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17 de marzo de 2016

Elorza: Tierra de Historia, Música, Devoción y Poesía

Publicada originalmente el 07/09/2012


Elorza es un nombre que no pasa desapercibido, y es nuestra próxima parada en las entradas que venimos adelantando sobre los “Rinconcitos Llaneros” del estado Apure. 
Pero queremos entrar en el tema de Elorza con una visión general de lo que ha representado este pueblo a lo largo de los años. Y para ello, nada mejor que un artículo preparado por el Profesor Omar Carrero después de una reciente visita a esos lares, donde su emoción de llanero dio rienda suelta a su pluma; 



De por los lados de El Viento 

Omar Carrero Araque-Baquiano 
Población de Elorza 
 Julio de 2012 

Cerca de las seis de la tarde de aquel primero de julio, en el quiebre del año, Elorza y yo nos encontramos por primera vez en medio de ese “círculo de espejismos donde se funde la sabana caldeada por el sol antes de convertirse en cielo" como ajustadamente figuró al llano el Maestro Gallegos. En este mi primer contacto con la tanta veces cantada población de Elorza sentí la necesidad de una retrocesión porque en este pedazo del llano-llano, se han asentado tantas leyendas que bien vale la pena regresar para sentirlas. 

En ese momento, al cruzar el Arauca bramador, se confundieron en mi mente los gritos del Catire Páez, El Profeta Laureano Ojeda, Pancha Vásquez, José Vicencio Morín, Maisanta, Arévalo Cedeño, Nogales Méndez, Lauro Carrillo, Doña Bárbara, Florentino y Juan Parao, resumidos ahora en el de Jorge Guerrero, que nos da la bienvenida desde un altavoz en el Paseo Alma Llanera. 

Algunos de estos personajes de carácter ficticio, a fuerza de costumbre se han convertido en la imagen del hombre o de la mujer del llano auténtico, el llano del Cajón del Arauca, en donde el bronce se ha prestado para darles cuerpo. Del otro lado están los héroes o los villanos, según los muestre el color del cristal visor. Allí de primero, se asoma el Catire Páez, quien según Víctor Rago (1) “ parece representar el símbolo o la quintaesencia de lo llanero. Una curiosa operación, por lo demás, si se considera que el caudillo no era propiamente oriundo del Llano”. En 1848, Páez estuvo en el Paso del Viento como se llamaba Elorza antes de 1866, allí se reunió con el General Soublette con quien siguió hasta Nueva Granada. 

En 1900 otro personaje convulsionó a este pueblo y a sus Fundaciones: El Profeta, quien se llevó tras de sí a centenas de personas convencidas por su prédica, dejando a los hatos, fundaciones y queseras privados de mano de obra. 

Entre 1915 y 1920 el pueblo y sus hatos fueron sometidos reiterativamente a hostigamientos o saqueos por parte de facinerosos como Baudilio Escalona o guerrilleros antigomecistas al mando de Maisanta, Arévalo Cedeño o Nogales Méndez. También persiste en la memoria de sus habitantes un hecho ocurrido finalizando la década de los años 20 del siglo pasado, cuando las montoneras antigomecistas atacaron hatos y casas de los propietarios que se negaron a pagar “vacuna”, incendiando unas 30 viviendas. 

 Al lado de estos personajes incursos en hechos soldadescos aparecen otros como Juan Parao, el personaje galleguiano que trascendió de cuatrero a caporal, de caporal a comandante guerrillero y de allí a la perennidad, gracias a los versos de Arvelo Torrealba y del mismo Gallegos: “De por lados de El Viento, que es tierra de hombres bragaos, no hay llanero que no llegue, hablando de Juan Parao”… De este lado también se ubica a Lauro Carrillo, El Canoero Mayor quien por más de tres décadas estuvo trasbordando gente de un lado al otro del Arauca, portando el orgullo no haber “trambucado” nunca su canoa. En su honor y como reconocimiento a su tesonera labor, se le dio su nombre al puente que hoy señorea sobre el legendario río. Por último aparece Jorge Guerrero, uno de los últimos baluartes de la composición y el canto sabaneros, quien con un estilo baquiano, criollo y veguero ha sabido llevar a la consonancia y a la melodía sus vivencias de llanero. 

