AL TIGRE, TIGRE Y AL CHIGÜIRE, CHIGÜIRE!
Omar Carrero Araque
Baquiano
2013
La selva amazónica es considerada la foresta tropical más grande del mundo al cubrir una extensión cercana a los 600 millones de hectáreas, distribuidas en 8 países, siendo Brasil y Perú los que ocupan una mayor extensión, mientras que Venezuela, con apenas unos 4 millones, es uno de los de menor presencia. Esta selva comprendida dentro de la Amazonía se destaca por ser una de las más diversas del mundo desde el punto de vista biológico. Además, este macizo forestal se ubica sobe la cuenca hidrográfica del río Amazonas, también la más grande del mundo. Un portento de esta naturaleza no podía menos que operar como un fuerte imán que atrajo a los científicos y naturalistas de los más importantes centros de investigación del mundo, quienes en la difusión de sus trabajos dieron a conocer en la comunidad internacional a muchos de los representantes de la biodiversidad amazónica con sus nombres vernáculos. Fue de esta manera como el mundo conoció con asombro a la Anaconda, la serpiente más grande del mundo; el Capibara, el roedor más grande del mundo; el Arapaima o Pirarucú, el segundo pez de agua dulce más grande del mundo; la Arpía, el águila más poderosa del mundo y la más grande del hemisferio occidental; la Piraña, el pez más voraz del mundo; el Tapir, el mayor de los mamíferos suramericanos, el Jaguar, el mayor de los felinos americanos y el Jabirú, la mayor de las cigüeñas del nuevo mundo. La humanidad, a la vez que conoció a muchos de estos animales por sus nombres amazónicos, supo también, de las leyendas que alrededor de ellos se tejen, algunas magnificadas al ser llevadas al cine.
Vecina de esta inmensa espesura se ubica la Orinoquia, una región poco más modesta con apenas 100 millones de hectáreas, pero no menos importante sobre todo por la diversidad de ambientes que encierra, que pueden ir desde las montañas andinas y costeras, el muy antiguo escudo guayanés, las comarcas pantanosas del Delta del Orinoco, hasta la inmensa depresión de los llanos colombo-venezolanos.
En esta última región se destaca la riqueza de su fauna, la cual es fácilmente observable gracias a lo abierto del paisaje, constituyéndose en un atractivo para los amantes de la naturaleza, comparable a la del Gran Pantanal de Brasil o de la Llanura Beniana en Bolivia. Basadas en este hecho las entidades encargadas del fomento y la promoción del turismo ecológico han desarrollado proyectos que involucran a las comunidades locales como actores y beneficiarios. Es frecuente ahora ver en los llanos una actividad creciente de operadores turísticos que se apoyan en una red de “hatos y posadas ecológicos” y en un cuadro profesional capacitado en tales labores.
Ahora bien como muchos de los animales reseñados para la Amazonía también cohabitan en los llanos, se les quiere mostrar a los visitantes principalmente a los extranjeros, con sus nombres amazónicos y no con los criollos, ya sean estos los indígenas o los castellanizados que hace 500 años trajeron los españoles en su memoria ambiental.
Como una consecuencia del auge que ha tomado el “turismo de aventura” ahora es común ver en los trípticos específicos u oír, con toda propiedad, en boca de los guías llaneros, cómo al Chigὓire lo nombran Capibara, al Tigre como Jaguar, a la Culebra de Agua como Anaconda, a la Danta como Tapir, a la Tonina como Delfín Rosado, al Caribe como Piraña y más recientemente a la Cotúa como Cormorán, a la Corocora como Ibis y al Garzón Soldado como Jabirú.
Es cierto que los nombres amazónicos también son indígenas, pero de derivación Tupi-guaraní mientras que los nuestros posiblemente provengan de vocablos arawacos y caribes, más consustanciados con nuestra naturaleza.
De seguir por este camino lo más seguro es que a la vuelta de algunos años se hayan “globalizado” también los zoónimos a tal punto que nuestros niños, si es que los "pleyesteision" se lo permiten, escucharán los cuentos de "Tío Jaguar y Tío Conejo", provocando seguramente remezones en la tumba de Don Antonio Arraiz. Del mismo modo, Ángel Custodio Loyola pasaría a ser llamado "El Jaguar" de Masaguarito.
Esta situación por simple e insignificante que parezca debería llamarnos a la reflexión pues dice el dicho que de grano a grano llena la gallina el buche, y en este caso estaríamos echando un primer grano en el “buche” de la omisión, un hecho sentido que más temprano que tarde podría alejarnos definitivamente de nuestras raíces.
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