El texto que colocamos a continuación, está tomado del libro Mis Avatares, de Antonio J. González Oria, que muy amablemente me hizo llegar su hijo, Antonio González Fernández.
Es un libro muy ameno donde el autor deja plasmadas sus vivencias, muchas relacionadas con el campo, constituyendo un material muy valioso para quienes nos interesamos en "hurgar" en el ayer.
Compartiremos en este espacio algunos de sus "avatares" y nos decidimos hoy por uno muy interesante relacionado con los procedimientos antiguos para cortar leña, cuando la madera era el principal combustible.
Es de destacar que el relato no se desarrolla en el llano, sino en una finca en el estado Carabobo. Sin embargo, por tratarse de una actividad que debió realizarse en todo el país, la consideramos pertinente para los temas que desarrollamos en este espacio:
"Cuando se dice “cortar leña”, quien no haya vivido esa experiencia no se imagina por todo el proceso que había que pasar y todos los pasos que había que cumplir para producir leña como negocio para el comercio como se hacía antes, cuando la leña era el combustible para las pequeñas fabricas, panaderías, artesanías y sobre todo para los hogares que carecían de cocinas a Kerosén, gas o eléctricas.
Quien ejercía la labor se llama “cortador de leña” o simplemente “hachero”. Sus herramientas eran el hacha y el machete los cuales afilaba a mano en las tardes con una piedra de amolar, generalmente en la casa del hachero, para que estuvieran listos para entrarle al monte en la madrugada.
Cuando el grupo de hacheros estaba trabajando en el monte, los golpes de sus hachas parecían una el eco de la otra, formándose un concierto. A éste, que para muchos era un bullicio, pero que para mi era un increíble concierto, se unían el canto de las guacharacas, chiricoas, y soisolas, los trinos de las paraulatas “ojo de candil”, los silbos de las perdices y muchos otros músicos menores. El golpeteo de las hachas llevaba su propio ritmo, unas parecían llevar el compás y otras hacían las veces de bajos, según las características del palo que estuviera trabajando cada hachero.
El primer paso del hachero al meterse al monte era seleccionar el árbol que iba a derrumbar y al escogerlo sabía que clase de leña iba a producir: leña negra o leña blanca. La leña negra es producida por palos de corazón como el Dividive, Aromo, Cují, Cuchiván, etc. y la leña blanca es producida por palos que no tienen corazón como Tiama, Pata de Vaca, Caracaro, etc.
Antes de derrumbar el árbol, limpia con el machete todo su contorno con la intención de hacer patio para trabajar y para almacenar primero las ramas y después la leña ya cortada. Si hay algún avispero cerca, hace un hachón con monte y palos secos, lo prende con los fósforos que trajo y lo quema. Toma el hacha y después de analizar las posibilidades y hacia donde le conviene más la caída del árbol, lo corta a unos 60 o 70 cm de altura del suelo, dejando en pie el troncón o “tocón” del árbol.
Con el machete empieza a limpiar la copa del árbol caído, quitándole todas las ramas y ramitas que no son aprovechables para leña. Una vez limpio el árbol, se dedica a cortar las ramas que sí van a producir leña y las amontona cerca del troncón.
Antes de continuar es necesario explicar los tres tipos de leña que se producían comercialmente:
Leña Chamiza: Es producida por las ramas más delgadas del árbol y tiene un diámetro entre 3 y 4 cm. Es la leña mas barata por lo delgado, tanto a nivel del cortador como para el comercio. La Chamiza negra y la blanca se pagaban igual.
Leña Rolito: Es la producida por las ramas intermedias del árbol y su diámetro oscila entre los 5 y 7 cm aproximadamente. Ser pagaba al hachero y se vendía al comercio mas cara la leña rolito negra, que la leña rolito blanca.
Leña Astilla: Es la producida por las ramas principales del árbol y es la leña mas gruesa. Podía ser de dos formas, un solo rolo de unos 8 a 12 cm de diámetro, o si la rama era mas gruesa, había que henderla con el hacha para obtener dos, tres o cuatro astillas de cada rolo. Esta es la leña que mejor se pagaba y lógicamente la negra era mas cara que la blanca. Este tipo de leña iba principalmente al comercio de las industrias, para las cocinas hogareñas se prefería la chamiza.
