Cruz Diez.Tomado de Tolvaneras GFB |
“Agamenón, mire, hermano, Ud y Ciriaco, que no conocen el toro, aquel que viene
adelante corriendo, con la cabeza levantada, es el bicho. Corramos con todo cuidado para auxiliarnos el
uno al otro con rapidez. Salgámosle delante para que el ganado chacee y busque los madrineros.
Así mismo lo hicieron. Andándole delante, el ganado buscó,
en efecto los madrineros. Los ocho hombres arrollaron la mancha de ganado
japiándola y gritándola, corriendo con toda fuerza para que no hubiera lugar a
devolverse ninguna res. Pero cuando empezó a entrar el ganado a los madrineros,
el araguato no quiso entrar, rompió filas por donde venían Romero y Agamenón,
poniéndole la vista a Rafael Romero. Romero, cuando se dio cuenta que el toro
lo venía persiguiendo, dijo para sí: “se acabó mi León Parado, éste me lo mata
esta fiera”: Agamenón vio el apuro en que estaba su amigo; enseguida le abrió
las velas a su hermano de leche, que era su caballo Jovial. En un momento, el
toro le dio alcance a Rafael y, cuando quiso cornear el caballo, le llegó
Agamenón y le tendió el chaparro por los lomos. El toro, cuando sintió el golpe
tan formidable, tiró un par de patadas al aire y siguió corriendo a la par del
caballo de Romero, el cual no cesaba de sobar a su caballo hasta con el sombrero. Agamenón vio que tirarle un lazo era un
peligro por lo juntos que iban y , si el
toro le mataba el caballo a Romero, él se culparía de ser un llanero inútil. En
el momento pensó que no le quedaba otra operación que desviar el toro, era
coleándolo. Así fue, enseguida le cogió el rabo, se fue a la paleta y le tiró
lo más duro que pudo. El toro, que no pisaba el suelo, no supo cuando se
desequilibró y dio dos vueltas en el suelo. Loreto, Rafaelito y Ciriaco, que
venían detrás, cuando el toro quiso pararse, le pusieron dos sogas. El araguato,
cuando se sintió enlazado, le extrañó mucho aquellos látigos en el pescuezo, dio
un brinco para adelante y vio las sogas que corrían por el suelo. Al fijarse,
les aplicó el cacho picando una y, la otra, la picó al templarla con sus
filudos cuernos que tenía en forma de paleta.
Agamenón le dijo a Romero:
-Hermano, mire la
vaina, creíamos la pelea ganada y el diablo de Mata de Caña picó las sogas, pero si Dios y el Buen Pastor me ayudan,
yo le quitaré la vida primero. Choquémosle, no le tenga miedo a ese pendejo hediondo a
trapo de parida.
Los dos compañeros arremetieron por donde estaba el toro, el cual iba persiguiendo
a Loreto muy de cerca. Agamenón sacó del cinto una larga daga y corría con ella
en la mano. Romero sacó una punta larga marcada con el “Casa Mariño”. Ambos
corrieron en persecución del araguato que corría atrás de Loreto. Los dos, que seguían
de cerca, apresuraron lo mas que podían la carrera.
Agamenón le dijo a Romero:
-Dejarretemos el toro.
Cuando llegaron cerca del toro, Romero se quedó un poco
detrás para dejarretarlo y Agamenón avanzó para desnucarlo, descabellarlo.
Cuando Rafael quiso cortarle el jarrete, el toro se fue de delante bruscamente,
porque ya Agamenón lo había descabellado” Diario de un Llanero. Antonio José
Torrealba. Cuaderno N° 12.
Los toros coleados
surgieron de la necesidad de tumbar los animales que se separaban de la manada. Inicialmente era una práctica que formaba
parte de la faena del llanero, quien decidía, si colear o enlazar, dependiendo
de la situación en que se encontrara.
A veces por diversión y otras para dominar el
animal, lo cierto es que se constituyó en una práctica habitual del llanero.
El coleo llegó del campo a los
pueblos como una fiesta llanera con mucho lucimiento, donde las muchachas
aupaban a su galán y si resultaba ganador, les colocaban cintas de colores como
premio.
