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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

30 de diciembre de 2013

Agradecimiento a los Colaboradores de Vivencias Llaneras del Abuelo

Ya en las últimas horas del 2013, como todos los años quiero agradecer el importantísimo apoyo de los colaboradores de  Vivencias Llaneras del Abuelo. Sin ellos, por más que nos hubieramos esforzado,  no contaríamos con un espacio tan completo y diverso como el que hoy podemos ofrecer a los lectores.

Los colaboradores de este trabajo además de muy conocedores, preparados y amantes del llano, son excelentes amigos lo cual hace mas familiar el contacto. Entre ellos y nosotros se ha creado una camaradería maravillosa que hace que cada escrito sea ofrecido al lector con verdadero cariño e interés de educar y mostrar nuestra cultura llanera.

En realidad son muchas las personas que han realizado aportes a Vivencias Llaneras del Abuelo, y les estamos muy agradecidos por ello,  sin embargo, consideramos que es justicia mencionar a quienes se han  mantenido más constantes  durante el presente año.   Por ello mi reconocimiento y  cariño a:

Omar Carrero, Hugo R. Arana, Freddy Páez,  Antonio González Fernández, Hugo Estrada Castillo, Francisco Castillo Serrano, Manuel Abrizo, Argenis Méndez Echenique, Armando Rafael Garrido, Alirio Acosta, Eduardo López Sandoval, Xiomara Ortega, Isaias Medina L,  Elba Romero López.

También hay un espacio de agradecimiento para los seguidores del Blog, quienes con sus comentarios o simplemente con sus visitas, nos hacen comprometernos cada dia más con esta hermosa tarea que constituye sin duda un aporte a Venezuela.

Muchas gracias a todos y nuestros mejores deseos para este año que comienza.

27 de diciembre de 2013

Los Cueros, Acento de Cabalgadura- Enrique Mujica

Los relatos de Acento de Cabalgadura, son totales enseñanzas de llano viejo. El autor, Enrique Mujica, coloca en ellos en el lenguaje del hombre de campo, las costumbres, quehaceres, creencias  y secretos de medicina natural, todo ello sazonado unas veces con la picardía llanera y otras con las tristezas, desesperanzas e ingenuidad de ese sujeto humilde que es el llanero o en realidad cualquier campesino de nuestra tierra.

El libro Acento de Cabalgadura, cuenta con una edición relativamente reciente de la editorial El Perro y la Rana, por lo que es totalmente ubicable. Es un libro que vale la pena tener para adentrarse en la forma de vida rural.

El relato que hemos elegido en esta oportunidad, recoge varios temas: las comadronas, el curtido de cueros, la elaboración de sogas y un poco de faena llanera:

LOS CUEROS 

Enrique Mujica

 A Rosa Castillo toitos le decíamos mama, porque esa era la que habia partiao a to el mundo allá en Los Bancos. Me acuerdo que cuando mi mamá entraba en el mes, mandaban a buscá a Rosa Castillo a Calabozo. Una semana antes del día del parto ya ella estaba en la casa. Le colgaban una hamaca así pa un lao del corredor y to los días le mataban una gallina. Cuando ella llegaba era como si llegaba un obispo, la gente en la casa andaba callaíta y to el muchacho que la vela, y también hombres jechos, le besaban la mano. 

Esa semana y otros cuarenta días se quedaba en la casa cuidando la parturienta. Un día la fuimos a buscá  allá a Calabozo. Nos mandó mi papá pa que le avisáramos o le dejáramos el recao, que era que mi mamá estaba ya por parí. Me acuerdo que cuando llegamos allá a Calabozo, un viejo, Pedro Güire que vivía frente a su casa nos dijo: "Doña Rosa no esta ai, porque las calles están sucias". Yo no entendí to lo que me dijo y le pregunté que qué quería decí con eso. Ai fue quel viejo me esplicó que era que el machito rucio que jalaba la carreta ande ella andaba, cuando ellos lo soltaban, cogía aquellas calles y se comía cuanto papel y hoja de hallaquita y basura encontraba. Ese día Rosa Castillo no estaba en la casa, andaba viajando. Después me di cuenta e verdá que las calles estaban llenas de basura. Le dejamos, entonces, el recao con el viejo Güire. 

A Rosa Castillo le dieron el recao y un domingo por la mañanita se apareció allá en la casa. A los días mi mama parió a Manuel. Me acuerdo que pa ese tiempo yo tenía allá dos cueros estacaos, uno pa curtilo y el otro pa picá una soga. La maestra Trina Vargas me iba a enseña a curtí un cuero. Ya ella me había dicho que me iba a enseñá ese oficio. El día que empezó a esplicame to lo que iba hacé, me dijo: "Bueno, búsquese el cuero y lo pica en cuatro pedazos. Después agarra una de esas canoas de palo donde bebe agua el ganao y la llena de agua. Coge medio saco e cal y se lo echa a la canoa, revuelve el agua hasta que quede blanca, como leche. Después coge los pedazos de cuero y los mete en esa agua y los deja ocho días adentro". Así lo hice, tal como ella me dijo. A los ocho días saqué los cueros y vi que hablan quedao lisitos, que hablan botao toitos los pelos. Cuando ella vio los cueros me dijo: "Bueno, ahora córtese una maceta, coge los cueros y los dobla y les da con esa maceta hasta que se ablanden". Así lo hice, ese día le caí a maceta a esos cueros, horas y horas, hasta que los deje blanditicos. Después ella me dijo que cogiera como medio saco e dividive y que en la misma canoa, con agua limpia, lo echara pa que se fuera haciendo como una tintura. Que cogiera los cueros y los dejara ocho días en esa agua, que después los sacara y le cayera otra vez a maceta hasta que quedaran blanditos como una tela gruesa. Eso también lo hice. Entonces salieron cuatro piazos de cuero curtío que parecían compraos hechos. Uno desos piazos lo dejé pa una coraza. El Ñato Eugenio se puso con una cabeza e clavo y un martillo a sacale unos dibujos. Le ponía la cabeza el clavo y le daba un martillazo en la punta. Así le iba dando hasta que le sacaba unas rosas de adorno. Yo guardé la coraza junto con la soga que ya la había picao del otro cuero. 

