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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

31 de mayo de 2015

La Marinela: ¿Otra Fantasía de Rafael Bolívar Coronado? - Omar Carrero A



La Marinela: ¿Otra fantasía de Rafael Bolívar Coronado?
Omar Carrero Araque
Baquiano
2014

La Marinela es una planta señalada por Daniel Mendoza (1823-1867) en su obra “El Llanero”, a cuya flor, de la que hace una ligera descripción, la califica como la  “más linda del llano”. Destaca también su fragancia exquisita que la convierte en “un pomo de aromas”. La ubica en medios lindantes con los cuerpos de agua, en los que soporta largos periodos de sumersión. Según la reseña, esta planta no acepta domesticación pues es “esquiva y zahareña” por lo que no se encuentra en los patios caseros. 

La planta de porte erecto puede alcanzar hasta 3 metros de altura, sostenida por un tallo que encierra “una madera gris y áspera”.   Las hojas grandes, de forma acorazonada con bordes dentados, son de un color verde claro pero la inundación las torna oscuras, siendo también portadoras de un perfume “casi tan suave y delicado como el de la flor”. Cuando las aguas se retiran, la planta se viste con “un traje lujosísimo que llega hasta el pie”. Después aparecen las flores  a las que califica de bellas, semejantes a “ánforas plegadas y rizadas hacia afuera” que por su delicada hermosura hacen las delicias del observador que, aprecia en éstas, seis pétalos de color “amarillo encarnado” dispuestos alrededor de una “una especie de saeta de color anaranjado, cuya cabeza es un botón amarillo encendido”. 

La flor de la Marinela sólo aparece mencionada en la citada obra de Daniel Mendoza publicada en 1846 y, un siglo después en  “La Catira” de Camilo José Cela (1955), autor éste que sin duda la copió de la primera, cuando buscó la información necesaria para escribir en Palma de Mallorca, esta novela auspiciada por el gobierno de Venezuela. Llama la atención que una persona tan observadora y curiosa como Antonio Torrealba no la registrara en el extenso listado de plantas que presenta en el  “Diario de un Llanero”.

Ahora  en el tiempo presente  nadie en el llano conoce a esta planta, por lo menos con este nombre, tal como lo demuestra la ignorancia que sobre la misma tienen los baquianos consultados en  Guanarito, El Baúl, Guadarrama, Calabozo, Elorza, Guasdualito, San Fernando, Las Mercedes, La Unión, Cazorla, Garcita, San José de Tiznados, Cunaviche, Puerto Páez, Dolores, Ciudad de Nutrias, Maporal, Caparo, San Camilo, Santa Bárbara de Barinas, Pedraza, Maporal y Boca de Anaro.

Este desconocimiento se presenta como un hecho extraño pues los nombres comunes de plantas y animales se trasmiten de una generación a otra, manteniendo su vigencia a lo largo del tiempo, registrándose en artículos, crónicas, poemas o canciones. Esta extrañez se afianza aún más para la Marinela, referida como la más flor “más linda del llano”.

Por otro lado se tiene que los intentos que hemos realizado para ubicar botánicamente a la Marinela, basándonos en las características señaladas por el autor han sido infructuosos, encontrándose que las señas dadas se reparten más bien entre plantas diferentes, por ejemplo: las hojas y las “la saeta” de la flor se asemejan a las del Rábano, así como el hábitat en el que medra; el “ánfora” al androceo de algunos Nenúfares o Taburíes; el tallo al del espinito y el aroma al del lirio mayero.    

Ahora bien, teniendo casi la certeza de que el autor de El Llanero no fue Daniel Mendoza sino Rafael Bolívar Coronado, tal como él mismo lo reconoció en el prólogo del “El Parnaso Boliviano” que firmó con el nombre de Luis Felipe Blanco1, podría asegurarse que la Marinela, como flor no existe y que sólo es un producto de la mente fantasiosa de este autor, quien como asegura Oldman Botello, escribía sobre el llano desde su hogar villacurano basado en las informaciones que recibía de viajeros procedentes de Apure, estado al que nunca visitó.    

Responderá La Marinela más bien al nombre de una dama con quien se hace una bonita analogía?
Tendrá relación esta Marinela (que en realidad apareció en 1919 y no en 1846 como se hizo ver, para ajustarla a la autoría de Daniel Mendoza) con la Marisela de Gallegos aparecida una década después? Esta Marisela galleguiana que vive a orillas de un estero es huraña y esquiva, con una oculta belleza que sólo surge cuando se alejan las aguas (es decir cuándo se va de Palmar de La Chusmita para Altamira). Allí Santos la educa y le hace cambiar sus andrajos por bonitos ropajes que podrían equipararse a “un traje lujosísimo que llega hasta el pie”. Se referiría a sus labios cuando señala “lo encarnado de sus pétalos”? Y el amarillo adorno del seno sería una metáfora?