Nos cuenta Don Eleazar López Contreras en su libro ESTAMPAS MUSICALES DE CARACAS, que "el coleo llegó
a Caracas con los llaneros de Páez y se “asentó" en los primeros años de la República (1830). El Cónsul
General de los Estados Unidos, que había asistido a una coleada durante la
primera presidencia de Páez, escribió en su diario:
“Había un gentío que parecía divertirse mucho con la mas
perfecta tontería que haya visto, para no decir mucho de la crueldad y el
salvajismo de tal deporte”
El coleo fue retomado por los gobiernos de Monagas y de
Joaquín Crespo, quien se trasladaba a El Valle para las coleadas y carne en
vara con música que allí se organizaba. Cuando se celebraba en la ciudad, se
cerraban calles (entre las esquinas de Candelaria y la Rumualda o de Carmen a Municipal) y la
gente se encaramaba en las ventanas para evitar una cornada del martirizado toro,
que podía ser un asustado pero peligroso novillo. San Juan también era zona de coleo y, en
algunos casos, los muy ricos arrojaban monedas de oro, mientras que las
muchachas premiaban con flores o lazos de cintas a los audaces coleadores, que
solían ser militares, ganaderos y aficionados en general"
Muchas opiniones coinciden en que el coleo
no es una práctica autóctona de nuestro
país, sino que viene de Europa y que
probablemente fue introducida a Venezuela junto con otras tantas costumbres y hábitos
propias del conquistador.
Una interesante variante para tumbar al toro, distinta al
lazo y el coleo, consistio en la “garrocha”, sobre la cual nos cuenta Ramón
Páez:
“Con maravillosa destreza los vaqueros esquivaban las
repetidas embestidas que les hacían los toros, aún cuando parecía imposible que
escaparan de ser cogidos entre los cuernos. La garrocha desempeñaba en esto de rechazar el ataque, un
papel fundamental. Este instrumento, segundo en importancia después del lazo
cuando está en manos de un jinete, se fabrica de la liviana y resistente madera
de la palma alvarico (Aeneocarpus cubarro), aguzando simplemente el extremo, o
fijándole una punta de hierro rodeada por aros sueltos del mismo metal, que
cuando se sacuden cerca de las orejas de los animales, los espanta con el ruido
que producen. El asta de la garrocha tiene unos 10 pies de largo y aunque no es
más gruesa que un bastón normal, es capaz de resistir sin quebrarse, una gran
presión. Este instrumento, sirvió de improvisada lanza a los valientes
patriotas en la lucha por la independencia.”
“Cuando se persigue un toro que trata de salirse del rodeo y
que es más veloz que el caballo, el jinete lucha por alcanzarlo con la punta de
su dardo, clavándoselo precisamente en la paleta, ya la empujar la garrocha con
todo el peso de su cuerpo, destruye con ayuda de su inteligente corcel, el
equilibrio del toro, y lo hace caer de cabeza sobre el suelo. Estos derribos
son suficientes para prevenir ulteriores tentativas de fuga y parecen obligar
al toro a seguir en el rodeo. Esta hazaña, es sin embargo, una de las más
peligrosas de las que realiza el llanero, y solo la ejecutan los más hábiles y
experimentados jinetes, porque si en el empuje se rompe la punta o si el toro cae frente al caballo, en ambos
casos resultara una terrible caída y en el ultimo caerá sobre la derribada
fiera.” La Vida en los Llanos de Venezuela-Ramón Páez
“Garrocha de 8 aretes repiqueteando alegre en el silencio de
la faena, para guiar a paso cansino los viejos madrineros! "
“Madrineros, novillos cargados de años, paloteados por el tiempo,
amaestrados para mezclarse con el rebaño
arisco y calmar sus bríos con la amenaza de sus largas cornamentas y hacerlo
marchar hacia la casa distante” La Música de las Charnelas. José León Tapia.
Finalizamos
esta entrada con la opinión de Don Germán Fleitas Beroes sobre los toros
coleados:
“Cacho en manga es un grito de los llaneros, éste es el grito moderno. En el llano de antes no se decía “cacho en manga” porque no existían mangas de coleo. Se coleaba, cercando las boca calles de los pueblos. Un coso por allá a 500 mts de distancia de este otro que cercaba la boca calle de cinco cuadras. Se reforzaban la empalizada. Se acomodaban los templetes o los bancos y hacían esas cosas típicas, donde iba ese mujerío de nuestros pueblos, a aplaudir, a gritar, a ponerle cintas y flores a los hombres que tumbaban los toros. Pero toro a la llanera , no como los de ahora con esa numerera y unos caballos extraordinariamente grandes que se le pegan en la cola a un mautico que cae al suelo, casi que lo levantan apenas para volverlo a tumbar. Eso no. Eran toros coleados de verdad, era la época de los toros grandes y los caballos pequeños. Ahora son los caballos grandes y unos animalitos que son unos mauticos los que tumban estos coleadores de ahora. Con todo el respeto, pero estas coleadas de ahora no las veo, bueno, me da dolor, me pongo a llorar acordándome de como era tumbar toros “guayao” y toros guayaos porque esa era otra, era que el hombre se tiraba de la silla del caballo y seguía corriendo con la cola agarrada y lo tumbaba, el hombre solito y el caballo era bien amansao porque el caballo salía por otro lado y el hombre se enredaba con el toro y lo tumbaba eso era coleo pa´hombre chico!"
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