A Antonio José Torrealba se le conoce como el baquiano que en 1927 acompañó a Rómulo Gallegos en su recorrido por el hato La Candelaria en el estado Apure y que le suministró al escritor la información básica con la cual construyó sus novelas Doña Bárbara y Cantaclaro, ambientadas totalmente en el llano venezolano.
Era un llanero auténtico, no solo conocedor de las costumbres y tradiciones de su terruño, sino celoso de dejarlas plasmadas en manuscritos para las generaciones futuras.
Se dice que no contaba con una instrucción académica formal, sin embargo sus escritos están floreados de nombres mitológicos y de los clásicos de la literatura, y muestran por secciones un lenguaje profuso, que dejan ver su riqueza cultural la cual se paseaba por la tradición mitológica grecolatina, épica española, la francesa, el romancero y el conocimiento de las obras de los más insignes escritores clásicos como Hugo, Cervantes, Dumas, Balzac y los poetas latinos relevantes como Lazo Martí, Alberto Arvelo, Gabriela Mistral, Juan Santaella, etc.. Sus escritos tienen mucho de llano, pero también de fábula, construyendo historias cotidianas con alto contenido de tradiciones, lenguaje autóctono y costumbres del medio.
Antonio José Torrealba nació en Cunaviche en 1883. Según el libro de Nacimientos de Cunaviche, fue presentado como Ramón Antonio, aunque siempre se le llamó como a su padre, Antonio José.
Su madre, de nombre Josefa Vinicia Osto, era hija de una india Otomana, y murió muy joven dejando a Antonio José de 6 meses y a su hermano Evaristo de año y medio. Se cuenta que al morir doña Vinicia, al pequeño Antonio José lo alimentaron con leche de una yegua que a su vez, amamantaba un potro al que él posteriormente en sus escritos, reconocería como hermano de leche. Dice Edgar Colmenares del Valle en la introducción al Diario de un llanero, que este hecho, quizás lo marcó para siempre en sus relaciones con la naturaleza y con los animales especialmente con los caballos. A las yeguas, por ejemplo, después de bañarlas, les ponía zarcillos, les adornaba las crines con flores y les hablaba con delicadeza. Hay quien dice que su renquera fue por un mal de ojo, pero también dicen que fue por haber mamado de una yegua. “Tal vez se sentía caballo, -escribió una vez la periodista Elizabeth fuentes- y quién sabe si ese mal de ojo que lo visito tan temprano (su pie equino) fue más bien las ganas de ser potro que lo acompañaron hasta después de viejo” se dice que podía hablar con los caballos, perros y pájaros, también que dominaba la lengua yarura y otomana
Antonio José y su hermano Evaristo, heredaron de su padre una extensa sabana que abarcaba unas 5.5 leguas. Al morir Evaristo, Antonio José quedó administrando la tierra, pero la perdió por no cancelar una hipoteca a favor de Esteban Vivas. Se dice que el entonces presidente del estado, Vicencio Pérez Soto, se antojó, tal como lo hemos leído en las novelas Doña Bárbara y Cantaclaro, con otros nombres, de un pedazo de tierra donde había una laguna muy rica. Al negarse a vender, Pérez Soto se hizo de la hipoteca y despojó a Torrealba de sus tierras, mediante la venta fraudulenta por 6.000 Bs.
Cuenta Gregorio Jiménez, testigo de lo ocurrido, que Antonio José estuvo trabajando en su fundo hasta el año 21. Tenía varias leguas de tierra, y buen ganado y caballos, pero era apático y despreocupado. Adquirió una cuenta y cuando a poco lo embargaron, más que todo por razones políticas, por no aceptar la venta de parte de las tierras. La laguna que pretendía Pérez Soto era muy grande, nunca se secaba y siempre había grandes cantidades de pescado. Cuando llegó el embargo, tuvo que entregar todo al fiador de Pérez Soto, llamado Esteban Vivas. De allí abandonó su propiedad vino a trabajar al hato La Candelaria y otros hatos, convirtiendose de dueño en peón. Ya para ese entonces corría su fama de versificador y extraordinario narrador.
