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29 de septiembre de 2013

Los Cines Royal y Libertador- Francisco Castillo Serrano

Les ofrecemos a continuación, otro relato de Lecturas del Apure Legendario, de Francisco Castillo Serrano. En esta oportunidad, nos pasearemos por dos antiguas salas que tenía San Fernando y que ya solo quedan en el recuerdo:

Los Cines  Royal y Libertador
Francisco Castillo Settano
Lecturas del Apure Legendario

"Por la década de los cincuenta San Fernando vio nacer dos modernas salas de cine, el Teatro Royal, ubicado en la carrera Bolívar haciendo esquina con la calle 24 de julio y el Teatro Libertador, también en la  Bolívar, pero media cuadra antes de la Plaza Libertad, hoy Boulevard Libertador. En ambos espacios no solo se disfrutaba de los últimos éxitos cinematográficos, sino que servían de escenario para espectáculos: obras de teatro, zarzuelas, la presentación de artistas de renombre. y los impelables y latosos actos políticos. En ellas había funciones de 7 a 9 de la noche de lunes a domingo y ya mejorado el servicio eléctrico extendieron sus programas hasta las 11 pm.

En mi época de muchacho frecuentaba con mis contemporáneos la proyección dominical de 10 a 12 del mediodía y que sus propietarios llamaban matinal, encuentro importante para la juventud apureña, de todos los estratos, pues nos citábamos horas antes, a la entrada de cualquiera de los teatros a intercambiar suplementos, hoy calificados como comiquitas o dibujos novelados de : Red Rider, el Santo, Hopalón Casidy, Tarzán, Chanoc, el Pájaro Loco, Porcky y los mas adelantados sus novelas de Marcial La Fuente Estefanía Corin Tellado u otra serie de westers norteamericanos, así nos apertrechábamos por una semana de literatura en los portales de aquellos recintos. Las proyecciones, que generalmente y durante mucho tiempo fueron al costo de un real en patio y un bolívar en preferencia, eran en blanco  negro, y consistían en series de corta duración, sólo se proyectaba uno, o cuánto más, dos rollos por semana sucesivamente hasta el final de la obra: El Látigo Negro; El Jinete Sin Cabeza; Los Tres Villalobos; Marcelino Pan y Vino; El Conde de Montecristo; Rin Tin Tin; Santo, el Enmascarado de Plata; El Monstruo de la Laguna Negra y la infaltable Pasión de Cristo, proyectada en serie los dias de la Semana Mayor.

Para los novios, formales o a escondidas de sus padres, la cita cinematográfica era tan importante como la misa  de los enamorados del 14 de febrero, las parejas por obvias razones, abandonaban la sala antes de concluir el film, pues al finalizar éste, no faltaba el tradicional escándalo de los asistentes a "patio" (parte delantera de los teatros, cerca de la pantalla, frecuentada por lo económico, por personas de poca condición y generalmente hombres) o bien llamado "gallinero". Los de "Preferencia" eran mas recatados quizas por la presencia de damas, pero aquellos,  casi destruían los asientos, una locura colectiva se apoderaba de ambas salas repletas de muchachos, acompañadas de gritos, chiflidos e imprecaciones contra el filme o el inocente portero, ese eco maléfico al final de cada espectáculo nunca cedía, durante la película, el murmullo y la rochela aunado al pregón de los vendedores de chiucherías, el crujido del papel celofán y las cotufas que expedía el famoso "mango e piache", que por descuido caían al suelo y en la oscuridad, eran devorados por enormes ratas que transitaban con absoluta libertad por aquellos espacios, causando terror a los presentes, sin olvidar la acrobacia de murciélagos que desplegaban sus habilidades aéreas frente a la pantalla y los espectadores.

Las funciones de ambos teatros, hasta hace poco,  las promocionaba el pincel, versatilidad y mano prodigiosa  del artista apureño Víctor Loreto, en grandes y vistosos carteles que no dejaban duda sobre las interrogantes de la próxima escena.

Los cines de mi pueblo ya no están, sus espacios los ocupan otros establecimientos de comercio, se llevaron un tiempo y sus recuerdos, pregúntenle a algún apureño sesentón que aún respire por aquel hermoso pasado novelesco y aventurero, y verán qeu no es invención, sino la realidad lejana y hermosa que vivimos en nuestra cálida ciudad.

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