Uno podría preguntarse por qué en este pueblo, que en aquellos tiempos casi se desvanece en la geografía apureña, se suscitaron hechos de tanta significación. La respuesta pareciera venir por el hecho de su adosamiento al camino de agua representado por el río Arauca, que lo unía con los pueblos ribereños del Orinoco y con la Nueva Granada, poniéndolo en contacto con otras realidades. Después habría que considerar la condición de pueblo fronterizo que mantuvo hasta 1924, una condición que alcanzó su mayor excentricidad cuando en 1850 la frontera se fijó por todo el medio de la calle principal, al haberse “dividido su perímetro por la Norte-Sur Magnética y denominábase la parte oriental o venezolana Elorza y la parte occidental o colombiana, El Viento”(4). Oficialmente el nombre de Elorza se estableció en 1866 cuando la Asamblea Legislativa del Estado Soberano de Apure emitió un decreto firmado el 10 de Marzo de ese año mediante el cual “al pueblo conocido con el nombre de El Viento comenzará a llamarse desde esta fecha Elorza, en memoria de los bravos campeones de la Libertad e Independencia venezolanas en las llanuras de Apure” (3). Entre esos bravos campeones se destacaba el Coronel José Andrés Elorza Díaz, lancero de Páez y héroe de la independencia quien había nacido en San Felipe El Fuerte en el actual estado Yaracuy.

 El nombre de El Viento surgió del hato del mismo nombre fundado por José Vicencio Morín, en cuyas tierras estaba un punto de vado que conllevó a su designación de “Paso de El Viento” o “Paso Morinero” que alcanzaron gran renombre. Antes, en 1792, el señor Morín había fundado el primer hato de la región, inicialmente llamado El Congrio, pero conocido más tarde como Alcornocal. En El Viento los “revolucionarios” y los facinerosos de la época encontraban refugio seguro pues soterradamente recibían el apoyo de las autoridades colombianas. Desde allí podían atacar pueblos y hatos venezolanos y regresar a sus resguardos o, alcanzar el centro del país a través del Arauca y del Orinoco. 

El resonante grito de Vamonos canoa !!, salido del galillo del coplero Vitico Castillo en un golpe de zumba que zumba, nos hizo tornar a la realidad para encontrarnos ahora en esa extensión con la mente puesta en la observancia de los paisajes del municipio y su reconocimiento ecológico, todo dentro del marco del proyecto de construcción de “una agenda ambiental participativa que conlleve a la formulación de un instrumento de articulación de voluntades”……-“para asegurar el futuro sostenible del municipio” (5). Este proyecto está siendo ejecutado por la municipalidad, las comunidades y el asesoramiento de The Nature Conservancy (TNC). Con esa idea abordamos el rústico que nos llevaría hacía el Hato Rancho Lejos, unos 70 Km al suroeste de la población, en las extensiones del Capanaparo. En el trayecto entramos en tierras de hatos legendarios como La Yagὓita y La Coronadeña. 

El primero de ellos ahora convertido en una Unidad de Producción Socialista que lleva el nombre de “Batalla de El Yagual”. Al franquear su tranquero no pude menos que remontarme hasta 1816 para ver en El Yagual a José Antonio Páez derrotar a los realistas de Francisco López que en número de 2.300 no pudieron con sus 600 lanceros en épico combate, donde el Centauro con grado de Teniente Coronel, tuvo bajo sus órdenes a coroneles y generales de la talla de Santander, Urdaneta y Serviez. 

Más tarde en La Coronadeña, un hato fundado en 1840 por Don Marcos Coronado y ahora llamado Santa Elena, también viajamos en tiempo ficticio para toparnos con Doña Nicomedes Belisario viuda de Coronado y con sus hijos Florentino y José Luis, sintiendo la cercanía de El Aposento pues desde allí me pareció oír el relincho del negro retinto del legendario coplero. En estos llanos sedimentarios se nota el aumento de la ganadería bufalina en detrimento del ganado mestizo que ya había desplazado al criollo. Aquí me vino a la mente el lamento de Don José León Tapia al reparar que los toros de la raza Cebú, introducidos hacia 1920, no “pitaban”, considerando por este hecho que la sabana había perdido su encanto: “el día que en el llano no se escuche más el bramido desafiante de un toro, hasta ese día seremos llaneros porque se habrá acabado la música de la sabana” (6). Qué hubiera ahora dicho con llegada de los búfalos!!. 

