"Zamuro no cae en trampa, ni tigre come ligero"
El llanero siempre imaginativo, no pierde la oportunidad de "sacar punta" a historias y cuentos de sus experiencias o de lo que ve a su alrededor. Hemos venido hablando de la cacería de tigres y no podemos dejar de incluir en el tema algunos cachos relacionados con estos felinos
Aunque estas historias ya estaban publicadas, las traigo de nuevo para complementar y darle un toque adicional de buen humor al tema que venimos desarrollando.
ESTABA COLGADO DE UN TIGRE!!
"Llegamos a un sitio que era una
quesera que llamaban Rito Requena. Llegamos oscuro. A mí se me había
quedado un colgadero (cuerda para guindar el chinchorro). Le digo: papá,
se me quedó un colgadero. Me dijo: Chico, busca por ahí falsetas que
los llaneros hacer y dejan por ahí. Yo, buscando en lo oscuro, hallé una
broma suavecita y colgué. Cuando me acuesto que me estoy meciendo me
jaló una broma pa´rriba. Ajá, le digo, papá aquí está un muerto.
-No chico, muerto no sale- respondió el papá
Me
quedé quieto. Al rato cuando me estoy quedando dormido me volvió a
jalar pa´rriba, ahí fue cuando vi…….. era un tigre!!!! ¡Yo estaba colgado
del rabo de un tigre! Entonces el animal se zumbó arriba de la troja. En
lo que se zumbó, se llevó el chinchorro. En lo que amaneció me fui por
el rastro del animal. Encontré el chinchorro metido en una mata e
topocho, y cuando lo agarro, veo en la malla un pedazo pero con pintas.
No chico, si yo estaba colgado del rabo de un tigre. Cuando le cuento al
viejo le digo: mira papá, yo no estaba colgado de una falseta
-¿Y por qué no me dijiste? Yo no veo en lo oscuro. Respondió el papá.
Cacho tomado de Apure en Cuerpo y Alma. Cuenta Régulo Tovar, llanero de Arichuna
Este es otro cacho del Sr, Régulo Tovar de Arichuna, tomado de Apure en Cuerpo y Alma:
"Un
domingo en un bongo andábamos cargando madera. Nos vinimos aguas
arriba, en lo que íbamos remontando estaba un chigüire en la barranca
del río. Le dije, mire papá, un chigüire. Me dijo, hijo, brinque para
afuera y lo agarra; pero yo no me estoy imaginando que el chigüire es
matao de tigre. Brinqué y le puse la mano por la pata de atrás. En lo
que lo traigo para la canoa, sale el tigre del bosque detrás de mí. Ese
chigüire me lo como yo frito, me dije. Le quité la cacería al tigre. El
animal se vino para donde estaba el viejo. Mi papá le echó dos regaños y
el tigre se fue, corrió, echó dos ronquidos allá y se devolvió. En lo
que llegó, el viejo lo volvió a regañar y se volvió a ir; no volvió mas"
EL TIGRE Y LA TAPARA
Hay ventaja en ser pequeño de estatura, para salvarse de la ferocidad de un tigre..... Tomado de La Vida en los Llanos de Venezuela - Ramón Páez
Después
de un largo dia de pesca, me acosté a descansar en mi chinchorro. Como
yo tenía la costumbre de dormir con un ojo abierto y uno cerrado, me
percaté que un tigre se me venía encima, salté del chinchorro para
defenderme y entonces me dí cuenta que no traía mi cuchillo. "
Entonces, ví cerca de mí una tapara de un tamaño como pocas veces se ve
por estos lugares, y me metí dentro de ella cuando ya el tigre me iba a
coger".
"El
tigre lleno de rabia por mi brusca desaparición, empezó a atacar con
dientes y uñas la tiesa y lisa tapara, sin otro resultado que el de
echarla a rodar conmigo dentro y lejos de él, y mucho me divertía
mirando la táctica del enemigo. Cuando la echaba a rodar un poco, se
echaba sobre el suelo a poca distancia y se quedaba mirando el
misterioso objeto, como el gato mira al ratón"
En eso, la tapara empujada por el tigre, cayó dando vueltas al río que estaba abajo y "me
encontré navegando rio abajo seguido por una banda de caimanes
hambrientos que me miraban con ojos llenos de rabia y abiertas sus
bocas, hasta que mi santo patrón, bajo la forma de una tonina, vino a
socorrerme espantando a los hambrientos demonios, y recibiéndome sobre
su lomo, me soltó en una playa desierta".
TRAS LA PISTA DEL TIGRE
Cuando
un tigre se ceba, pierde todo respeto por el hombre y sus bienes, y se
acerca frecuentemente a los corrales a cobrar sus presas. Cuando esto
ocurre, se reúnen los vecinos para darle caza en su guarida:
“No tardamos mucho en caer
sobre el rastro del pintado en una mata vecina, guiados por las huellas
frescas de sus patas sobre el húmedo fango. Al llegar al sitio donde
presuntamente se escondía, la gente, armada con sus lazos me mandó a
soltar los perros. Hice esto con las debidas precauciones y los fui
siguiendo. En ese momento me dió un olor fuerte, parecido a cuero
mojado y que llenaba el aire por doquiera que me llevaban los perros y
poco después sus ladridos me avisaron con quién me había metido: junto
con el latido de los perros, oí un bramido ronco parecido al de un
concierto de araguatos cuando va a llover, y juzgando por el ladrar de
los perros, me figuré que el enemigo se retiraba al escape y que había a
llegado el momento de demostrarle mi valor.
Pero
¡ay! apenas había avanzado unos pasos, cuando ¡Ave María!, señores, el
tigre lanzó un rugido tan fuerte que hizo temblar la tierra y las
matas. No sé que hicieron los perros y el tigre en aquel momento; pero
por mi parte, todo lo que puedo decir, es que sin ocuparme en ellos, me
encontré al instante al lado de mis compañeros, y lo que fue peor
todavía, en presencia del mayordomo, quien como para advertirme, me cayo
a chaparrazos por las costillas.
No
tengo para qué decir, que después de eso creí que era mejor para mi,
quedarme con los perros que podían tener lejos de mí a la fiera, que
como se comprende, era el tigre. Bajo mi palabra compañeros, y con el
debido respeto para mi comandante aquí presente, les aseguro que de
todas las fieras, ninguna es mas terrible que un mayordomo bravo……”
“Notando que el tigre persistía en
no cambiar de posición, me dije –“ ahora con él, muchacho, enséñale tus
dientes!” - mientras yo daba dos o tres pasos con la intención de
clavarlo con la lanza contra la mata.
Pero
¡ay!, tiempo perdido, pues con un manotazo el tigre me quitó la lanza
de las manos, me tiró por el suelo “largo a largo” y me dió al mismo
tiempo por el pescuezo esta terrible herida que ustedes pueden ver.
Pero no fue solo eso, porque el canalla, despreciando todas las reglas
de la decencia y de la cortesía, se me sentó tranquilamente sobre la
cara, sofocándome con todo el peso de su cuerpo y con la “jedentina” que
le salía.
Por fortuna el
tigre como el gato, rara vez acaba con su victima con tal que ésta se
quede perfectamente inmóvil, mientras tanto algunos de mis amigos que
estaban lejos de allí, no escuchando los gritos con que yo animaba a los
perros y temiendo que hubiera pasado algo serio, se fueron sobre el
lugar de donde salía el latido de los perros y me salvaron de mi
peligrosa situación……"
Fuente: La Vida en los Llanos de Venezuela
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