El Joropo es un término que hoy se aplica, indistintamente
a la música y al baile: “Vamos a bailar Joropo”
o “vamos a escuchar Joropo” son expresiones que sugieren ambas cosas. Sin embargo en la antigüedad, en la época colonial,
básicamente el término se refería a
baile y posteriormente a un tipo de reunión bailable.
Luis Felipe Ramón y Rivera, señala en su libro “El
Joropo, Baile Nacional de Venezuela”: “El concepto tradicional da a ese término
primordialmente la significación de baile, y también de fiesta popular hogareña.
Por eso fue en épocas remotos el joropo: un alegre baile popular no exento de
los –también tradicionales- anatemas de clérigos y personas de pro.”
Señala también el referido autor que probablemente
el uso del término para designar sólo música, pudo originarse cuando empezaron
a sonar temas como el Alma Llanera, Marisela o Amalia, que salieron del lar nativo y que
ostentaban el término como identificador de un tipo de música.
Por eso, al buscar en los orígenes de esta
importantísima manifestación del folclore nacional, necesariamente
encontraremos muy relacionados baile y música.
Si hablamos de los orígenes del término Joropo, Don Eleazar López Contreras nos dice que:
Los indios venezolanos
escucharon a los españoles llamar “jarabe” al baile y como no entendían castellano decían jaraba,
jarobo, jorobo y ¡joropo!. La palabra joropo viene pues del baile conocido con
el nombre de jaleo o jarabe andaluz. La etimología de la palabra joropo
-sostenía Churión- es comarábica. Viene de Xarop o Xarap, que significa jarabe.
El venezolano construyó su música festiva en torno a pocos
instrumentos melódicos que trajeron los conquistadores: la guitarra-vihuela (la vihuela se
construía con la mitad una calabaza ovalada, seca, con tapa de cedro), el laúd
y el arpa. Se dice que las maracas o capachos, fueron aporte de los indígenas. El baile definitivamente se originó de bailes españoles que se fueron modificando con la influencia nativa y de los negros. En opinión de Luis Felipe Ramón y Rivera, si nuestra música no hubiera tenido la influencia del negro, sería "simples copias de los cantos populares europeos (jotas, leandler, polcas) bien derechos, uniformes y bien sujetos al compás dentro de sus líneas divisorias"
Sin embargo, bajo el concepto religioso de “moral”
de aquellos tiempos, muchos bailes populares fueron condenados por la iglesia y sociedad, por considerarse “escandalosos”,
hasta que con los años se impusieron y fueron aceptados por todos. Así sucedió con
el jazz, el valse, el tango y nuestro
joropo.
El fandango español, considerado el padre de
nuestro joropo, fue prohibido en Venezuela, mediante una ordenanza de 1749 que
refiriéndose al “xoropo” (jarabe andaluz o fandango redondo) advierte que “en algunas villas y lugares desta Capitanía
General de Venezuela se acostumbra un bayle que denominan Xoropo escobillao,
que por sus extremosos movimientos, desplante, taconeos y otras suciedades que
lo infaman, ha sido mal visto por algunas personas de seso”
El periodista Juan José Churión, de El Nuevo
Diario, escribió que “la prohibición del joropo fue factor de perturbación. Los
esclavos y los peones se iban al monte; hubo huelgas de joroperos y eso causó
daños en plantaciones y haciendas”.
Sigue contando Don Eleazar: “Curiosamente, el
fandango (o xoropo) ya había sido exonerado por la Corona. Al ser consultada
España sobre la prohibición, que incluía dos años de cárcel para quien la
transgrediera (y dos meses a los “mirones”), el
monarca pidió que le mandaran unos joroperos para verlos en acción y el Capitán
General remitió en uno de los galeones que salían cargados de oro, a dos
negritos de Barlovento. Los barloventeños impresionaron en la Corte y por Real
Cédula de S.M. fechada en el real sitio de Aranjuez, se ordenó al Capitán General
(Gral
Joseph de Ascanio) “no lo prohíba, por cuanto está
lleno de inocencia campesina. Así como el jarabe gatuno y el bullicuzcuz de la
Veracruz, que también han venido en consulta de nuestros reinos de Méjico, y
con los cuales tiene mucha semejanza”.
De este modo se ordenó suspender el veto oficial, que había sido dado
con bandos y pregones, el 10 de abril de 1749.
Ocho años después en
1757 el obispo Diez Madroñero aclaraba que “aunque los bailes no sean en si ocasión
de pecar, lo son regularmente en la práctica, debiendo tener entendido los hombres
y mujeres cuan grande y peligrosa acción de pecar sea la de bailar juntos y que
van expuestos a caer”. Con esa justificación arremetió contra “fandangos,
zarambeques y danzas de monos” (Zarambeques y danzas de monos eran de
origen africano y probablemente influyeron en el joropo.) El obispo, llegó a suprimir el carnaval en la
ciudad y metió en el mismo saco todo lo que pudiera ser considerado “lazo de
sexos, contactos de manos y acciones descompuestas”
Sin embargo, en muchas partes en realidad se
cometían excesos muy censurables. En 1916, dos siglos después de lo que hemos
narrado, se prohibieron en Caracas los bailes de joropo, por los pleitos y
peleas que en ellos se presentaban. Pero en esa época, existía una cruel práctica
relacionada con celebrar con joropos, la muerte de los niños, en la creencia
que iban al cielo:
“De un festivismo primitivo y parrandero resultaban los mortuorios infantiles entre las gentes de los cerros y barrios pobres - recuenta Aquiles Nazoa en “Caracas física y espiritual”- Vestido el muertecito con profusión de colorines y papeles rizados, al acostarlo sobre la mesa cubierta de flores, se le ponía en la barriga, por debajo de la ropa un hierro de aplanchar sin asa, para evitar con ese peso el abombamiento; y con las contribuciones de aguardiente, dulces, café y chocolate traídos por los invitados, poníase la fiesta con joropos, recitaciones y juegos de salón que se prolongaban hasta por tres o cuatro días al son del arpa y las maracas."
Tan incivilizado comportamiento se prolongó hasta finales del siglo IXX. (…)Mientras que el pueblo celebraba sus fiestas con el mayor desenfreno en sus covachas y tugurios, la circunspecta gente de sociedad celebraba las suyas con la mayor educación y recato. Esto incluía el entierro de sus muerticos, pues la gente “decente” tenía su propio ritual, con música en los entierros infantiles. Cuando la muerte sorprendía a algún “Chicuelito” de la familia-rememoraba José María Rojas-, a la hora del entierro, una hermosa orquesta desplegaba al aire sus inefables armonías, en tanto que los convidados decían al desdichado padre: “Dios le de a usted vida y salud para que mande muchos ángeles al cielo”.
Fuentes Consultadas: Estampas Musicales de Caracas- Eleazar López Contreras
El Joropo, Baile Nacional de Venezuela - Luis Felipe Ramón y Rivera
Fandango Redondo. Esta denominación no existe hoy; sin embargo, los estudiosos dicen que se trataba de bailar tomados de la mano.
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