En un tiempo que pasé en un hato aprendí yo a picá una soga. Uno que me enseñó me dijo: "Cuando vayas hace una soga ten pendiente que los pelos buenos son: el sardo azul, el lebruno lavao, el encerao y el araguato". Así me dijo. También me dijo que la res tenia que se de sabana limpia, porque si era de parte montañosa seguro que le había caio gusano e monte, y entonces si uno hacia la soga con ese cuero, ande estaba picá e gusano se reventaba. Ya yo sabía to eso cuando piqué la soga. De afuera pa adentro la piqué, pa que rindiera. Después la engrasé con sebo pa ablandala y curala. Ya yo tenía tiempo con la idea de poneme en una soga buena y de acomodá una silla vieja que había allá, porque tenía ganas de llevame prestá una yegua negra que dejaban empotrerá en uno de los corrales de nosotros. 

Un día le puse los aperos a la yegua, cogí la soga y salí con unos compañeros pacia donde llaman El Porvenal, en las sabanas de Píritu. Por esos laos ique había bastante ganao gomero realengo, sin dueño, y nosotros íbamos con la idea de tráenos un puño e bichos. La yegua era bien buena. Yo nunca me le había montao a una bestia tan buena como esa. Esa era una yegua de amarrá pollino, como decían allá, buena por la carrera y blandita e boca. Me acuerdo que cuando llegamos al punto, nos pusimos a tumbá unos mangos en unos palos grandes que estaban cargaitos. Ya le estábamos zumbando palo a los mangos cuando sentimos que se barajustó uno e los caballos, el de Críspulo Milano, un potro rosao bien bueno que estaba recién amansao. Yo no sé que fue lo que lo asustó. A lo mejor lo picó un bicho, quien sabe. El potro cogió un banco e sabana y como tres nos les pegamos atrás. Yo fui el que le llegué, con la yegua. Le cogí la rienda y me lo traje. Uno de los que andaba me dijo: "Ah yegua pa buena esa que usté carga, compa. Véndamela". "No, vale, esa yegua no es mía. Más bien yo me la traje escondía. Ojala fuera mía le dije.

Dormimos esa noche abajo e los mangos. Desde por la mañana empezamos a recogé ganao hasta que paramos un rodeo como e cien reses. Ai comenzamos arrialas de regreso. Pasando un cachorralito yo vi que se salió un novillo negro mojoso que se queria i. Aí le caí arriba con la yegua pero el novillo cogió pacia la yegua y me la cornió atrás, en la verija. Cuando me baje le vi la corná, como de un geme mas o menos era la hería. Por naíta no le sacó las tripas. Se le veía apenita la tripa abotoná en la cortá. De ai tuve que venime en lanca en un caballo y tráemela arrebiatá. Cuando Ilegamos a una costa e monte el rollo e ganao se esperdigó y se fue. Lo que pudimos salvá fueron dos vacas. Yo enlacé una rabo mocho y un compañero enlazó otra. Esas dos vacas fue lo que nos trajimos. En el camino yo venía pendiente la yegua. "Ojala no le vaya a picá tétano a esta bicha y se me vaya a morí" pensaba. 

Ai llegamos a la casa y esa tarde empecé a curá la yegua. Con jabón de la tierra y cerda picá de ella misma y creolina hice un emplasto y se lo empecé a poné. Poco a poco se le fue cerrando el cuero. Cuando el dueño la vino a buscá yo no estaba en la casa. Un día vi a un hijo del dueño que venía en una yegua blanca, ai le pregunte por la negra: "¿Y la yegua negra -le dije-, se le curó la cortá?" "La yegua es esta" me dijo é1. "¿Como va a sé esa?" le dije. "Si, ésta es. Desde aquel tiempo pacá empezó a cambia el pelo y se puso rucia" me dijo. Entonces le busqué la hería a la yegua en la verija y vi que se le habia curao, to que le quedaba era un nudito. A la vaca mocha la matamos una tarde pa dale comía a unos viajeros. Como veinte hombres comieron esa tarde. Un bolívar se pagaba por una comía. Mi mama cogió esos riales y compró veinte rollos de pabilo y un guaral pa las cabuyeras. Con esa cabuya hicimos dos chinchorros, uno que yo dejé pa mi y otro pa mi hermano Manuel que ya tenía como dos años. 

Besar la mano: Pedir la bendición
 Dividive (Caesalpinia coriara)
Sin:Guatapan,Guatapanare. 
Arbol mediano, originario de las zonas áridas de la América Tropical, existiendo también en los Llanos, Torrealba (2-105) señala el uso de " la concha" en la curtiembre de cueros, al respecto Pittier,1978 (p 216) indica " Los frutos tienen gran importancia entre las materias tanantes usadas en las curtidurías " y de sus semillas dice son muy astringentes y entran en la composición de un ungüento antihemorroidal. Con la semilla molida hasta hacerla un polvo se " curaba" el ombligo de los niños recién nacidos (Salazar Barinas,1993, com.pers.). En cuanto a sus características como maderable Torrealba (4-202) indica que es una madera pesada, cuando dice "...No se puede hacer canalete de dividive por ser madera pesada y si se suelta de las manos no flota...”. En este sentido Pittier,1978 (p 216) señala " el corazón es de color negro, durísimo y compacto, antiguamente sustituía el acero en las ruedas de maquinarias". Plantas Útiles del Bajo Llano Apureño. Freddy Páez
 Sobre el Jabón de tierra, considerado como medicinal,  hay varias"recetas". Una de ellas contiene  tierra, agua de lejía, ceniza de drago y grasa de ganado, que se cocinan y se empacan luego de enfriarse. Otra receta  utilizada en el estado Cojedes, se basa en grasa de res y palma. Las cenizas de la palma luego de quemada, se agregan a la grasa de res, y se deja al fuego por mucho tiempo, Se batía con paleta de madera. Al enfriarse, se moldea la pasta

Los Taparitas

Nos apoyaremos nuevamente en el trabajo de investigación del Profesor  Argenis Agüero, denominado  El Baúl, Apuntes para su Historia; esta vez para  describir un poco esta etnia  que habitaba las tierras del estado Cojedes.

"Eran comunidades de recolectores que vivían a orillas de los ríos Cojedes, Portuguesa y sus afluentes. Eran mas nómadas que sus vecinos los Guamos, pues en época de verano se movilizaban constantemente. 

No construían ranchos o viviendas para habitación, en casos necesarios hacían enramadas desechables, pues siempre andaban por los montes caminando. 

 En verano dormían en el suelo, recostándose en las hojas, y en invierno lo hacían en trojas construidas sobre los árboles. 

