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19 de marzo de 2013

La Cacería de Tigres en el Llano Viejo (2)

" Creen que cunaguaro es tigre porque lo ven pintao"


Continuamos con las historias de tigres. Les ofrecemos a continuación otro fragmento de Las Sabanas de Barinas, donde   los protagonistas de la cacería son nada más y nada menos que los Generales José Antonio Páez y Pedro Zaraza:

"En la presente ocasión reuniéronse cerca de mil jinetes a las órdenes de sus respectivos oficiales, con mayor regularidad que la usada en tales cacerías, pues como semejante excursión era realmente de positivo interés para la comunidad y por tanto revestía de carácter militar, Páez dispuso que asistieran todos los oficiales y soldados que no estaban de facción o custodiando las madrinas de caballos en depósito para los diversos regimientos.

Huelga decir que no fue menester dictar muchas órdenes para ello, pues los llaneros distaban tanto de querer eximirse, que aquellos que no podían asistir miraban con envidia la partida de sus camaradas, y hubieran abandonado gustosos sus puestos a fin de acompañarlos.

Después de recibir órdenes de Páez, los comandantes de los diversos cuerpos marcharon con su gente a trote largo dispersándose luego, a fin de cerrar tan de cerca como lo permitiera su número, un espeso bosque, como a una legua de los ranchos de los emigrados, que se suponía era el refugio de los tigres cuyos estragos se lamentaban.

El propio Páez iba al frente de los cazadores, cada uno de los cuales (….) tenía el brazo derecho desnudo hasta el hombro para que las anchas mangas de las camisas llaneras no sirvieran de estorbo al manejo del lazo. Llevaban consigo cerca de veinte de los altos y robustos perro tigreros de Cumaná*

Cuando llegaron los cazadores, la caballería ya estaba distribuida a orillas del bosque, cada jinete a unas cuantas yardas del otro, con el objeto de ocupar tanto espacio como fuera posible, para impedir la fuga de cualquier fiera. Un recodo abierto, como de media milla de ancho, se dejó desguarnecido a fin de que las bestias salvajes tuvieran por donde salir del bosque, y Páez y Zaraza, con los demás enlazadores, protegidos por algunos lanceros, apostáronse allí para contener a los fugitivos.

A los perros tigreros se les condujo a la parte opuesta del bosque, donde se les hizo penetrar para que echaran fuera las piezas; a poco tiempo empezaron a oírse sus profundos aullidos repercutiendo entre la espesura, y luego trocáronse en continuo y furioso latir, que se acercaba gradualmente.

Los cazadores, ya elegidos sus compañeros, separáronse a suficiente distancia uno de otro, a fin de ganar terreno para hacer girar los lazos sobre sus cabezas sin tropiezo, y esperaron atentos y mudos la aparición del primer tigre. Las voces de los soldados resonaban por diversas partes de la selva en torno de la cual se les había estacionado, mientras algunos oficiales galopando con rapidez, fueron a decirle a Páez que dos o tres fieras se habían dejado ver ya a la orilla de la sabana.

Hablaban todavía cuando un enorme tigre que salió disparado de entre los árboles fronteros a los enlazadores rugiendo de ira y dando saltos sobre la crecida yerba, quiso ganar sabana abriéndose paso por medio de Páez y su compañero de cacería, el general Zaraza, pero ambos arrojaron sus lazos con tanta precisión que cogieron el animal por los lomos mientras daba un brinco; y templando los lazos, cuyos extremos, pendían firmemente de las largas colas de sus caballos, lo redujeron así a tal extremo que no le era posible causar daño alguno; la rabia y la sorpresa del tigre al verse enlazado, fueron excesivas; rugía con furia impotente y echando espuma por la boca, trataba de despedazar los lazos a dentelladas, objeto que no podia lograr por la dureza del cuero de toro con que estaba hecha la soga.

