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1 de abril de 2016

A 115 años del nacimiento del poeta José Natalio Estrada


Ayer 31 de marzo, el poeta José Natalio Estrada estaría cumpliendo 115 años.

Apure, La Trinidad de Arauca, Pancha Vásquez, el Cristo de la Sabana, Séptimo Paralelo, María del Llano, son palabras que hablan de él como un hombre comprometido y enamorado de su Llano.

Diría que su legado es único, porque representa fe, cine y poesía. Mas abajo colocaremos los enlaces de algunas entradas que hemos publicado sobre él.

Muchos de los llaneros destacados que hasta el momento hemos colocado en este espacio, han dejado plantada la semilla de su trabajo en sus hijos, pero en el caso de José Natalio Estrada, esta semilla viene de sus ancestros y ha trascendido a sus descendientes.  Tengo muy buena amistad con dos de sus nietos que siguen trabajando por y para  el Llano. Se trata de Hugo  y Carmen Beatriz Estrada Castillo en  quienes se han mantenido pegados al amor y legado familiar, difundiendo la obra de la familia y ofreciendo su propia inspiración.

En este pequeño homenaje a José Natalio Estrada, colocaremos algunas palabras del poeta Luis Alberto Crespo quien le dedicó en su libro Llano de Hombres, algunas  páginas :

“Ya no sabemos como comenzó a decir su vida: solo es posible revivir ahora la imagen de un muchacho a caballo detrás del padre fiero y austero, flanqueado por los peones del hato cada amanecer y, mas luego, su sudor sobre el zaino en busca de la res perdida y crispada bajo el lazo, durante años, aún ahora, mientras se aleja en busca de si mismo y acaricia su perro y el cabello de su hijo Picolino, que esconde bajo el brazo a su pequeño gato soñoliento.

José Natalio Estrada nos invita a seguirlo por su parque. Al fondo, al final de una vereda sombreada por la flor de montaña y los cedros, una cruz decía: “Doña Bárbara, R.I.P”. Era la tumba de Doña Francisca Vasquez “Parece que Rómulo Gallegos se inspiró en ella para inventar al famoso personaje e su novela”, nos dice Jose Natalio Estrada bajo el dividive que veía la muerte de la mujerona, antes de traer su historia a nosotros
-Yo estaba muchacho, pero me acuerdo de ella y de su vida. Era una mujer cuatriboliá. Mi padre la conoció. Ella le decía “primo”, aunque no existía parentesco alguno entre ellos. Tenia mucho dinero, mucha tierra y mucho coraje. Suyos eran tres hatos.Una inmensidad. En uno de ellos llamado “La Ceiba”, que ahora es mío, su padre enterró varias bolsas de morocotas de oro; por eso sería que antes de morir le dijo a Doña Bárbara: “No vaya a vender “La Ceiba”, pero ella no supo por qué. De todas maneras Doña Bárbara habría de morirse tiempo después. Una tarde bajó del bongo, ahí mismo, frente a la casa, y le pidió a mi papá que le diera alojamiento; que ella venía muy enferma. A los días murió y mi padre la enterró en este sitio. Doña Barbara era una mujer trigueña, de baja estatura y poseía poderes misteriosos. Cargaba siempre un medallón en el pecho con dos palmeras cruzadas”

“José Natalio Estrada interrumpe su monólogo. Mira la lejura del monte, mas allá de los arboles y las lianas. En unos instantes dirá como para sí mismo, que ya sabe donde va a ser enterrado. “Ya elegí el lugar. Cerca del río y de Doña Bárbara. Retirado, eso si, de la casa de los peones. Ellos son muy supersticiosos y no quisiera molestarlos” Un prolongado silencio nos advierte que se ha marchado otra vez lejos, en busca de su historia.”

-“Donde está enterrado el tesoro del padre de Doña Bárbara hubo siempre una luz, me compré un aparato para detectar metales y me fui a medianoche con mi caporal de sabana en busca del brillo. Era un médano. Escarbamos largo tiempo. Nada encontramos. Los médanos, usted sabe, crecen. El dinero debe estar bien abajo. Pero eso ya no me interesa.

Esa frase, dicha así, casi como un murmullo (…)nos revelaría su espíritu, su conducta de asceta, su desprendimiento por lo que un día constituyó su pasión: Traer Europa a las largas soledades del Apure. En esa frase comienzan y terminan sus escritos (….) Cuando caiga el sol conoceremos sus escritos, sus romances, sus versos al bordoneo del Indio Figueredo, su réquiem para su perro. En la mañana abriremos con él otro pasado: el de su armonio, sus piezas para tenor y piano, sus volúmenes de Rilke, Blake Baudelaire, sus tratados de religión, sus reproducciones de Rubens, en los cuartos oscuros del “Rancho Grande”, a pocos pasos de las cochineras y del criadero de los extraños morrocoyes amarillos que él atesora a manera de vivos amuletos contra no se sabe que malos augurios. 

Entonces conoceremos también su otra existencia: la de sus días en Europa, festejando “los años locos”, las de su matrimonio con una dama italiana que nunca amó el llano, a pesar que él intentó adornar sus desiertos con estatuas y libros, música, parques y casas parecidas a las moradas veraniegas de la Costa Azul para mitigar así la inclemencia de sus soles y aguaceros, su polvo y su silencio. Los años de su entusiasmo por el cine que entretuvieron su ultima juventud  y con la fortuna de su ganado, hizo posible a“Séptimo Paralelo”, “Maria del Llano” y “Llano Adentro”. Ël mismo cabalgaría en una de sus escenas al lado de la Susana Dujim de los años 60.

“Su mirada era la misma del día anterior: lejana, siempre en el horizonte por donde corría el caballo con el jinete, entre el cielo y sus lomos. Por esa misma tierra larga y caída seguimos después al viejo. Mas allá de los hatajos y los zorros, mas allá de los marceros y la mancha roja de los venados, nos mostró las estatuas de mármol de Carrara que había elevado en el centro mismo de la soledad”
 

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