A propósito del post recién publicado atinente a Quirpa que en cierto modo refleja la forma en que terminaban con frecuencia las parrandas en la Venezuela de antaño, transcribimos a continuación un poema que aunque no se desarrolla en suelo llanero sino en tierra Barloventeña al son de tambores, describe la frecuencia con que la muerte terminaba con las fiestas.
EL SITIO DE ENCARNACIÓN
En el ambiente parece que no cupiera el tambor
Hay tambor en lo oídos, tambor en el corazón
En las morenas caderas que se van moviendo al son
Y en las risas y en el viento y en el aire juguetón
Y hasta la luna parece que va tocando tambor
Por la calle larga y sola del Sitio de Encarnación.
Encarnación era un negro famoso por su valor
A quien todo Barlovento como el mejor cantador, conocía
Sin que nadie le disputara el honor
Hombre de copla en los labios y puñal al cinturón
Buen decimista y coplero, buen gallero y coleador
Entrado en carnes y en años y terrible peleador.
Era tan grande su fama por toda aquella región
Que el caserío que habitaban, cuatro ranchos en horcón
Le habían puesto por nombre, El Sitio de Encarnación.
Hecho a la medida antigua, cuando después de un velorio o joropo
Salía algún preguntón: ¿Cómo estuvo el baile anoche?
Contestaba socarrón: ¿El baile anoche? Ese baile estuvo piol,
No hubo ni siquiera un muelto, ni siquiera un agarrón,
Eso era cuando nosotros, que el machete rozadol,
No trabajaba pal amo, sino pal enterradol!
La respuesta famosa, famosa como su autor
Era ya bien conocida por toda aquella región.
Esa noche los tambores redoblaban con furor
Las parejas mas bonitas de todo el alrededor
Se habían dado cita esa noche al Sitio de Encarnación
El decimista Venancio, la cantadora Asunción
Y hasta la india Eleuteria del paso de San Ramón
A quien el negro venía haciéndole el amor.
Ya había atrapado un lucero el gallo madrugador
Y lo había devuelto al cielo por el hilo de su voz
Iba atropellando al viento, la loca voz del tambor
Y enlazadas las parejas bailaban alrededor,
Cuando al grupo que formaban, la india y Encarnación
Tambaleante y pendenciero un borracho se acercó:
Eleuteria, no quiere bailá mi amol?
Aún no se había apagado en su garganta la voz
Y fue como un latigazo el sonoro bofetón:
No sabes tú que la miel no se ha hecho….. Maldición!
El refrán dicharachero a medio decir quedó.
Quebró la luz del candil, la luz del puñal traidor
Y el recio pecho moreno de rosas se floreció
Y cuando al día siguiente,
preguntaban los ausentes la pregunta de rigor
¿Cómo estuvo el baile anoche?
No faltaba un socarrón: ¿El baile anoche?
Ese estuvo más "mejol": Mataron a "Encalnación"!!!!
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