Páginas

27 de diciembre de 2013

Los Cueros, Acento de Cabalgadura- Enrique Mujica

Los relatos de Acento de Cabalgadura, son totales enseñanzas de llano viejo. El autor, Enrique Mujica, coloca en ellos en el lenguaje del hombre de campo, las costumbres, quehaceres, creencias  y secretos de medicina natural, todo ello sazonado unas veces con la picardía llanera y otras con las tristezas, desesperanzas e ingenuidad de ese sujeto humilde que es el llanero o en realidad cualquier campesino de nuestra tierra.

El libro Acento de Cabalgadura, cuenta con una edición relativamente reciente de la editorial El Perro y la Rana, por lo que es totalmente ubicable. Es un libro que vale la pena tener para adentrarse en la forma de vida rural.

El relato que hemos elegido en esta oportunidad, recoge varios temas: las comadronas, el curtido de cueros, la elaboración de sogas y un poco de faena llanera:

LOS CUEROS 

Enrique Mujica

 A Rosa Castillo toitos le decíamos mama, porque esa era la que habia partiao a to el mundo allá en Los Bancos. Me acuerdo que cuando mi mamá entraba en el mes, mandaban a buscá a Rosa Castillo a Calabozo. Una semana antes del día del parto ya ella estaba en la casa. Le colgaban una hamaca así pa un lao del corredor y to los días le mataban una gallina. Cuando ella llegaba era como si llegaba un obispo, la gente en la casa andaba callaíta y to el muchacho que la vela, y también hombres jechos, le besaban la mano. 

Esa semana y otros cuarenta días se quedaba en la casa cuidando la parturienta. Un día la fuimos a buscá  allá a Calabozo. Nos mandó mi papá pa que le avisáramos o le dejáramos el recao, que era que mi mamá estaba ya por parí. Me acuerdo que cuando llegamos allá a Calabozo, un viejo, Pedro Güire que vivía frente a su casa nos dijo: "Doña Rosa no esta ai, porque las calles están sucias". Yo no entendí to lo que me dijo y le pregunté que qué quería decí con eso. Ai fue quel viejo me esplicó que era que el machito rucio que jalaba la carreta ande ella andaba, cuando ellos lo soltaban, cogía aquellas calles y se comía cuanto papel y hoja de hallaquita y basura encontraba. Ese día Rosa Castillo no estaba en la casa, andaba viajando. Después me di cuenta e verdá que las calles estaban llenas de basura. Le dejamos, entonces, el recao con el viejo Güire. 

A Rosa Castillo le dieron el recao y un domingo por la mañanita se apareció allá en la casa. A los días mi mama parió a Manuel. Me acuerdo que pa ese tiempo yo tenía allá dos cueros estacaos, uno pa curtilo y el otro pa picá una soga. La maestra Trina Vargas me iba a enseña a curtí un cuero. Ya ella me había dicho que me iba a enseñá ese oficio. El día que empezó a esplicame to lo que iba hacé, me dijo: "Bueno, búsquese el cuero y lo pica en cuatro pedazos. Después agarra una de esas canoas de palo donde bebe agua el ganao y la llena de agua. Coge medio saco e cal y se lo echa a la canoa, revuelve el agua hasta que quede blanca, como leche. Después coge los pedazos de cuero y los mete en esa agua y los deja ocho días adentro". Así lo hice, tal como ella me dijo. A los ocho días saqué los cueros y vi que hablan quedao lisitos, que hablan botao toitos los pelos. Cuando ella vio los cueros me dijo: "Bueno, ahora córtese una maceta, coge los cueros y los dobla y les da con esa maceta hasta que se ablanden". Así lo hice, ese día le caí a maceta a esos cueros, horas y horas, hasta que los deje blanditicos. Después ella me dijo que cogiera como medio saco e dividive y que en la misma canoa, con agua limpia, lo echara pa que se fuera haciendo como una tintura. Que cogiera los cueros y los dejara ocho días en esa agua, que después los sacara y le cayera otra vez a maceta hasta que quedaran blanditos como una tela gruesa. Eso también lo hice. Entonces salieron cuatro piazos de cuero curtío que parecían compraos hechos. Uno desos piazos lo dejé pa una coraza. El Ñato Eugenio se puso con una cabeza e clavo y un martillo a sacale unos dibujos. Le ponía la cabeza el clavo y le daba un martillazo en la punta. Así le iba dando hasta que le sacaba unas rosas de adorno. Yo guardé la coraza junto con la soga que ya la había picao del otro cuero. 

En un tiempo que pasé en un hato aprendí yo a picá una soga. Uno que me enseñó me dijo: "Cuando vayas hace una soga ten pendiente que los pelos buenos son: el sardo azul, el lebruno lavao, el encerao y el araguato". Así me dijo. También me dijo que la res tenia que se de sabana limpia, porque si era de parte montañosa seguro que le había caio gusano e monte, y entonces si uno hacia la soga con ese cuero, ande estaba picá e gusano se reventaba. Ya yo sabía to eso cuando piqué la soga. De afuera pa adentro la piqué, pa que rindiera. Después la engrasé con sebo pa ablandala y curala. Ya yo tenía tiempo con la idea de poneme en una soga buena y de acomodá una silla vieja que había allá, porque tenía ganas de llevame prestá una yegua negra que dejaban empotrerá en uno de los corrales de nosotros. 

