Imagen tomada de ESTADOS DEVENEZUELA: GUARICO |
Casi cuatro distritos
del estado Guárico abarcaba en los más lejanos tiempos el legendario hato de
“La Cruz Rubiera” o “La Rubiera”, como se le conoce con mayor claridad. Está
ubicado en las inmediaciones de Cazorla. Fue fundado en 1775 (en esa fecha confirman la propiedad de la
tierra) por Don Sebastián Sánchez Vélez, cuya genealogía se ubicaba en Mier,
aldea de Oviedo, y Terán , aldea de Santander, al norte de España.
Hasta las primeras
décadas de este siglo (XX), cuando era propiedad del último rubio, el doctor
Francisco Mier y Terán, el hato La Rubiera abarcaba 180 leguas cuadradas de
sabanas, que iban “empezando en el morichal de Herrera y terminando sobre el
Apurito, en Macanillal y en Aruaca, con dominio sobre la zona de Golfo Triste, desde
la desembocadura del Aguaro en Apurito a
la Punta de Manapire. Además , Cara, en la isla de Apurito, comparadas estas últimas por el Dr Francisco
Mier y Terán a Luis Rivero en 1886”, según testimonio de Horacio Cabrera
Sifontes.
Así se refiere Oldman
Botello al Legendario Hato La Rubiera, en artículo publicado en una
revista denominada ESTADOS DE VENEZUELA: GUÁRICO, publicada
en septiembre de 1980, por el Banco Mercantil y Agrícola.
Creo que nunca se perderá el interés por este hato dada su
trascendencia en la tradición y cultura popular llanera, no solamente por las
dimensiones que llegó a alcanzar, sino por las historias que se tejieron a su
alrededor.
Hace aproximadamente un mes, leí con avidez el libro de
Horacio Cabrera Sifontes, llamado La Rubiera, donde describe, muy a su estilo
de ir al fondo de las leyendas, la historia de la creación de este inmenso
hato que llegó a ser el más grande del país.
Y precisamente un poco de ese libro, quiero ofrecerles en esta entrada, ya
que se trata de una obra que no se consigue con facilidad, y que nos describe
mucho llano.
Don Sebastián Sánchez,
creador del hato, consiguió tener
una propiedad donde nunca faltaba el agua y que se convirtió en un paraíso para
los animales propios de la región que andaban libres por esas sabanas,
constituyendo uno de los encantos y
riquezas del mismo.
Con una pequeña comitiva, Don Sebastián hizo la travesía por tierras guariqueñas
desde Calabozo hacia el sur, hasta
establecerse finalmente en las cercanías de Cazorla.
“Por eso se le fue la vista cuando asomó al estero de
Pavones después de haber pasado el río Orituco. Un desafío del espacio llanero
a la ambición infinita. Una extensión plana hasta el cielo. Sabanas sin
montículos que interrumpan la visión. El ojo se agotaba en la distancia. Tierra
para el hombre audaz y resuelto.
El grupo exploratorio acompañante de don Sebastián se componía de 4 personas, entre las cuales iba Bautista, negro esclavo nacido en Calabozo, quien había sido siempre peón llanero y conocía la zona de Calabozo hasta el bajo Apure, pasando por Cazorla y Magas Coberas. Don Sebastián lo había comprado caro junto con su consorte, una negra voluminosa venida de Trinidad por los caños de Monagas a quien, como al servir a las damas les decía : ”madam” la llamaban ” la madama”.
El grupo exploratorio acompañante de don Sebastián se componía de 4 personas, entre las cuales iba Bautista, negro esclavo nacido en Calabozo, quien había sido siempre peón llanero y conocía la zona de Calabozo hasta el bajo Apure, pasando por Cazorla y Magas Coberas. Don Sebastián lo había comprado caro junto con su consorte, una negra voluminosa venida de Trinidad por los caños de Monagas a quien, como al servir a las damas les decía : ”madam” la llamaban ” la madama”.
“Iban rumbo al Sur: pasaron
por Rabanal, donde el río Guárico tiende un brazo a la izquierda para ayudar al
Guariquito a llegar al Orinoco. Era el
caño del Caballo, que ya tenía ese nombre. Más adelante en el paso de un caño
se les cayó una mulita que llevaba uno de los acompañantes. La mulita era nerviosa cuando se atascaba y se
volvía como loca al sentirse aprisionada por el barro. Fue tanto su batallar
que terminó revolcada en el barro con silla y jinete, lo que dio ocasión para
confirmar el paso como “el Paso de La Mulita”
El grupo explorador había entrado en la zona de palmares que
silban con el viento. Al pasar las fajas de palmares aparecían extensiones de llano
interrumpidas por cejas de monte, que indicaban el curso de “hilos” wde agua
que quedaban secos en verano; la greda aparecía violentamente agrietada por al
sequia.
