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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

14 de mayo de 2013

El Ganado Cimarrón y las Cimarroneras (1)

Vamos a desarrollar hoy un interesante tema basado en una de las faenas del llanero de antaño, cuando tenía que perseguir las cimarroneras, no solamente para aumentar su ganado, sino para evitar que los que conformaban su hacienda se barajustaran por influencia de estos orejanos. 

El término "cimarronera" cuando hablamos de ganado, se aplica animales salvajes, mañosos, alzados, llamado también ganado cimarrón. Es un término que antiguamente se aplicó igualmente a esclavos negros que no se adaptaban a vivir en esa condición y huían a las montañas estableciéndose en lugares lejanos a los amos y autoridades. Muchas veces estos hombres se dedicaban a delinquir, convirtiéndose en verdaderos azotes de la región.

El ganado "arrochelado", con frecuencia que se reunía en lugares cercanos a alguna  ceja de monte o matorral para internarse allí apenas se sentían en peligro.

Un referente muy especial nos lo ofrece Fernando Calzadilla Valdés, en Por los Llanos de Apure, donde asegura que algunos territorios atraían el ganado alzado. Tomaremos algunos fragmentos de su visión, como honor a su escritura y como remembranzas del  Apure de Ayer: 

Imagen:Por los Llanos de Apure
"¿ Que particularidad poseerán ciertos terrenos para atraer la concurrencia del ganado y una vez en ellos alzarse? Conocí en el hate El Corozo la cimarronera del Arestín. Ni don Carlos Palacio con toda su perseverante atención e infatigable acuciosidad y cuidados, logró destruirla por completo. Don Carlos además de propietario criador, era comprador de ganado y al más mínimo descuido de los sabaneros le venía la noticia de la huida para la cimarronera de toros y novillos de los comprados, los cuales no obstante llegar cansados, casi inútiles, al husmear la rochela se volvían unos pájaros; esto por lo tocante al ganado extraño desconocedor de la sabana; respecto al nativo, precisaba ejercerse una vigilancia extrema y mantener pique constante en los alrededores. 

Debe de ser algo muy peculiar inherente a algunos terrenos para atraer hacia sí los animales, como la carroña o mortecina a los cuervos. Generalmente son matales enmarañados, espinerales y bejuqueros interceptados por pequeños claros denominados calcetas, manteniéndose el monte talado por el frecuente trajín del ganado, el cual sale a los claros y calcetas de noche y en épocas de abundante plaga y lluvia se le ve también de día majadeado en la sabana sin demostraciones de huir al pasar gente a caballo, permaneciendo más bien en actitud tranquila pastando o plagueando tal como acontecía en Los Cocos. 

Dentro de los montes de Mata Oscura, Mata de Agua y Mata de Baúl estaba arrochelado gran cantidad de ganado; costeando estas matas por el lado del río Arauca, pasaba el camino real atravesando la sabana de este a oeste. El ganado salía de los montes y se regaba en la dicha sabana entre el camino y el río; los caminantes al pasar, viéndolo tan tranquilo, ni sospechaban su condición de cerril, pero apenas interrumpían la marcha con movimientos extraños a los propios de los caminantes, bien internándose en la sabana o abriéndose en grupos, entonces no se oía sino el tronido del barajuste del ganado, como movido por un resorte, atropellándose por coger el monte, verificándose un violento cambio de visión, sin quedar ni una sola res afuera". 

 “Los llaneros, cuando poseen medios, bestias y gente, y disponen del tiempo suficiente, reducen
Imagen: Por los Llanos de Apure
algunas reses, siempre ganado macho; con el movimiento y el trajín las vacas se huyen sometiéndose mas fácilmente al mautaje, prefiriendo siempre matar las vacas viejas por aquello de “ una mala res pierde un rebaño". Situadas las cimarroneras en los lugares más escondidos, lóbregos, difíciles para las correrías, siendo esta una faena de movimiento y de carrera tendida, de por fuerza un trabajo en extremo peligroso, arriesgado, es para ser ejecutado por hombres extremadamente duchos y resueltos, hombres machos. 

Imagen:Por los Llanos de Apure
Antes de romper el trabajo se estudia la carrera del ganado, es decir, la dirección tomada por él de preferencia al ser sorprendido y espantado en su rincón. Cuando los llaneros proceden al levante, de antemano están convenidos y acordados los cogedores por parejas, el soguero y su ayudante, también soguero. Unos cuantos se meten al monte a verificar el levante, mientras otras parejas se apostan en puntos convenientes, desplegando cierta habilidad a fin de impedirles a los animales levantados buscar de nuevo el monte, persiguiéndolos y obligándolos hacia los claros, en la misma carrera, pero sin atajarlos porque entonces se regaría y embarullaría demasiado sin posibilidad de trabajarlo. Por otra parte, al salir de su escondrijo a los claros, la masa se divide en varias puntas o grupos, tomando cada una distinta dirección, ofreciendo oportunidad a los cogedores para empatárseles a alguna de su elección, según su apreciación de la clase de ganado contenido y el número de reses utilizables, discriminación hecha en el curso del desenfreno del barajuste, a objeto de saber si cuentan con suficientes reses aprovechables para cada uno de los perseguidores, y también para no malgastar lazos ni equivocarse, lo cual sería un trastorno sumamente enojoso por la pérdida de tiempo aparejada, pues para soltar una res enlazada por equivocación se debe proceder igual como para aprovecharla, y muchas veces al finalizar la inútil brega, no se percibe el rumbo, pero ni el polvero o alguna señal de los otros, restándole, por lo tanto, dos o tres tercios a la partida. 

