angel Custodio Loyola
Dijo
Apolinar Hernández
Allá
en su casa acostao
Cuando
un berraco padrote
Llegó
todo ensangrentao
Con
catorce madrineras
Sin
un lechoncito al lao
Dio
un salto de su chinchorro
Como
un hombre trastornao
Agarro
su carabina
Pidió
un machete amolao
Fue
a casa e´ Diego Cancines
Y
le conversó apurao
Cancines
como nervioso
Nadita
le ha contestao
Pero
el campo de El Socorro
Todos
se han amontonao
Salí
con cincuenta perros
Y
de los más afamaos
Eleuterio
con Juan Flores
Eran
los más apuraos
Pascual
Acosta también
Dando
pasos tongoneaos
Vamos
a matá ese tigre!
Que
ya nos deja arruinaos
Y
al tigre e´ masaguarito
Todavía
no lo han matao
El tigre masaguarito
Es
un animal cebao
Que
se come cachilapos
Y
orejanos y jerraos
Toros,
novillos y mautes
Becerros
esmamantaos
Solamente
osos palmeros
Este
tigre ha respetao
Quiso
matarlo una vez
Muy
cerca e´ la Boca el Pao
Y
eso porque tío oso
Del
viento estaba cambiao
Luego
el rugió de los babos
Y
de chenchenos espantaos
hizo
que oso palmero
Patas
arriba haya quedao
Y
el tigre masaguarito
A
quien yo lo haya respetao
Por
sus uñas que son un filo
Lo
que agarra no ha soltao
Tienen
que morir con el
Muy
secos y acurrucaos
Masaguarito puede referirse a algún lugar o hato. El Masaguaro (Pseudosamanea guachapele ahora recientemente lo ubican como Albizia guachapele), es un árbol parecido tan parecido al Samán que hay que ser buen baquiano para no confundirlo. Existe un Masaguarito por los lados de El Pao de Cojedes y es probable que sea el sitio que refiere la canción, pues mas adelante habla de la Boca de El Pao que así llaman al punto donde El Pao le cae al Portuguesa, un poquito arriba de Guadarrama (de este pueblito a Mata Arzolera sólo hay 18 km). Observaciones del baquiano Omar Carrero
ENTRADAS RELACIONADAS: LA CACERIA DE TIGRES EN EL LLANO VIEJO (1); (2); (3); LOS FELINOS DEL LLANO
Tengo una duda respecto al tigre en Vzla. Soy del Edo. Barinas y mi familia posee fincas en el mismo, ellos suelen decir que han visto ejemplares de tigres rayados (No jaguar) pienso que tal vez los ejemplares fueron introducidos por los dueños de los grandes hatos, si alguien ha escuchado de esto me sería útil la información.
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