No practicaban ningún tipo de agricultura; comían las frutas y raíces que recolectaban en su desandar y los animales silvestres que cazaban. Eran muy buenos flecheros y elaboraban un curare muy fuerte. 

Poseían una piel de color clara, casi blancos y eran de contextura fuerte. Mataban a sus enemigos y luego los quemaban. Andaban desnudos, pero los hombres usaban una taparita seca y hueca, adosada al cuerpo con bejucos, en la cual colocaban el pene u órgano sexual, para protegerlo, de ahí deriva el cognomento de TAPARITAS. 

En período de invierno elaboraban Quiripas, una especie de lentejuela hecha de concha de caracoles, que luego canjeaban a sus vecinos por maíz, yuca, y otros productos agrícolas que ellos no cultivaban. Eran muy diestros en el uso del arco y la flecha, armas que aumentaban su eficacia con el uso del curare. 

Muy previsivos en la guerra, ya que siempre tenían carcajes o almacenamiento de flechas escondidas cada cierto trecho, para asegurar provisión de armamento en la huída, ante la arremetida de sus enemigos. 

Creían en un Dios denominado YUIULLA, pero no mantenían rituales de culto. No usaban ningún instrumento musical porque solían ser muy silenciosos, evitando así ser fácilmente descubiertos. No enterraban a sus muertos, sino que los quemaban y luego los colocaban en trojas sobre los árboles, cubriéndolos con cáscaras vegetales para evitar que los devorasen los zamuros."

19 de diciembre de 2013

Cabresteando en mi Caballo - José Vicente Rojas

 Hay canciones que nos conectan profundamente con la belleza del llano, y Cabresteando en  mi Caballo es una de ellas. Al sentimiento plasmado en su letra sencilla se une el sentimiento de la voz de Angel Avila, y esa emoción unida al acompañamiento alegre y acompasado del arpa, produce la sensación de ser parte del paisaje que pinta el poeta, genera alegría y ternura hacia esa tierra amada.

 CABRESTEANDO EN MI CABALLO
Autor: José Vicente Rojas
Intérprete: Angel Avila

Ayer pasé en mi caballo
enrumbando una manada
con rumbo a sabana abierta
y mi soga rabiatada

Iba pintando en mi verso
el ritmo de una tonada
lo verde de los palmares
y el mugir de la vacada

El relincho de un potrón
y una garcita callada
al ver una corocora
me recordé de mi amada

Por lo rojo de sus labios
y por su tierna mirada
y del remanso callado
arranqué una flor morada

Para hacer de lirio y junco
un presente a mi adorada
ella es el mejor poema
en mi copla enamorada

Ahora que tengo  las notas
del arpa barajustada
la inspiracion mas sublime
de un alma enamorada







17 de diciembre de 2013

Los Hijos de Cojedes: Ramón Villegas Izquiel

Fotografía tomada de letrasllaneras.blogspot
Nos apoyaremos para esta breve reseña biográfica en el escrito de Isaías Medina López, publicado en su blog Letras de Cojedes:

"Ramón Antonio Villegas Izquiel, poeta, narrador, orador y docente, nació en El Baúl, estado Cojedes, el Día de los Inocentes (28 de diciembre) de 1920 y fallece en Valencia el 12 de abril de 1995. Hijo del arriero Julio Villegas y la joven Marcolina Izquiel, gente del campo que le instruyen en la cultura de la conseja, la cual consiste en una reunión en la que los viejos campesinos instruyen a los más jóvenes mediante anécdotas (cuentos, coplas y corríos) en las que explican las prácticas de vida a la usanza llanera. Uno de sus principales biógrafos, el poeta José Antonio Borjas Nieves, anota: 

 “Ahí en ese hogar bien constituido, transcurrió la infancia del maestro, viendo el paralelismo de sus calles muy largas, donde la vida pasa sin dejar una huella, el ulular de las aguas sobre el mangle, las llanuras en flor, los ríos caudalosos derritiendo la espuma del silencio, las garzas poniendo su plumaje de nube en las palmeras y la visión infinita que encierra el Llano en sus entrañas que hicieran de Ramón Villegas Izquiel, un futuro cantor de la llanura, un sembrador de letras en la tierra y un caminante unido a su destino”. 

Panegírico para mi pueblo, publicado en Vivencias Llaneras del Abuelo junto con esta reseña, muestra la sensibilidad de este poeta, hacia su pueblo natal y su historia. Pero también el poeta, dejó fluir  esa capacidad nata del llanero de contar historias y construyó con sus vivencias infantiles y sus recuerdos de juventud, pequeñas historias  que nos llevan a la cotidianidad del pueblo, del sentir, pensar y actuar de sus habitantes.

Les colocaremos uno de estos relatos enmarcados Cuentos de Arrieros, que tomamos de otra de las entradas que sobre éste poeta, hay en el blog antes mencionado, Letras de Cojedes

LA CASA ABANDONADA

Según quienes se han dedicado a historiar la endemia palúdica nacional, ésta debió ingresar al centro del país procedente desde las inhóspitas lejanías sureñas, traída sobre todo por el constante tránsito de las guerrillas intestinas, itinerantes por todo el territorio durante el siglo XIX i comienzos del que ya termina. 

Se relaciona incluso su llegada a nuestra región cojedeña con la gente de tropa del ejército liberal conducido por el General Antonio Guzmán Blanco. 

Ciertamente este Presidente en campaña estuvo en 1872 con su hueste durante varios días en El Baúl, población donde fue objeto de esmeradas atenciones. Se recuerda, por ejemplo, el esplendido almuerzo ofrecido por don Juan Miguel Iturriza, no obstante su condición de destacado dirigente del Partido Conservador, en su mansión familiar – hoy en ruinas – conocida como La Casa de Alto. 

Después de Guzmán i sus combatientes, dícese que el paludismo se quedó entre nosotros, como por especial afición a los organismos de los Cojedes, pues permaneció por acá con su virulencia letal hasta los años cuarenta, no tan lejos todavía. 

Fue esa la época de la esforzada División de Malariología, cuya cabeza visible aquí en Cojedes lo fue Don Chucho Herrera, desterrado por cierto de la débil memoria de una colectividad en permanente deuda con el sus diligentes legionarios. 

(Como recordatorio indirecto de estos benefactores de la patria i respetado hasta ahora por el tiempo i el urbanismo, se conserva aún en San Carlos donde la vieja Avenida Bolívar converge con la moderna “José Laurencio Silva” un pontón sobre uno de los tantos drenajes abiertos por ellos i cuyos brocales tienen la moldura con la leyenda MALARIOLOGÍA). 