Los demás enlazadores no habian permanecido ociosos, pues ya tenian muertas cuatro fieras de diversos tamaños en varias partes de la línea. Frente al punto donde se estacionaron Silvestre Gómez y su sobrino Andrés Castro, salieron juntos una pantera y un tigre, corriendo tan cerca una de otro para huir de los lazos que venían dando vueltas a cada lado (y por los cuales tienen las fieras un miedo instintivo, como se ha podido observar), que ambos fueron enlazados a un mismo tiempo, enredándose las sogas. Al instante las fieras descargaron su rabia una contra otra y emprendieron un combate desesperado, mientras se revolcaban juntas sobre la yerba sin poder librarse de su enredijo. La fuerza superior, tanto como los colmillos y •garras más grandes del tigre diéronle pronto una ventaja decisiva en tan terrible conflicto, sobre su mas ágil y también más feroz antagonista. La pantera estaba ya muerta cuando llegó el asistente de los cazadores, y después de uno o dos botes de lanza, el tigre se tendió largo a largo, y sin vida, según todas las apariencias.

Pero tan pronto como se apeó el jinete y desató ambas fieras, el tigre, que se había fingido muerto, como suelen hacerlo esos animales cuando reciben una herida grave, saltó y arremetió contra él con toda la rabia de la desesperación.  El soldado cayó por tierra, dominado por lo repentino del ataque, pero conservó su presencia de ánimo a tal extremo que pudo desenvainar el largo cuchillo de dos filos que todo llanero lleva al cinto y asestarle a su imprevisto asaltantc una puñalada que le partió el corazón. El tigre soltó la presa y rodó a un lado del jinete lancero, que escapó vivo pero herido de tanta gravedad que necesitó la asistencia de un camarada para volver al campamento.

Mientras la atención de los enlazadores más próximos estaba distraída por el riesgo del compañero, dos panteras se escaparon a la sabana rompiendo la línea de cazadores y huían rápidamente a saltos para ganar el bosque inmediato, cuando Páez y Zaraza lanzáronse en su persecución. Como al primer momento se creyó que, ellos pensaban obrar de concierto, enlazando y matando una pantera simultáneamente, no fueron seguidos por sus peones de caza, hasta que se les vio separarse y perseguir diferentes animales; sus asistentes corrieron entonces para unírseles, pero antes de que pudieran alcanzarlos, ya ambos generales habían arrojado sus lazos y cada uno estaba bregando con una pantera, aunque con vario exito.

El Lazo de Páez habia cogido al animal por el cuello y el hombro, templándose al instante, de modo que las patas delanteras quedaron enlazadas también, imposibilitando a la fiera para la defensa o. el ataque. Páez se apeó de su bien adiestrado rucio pavón, tan hecho a este modo de cazar que mantuvo la soga tirante, moviéndose a medida que la fiera forcejeaba por desprenderse, mientras Páez se acercaba a la pantera y la mataba con repetidas cuchilladas.

 A la inversa el lazo de Zaraza no fue arrojado con bastante destreza para enredar las piernas del animal, de modo que lo ciñó de los lomos, dejándole el libre uso de sus miembros; la fiera, pues, se volvió en el acto contra su perseguidor y antes que éste pudiese abrirse a suficiente distancia para ponerse lejos de su alcance aquella saltó por encima de las altas macollas de paja sabanera, y se afianzó en croupe, detrás del atónito cazador.

Para fortuna de éste ultimo los desesperados corcovos que daba el caballo en medio de su espanto, no permitieron que la pantera atacara al jinete; sin embargo, la situación de Zaraza era en extremo, incómoda, por encontrarse tan cerca del enemigo, que el menor receso en los caracols y boutades del caballo le hubieran permitido al furioso animal coger al jinete con sus garras Ni siquiera se atrevía a lanzarse de la silla por temor de que el intruso huésped abandonase también la grupa, pero por suerte Carvajal llegó a tiempo a prestarle auxilio al viejo general, y arrojando un lazo con su acostumbrada maestría espoleó su caballo y derribó la pantera con tan violento tirón que esta quedó aturdida por algunos momentos y del todo impotente para hacer nuevos daños.

Zaraza recibió inmediatamente un nuevo caballo de manos de uno de sus ayudantes, porque el suyo había quedado muy maltrecho por las uñas de la pantera; pero cuando sus compañeros de cacería se convencieron de que no habia recibido ningún daño personal, lo abrumaron a chanzas por el apurado trance en que se había visto."

