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26 de julio de 2010

Las Vaquerías: El Herraje (5)

Imagen tomada de Por Los Llanos de Apure
Concluida la recolecta de la hacienda, comenzó la hierra. Con el alba comenzaba la algarabía del desmontrencaje, o sea, la separación en dos corrales contiguos de las vacas y los becerros.
Mugían aquellas y lanzaban éstos balidos lastimeros, cual si presintiesen la tortura. Ya estaba candente el hierro que manejaría Pajarote. Con una copla lo anunciaban y los peones procedían a barrear los mautes. Los tumbaban en el suelo, les cortaban en las orejas las señales del hato y les pisaban las cabezas para inmovilizarlos mientras Pajarote les aplicaba el hierro candente, dedicándoles coplas de acuerdo con sus pelos y señales: el comedero habitual, la madrina a que pertenecían, el levante donde cayeron. La historia de cada res que el llanero conoce como la propia.
Y a cada pasada de hierro trazaba una marca en un cuero donde se llevaba la cuenta “ Doña Bárbara. Coplas y pasajes

La tarea es en realidad menos poética que como se plantea en el texto, es una faena ruda como la vida del llanero y ha venido siendo utilizada ancestralmente en todo el mundo.  Mientras unos peones se ocupan de buscar las reses nuevas o los becerros nacidos en el hato, los otros tienen al fuego las cabillas con mangos de madera,  terminadas en figuras que identifican el fundo, instrumento necesario para la "jerrá" como dicen los llaneros.

El becerro o la vaca o toro es tumbado y guayuqueado mientras el péon marca el hierro candente en la parte superior del muslo izquierdo, se le hace una marca en una oreja, se rocia un desinfectante y se suelta.


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