Hecha esta justiciera digresión, regresemos a nuestro pequeño pueblo, que amarillo se nos puso la piel de su gente, con parecido color al pendón liberal. Aunque justicieramente debiérase agregar que los seguidores de la enseña goda, trashumantes también por diversas regiones, debieron haber distribuido igualmente su dosis de ponzoña malárica por donde pasaban. Sea como fuere, amarillos nos pusimos como “clavel de muerto”, hermosa cuanto humilde florecilla, adorno de la naturaleza en las tumbas de los cementerios aldeanos. Pues este omnipresente fantasma rezagado de nuestras guerras fratricidas, apoyado en las carencias i las parasitosis, actúo también aquí con la misma virulencia de allá en el Ortiz de "Casas Muertas". I no está demás la cita, pues el padre Francisco Javier Peña, según leí hace algunos años en un reportaje periodístico i acogiéndome a la fidelidad de su autor. I me han dicho, además, algunos más viejos que yo, que ese joven cura ofició su primera misa en el templo de nuestra población, la cual fue su primera parroquia, hasta que lo hicieron salir unos caciquitos lugareños tan dañinos como las propias enfermedades. 

 Fue por ese tiempo malárico cuando comenzó la ruina del pueblo, disimulada a veces con algunas ruidosas fiestas patronales, algo así como para espantar al miedo, i aprovechadas por algunos forasteros tramposos i protegidos del régimen gomecista imperante para sacarle a la comunidad con gallos “engomados” i dados “compuestos”, el mísero producto de la venta de vacas paridas a comerciantes inhumanos por veinticinco bolívares, lo que de vaina les alcanzaba la mayoría de las veces para comprar antipalúdicos o el género blanco para la mortaja del hijo difunto. Solos nos fuimos quedando. Solos, pues el señor paludismo se dedico también a desarrollar su programa de “soluciones habitacionales”, como se dice en el lenguaje oficial de nuestra época. Por lo cual quienes no se iban a tiempo del pueblo, corrían el riesgo de ser reubicados desde sus propias casas para una parcelita en el condominio municipal denominado Camposanto, porque sus vecinos – pienso yo – no riñen entre sí aunque les encaramen otro encima. Mi familia – me enorgullece apostillar – fue una de las que se negaron a emigrar, no obstante haber tenido posibilidades para hacerlo, por el amor entrañable que el bauleño de cepa le tiene a su llanero terruño. 

Con el transcurrir del tiempo muchas casas quedaron abandonadas. Hasta el templo se quedó sin cura residente por largos años, para tristeza recóndita de los fieles que lo atribuían a castigo del Cielo por lo sucedido con el Padre Peña. Las humildes imágenes estaban siempre envueltas para su protección de las asquerosidades de los sacrílegos murciélagos, en unas telas a manera de vendajes, como las víctimas de esos tremendos accidentes autobuseros de ahora, dicho sea con el debido respeto. 

Volviendo a lo de las casas, en éstas dejaban a veces sus emigrados amos hasta unos cuantos inservibles cachivaches, lo que convertía a los muchachos de entonces en una especie de especie de espeleólogos urbanos, explorando aquellos tétricos caserones en busca de algunos desechos para surtir la escasa variedad de rústicos juguetes: Ruedas de máquinas de coser para construir carros. Una vitrola vieja para las prácticas de mecánica. El esqueleto de un revólver o el resto de un sable leproso de oxido, frecuentes en nuestros solares, etc. 

Será por estos recuerdos acumulados durante mi niñez que las casas abandonadas tienen todavía para mí una nostálgica carga poética, en su enigmático silencio cargado de insospechadas vivencias extinguidas, la mata de reseda dando a los vientos realengos su perfume sin destino, o el granado enhiesto meciéndose tristemente como abandonado guardián de los patios solitarios. 

*** 
Caía una tarde de cigarras lejanas cuando, incursionando yo en una de aquellas casas desoladas, la sorprendía a ella recogiendo de un rincón una muñeca de celuloide ya sin brazos. Se espantaron nuestras miradas, asustadas por la tímida simpatía adolescente cultivada con reojos cuando salíamos de las respectivas escuelas de varones i de niñas. Empero la soledad del momento alentó el instinto posesivo del varón ya en madurez. Le agarré las manos casi desleídas en sudor helado. Me quedé mirándole mui de cerca sus grandes pupilas verdes, como dos metras cristalinas que, por lo mismo, siempre conservaba yo en la faltriquera de la blusa. La abracé i quise besarla en los ojos: - ¡No – me dijo – Me da miedo! I deslizándose como un reptil de seda, se zafó de entre mis brazos i rajó corriendo hacia el patio desierto.

Estático me quedé en el quicio de la puerta desvencijada, mientras ella, pálida i larguirucha, con los cabellos de cocuiza saltándole sobre los hombros, desaparecía por un boquete de la empalizada hacia el solar de la casa vecina. 

Nunca más la tuve tan cerca de mí. Un día me marché del pueblo i tiempo después supe que ella siguió también el itinerario trazado por el destino en la agenda de su existencia. Jamás la he vuelto a ver. Ni siquiera sé si aún vive. Sin embargo todavía la evoco en las barbas del maíz jojoto, en las cimbreantes matas de granadas, en las adolescentes delgaditas de trajes desgarbados, en los patios tristes de las casas solitarias i, sobre todo, en el recuerdo de las dos canicas verdes, pérdidas quién sabe cuándo, ni dónde, porque cada vez que me las sacaba del bolsillo era como tener en el cuenco de mi mano sus dos pupilas transparentes que ya el tiempo habrá tornado opacas esta evocación, brumosa también por tanta lejanía.