 El hombre llanero como buen observador y conocedor de su medio, ya se percató de que los búfalos excluyen a la fauna silvestre de los barrizales que ocupan, dado que en la opinión de los llaneros, sus excretas son muy “fuertes”, tal vez con un grado de acidez no apto para las guaruras, caracoles, curitos y guabinas, inclusive para las babas, de tal forma que donde se sumergen los búfalos, no paran estos animales. 

En las inmediaciones del Hato se distinguía por su perfil un palmar de moriches, borderos de una laguna, siendo allí precisamente donde tuve el feliz encuentro con un maestro de la llanería, mentado Andrés Luciano y propietario del hato Rancho Lejos hacia el cual nos dirigíamos. Don Andrés Luciano me explicó el encanto que se labra sobre esa laguna originado en una leyenda que revela como en tiempos remotos una manada de 2.000 reses que allí se encontraba “parada” bajo la vigilia atenta de los llaneros, fue tragada por la tierra que se abrió bajo sus pies después de una tormenta diluviana acompañada de resplandores y truenos. Hoy en día se dice, con recelo y contemplación, que los moriches representan a los llaneros y la laguna a la manada. También se comenta que en algunas madrugadas se oye el canto de un gallo, empinado sobre un mogote que emerge en medio de la laguna y, que por allí no se puede transitar en las noches si no se porta una luz a la mano. 

 La aparición de los moriches, de la palma macanilla y del saladillo sobre una matriz sabanera de paja saeta es una señal inequívoca de que estábamos dejando atrás los llanos aluviales para entrar en los altillanos de origen guayanés. Estando en medio de estas consideraciones territoriales, el Maestro Andrés Luciano volvió a intervenir para señalarnos un médano a la distancia, al que distinguen como el Médano del Parque pues se comenta que allí están enterradas las armas de Maisanta y Arévalo Cedeño. Acotó también que esa zona estuvo muy poblada antes de 1920, pero que ese año ocurrió una rebelión indígena pumé en contra de las fundaciones de los criollos, matando a la mayoría de éstos y ahuyentando a los sobrevivientes. 

Cuando el sol había caído un cuadrante, Abraham Díaz el amo de La Coronadeña nos indica que el ágape está servido, por lo que sin más rodeos nos instalamos frente a un generoso plato de gὓire guisado bien escoltado con arroz y yuca. En la conversación post-comilona se tocaban temas referentes al quehacer del hato y de las artes de las que se valen para superar pequeñas trabas. Así supimos que los llaneros prefieren las sogas de nylon antes que las de cuero no sólo por la facilidad de conseguirlas en el mercado sino porque a decir de nuestro anfitrión, para la “talla” de estas últimas se está utilizando cuero de ganado mestizo que es menos fuerte que el del criollo, haciendo que las sogas o “guarales” como se les llama en argot, se revienten al menor templón. También supimos en esta conversa, a propósito de la llegada al patio de la casa de una gallina piroca seguida de un batallón de pollitos guinea, que en el llano apureño se hacen empollar los huevos de las gallinas de Guinea por las gallinas criollas porque estas últimas cuidan mejor a sus polluelos, pues las Guineas se meten a los matorrales dejando a los pollitos y las pollitas a merced de los gavilanes y caricaris. 

 La continuación del viaje la hicimos en buen trecho siguiendo el curso meándrico del Capanaparo, cuyas orillas estaban bordeadas por bosques de galería en menoscabo, en los que sobresalen chiguales emplazados justo al borde del agua. Del otro lado del río se abre la sabana ondulada cubierta por saeta, algunos chaparros esparcidos y, en las hondonadas con agua permanente, por altivos moriches. No hay horizonte porque el mismo está encubierto por el lomo de los médanos. 