Imagen : Por los Llanos de Apure
¡Qué interesante, cuán bella y sugestiva la contemplación del espectáculo! Varias puntas de ganado diseminadas por la inmensidad en desenfrenada carrera, en seguimiento de cada una los jinetes acomodándose y tremolando el lazo; uno se aparta con la res ya enlazada, el compañero acude en auxilio; se entabla la brega hasta vencer la resistencia y las acometidas del toro enlazado y echarlo por tierra, mientras la llanura impávida, silente, admirablemente monótona, con su aire recalentado
Imagen ; Por los Llanos de Apure
y trepidante, los ondulantes pajonales matizados, Ia gama de los variados amarillos y verdes, la línea borrosa y azulesca de las matas lejanas, el espejismo de los medanales, y el sol buscando ya su lecho en el seno profundo de Ia tierra. 

De preferencia se aspira a prender en la soga toros por mas rendidores aunque muy peligrosos durante la brega. Don Carlos Palacio, al disponer trabajo en el Arestín, en su propósito de destruir la rochela, ordenaba cogerlo todo, destinando los toros y mautes a la saca, y las vacas al beneficio, aunque estuvieran tan flacas como para no aprovechar de ellas sino el cuero, abandonándole la carne a los zamuros. Pero don Carlos los pagaba por soldada y metía bastante gente para acabar con la rochela aunque le costaba caro, porque El Corozo era también receptáculo de ganado comprado.

Mientras en Apure es preferible pagar por res, por las extensas proporciones del campo de trabajo, pues cuando no hay el interés de la ganancia restringida, se les importa nada empatársele diez o doce jinetes a una misma punta aún sin contener las reses suficientes aprovechables. Y por otra parte, siendo más reducido el campo de acción en El Corozo, y más sometido el peonaje, se presentaba mas fácil la vigilancia y el control del trabajo. El peón apureño es diferente; no se somete a control ni a restricciones de ningún género, es indómito; en su vivir no establece, ni es posible establecer diferencia con el amo, viviendo en la más absoluta camaraderia con él. Cuelga su chinchorro del mismo horcón o rama, come del mismo asador, bebe agua del mismo caño o pozo sin filtrar y en el mismo cacho, lo someten a prueba los mismos peligros: los caimanes, los tigres, los toros, las plagas, los aguaceros, el sol, la intemperie; no estableciendo distinción entre amo y peón para fatigarles o molestarles, por lo tanto, en su actuación, las circunstancias que lo rodean junto con su habilidad a base de su gran practica, le dan más bien cierta superioridad, bien demostrada por él en la oportunidad. 

Vista y elegida la res por el enlazador acompañado de su pareja, la van obligando y apartando del conjunto en la misma carrera, procurando aislarla hasta ponerla a tiro de lazo; en tales condiciones, la enlazan por la cabeza y una vez prendida, el compañero corriendo pegado, encallejonándola, cambia de táctica echándole otro lazo mas amplio, abarcando el lomo y las patas traseras para enredarla y tumbarla, conseguido lo cual, la dejan barreada en el suelo o pegada a un palo, si lo encuentran a mano, hasta incorporarla a la madrina, a su debido tiempo. 

Imagen: Por los Llanos de Apure
Si el enlazador está solo por circunstancias, procede de otro modo: después de enlazado el toro, corre a escape dándole vueltas en derredor con la soga floja hasta enmarañarle las patas con la misma soga; cuando lo calcula suficientemente enredado, emprende violenta carrera recta, para hacerlo caer al prensarse la soga, teniendo cuidado, eso sí, de revolverse inmediatamente de caído sin darle tiempo a desenredarse en el pataleo y pararse, verijeándolo y maniatándolo bien asegurado sin pérdida de tiempo. Esta operación es para peones de sexto año muy versados, diestros y hábiles, porque si el toro logra pararse, quedaría sumamente comprometida la posición del cogedor. Estando cerca de la madrina, se le incorpora de una vez soltándolo entre el grupo mediante una manea terminada en cadeneta que permite soltarlo desde lejos; pero es mejor llevarlo nariceado para acobardarlo un poco y evitarse una nueva carrera. Los toros cogidos en estos trabajos son para sacarlos inmediatamente y alejarlos de sus rochelas, por lo tanto no es prudente castrarlos; el dolor y la calentura consiguientes a la operación los enferman y afligen demasiado y podrían hasta morir".


Verijear: Tumbar una res y dominarla pasándole el rabo por debajo de la pierna, por la verija (ijar); Barrear: Amarrar con sogas o mecates las patas de los vacunos , caballos, mulas o asnos, ya para derribarlos, ya en el suelo, para castrarlos, señalarlos o curarles alguna gusanera o herida. Al barrearlas, las patas deben quedar unidas. Vocabulario del Hato, J.A.de Armas Chitty

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