Un día le puse los aperos a la yegua, cogí la soga y salí con unos compañeros pacia donde llaman El Porvenal, en las sabanas de Píritu. Por esos laos ique había bastante ganao gomero realengo, sin dueño, y nosotros íbamos con la idea de tráenos un puño e bichos. La yegua era bien buena. Yo nunca me le había montao a una bestia tan buena como esa. Esa era una yegua de amarrá pollino, como decían allá, buena por la carrera y blandita e boca. Me acuerdo que cuando llegamos al punto, nos pusimos a tumbá unos mangos en unos palos grandes que estaban cargaitos. Ya le estábamos zumbando palo a los mangos cuando sentimos que se barajustó uno e los caballos, el de Críspulo Milano, un potro rosao bien bueno que estaba recién amansao. Yo no sé que fue lo que lo asustó. A lo mejor lo picó un bicho, quien sabe. El potro cogió un banco e sabana y como tres nos les pegamos atrás. Yo fui el que le llegué, con la yegua. Le cogí la rienda y me lo traje. Uno de los que andaba me dijo: "Ah yegua pa buena esa que usté carga, compa. Véndamela". "No, vale, esa yegua no es mía. Más bien yo me la traje escondía. Ojala fuera mía le dije.

Dormimos esa noche abajo e los mangos. Desde por la mañana empezamos a recogé ganao hasta que paramos un rodeo como e cien reses. Ai comenzamos arrialas de regreso. Pasando un cachorralito yo vi que se salió un novillo negro mojoso que se queria i. Aí le caí arriba con la yegua pero el novillo cogió pacia la yegua y me la cornió atrás, en la verija. Cuando me baje le vi la corná, como de un geme mas o menos era la hería. Por naíta no le sacó las tripas. Se le veía apenita la tripa abotoná en la cortá. De ai tuve que venime en lanca en un caballo y tráemela arrebiatá. Cuando Ilegamos a una costa e monte el rollo e ganao se esperdigó y se fue. Lo que pudimos salvá fueron dos vacas. Yo enlacé una rabo mocho y un compañero enlazó otra. Esas dos vacas fue lo que nos trajimos. En el camino yo venía pendiente la yegua. "Ojala no le vaya a picá tétano a esta bicha y se me vaya a morí" pensaba. 

Ai llegamos a la casa y esa tarde empecé a curá la yegua. Con jabón de la tierra y cerda picá de ella misma y creolina hice un emplasto y se lo empecé a poné. Poco a poco se le fue cerrando el cuero. Cuando el dueño la vino a buscá yo no estaba en la casa. Un día vi a un hijo del dueño que venía en una yegua blanca, ai le pregunte por la negra: "¿Y la yegua negra -le dije-, se le curó la cortá?" "La yegua es esta" me dijo é1. "¿Como va a sé esa?" le dije. "Si, ésta es. Desde aquel tiempo pacá empezó a cambia el pelo y se puso rucia" me dijo. Entonces le busqué la hería a la yegua en la verija y vi que se le habia curao, to que le quedaba era un nudito. A la vaca mocha la matamos una tarde pa dale comía a unos viajeros. Como veinte hombres comieron esa tarde. Un bolívar se pagaba por una comía. Mi mama cogió esos riales y compró veinte rollos de pabilo y un guaral pa las cabuyeras. Con esa cabuya hicimos dos chinchorros, uno que yo dejé pa mi y otro pa mi hermano Manuel que ya tenía como dos años. 

Besar la mano: Pedir la bendición
 Dividive (Caesalpinia coriara)
Sin:Guatapan,Guatapanare. 
Arbol mediano, originario de las zonas áridas de la América Tropical, existiendo también en los Llanos, Torrealba (2-105) señala el uso de " la concha" en la curtiembre de cueros, al respecto Pittier,1978 (p 216) indica " Los frutos tienen gran importancia entre las materias tanantes usadas en las curtidurías " y de sus semillas dice son muy astringentes y entran en la composición de un ungüento antihemorroidal. Con la semilla molida hasta hacerla un polvo se " curaba" el ombligo de los niños recién nacidos (Salazar Barinas,1993, com.pers.). En cuanto a sus características como maderable Torrealba (4-202) indica que es una madera pesada, cuando dice "...No se puede hacer canalete de dividive por ser madera pesada y si se suelta de las manos no flota...”. En este sentido Pittier,1978 (p 216) señala " el corazón es de color negro, durísimo y compacto, antiguamente sustituía el acero en las ruedas de maquinarias". Plantas Útiles del Bajo Llano Apureño. Freddy Páez
 Sobre el Jabón de tierra, considerado como medicinal,  hay varias"recetas". Una de ellas contiene  tierra, agua de lejía, ceniza de drago y grasa de ganado, que se cocinan y se empacan luego de enfriarse. Otra receta  utilizada en el estado Cojedes, se basa en grasa de res y palma. Las cenizas de la palma luego de quemada, se agregan a la grasa de res, y se deja al fuego por mucho tiempo, Se batía con paleta de madera. Al enfriarse, se moldea la pasta

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios