A pocas horas de terminarse el año 2012, les dejamos estos versos de Antonio González Oria, caraqueño enamorado del llano venezolano, que se dedicó en vida a la agricultura y ganadería, dejando sus memorias plasmadas en su libro Mis Avatares.
Los versos estan llenos de añoranza por tiempos idos, y precisamente por eso, invitan a la reflexión del llano que hemos perdido.
AÑORANZAS
Este mundo donde andamos
es mucho lo que ha perdido,
no hay silencio, todo es ruido,
faltan ecos que añoramos.
Por el sendero que vamos
no hay gallo madrugador,
ni coplas de ordeñador,
no se oyen las guaruras,
ni el canto de las tururas,
ni el trueno ensordecedor.
Falta en todo corredor
el gotear del tinajero,
ese reloj campanero
despertaba al sesteador.
No se escucha en derredor
el rebuzno del arreo,
las galleras y el careo,
a dos manos un pilón,
cohetes del chicharrón,
no los oigo, no los veo.
es mucho lo que ha perdido,
no hay silencio, todo es ruido,
faltan ecos que añoramos.
Por el sendero que vamos
no hay gallo madrugador,
ni coplas de ordeñador,
no se oyen las guaruras,
ni el canto de las tururas,
ni el trueno ensordecedor.
Falta en todo corredor
el gotear del tinajero,
ese reloj campanero
despertaba al sesteador.
No se escucha en derredor
el rebuzno del arreo,
las galleras y el careo,
a dos manos un pilón,
cohetes del chicharrón,
no los oigo, no los veo.
No se sabe “balonear”
a la mula ni al caballo;
el saber “tusar” un gallo
nadie quiere recordar.
Ya no se sabe aperar
la propia bestia de silla,
se cambió por carretilla
el traquear de la carreta,
nadie teje una falseta,
nadie encaba una escardilla.
¿Quién corta la campechana?
¿Quién sabe picar la soga?
Esta añoranza me ahoga
cuando voy por la sabana.
¡Malhaya! La tierra llana
donde vive el cunaguaro
y el bongo de caracaro
atravesando los ríos…
Todos los recuerdos míos
los conoció Cantaclaro.
a la mula ni al caballo;
el saber “tusar” un gallo
nadie quiere recordar.
Ya no se sabe aperar
la propia bestia de silla,
se cambió por carretilla
el traquear de la carreta,
nadie teje una falseta,
nadie encaba una escardilla.
¿Quién corta la campechana?
¿Quién sabe picar la soga?
Esta añoranza me ahoga
cuando voy por la sabana.
¡Malhaya! La tierra llana
donde vive el cunaguaro
y el bongo de caracaro
atravesando los ríos…
Todos los recuerdos míos
los conoció Cantaclaro.
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