Panegírico de mi Pueblo - Ramón Villegas Izquiel

Hace unos días escribimos sobre El Baúl y en la investigación consultamos la página web Letras de Cojedes, administrada por  nuestro amigo Isaac Medina López, donde  encontramos este hermoso poema que complementa la historia de este pueblo, tan representativo del estado Cojedes y tan amado por sus hijos. Copio textualmente el análisis de Isaac Medina L. sobre el poema:

"Panegírico de mi pueblo es una de las obras más importantes en la bibliografía de Ramón Villegas Izquiel y de toda la llaneridad cojedeña. Esta pieza literaria posee casi trescientos versos que condensan las luchas y logros del pueblo de El Baúl, comunidad hija de San Miguel Arcángel y entrañable terruño del estado Cojedes, también conocido como “la tierra de los arpistas”. Esta región se caracteriza por mantener la historicidad sentimental y tangible de su colectivo humano en medio de enormes zozobras y esperanzadoras visiones que, Villegas, intenta rastrear en las raíces mismas de su comarca basadas en creer que en la búsqueda “del origen está la originalidad”, como el poeta lo citara de manera expresa. 
Mal podría Villegas eludir este compromiso, dada su condición de cronista oficial de su ciudad natal y de poeta experimentado en diversas variantes de la poesía. En su fuerte simiente oral apreciamos que el recurso literario que elige es el romance español, de verso octosílabo y rima asonante, como es la costumbre cantoral en el Llano. El romance es un canto de los juglares del siglo XIV, de poetas andariegos que siembran en las memorias de las comunidades distintas semblanzas recurriendo a embrujos poéticos muy sentidos, en los que destaca la sonoridad musical y afectiva que tramite cada verso."

Tiene mi pueblo dos ríos:
 El Cojedes i el Tinaco
que lo ciñen efusivos
en un fraternal abrazo.
 Viene el primero de Lara
 y llega casi borracho
 de regar cañaverales
 y tablones de tabaco.
 Pero el goza de abolengo
 que tiene de largos años,
 porque figura en el Himno,
pues le dio nombre al Estado.
Además, por referencias
llegadas a nuestras manos,
que al presente todavía
 no las hemos confirmado,
 “Cojedes” procedería
 del indígena vocablo
“Coaherí”; que traducido
 grosso modo al castellano,
 “Río encantado” sería
su hermoso significado.
I aunque no fuera tan cierto
 ese poético dato,
es fascinante de veras
como se va deslizando
con languidez de agua mansa
entre música de pájaros,
con gorgoritos de espumas
que arrullan sueños poblanos
 i con ansias de infinito
 que llegan al oceano.
Por él bajó el capuchino
 –luenga barba, gesto manso-
pero con alma templada
 en el crisol del cruzado q
ue vino a oponerse el siglo
 sacrosanto del cristiano
 a la otra cruz de muerte,
de desolación y pasmo,
encachadura en la espada
 del conquistador villano
que del áureo frenesí
 hizo razón de sus actos.

 * * * * *

De la centuria dieciocho,
 el año cuarenta y cuatro,
el día primero de mayo
 que ahorita estoy recordando,
Frai Pedro de Villanueva
viene por estos barrancos
con su indígena flotilla
de curiaras y sus santos;
 con sus indios, i los indios
con sus flechas, i los arcos
con las cuerdas siempre tensas,
 los arpones atinados,
 para cobrar el sustento
según lo venían hallando,
durante días de penurias,
de inseguridad i espanto,
sin más alivio que Dios,
 viajero de sobrecargo
 en la fe del joven fraile,
 de cuyos mejores años
 en surcos de abnegación,
 le retoñó este poblado.
 Que el catorce florecido
de ese mismo mes i año
 bautizara humildemente
 en terroso altar indiano,
 cuando en la primero misa
bajo rústico techado,
 trazara en el aire límpido
 la santa cruz en su mano.
Bendijo, como quien dice,
su soleado camposanto,
 porque su carne i sus huesos
aquí nos dejó sembrados
como semilla perenne
que siempre está retoñando,
 en bauleñas voluntades
de eternizar lo empezado.
I ha sido orgullo el Cojedes
de los bauleños aldeanos;
perpetuo testigo ha sido
 por más de doscientos años,
 de incontables sufrimientos
 que este recio grupo humano,
 con telúrico cariño,
con llanero desparpajo,
 ha vivido en el empeño
de mantenerse apegado
 a ese terruño que es
para nosotros tan caro.
 Que amansaron los sudores
de nuestros antepasados
 i lo ilumina el recuerdo
de nuestros jóvenes años,
 con sus propias travesuras,
 pero bien aleccionados
de andar por camino real
que es el camino más franco.


Aquí lo encuentro i se funde
 en Cojedes el Tinaco,
cuyo nombre nos recuerda
 a otro noble pueblo hermano.
I fue en su propia ribera
 en donde nació el poblado,
 que el buen cura encomendara,
 en el futuro pensando,
a un arcángel aguerrido
 a quien no tembló la mano
en batallas celestiales
para derrotar al Diablo.
 De allí le viene su nombre
 de San Miguel de Tinaco:
 El Baúl es un apodo
 que más tarde le aplicaron…
 I será por el padrino
que hemos sido sus ahijados
 tan recios batalladores
en amores i trabajo.
Amores para dar hijos
 i vencer el despoblado
 con que las calamidades
 nos vivían amenazando,
 i trabajo para crearle
 porvenir a lo engendrado
 i sembrarles la consigna
 en la conciencia i los actos,
 de que sólo la firmeza
 del estudio i del trabajo
afirma las voluntades,
capacidades i brazos
 para engrandecer los sitios
 donde la vida nos trajo.

* * * * *

 Apenas contaba el pueblo
poco más de sesenta años;
 era tan sólo un infante,
 entonces, si comparamos
 las edades seculares
 que otros estaban contando,
 cuando resonó el clarín
en el Caracas lejano,
anunciando que la patria
 otro rumbo había tomado.
 Que orientes de libertades
 nos estaban alumbrando,
pero que por el poniente
 se izaban negros presagios
 en banderas de reacciones
 por mantener lo gozado
durante más de tres siglos
 que fuimos avasallados.
Cada ciudad, cada pueblo
 cada rincón ignorado,
en el cáliz de sus hijos
su sacrificio ofrendaron.
Trepidaron las sabanas
 con galopar de caballos:
 Eran hordas de llaneros
 de calzones arremangados
 que una vez tras el realista
 corrieron por puro engaño,
 hasta que un catire recio,
 hijo como ellos del Llano,
 les agarró las charnelas,
los sacó para lo claro
 i al grito de “Vuelvan caras”
 les orientó el entusiasmo.
Unos fueron por los Andes
que jamás habían pisado,
 tirititando el cuerpo
 con el frío cordillerano,
pero calientita el alma
tras el Titán inflamado.
Los otros con el catire
 en sus llanos se quedaron
hasta que al fin Carabobo,
cuyo sol salió en San Carlos,
alumbró la patria propia
que ellos estaban buscando.
En todos los avatares
que aquí les dejo esbozados
dieron muestras los bauleños
de su corajudo rango;
 cuyos nombres principales
 tiene la historia, anotados
para orgullo i para ejemplo
 de sus actuales paisanos.