Toda la leña va picada en segmentos del mismo largo, sin importar el tipo de leña, quien la cortó, donde la cortaron, ni quien la compraba. En esto era sorprendente la pericia y precisión de los hacheros, quienes sin tomar la medida le daban el machetazo en el sitio exacto para que toda la leña fuera uniforme, tal como lo exigía el comercio.
Una vez que el hachero tenía las ramas separadas y seleccionadas, comenzaba por las más delgadas para producir la leña chamiza. Sostenía la rama con la mano izquierda y de un solo machetazo iba cortando los pedazos que iban saltando por el aire con la particularidad y habilidad de que todos iban cayendo en el mismo sitio, unos sobre otros, formando un solo pilón. Así hasta que le quedaba un pequeño pedazo en la mano que no daba para la medida, lo colocaba en otro sitio y tomaba otra rama. Estos pedazos cortos que no cumplían con las “normas de calidad” del comercio, servían de leña en la misma finca y en las casas de los hacheros.
Ya consumidas todas las ramas delgadas, había quedado apilada toda la leña-chamiza que iba a producir ese árbol. Luego se dedicaba a cortar la leña-rolito. Como las ramas para producir este tipo de leña son mas gruesas y pesadas, el hachero la apoyaba sobre el troncón del árbol que quedó en pie, la sostiene con la mano izquierda y ahora con el hacha, con una sola mano, con la derecha, va asestando un hachazo, raramente dos y del mismo modo van saltando por el aire los rolitos con la medida precisa, y sorprendentemente van cayendo todos en una sola pila, diferente a la anterior.
Terminada la labor con la leña-rolito, se dispone a cortar la leña-astilla. Esta es la labor de mayor riesgo y para ello se requiere de mucha destreza y veteranía. Cuando va a picar un rolo que produce una sola astilla, lo único que necesita es ser buen hachero. Pero cuando necesita hender el rolo para obtener varias astillas, es cuando si es verdad que da escalofrío verlo actuar. El hachero toma el rolo, ya cortado al largo preciso, y lo coloca en el suelo enfrente de él, en el sentido de su sombra cuando tiene el sol a sus espaldas…. Lo sostiene con el pie izquierdo y le va asestando hachazos hasta lograr henderlo. Si todavía es demasiado grueso, vuelve a repetir el mismo procedimiento con las astillas. Se requiere de mucha destreza y habilidad, porque si da el hachazo corrido hacia un lado, o se mueve el rolo, corre el riesgo de darse el hachazo en el pie o la espinilla. Al afilar el hacha, su filo se prueba pasándosela por los vellos de la pierna o del brazo, imagínense, con ese filo, con esa fuerza e impulso, cómo serían las heridas que se producían en esos montes cuando pasaba uno de esos accidentes.
Por eso no se podían tener cortadores de leña majunches, tenían que ser muy veteranos.
Esos hacheros eran tan recelosos que ellos mismos encababan su propia hacha. Nadie confiaba en un hacha que otro hubiera encabado porque decían que no conocían la camba ni como fue acuñada. Se ponían en manos de Dios pero usando su misma arma, algunos decían: "Si yo confío en mi hacha, Papa Dios me cuida mejor".
Para que la finca recibiera la leña cortada por los hacheros, había que contarla y hacerlo cada tipo de leña por separado. El conteo lo hacia el caporal visitando cada corte acompañado del hachero correspondiente, o lo hacía el carretero cuando llegaba al corte para cargar la leña en la carreta de mula para sacarla a los patios de almacenamiento. Cada lote de leña que había sido contada y recibida por la finca se marcaba colocándole encima del pilón un palo de la misma leña en forma vertical bien sujetado que se llamaba bandera. Así cuando llegaba la carreta de mula para cargar la leña que iba a venderse, el carretero sabía cuál montón de leña estaba ya contado.
La leña se contaba por cargas y cada una estaba compuesta por una cantidad fija de “manos” y cada mano por una cantidad de “palos”. El pago que recibían los hacheros dependía de la cantidad y calidad de la leña cortada en la semana y se pagaba según los siguientes precios:
LEÑA NEGRA: Chamiza: Bs 0.625 la carga ; Rolito: Bs. 2.00 la carga ; Astilla: Bs. 5.00 la carga
LEÑA BLANCA:
Chamiza: Bs. 0.625 la carga;
Rolito: Bs. 1.35 la carga;
Astilla: Bs. 4.00 la carga
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