De no ir a Santa Rita
Tenía veinticinco años
Donde nací y me crié
Donde tenía mis rebaños
De aquellos tiempos tan bellos
De cuando existía llano
Ya no existen los caminos
Solo existen intrincados
Llegamos a la laguna
Aquella laguna bella
No tiene cristalinas aguas
Sus aguas están revueltas.
En el hato los Cañitos.
A Gallegos conocí
El es un gran novelista
A él le hablaba de ti
El nos sacó en su novela
Hizo conocer el llano
En la Europa y en América
Una acción de soberano
Se dice que era un magnífico maraquero y que componía “valses silbados”-la frase es de Carmelo Araca, uno de sus discípulos-oyendo a los pájaros cantar y que a pesar de su renquera y sus 250 libras de peso, era un gran bailador de joropo.
El presidente Gallegos lo nombró prefecto de Cunaviche e hizo su labor con ahínco. De su escritura y redacción podemos decir que en sus cuadernos se narra la cotidianidad de un grupo de llaneros con un lenguaje sencillo y coloquial, respetando la forma de hablar de los campesinos. Constituyen sus cuadernos, una fuente maravillosa de información de una época y sus tradiciones y desde el punto de vista del lenguaje un verdadero tesoro para los amantes de la filología.
Llama la atención en sus escritos los nombres dados a los caballos: Proserpina, La Gioconda, Sandokan, Jorge Abril, Sagitario, Azabache, Vainilla, Chichulita; y a los perros: Raffles, Sherlock Colmes, Stalin, Bachiller etc.
Llama la atención en sus escritos los nombres dados a los caballos: Proserpina, La Gioconda, Sandokan, Jorge Abril, Sagitario, Azabache, Vainilla, Chichulita; y a los perros: Raffles, Sherlock Colmes, Stalin, Bachiller etc.
Cuenta Don Carmelo Araca, músico y discípulo de Torrealba, que desde su chinchorro dictaba sus historias a “jóvenes escribientes”, razón por la cual, los famosos cuadernos (de los cuales hablaremos en otra entrada), presentan varios tipos de letra.
Muere el 14 de julio de 1949, según consta en el acta de defunción, de Diábetes. Supo su sobrino que había pasado 3 das en el monte comiendo miel de aricas. Dejó muchos proyectos inconclusos para su pueblo, los cuales no se llevaron a cabo por el derrocamiento de Rómulo Gallegos de la presidencia.
Paseando por San Fernando de Apure, vi un dibujo en una pared, representando a un hombre a caballo que había visto antes en otro lado y recordé la portada de la revista Onda Apureña dedicada a este personaje. Me acerqué a la casa y pude constatar que era la Casa de la Cultura que llevaba por nombre Antonio José Torrealba. Y es que el legado de este apureño es de un valor incalculable, muchas de sus historias están plasmadas en las obras llaneras de Gallegos, mejoradas con su pluma experta, y las otras lamentablemente no están al alcance del común de la gente, por no haberse reeditado el Diario de un Llanero, donde se concentraron sus cuadernos desde el 10 al 40 ( Al parecer los primeros 10 cuadernos fueron entregados a Don Rómulo Gallegos y no se recuperaron). Vivencias Llaneras del Abuelo, consiguió los seis tomos de esta obra e irá compartiendo con los lectores algunos de sus contenidos, como un aporte a mantener viva la cultura primigenia apureña que este venezolano se empeñó en transmitir a través de sus escritos.
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Lo siguiente, más que un comentario es una sugerencia: una manera compartir esos textos es llevarlo a uno de los programas de textos como word o acrobat y luego ponerlo a disponibilidad de quienes quieran bajarlo... Pero serán bienvenidos aunque sólo sean algunos a través del blog...
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