NOTAS CURIOSAS:
José Francisco Montoya grabó en El Tigre de Payara y desde entonces le quedó ese sobrenombre. Dado el éxito que tuvo con esa canción grabó dos más con la misma historia (El Tigre de Payara 2ª y 3ª parte);  Antonio Castillo (El Tigre de La Nietera) grabó también una canción titulada La Huella del Tigre El Hijo del Tigre de Mata Negra también es cantante y se hace llamar El Tigrito de Mata Negra, grabó junto a su papá y Francisco Montoya (El Tigre de Payara) una canción que llamó Diálogo entre Tigres. 

Y para poner la nota musical,   El Tigre de Payara interpreta El Tigre de Payara:


 Voy a contá una ocurrencia
Pa que se den una idea
De un caso que sucedió
En una pequeña aldea
Y fue en San Juan de Payara
Donde nunca se chismea
Que al que dice una mentira
Le hacen una tacha fea
 Salió Cipriano Gonzales
A sacar una tarea
Y cuando estaba talando
En una macolla fea
Estaba un bicho encamado
Lo siente que se menea
Le pegó un hedor a tigre
Y le vino una marea
Bajo del bosque encontró
Donde el animal sestea
Más adelante lo ve
Que gruñe y mariposea
Se le puso que era tigre
Y le vino otra marea
Ahí se tendió pa la casa
Surcando duro la grea
El caño Cunavichito
Lo pasó en una batea
Llegó a casa y se acostó
Como que tenía una pea
Como a las tres de la tarde
Resucita y se voltea
Y le dijo a la mujer
Fuera aunque usté no lo crea
Hay un pinta menudita
En la mitá e´la tarea
Pero que animal tan grande
Y con su cara tan fea
Que si me hubiera esperado
Cómo sería esa pelea
De muestra hubiera traído
Unas dos o tres correas




Un niño le preguntó
¿no lo vamos a buscá?
Y le contestó enseguida
Eso no hay que averiguá
Usté mismo va a salír
A regar la novedad
Pal comando y la alcaldía
Pero antes que mas ná
Es importante que sepa
Primero la autoridá
Para que busque una gente
Que sea guapa y bien armá,
Entró el mozo a la alcaldía
Lo mandaron a sentá
Y le preguntó el alcalde
Tiene algo que averiguá
El niño estaba asustado
Comenzó a balbuceá
Hizo esfuerzo por dos veces
Y le pudo contestá
Sí , tengo algo pendiente
Le vine a participá
Que un tigre en la boca el diablo
Se iba comiendo a papá
Pero no se lo comió
de santa casualidá
Porque papá puso el pié
Con lo de alante pa tras
Y cuando el mozo regresó
La voz estaba regá
Toditos le preguntaban
Cuando es la ida a tigriá
Unos limpiando escopeta
Que las tenían arrumá
Y otros estaban amolando
Lanzas viejas amellás
Del comando y la alcaldía
Mandaron a reclutá
Hombres a una comisión
Para salir a tigrear
El pueblo se amotinó
Lo mandaron a regá
Que se fueran las mujeres
Y los menores de edá
Se reune esa hombrería
Entran a conferenciá
Quienes serán los lanceros
quienes lo iban a tirá
En alto y claro dijeron Vamos a candidatiá
La gente que vaya al tigre
Debe ser clasificá
Hombres de barba en la cara
Y de cierta seriedá
Que tiren a un _______ blanco
Y peguen en la mitá.
 


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ENTRADAS RELACIONADAS:  LA CACERIA DE TIGRES EN EL LLANO VIEJO (1); (2); (3); LOS FELINOS DEL LLANO;

1 comentario:

  1. Sinceramente cuando leo este tipo de relatos me da mucha bronca porque te das cuenta una de las grandes causas por las cuales hoy en día ya prácticamente no nos quedan mas tigres libres. Me hubiese gustado que en ves de los tigres hubieran muerto todos los militares y capitalistas con esas formas de pensar.

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