 * * * * *

Después vinieron las iras
de hermano contra hermano
 en las civiles contiendas
que el país ensangrentaron. T
ambién allí los bauleños
-los hombres y sus rebaños-
se inmolaron tras las huellas
de caudillescos baqueanos,
 sin reparar que tras ellos,
de amarillo galoneado,
llegaba otro general
más terrible que el hispano:
El general Paludismo,
con hordas de fríos macabros
 i banderas enlutadas
 de muerte i de desamparo.
 Se aposentó en este pueblo
 hasta casi aniquilarlo.
Tristezas que dan tristeza
 se fueron acumulando;
 en derredor de las cunas
 la muerte marcaba pasos;
 como antros fantasmales
 casas solas se quedaron
los campesinos llegaban
con sus chinchorros guindando
con una muerte jipata
que a los chicos daba espanto.
 I los médicos heroicos
que entre nosotros moraron
 se afanaban impotentes
sin poder erradicarlo.
Pero, recia nuestra cepa,
así fuimos aguantando
 impávidos al flagelo
que a todos quería matarnos,
hasta que la ciencia un día,
 traída por hombres sabios,
nos apuntaló el valor
 i pudimos derrotarlo.


 * * * * *

Hoi el bauleño es orgullo
 de nuestro querido Estado,
por su salud, por sus bríos
 i su amor por el trabajo;
 por su alegría y su gracejo
de amplio llanero “rajado”
 i porque somos cantera
 de intelectos cultivados
que le sirven al país
 en los más diversos campos.
Por eso, porque podemos,
con optimista llamado,
en los momentos propicios
a las promesas de hermanos,
 los invito a rescatar
el compromiso heredado
al nacer en este sitio
 del solar venezolano:
 Que si en él vimos la luz,
 hemos también de alumbrarlo… ¡

 * * * * *

Estas cosas yo deseaba
 decirlas desde hace años,
 i como quiero que el pueblo
 haga suyo este relato
 i lo canten sus juglares
con arpa, bandola y cuatro,
 he pedido inspiración
 al romance castellano;
 porque es éste poesía
 sin artilugios ni engaños
 que se parece a los ríos
en su peregrino encanto.
 Nos lo trajo el español
 en luengos años pasados
 i aquí se quedo latente
 con su grácil desenfado
 en los festivos corridos
del pueblo venezolano.

* * * * *

Estas cosas yo deseaba
decirlas desde años
 i tuve ocasión de hacerlo
 al instaurar en mi canto
 el inicial Día del Pueblo.

 * * * * *

Pueblo porque somos pueblo,
pulso y tesón provincianos;
manos recias del bauleño
 en la esteva del arado;
 garganta i libros abiertas,
certero lance del lazo,
 cabalgando voluntades
en abierto pasillano,
 porque luces de bonanza
ya nos alumbran los pasos.

 (El Baúl, 6 de mayo de 1978)

15 de diciembre de 2013

Tendrá el Estero Florecida Corte, Silva Criolla, Estancia VI

La Silva Criolla, obra maestra de  Don Francisco Lazo Martí, nos muestra magistralmente en cada una de sus estancias,  el paisaje llanero en sus distintas etapas: verano, primavera e invierno, y es por ello que representa una guía de incalculable valor cuando se quiere contar con palabras, la magnificencia de  ese llano indómito y bravío, pero a la vez dulce, fragante  e imponente.

En esta oportunidad transcribiremos la estancia VI del bellísimo poema, referida, al igual que la  IV, ya desarrollada, a la primavera llanera. Pretendemos con ello,  transmitir al lector,  los colores, olores, sonidos, brillo y vida  que ofrece el llano venezolano en esta época del año.

Es la hora inicial del amor y la fecundidad. " Por abril", "  por mayo"   cuando la naturaleza recobra "  el rumor inagotable de su vida",   dice Lisandro Alvarado. 

VI
Al tomar frescos hálitos del Norte
Del país de la nieve,
En junco silbador y bora leve
Tendrá el estero florecida corte.
Al pié de sus ganados,
Y cuando caiga la primera bruma,
Volverán los pastores emigrados,
Volverán las vacadas
A repletar las cercas y de espuma
Al coronar los botes
La linfa de las ubres ordeñadas.
Concertará de nuevo la alegría
El coro de sus voces;
Tras de recia labor – ya muerto el día-
Caballeros veloces
Partirán de amorosa romería;
Y al calor del brasero,
Cuando la noche pavorosa avance,
Cantando irán, de trovador llanero,
La copla, el tono triste y el romance.

El poeta Arvelo en el análisis de la obra, determina que las estancias IV, V y VI aluden a tres facetas de la entrada de aguas llanera: IV: caida de los primeros aguaceros; V: prórroga del verano por número variable de días con quemas de rozas para las nuevas siembras; VI: nueva llegada de las lluvias, pero sin la copiosidad que solo se ve a  fines del mes de junio.

Los cuatro primeros versos regalan al lector la visión de los primeros verdes que lucen los juncos y boras, reyes del paisaje, los siete siguientes hablan del retorno del llanero con el ganado que llevó hace algunos meses a pastorear suelos menos afectados por el verano: "Llaneros de su sabana y de su oficio, cubren la trocha sin cansancio, solidarios con el deber de reintegrarles a los bancos nativos el patrimonio semoviente que antes arrearan hacia el Sur, y que hoy vuelve lustroso de gordura.