-¿Por qué está la
tierra así?-preguntó Don Sebastián.
-El verano señor: estos son los rajales de verano. Asi pasa
donde la tierra se cubre de agua en
invierno, y aún llenos de agua, tardan tiempo en desaparecer. Son peligrosos
para la bestia
Las cabalgaduras iban
jadeantes y sudorosas. Llegaron a un caño cuya poca importancia había dejado de
reclamarle nombre. Bautista fue el primero en desmontar para descansar y
abrevar las bestias. Una vez que don
Sebastián bajó de su caballo, Bautista
le sacó el freno y arrimándolo al
caño dijo “bebe agua” y fue el bautizo:
“Bebe agua” se llamaría por siempre el caño que iba a contribuir de manera
esencial a formar un emporio.
Las aguas de “bebe agua” se habían perdido siempre sin
preocupar a nadie. Al llegar la sequía , los ganados emigraban de esa zona y
los zorros sufrían hidrofobia. Sin embargo, todavía las distancias no estaban
muertas, bandadas de patos reales volaban de los sesteadores dejando conocer su
gordura al volar, por la dificultad de tomar
altura. Nubes espaciadas de polvo fino producido por la arcilla reseca
denunciaban la presencia de grupos de venados que ya habían aprendido a temerle
al hombre. Hatajos de bestias cimarronas
en carrera levantaban en el horizonte una faja de polvo, como un zócalo del
cielo. Don Sebastián observaba con mutismo entusiasta la vida de la sabana.
Nada comentaba, porque todas sus fibras emocionales estaban embargadas con la
ilusión de la propiedad. Ser propietario. Propietario legítimo…”
“Rompiendo el silencio que les imponía la distancia y el
camino angosto para un solo ancho de caballo, viendo correr los hatajos
preguntó:
-Si esas sabanas son realengas, ¿de quién son esas bestias
que corren?
-Son de la sabana, Don Sebastián- respondió uno- son
mostrencas, animales sin hierro, mañosos, que no los han podido coger los
dueños y se vienen de otras partes. Ya pertenecen a la sabana…
El espectáculo era bello. La naturaleza palpitante y
fecunda. El paisaje se desplazaba en impresionante armonía.
“-esas bestias ya son de estas sabanas. Si se les cierra el
paso de “La Mulita” quedarían encerradas aquí por Río del Caballo y el
Guariquito. Bestia no atraviesa monte como el ganado.
El pensamiento de Don Sebastián seguía los hatajos, viendo cómo un padrote
salía en carrera de su hatajo terciándosele a los rivales de otros hatajos,
donde cada padrote amugaba las orejas y se esforzaba por mantener su yeguada
junta, separada de los otros hatajos que huían. Huían juntos, no revueltos.
-Y el ganado que corre, de quien es?- preguntó Don Sebastián
cuando salió de la pose contemplativa en que lo había interesado el paisaje en
movimiento
-También hay bastante mañoso. Aquel toro pintao es cazorleño,
de Don Felipe Cedeño, pero allí va
corriendo mucho orejano y ese ganao ya no para en madrina. Las gentes pueden
saber que son de ellos, pero allí solo se para el que queda colgado de una
soga, y las distancias son muy grandes para llevarlas una a una a cola de
caballo. Además usté sabe, el orejano es de la sabana… y si se las llevan y las
sueltan, se vuelven a venir: vaca vieja
no olvida el comedero.”
“-Esta sabana es cazadora. Los pastos son buenos y los
ganados de otras partes los conocen, por eso se vienen para acá. Esto queda muy
lejos para vaquerías de los demás. Lo malo es que no les queda agua por estos
centros.
“Esta sabana es cazadora”,
se repitió fuertemente y para sus adentros Don Sebastián. Le habían dado
con detalles lo que él hubiera querido preguntar. “la sabana es cazadora”¡Que
expresión tan concreta y convincente!!¿Acaso no andaba él en cacería de oportunidades?”
“Siguieron su camino hacia el sur. Muchas veces atravesaban
la misma ceja de monte por insinuaciones de Don Sebastián, quien ya iba pensando
en las maneras de lograr que no se ahuyentaran esos ganados en los veranos. El “hilero” de agua serpenteaba hacia el sur.
