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27 de junio de 2013

El Arpista Leproso- José Natalio Estrada

 "El llanero, quizás por un innato sentimiento de caridad o tal vez por desconocimiento del mal y de sus terribles consecuencias, ni huye del leproso, ni teme compartir con él su vivienda.

Teófilo González fue el mejor arpista del pequeño mundo de mi juventud, y como tal, era el preferido para amenizar nuestros bullangueros joropos y los de los hatos vecinos.

Luego le aparecieron las placas insensibles de la piel, las coyunturas tumefactas y la faz leonina; el mal en todas sus terribles manifestaciones.  Todos dejaron de solicitar los servicios de su arpa electrizante y Teófilo se tornó huraño.

Pero aún así siempre estaba presente en las grandes fiestas, escurriéndose como una sombra  soliente al abrigo de los penumbrosos aleros, espiando su oportunidad. Esta no dejaba de llegar ya entrada la madrugada cuando el arpista de turno salía por unos minutos al enlunado patio con el fin de estirar las piernas o de echarse un trago.

Con celeridad, Teófilo ocupaba el asiento del arpísta, afinaba rápidamente el instrumento y estallaba con un "Seis por Derecho" o un "Pajarillo", un "Rompe Luto" como solíamos decir, porque el llanero que los oye, si está de duelo se olvida de sus muertos y baila. La sala se llenaba con la animación de los bailadores y el repique de los zapateos, hasta que el mal empezaba a entorpecer los dedos de Teófilo, el ritmo se hacía cada vez mas lento y las parejas empezaban a abandonar la sala. Cuando Teófilo al fin se daba cuenta de que la sala estaba desierta, se doblegaba sobre el arpa y lloraba silenciosamente."

EL ARPISTA LEPROSO
Bailan todos confusos en la sala mugrienta
como espectros de un drama fatal y presuroso;
sobre el arpa dormita en su agonía lenta
mientra arranca acordes, el músico leproso

Como viva ironía vino un niño a la fiesta
donde, amarga la vida, marchitó ya su flor;
con el soplo que sube de la virgen floresta
gime allí una elegía: dolor, dolor, dolor

La Muerte marca el ritmo con su dedo espectral
y siguiendo el acento de una pena racial
como hilo de agua triste la guitarra solloza;

y cuando todos mienten una alegría espúria,
hija del mucho vino, de la mucha lujuria,
como un reproche luce su mueca dolorosa


ELEGÍA DEL ARPISTA LEPROSO


Carne que no siente nunca
lo que le canta su oido,
corazón que se hizo arpegios
arpa que se hizo latidos
Un "seis" se llevó la pena
y dramatizó el alivio,
como alba gris que ilumina
desde lo muerto a lo vivo

La "Quirpa " puede con él
por lo violento del trino,
el "Pajarillo" se escapa
de sus dedos retorcidos,
y cuando el sopor del mal
al fin le llega a lo vivo
¡Ay Teófilo, como lloras
sobre la agonía del ritmo!

Se va hundiendo en el silencio
de un amanecer de estío
el cabrestero que canta
la punta con lento giro;
y no es un son de cigarras
¡Óyelo Teófilo amigo!
es el llano que se queda
tu dolor que va en camino.

Se está afinando en matices
el añorar vespertino,
luna de columnas truncas
cuando se aclara lo íntimo;
por la amplitud del paisaje
va rumiando su destino
lo que uno vivió sin gloria
y fue gloria uno mismo.

Si triste de la rapsodia
que nunca él hubiera escrito,
un arpegio de mastrantos
pentagrama de caminos,
se murió en tono menor
como se muere un cariño,
y fue con tiples de lluvia
y con bordones floridos
que el llano cantó el responso
en la liturgia del río.
Tocó Teófilo González
arpista de tiempos idos,
cuando su carne en girones
iba ensangrentando   el ritmo,
cuando su sangre era un llanto
y cada nervio era un mito,
cuando el beso ya no era
como el presagio de un nido

Errar de brisas sin palmas
de turpial sin espinito,
un corazón que se muere
en tonos de llano vivo,
quebrada que se fue sola
y dejó el cauce marchito,
frescor de médanos verdes,
oro de médanos ríspidos,
un arpa de penas claras
y un cuatro de pecho herido

Para los muñones tristes
un arpa de alegres bríos
y el silencio de la madre
viendo cómo muere el hijo...
cicatriz de tierra seca
sin cayenas y sin lirios,
y un zapateo que se va
en pasitrote corrido

Nostalgia de copla sola
por la sabana sin hitos,
dolor de tardes sin crines
y corrales sin bramidos,
y llora el "Zumba que Zumba"
una pena sin respiro
una montura sin potro
una luna sin ladridos,
un palenque sin ¡Te quiero!
y un partir son ¡No te olvido!

Es siempre el dolor inédito
reiteración de lo mismo,
y siempre el alcaraván
guarda del mismo camino;
es todo lo que se muere
albur de lo ya vivido,
y al canto que lleva el viento
lo acuna el mismo suspiro

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