Tornan alardosos de su hazaña con su tropa mugidora a los hatos de origen, listos para empatar lucha con lucha en la nueva faena madrugadora. Héroes de la segunda quesera del año, que es prórroga de la que entrecruzó rejos y cantares y bramidos, bajo los orores y merecures de las islas, otra vez distantes. Ahí están, desde lejos el alba, entre los corrales repletos, fortalecidos en las dos virtudes del ordeñador: garganta clara para la saeta festiva y buena muñeca para ordeñar cada uno cuarenta vacas entrel el lucero becerrero y los últimos lebruneos del sol sobre el rocío."
Vaquería via Camaguán

La estancia VI nos traslada entonces a un día llanero, cuando el ganado que se marchó en la transhumancia regresa a su sabana, cuando se hacen las vaquerías, cuando se instala nuevamente la quesera, cuando en el llano se multiplica el movimiento, el trabajo y la vida. Los últimos versos muestran otro cuadro: el final de la faena del día, donde  tras la ruda labor del día, el llanero tiene aún energía para la "parranda" de la noche, donde pareciera que el festejo  elimina las fatigas "al pensamiento siempre alerta y al músculo siempre tenso y batallador". Sobre este particular consideramos enriquecedor, el siguiente  fragmento complementario de la imagen que transmiten esos  versos:

"En los dinámicos trances de las vaquerías, para las cuales se escoge con frecuencia la entrada de aguas, esas recias labores vislumbradas forjan la legendaria fortaleza que puso en el indómito Catire la sabana. Dan el temple austero de la llanería. Son la parada del rodeo, la selección de orejanos, vacas, toros y novillos, el arreo a los corrales, el sometimiento a soga y nariceo de los bichos mañosos, la capada de toros, la hierra, la marcada de becerros y mautes, la velada de los encierros las fogatas, el trajín imprevisto de los nocturnos barajustes, el pastoreo, el paso de los caños hondos, la reducción de potros cerriles y la doma, sin contar menudencias que son mas bien caseras, tales como el baño de las bestias, la fábrica de quesos y la salazón de carne.

Después de todo eso ¿para donde salen en la noche estos hombres festivos y austeros, poniendo aún mas a prueba su increíble reciedumbre? Van acaso hacia el último velorio de cruz, aplazado, porque un grupo de amigos los esperan. Hacia el cálido joropo en la aldea o el hato vecino, la noche de San Juan, donde el arpa se enfila en viejo golpe atravesao con el cuatro y las maracas de traspunteros, para la arreada, entre crudos rones, de zapateos enardecidos. Hacia el brasero humeante, alardoso de doradas cecinas, donde se calientan en los pies las capelladas, en las gargantas las cadencias de los tonos, en las sienes los veneros de la canta y el corrío. Van hacia la heredad del romancero, sita en el corazón de la patria. Hacia la eternidad del arte, por donde ellos transitan sin saberlo."
ENTRADAS RELACIONADAS:
LOS HIJOS DE GUARICO: FRANCISCO LAZO MARTÍ; FRANCISCO LAZO MARTÍ Y APURE; SILVA CRIOLLA: INVITACIÓN; ESTANCIA I; ESTANCIA II; ESTANCIA III; ESTANCIA IV; ESTANCIA V; ESTANCIA VI; ESTANCIA VII; ESTANCIA VIII; ESTANCIA IX; ESTANCIA X

14 de diciembre de 2013

Pioneros (3)

En esta ocasión  presentaremos los pioneros en poesía llanera, aquellos que desde el corazón escribieron los poemas que aún escuchamos, aquellos cuya pluma llevó el llano a todos los rincones de Venezuela y lo hizo salir de nuestras fronteras, aquellos  que recordamos con orgullo venezolano.

Nos hubiera gustado ofrecerles fotografías de una misma época, ya que la mayoría de estos poetas eran contemporáneos, pero no resulta fácil  esa tarea, por lo que colocaremos lo que hemos encontrado hasta el momento.

Muchos han sido los poetas llaneros, unos mas difundidos que otros. Por lo pronto empezaremos con algunos  de los más recordados. Iniciamos con dos  sólidos pioneros  de la poesía llanera del siglo XIX:  Francisco Lazo Martí y Luis Barrios Cruz


Sobre la pampa húmeda y sombría
desciende luz remisa y macilenta
que anuncia el triste despertar del día

Recluída en el ocaso la tormenta
por encontrados vientos azotada
ruge y estalla en cólera violenta

Y pálida ilusión desamparada
muere flanqueando su espiral ya rota
la neblina sutil-¡Mirra abrazada!
que por el atrio de la noche flota





La novillita barrosa
ya no viene al paradero
Los chaparrales piafantes
ya no rabiatan el viento
El paradero se abisma
con su tamarindo viejo
la novillita barrosa
no me le brama al recuerdo
en el estero tostado
se me atarrilló el ensueño
los chaparrales tan solo
van pastoreando el silencio

Luis Barrios Cruz




No quiero alambre importuno
en mi mundo desolado
si se me riega el ganado
yo veré si lo reúno.
Cuando esta tierra anda uno,
legua y legua son el paso
Mas allá del lagunazo
sigue el infinito abierto:
llorando tanto desierto
canta el patico yaguazo.

Alberto Arvelo Torrealba





La luna me dio un amor
la sabana una esperanza
mi caballo libertad
y tú una ilusión lejana,
de llegarme por el río
en silencio de curiara
a darte en rosas mi pena
lirios de mi desesperanza

José Natalio Estrada




Te cambio luna y lucero
por el silencio del río
y las perlas del rocío
por un lirio sabanero;
al grito del becerrero
responde la guacharaca
unbostezo de albahaca
puelsa el viento ribereño
y en la quietud del ordeño
el toro pita la vaca

Germán Fleitas Beroes





Abro el camino cantando
para llegar a mi pueblo
y estiro la voz alegre
cuando este viaje comienzo.
Voy con mi llano de siempre
bajo el azul mañanero
El claro sol de otros dias
alumbra cuando regreso
y donde estuvo mi canto
creció la palma del eco

Ernesto Luis Rodríguez

 
 
 
 
Y en sus raudales se aloja
Como quien sueña lejuras
Y el Capanaparo asoma,
Como quien rompe el silencio
Con arpegios de soisola
Como quien baila un joropo
 En los caneyes de Elorza,
Como quien duerme en Achaguas 
Y el Matiyure le informa.
 
Luis Fadul Hernández


Como el mar se estira el llano
pa igualase con el cielo
se quieren cielo y llanura
como un casar de llaneros:
besándose los miramos
al tendé la vista lejos:
con los lirios la sabana
corresponde a los luceros

Julio César Sánchez Olivo

Con el cuatro parrandero
que en el alma me palpita
busco la canta marchita
que duerme bajo el alero
La que sueña en el estero
con los grandes pajonales,
la que bebe en morichales
agua que nadie ha bebido,
la que ronda en el silbido
por caminos y corrales

Víctor Vera Morales




Luego duerme la peonada
en los caneyes del hato
y un toro viejo araguato
se oye pitá en la cañada
Despierta la madrugada
el gallo desde un totumo
viene el alba y sus lebrunos
canturrea el ordeñador
A zambo madrugador!
desde un chinchorro grita uno

José Vicente Rojas




 
 
Hoy el chispazo del tiempo
 deja mi pelo blanquito 
pero de recuerdos gratos
 tengo el corazón llenito 
no quiero dejar ninguno
porque los quiero a toditos
 para el día que yo muera
 me los llevo completicos 
así le prometí a Dios
y cumpliré ese capricho.