Era el mismo caño Bebe Agua. La presencia tímida de aquella corriente vacilante
puso a reflexionar a Don Sebastián hilando el pensamiento práctico del llanero
que había emitido opinión sobre la sabana. Razonó que si el volumen de agua
fuera mayor y perdurara en el verano, la
sabana que había recorrido sería utilizable todo el tiempo, y aquel ganado
quedaría de una vez como su propiedad. Además la sabana podría seguir
atrayendo a los animales que con el
tiempo pertenecerían, como había dicho
Bautista: “a la sabana”. De todas maneras,
haría falta una ley según la cual un dueño pudiera estar seguro de su
derecho sobre los orejanos.”
“Era el segundo día de viaje exploratorio. Había recorrido
treinta leguas al sur de Calabozo, cuando dejando las zanjas de “Bebe Agua” a
la derecha, llegaron a un médano, altura arenosa poblada de araguaneyes y dragos,
cerca de un pequeño manantial independiente. Lugar fresco en la reverberante llanura. Sitio de estratégica posición para
una casa. Defendido de las aguas que inundan parte de los llanos en invierno y
con bello dominio visual sobre la extensión de sabanas hacia el Nor-Este. El
médano no tenía nombre, a pesar de la importancia que en las tierras planas
tienen esas eminencias. Nunca había servido de punto de referencia. Se sabía
que cuatro leguas más adelante estaba el médano de Cazorla.
El golpe de hacha les llamó la atención. Tumbaba un conuco
en las cercanías del médano el mestizo Torcuato Ramos (…) A petición de Don
Sebastián, trajo el hacha para cortar un palo. (…) Don Sebastián se orientó con
los baquianos. Al Oeste por la vía de Las Animas, se llegaba al Pesquero, al
caño de San Bartolo y después a Guayabal. Por el sur, Cazorla, donde ya se
estaba anclando la ambición de otros criadores, que serían sus competidores,
tal vez sus enemigos. Hacia el Norte, gran espacio de ensenada abrazada por los
ríos El Caballo y Guariquito, que también cubrían el este para desaguar al
Orinoco. El sitio era aquél. Allí quiso
marcar su punto de referencia con toda la solemnidad de quien seguía el ritual
de las tomas de posesión o de un descubrimiento. La ceremonia estuvo señalada
por un ritual y una atmosfera mística acatada por sus acompañantes. Hizo una
gran cruz de araguaney ayudado por Torcuato, y entre todos la clavaron, mirando al Este, según decía Don Sebastián.
En verdad los brazos de la cruz miraban Norte-Sur,y como las dos caras eran
iguales, podía creerse que no miraba a ninguna parte o que miraba a cualquier
parte. Sin embargo, todos convinieron en
que miraba al Este. Era la orientación subconsciente de Don Sebastián,
que nadie tenía por qué contrariar. La religión y la superstición actuaban
juntas como impulsos de un mismo origen. La cruz obedecía a una creencia y a
una devoción; la orientación al Este era obediencia simbólica al sol, viejo
dios, que nace y crece por ese lado.
El esclavo Bautista cayó reverente, besó el suelo arenoso en
éxtasis profundo y antes de ponerse de pie dijo a todos:
-este lugar será bueno y bendito!!
Con las emocionadas palabras del esclavo, había empezado con
inusitada solemnidad la toma de
posesión. Don Sebastián pidió atención grave
y silencio a sus acompañantes. Cayó fuerte de rodillas ante la cruz y
oró en voz alta, para poder citar testigos de la ceremonia, que implicaba la
posesión. Por primera vez lo vieron bajar la cabeza descubierta en entrega de humillación.
Mientras duró el trance, el viento rastrero de los llanos
que chocaba con el médano tremolando las frondas, el mismo viento hablador que hace trinar los palmares
y germinar leyendas en la soledad, le revoloteó a Don Sebastián el largo pelo
rubio que había quedado descubierto en sumisión a la cruz. Los llaneros lo
apodaron “El rubio de la cruz”. Luego por asociación de nombres de Sebastianes,
que fueron muchos los que pasarían por “La Cruz”, y por el apodo de “Rubio”, fijaron
historia en aquel punto, generando suposiciones y leyendas. Siempre hubo en La
Cruz rubios de Sebastianes; y Sebastianes rubios, misteriosos, excéntricos,
inescrutables.”
La imagen de la Cruz, fue tomada del articulo ya mencionado de Oldman Botello. Allí dice que la cruz remozada, aún está (1980) en el mismo sitio donde la colocó el primer rubio.
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