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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

5 de junio de 2014

La Rubiera: Su Origen (2)

Continuamos narrando la historia del Hato La Rubiera, bajo la visión de Horacio Cabrera Sifontes.

Después de ese momento solemne ante la que a futuro se llamaría La Cruz Rubiera, Don Sebastían  tomó las primeras acciones que conformarían  el legendario hato, y con sorprendente firmeza de ánimo y voluntad, llevó a cabo junto con unos pocos hombres, la estrategia  que  su astuta mente había dado forma cuando hizo el primer reconocimiento del terreno.

El primer trabajo se realizó en el caño “Bebe Agua”, allí llevó a su equipo de trabajo, acompañado de una yunta de bueyes que halaba lentamente una carreta. Era verano, el aspecto de la tierra desolada era desesperanzador, virutas tostadas se veían por doquier, raices y pastizales resecos dominaban el paisaje y el suelo agrietado en grandes terronales hacía resistencia al pico y pala de los hombres que no entendían los motivos de Don Sebastián. Sin embargo, obedecían las órdenes silenciosamente bajo el ardiente sol llanero. Al final de la tarde, ya podía verse una estacada de palos de corazón, a la que posteriormente acompañaría otra  para servir de paredes a cada lado de un relleno que se haría con arcilla húmeda debidamente compactada a golpe de pisones.

Se trataba de un trabajo de inmensas proporciones, había que hacer un tapón y don Sebastián giraba instrucciones mientras trabajaba hombro a hombro con sus obreros, aumentando de esta forma la confianza y solidaridad de éstos. Todo el trabajo debería estar concluido antes de la entrada de aguas, para que tuviera sentido.

A los tres días, estaban iniciando el segundo tapón llamado Perico, ubicado en el médano La Cruz, cuyo desagüe estaba planificado hacia el caño  Cañafístola, que tendría que correr al revés para desembocar en un gran cañaote y formar un desparramadero que  humedecería una gran  extensión de tierra.

Se inició ya con el tiempo muy ajustado, un tercer tapón en la orilla oriental del médano La Cruz. La gente preocupada por la seguridad que mostraba don Sebastián empezaba a pensar que tenía algún negocio con el diablo, sobre todo porque parecía imposible que un caño pudiera correr al revés.

A partir de este punto prefiero copiar textualmente al autor:

Llegaron las lluvias. Se Seguía trabajando afanosamente de dia  y de noche. El suelo tenía que empaparse primero. Todavía no correrían los caños. Los grandes ventarrones empezaron a llevarse las primeras lluvias y alguien dijo que estaba comprobado que el “Rubio tenía tratos”.Creció  “Bebe Agua”  y llenó el primer tapón con desbordante majestad. Era increíble. Un viejo que se suponía tener mucha experiencia dijo que si ese mar de agua no se iba era porque una fuerza sobrenatural lo contenía.
Don Sebastián había estudiado bien sus aliviaderos. Creó desparramaderos que irrigaban grandes extensiones planas. Las aguas volvían indirectamente al viejo cauce con la ayudade algunos zanjones y chorreaderos viejos que ahora se encontraban modificados para llenar otra función. Las aguas
continuaron a Perico...
La gente no dormía mientras se llenaba el tap6n. Había algo emocionante en la expectativa. Nadie sabía exactamente si quería que se fuera o que resistiera el tap6n. (…) Se llenó
Perico y con asombro la gente vio que el Caño de Cañafístola empez6 a correr en sentido contrario. Llegó el agua al tapón de La Cruz y se extendió imponente hasta RodeoViejo: anegó Aguazalote y formando Los Bajumbales encontró el cañaote de salida.

El caudal de aguas embalsadas era fantástico. Las aguas se represaban hasta los montes y por la sabana plana: estaban llamadas a transformar el medio de una manera increíble, después de la primera experiencia y durante otro verano, se haría “El Manguito” y se desviarían otras corrientes hacia el caño Bartolo o hacia el río Guariquito. Caños  que usualmente corrian por zanjones, serian 
desviados para regresar por terronales, lagunas, estancaderos, palmares esteros.       
               
Los primeros ganados mansos vinieron por la via de Cazorla y Guayabal, desde Apure. También se hicieron compras en hatos vecinos y en el pastoreo permanente se incorporaban  todos los animales aquerenciados ya en los buenos pastos. Los dos primeros años pasaron inadvertidos. Don Sebastián resolvió no marcar su ganado en las  orejas. Su marca o señal sería: orejano de ambas orejas, y así el ganado no marcado por dueño alguno podría mas fácil ser considerado como  “de la sabana”. Y asi era: la Ley del Llano, que requería de un dueño poseer por  lo menos  cuatro leguas de sabana y cien vacas paridas para poder tener derecho a coger cimarrones, establecia que un animal destetado y orejano pertenece al dueño de la sabana donde se encuentre, siempre que llene los requisitos establecidos. Y con la vieja práctica  llanera se hacia mas atractiva aquella sabana para los ganados ajenos, porque donde no se atropella al ganado, éste se aquerencia, se amansa y deja de tenerle miedo al hombre. 
Don Sebastián no hacia vaquerias para huirle a la concurrencia de vecinos reclamando ganados. Se le tenía como hombre poderoso y no había quien se aventurara a formularle reclamaciones sobre algo que el tampoco había negado.

Al frente de La Cruz se formó un bello lago con caprichosos brazos hacia atrás visibles desde la casa. La vegetación acuática cambió el panorama reseco de otros tiempos. Al bajar las aguas brotaba como terciopelo verde el colchón de suculenta lambedora, mostrando ser el pasto mis apetecible y engordador del mundo. La fauna acuática puso su nota de alegría y movimiento permanente en aquel sitio  extraordinario, convertido en un paraíso por un esfuerzo bien dirigido. Miles de patos reales de negro tornasol y alas de centros blancos caían en la mañana frente a la casa del hato. Más tarde volarían individuales a los sesteaderos para luego caer "goteados" a las orillas del agua y formar en la
tarde bandadas de regreso a los dormideros. Los gallitos de laguna dejaban oír su permanente algarabía y de vez en cuando resonaba la estridencia jubilosa del chicuaco. Desde lejos habían venido manadas de chigiiires. El tamaño de los ganados aumentaba visiblemente, dando confirmación al viejo aforismo de que la raza entra por la boca. Los venados celosamente cuidados por don Sebastián pasaban cerca de la casa y parecían querer reconciliarse con la humanidad. La fertilidad renovante y llena de futuro había traído una nueva vida y aquel vigor especial se sentía aletear en los patos reales, en los giiiriries, yaguazos, carraos y corocoros desde la madrugada. El relincho de satisfacción de los caballos trascendía en el ondulante y atractivo verdor de los pastos en pleno verano.

La personalidad de don Sebastián quedo fijada de manera indiscutible. Para Don Sebastián el prestigio y el poder encarnaban la forma suprema de la felicidad. Y alli era el hombre admirado, el titán de aquella transformación. Todo tenia el sello de su personalidad. Había engendrado nueva vida y había traído una nueva importancia a la región. Nadie hubiera reconocido la zona y... ahora si era verdad que la sabana se había hecho "cazadora". Tan cazadora, que llegó a constituir la preocupación de los vecinos y colindantes y los llevó a unirse contra don Sebastián para pedirle vaquerías de acuerdo con la Ley del Llano. Necesitaban saber cuantos animales de su pertenencia estarían pastando en La Cruz de Guariquito y herrar y señalar en las orejas a sus animales para asegurar su propiedad."

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