Adelis Soto Valera

11 de diciembre de 2013

Loa al Caballo Llanero (2)


Les ofrecemos la segunda parte de estas entradas en homenaje a ese noble animal que es nuestro caballo llanero. En la primera parte colocamos un artículo del poeta Luis Alberto Crespo, relacionado con la evolución del caballo hasta llegar al que puebla nuestra llanura. Ese caballo de poca alzada, muchas veces de apariencia tosca, pero que se adaptó como ninguno a las inclemencias del clima de nuestro llano. En esta entrada les ofreceremos un cuento que ya publicamos anteriormente de Julio José garbi Olivo, pero que encaja en estas líneas, así como algunos de los poemas dedicados al caballo llanero: 


"Era un día de asueto en la mansión de los Dioses y los Dioses-niños se fueron todos a jugar. Pero el Dios-niño más pequeño no tenía con quien jugar y se sentó sobre un rayo de luz a pensar. Pensó primero en jugar con las espirales concéntricas de las coordenadas del tiempo; luego en crear galaxias y estrellas, o en las relaciones de las infinitas paradojas de infinitos mundos paralelos; pero al Dios-niño le fastidiaban las cosas sencillas. Por eso se puso a pensar en algo que verdaderamente no existiera y pensó en la palabra más bella que pudiera dictar su fantasía.


Finalmente dio con ella.

La palabra era.... ¡caballo!
Sí eso era.... caballo.

Y una vez que tuvo la palabra, pensó en un caballo.

Lo hizo fuerte y noble.
 

Los ollares amplios para sorber el viento.  con hebras de plata o de sol, o de noche, le hizo las crines, la cola larga y sedosa, el pecho ancho y poderoso, y en cada pata le puso una luna en creciente y lo hizo ágil.

Y cuando tuvo el caballo, no encontró lugar mejor  donde ponerlo que una llanura.

El Dios-niño, cerró las manos para aprisionar todos los universos del cosmos infinito para tomar elementos de su quimera. Al arcoiris le arrebató los colores para pintar la llanura. Pintó la sabana verde, los cielos azules y las nubes blancas. Pintó los morichales, los ríos y las lagunas. Y pintó los borales en los esteros. Pintó garzas blancas y corocoras rojas. Pintó venados y hierbas y árboles de toda clase: un algarrobo, un mango y un  tamarindo. Pintó pájaros y trinos y olores y lluvias para que mojaran la tierra y la hicieran fértil.

Puso en su llanura un amanecer con aromas de sabanas y un cielo oscuro azul turquesa con arreboles y frescura en el aire. Y toda clase de animales. Por último con sus deditos, pintó horizontes por todas partes para que su caballo pudiera verlo todo.

Y en esa llanura recién pintada, el Dios-niño puso a su caballo para que galopara como el viento. Y el caballo galopó y galopó... y el dios-niño fue feliz por corto tiempo.

Pero algo faltaba.  y el Dios-niño se sintió triste de nuevo hasta que tuvo la idea de amasar con sus manos regordetas, color de auroras y esperanzas, el barro de los esteros y las arenas de los ríos. Y tomando también un poquito de esas cosas que había pintado en su llanura, hizo un compañero para el caballo. Y lo hizo sencillo, franco, honesto, valiente, noble y generoso. Y le dio manos para que pudiera hacerlo todo. Y una frente altiva para que no fuera esclavo y una mente para pensar y fantasear. Y una voz para decir lo que pensara y, sobre todo, un corazón para que pudiera amar.

Y el Dios-niño estuvo contento porque, por aquellas extensas llanuras que había creado su fantasía, corría libre y sin trabas, jineteando en el potro de la ilusión, un llanero."


MI CABALLO
José Natalio Estrada Torres

En un fino galope rasgando la sabana
mi caballo y yo somos dos canciones de gloria;
El relincha  a los vientos una historia galana
y yo siento qeu hierve de pasión esa historia.

So yo digo en camino mi canción rusticana,
y celebro lo bello de esta vida ilusoria,
en su sangre florece la leyenda pagana
y es Pegaso abrumado de una vida expiatoria

Aún en lo más penoso del trabajo sin tregua
es cumplido y galante cuando mira una yegua
y un relincho estremece su cuello poderoso;
y como recompensa de su vida tan dura,
le acompaña el fantasma de muerte prematura
Y cualquier clado día se me va silencioso.

 
CABALLO
Hugo Estrada Castillo

Aquel caballo bayo de cuerpo musculoso
se paseaba orgulloso en la sabana
y destacaba su figura en la mañana
caracoleando y galopando siempre brioso.

En el horizonte galopaba aquel coloso
cortando el viento con filo de obsidiana
y con la delicadez de la plana en filigrana
decoraba el mitológico monte del Parnaso

Sus crines danzaban en el viento con prestancia
Mientras su cuerpo corría con fuerza y arrogancia
y cedía a los manejos del recio amansador .

Su porte salvaje, arropado de elegancia,
se perdía entre lejanía y la distancia
con el caminar seguro de un conquistador



SU  ORGULLO
Luis Alberto Crespo

Su orgullo era ser imaginario
yo lo tocaba
y tocaba lo inalcanzable

Atado ahí
Bajo el árbol
sigue huyendo

La única sombra que le guta es el horizonte

Le quito el freno
ensangrentado de tanto desbocarse por dentro
y un jinete invisible le atormenta el ijar

Yo  lo llamo caballo
porque lo sueño y está frente a mí

Por solo
por piafar y vivir
así
en lo terrible



MI CABALLO
Luis Barrios Cruz

Mi caballo es alazán. ¡Vuelvan caras!
Alazán como el sol desbocado sobre las palmas
Alazán como las polvaredas llameantes de la tarde

Mi caballo es alazán . ¡Vuelvan Caras!
cría de la nube mañosa ,
Yegua rucia piafante en la pampa de arriba,
Y del viento mostrenco,
Padrote zaino embozalado de horizonte.

Mi caballo es alazán.

Con él hice todo el camino de Santiago
En mi campaña de constelaciones

¡Vuelvan Caras!

Mi caballo es alazán. Entero. Y mío