Llama la atención la ausencia de aves vadeadoras en los charcos interdunales de la altillanura, una ausencia posiblemente unida a la escasez de alimento, pues estos charcos que se generan por la acumulación de agua durante la época de lluvias no alcanzan la condición de esteros, rompiéndose de esta manera la afirmativa de una alusiva copla popular: “Aquí, el gabán y el carrao, tienen su comía segura, el gabán en la guabina y el carrao en la guarura” 

 La llegada a Rancho Lejos se hace casi al final de la tarde. En la estancia fuimos recibidos cordialmente por Andrés Luciano y el Encargado del Hato. Un vistazo a las instalaciones basta para saber que hay mucho trabajo y corazón puestos allí en ese pedazo de sabana. Un molino de viento mueve lentamente sus aspas como si quisiera saludarnos. Nos espera la casa de visitantes, con buenos servicios en cada una de sus habitaciones y, un amplio corredor protegido con malla anti mosquitos, invita a guindar las hamacas. Una caballeriza con su canoa para picar pasto, los garabatos sogueros, los aperos en una vara, mandadores y marotas. En otra casa se emplaza la cocina donde las señales visuales y olfativas indican la hora del café o de las comidas. El humo azulado delata la combustión del chaparro manteco. En medio de esa niebla se mueve Sonia, la joven Pumé que se encarga de preparar las copiosas viandas. Un gran mesón convoca a la asamblea tres veces al día. En esos encuentros se manifiesta la proximidad entre los hombres del Hato; porque dueños, caporales y obreros concurren a la mesa en una nota de igualdad. La comida nocturna se adereza también con cuentos y chacotas que se prolongan más allá del propio convite. 

Al sur de las instalaciones, a una centena de metros discurre hacia el este el caño Los Canarios, una corriente de aguas vivas y trasparentes cuyas playas sombreadas por altos moriches, ejercen de balneario providencial para después de la dura brega. Un apretón de manos con Andrés Luciano, Milko, Edgar y Rogelio marcó la despedida de Rancho Lejos, un gesto simple en el que sentimos que ese adiós sólo nos distanciaría en la geografía y no en el afecto, pues en el espíritu abierto y franco de los apureños está reciamente labrado el sentido de la amistad. 

Se revisó a: 
(1) Rago, V. 1999 Llano y llanero: contribución al estudio del forjamiento de una imagen. Boletín antropológico nº 45 enero–abril, 1999, ISSN 1325-2610. Centro de Investigaciones Etnológicas – Museo Arqueológico – Universidad de Los Andes – Mérida. 
(2) Páez J.A. Autobiografía. Colección de Libros Revista Bohemia. Caracas 
(3) Botello, O. 2009 Elorza o El Viento. El Paralelo Siete. Colección Monografías. Centro Nacional de Historia. Caracas. 
(4) Méndez E., A. Historia de Apure www.portalapure.com/Elorza1.htm - 50k 
(5) Alcaldía Bolivariana de Elorza – UE -Total. - Rómulo Gallegos: Municipio Ecológico de Los Llanos Venezolanos. 2011 
(6) Tapia, J.L. 1980 La Música de las Charnelas. Ediciones Centauro 80. Caracas 


Y para finalizar, les colocamos la nota musical:
BAJO EL CIELO DE ELORZA
Interpreta: Catire Carpio

El río Arauca se desborda de alegría 
Junto a su pueblo, que festeja noche y día 
Pueblo de Elorza, yo siempre te cantaría 
Toda tu gente es manantial de simpatía 

Y en caravanas 
Que vienen de otros lugares
 Se ve llegar a la gente
 De sus pueblos vecinales 
Y el cielo azul 
 parece que mas brillara 
Que con su luna y estrellas 
De arriba los alumbrara 

Y por la noche, 
es la gran fiesta 
en toda Elorza todo es sabor
Sus grandes bailes, 
Con su alegría 
Y al pie del arpa
 se escucha un trovador 

 El viento sopla
 la brisa de la sabana 
Y el sol anuncia
 que ha llegado la mañana 
Jose Vicente, 
ese gran poeta Rojas 
En casa de los Guerrero
Cantamos al pie del arpa 
Y se engalana 
 Mas la población de Elorza 
Ha llegado Eneas Perdomo, 
Jacinto y Augusto Bracca 
Y las muchachas
 reciben a los copleros 
Van cantando por las calles 
Varios conjuntos llaneros 

Vuelan las garzas, 
sobre las aguas 
Y el rio Arauca 
porque me voy 
Y en la chalana, 
por la mañana 
Me voy llorando 
porque dejo mi amor 



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