De todas maneras y para efectos de la lírica, la Marinela seguirá siendo la flor más linda del llano!!      
Consultas en:
Alvarado, L.  Repertorio de los Obras Completas citadas en Glosario de Voces Indígenas de Venezuela. La casa de Bello 1984Marisela (personaje de Doña Bárbara) - Wikipedia, la ...
es.wikipedia.org/wiki/Marisela_(personaje_de_Doña_Bárbara)
Muere Rafael Bolívar Coronado : Efemérides Venezolanas
www.efemeridesvenezolanas.com/sec/his/id/166/?show=10
Oldman Botello. Bolívar Coronado escribió el Alma llanera inspirado en www.correodelorinoco.gob.ve › Avances


Nota: El nombre de Luis Felipe Blanco es uno de los 500 pseudónimos que usó Bolívar Coronado para firmar sus escritos, tal como se destaca en las investigaciones realizadas por Oscar Sambrano Urdaneta, Oldman Botello y  Rafael Ramón Castellanos. Vale también señalar la aclaratoria que hace Don Lisandro Alvarado quien “al citar El Llanero de Daniel Mendoza  se refiere a la obra del mismo nombre escrita y publicada en 1920 por Rafael Bolívar Coronado, quien además ocultó su paternidad suscribiendo su obra con el pseudónimo Daniel Mendoza”.



Huellas- Omar Carrero Araque


Les comparto un escrito de nuestro gran amigo y colaborador, el profesor Omar Carrero. El que ha ido al Llano y apreciado su inmensidad y energía, podrá revivir en cada palabra de estos versos la emoción  de estar en ese territorio.


No se retorna del llano sin recordaciones!



La perspectiva que se tiene de los 360º de ese vasto redondel cubierto de tierras alisadas, libres de colinas y cerros, sacude no sólo a la vista sino también al espíritu. Quien haya puesto su planta en las sabanas de ese llano auténtico, sin duda que ha cobrado en reciprocidad una marca indeleble, pues en su alma, por siempre, se guardarán las….



HUELLAS
Omar Carrero Araque
Baquiano, 2014



Del imponente paño de sabana que cubre al Cajón de Arauca, desandado por Florentino y engrandecido en el canto loyolero.


De la grandeza del estero, centro de reunión de las aguas y de revuelos multicolores, dentro de un paisaje reflejado de manera inversa en la lámina luciente.


De los hileros, que en el aniego,  entrelazan en atajos las aguas del Arauca y del Apure.


De una prosa y una versación cundidas de llanería, nacidas de la convivencia con las faenas del hato y de la alianza con el entorno.


De los ruidos que rompen la calma nocturnal como el desafiante mugir del cachalero, el retumbo del trueno octubreño o el reclamo del carrao  en tono lastimero.


Del caballo y la soga, la silla y el mandador, la carpeta y la espuela,   esencia  del trabajo de llano de otros tiempos, vivientes en el ah malaya de los llaneros que fueron.


Del corral, el botalón y el tranquero, inventivas del vaquero para el manejo de los rebaños, cuyos quehaceres trocaron en musa.


Del mastranto, el espinito y el estoraque que con efluvios desbordan la  anchura de bienolientes pulsaciones.


Del corozo y la mapora, columnas vegetales que desde su arraigo en el banco o en el bajial, esquinan con la verde horizontalidad.

 Esas huellas que describe el profesor Carrero, están en el alma  de todo el que se ha compenetrado con el Llano, pues en esas sencillas palabras está contenida la inmensidad de una tierra que  se introduce para siempre en la mente y sentimiento. del llanero de nacimiento y del llanero de corazón.


Viajando en las patas de un Garzón

Este cacho está ubicado en el cuaderno 19 del Diario de un Llanero  y está acompañado de otros a cual mas simpáticos que se los compartiré en una próxima entrada. Protagonistas: Agamenón como oyente y su tío Justo Matute como narrador de su propia experiencia.

"Cuando ya iba cerca del hato ya dicho, me jayé con uno que venía y me dijo que en el hato había revolución y me tendí afuera. Ahí me agarró la noche y me metí en un monte, a decí verdá, no se cuál era: lo cierto es que antes de oscurecé, vi muchas aves viajeras en una laguna. Cuando vi garzones, garzas, gabanes, paletas, etc., se me alegró el corazón. 

Esa noche, como dije, entré en una selva espesa. Cuando fui a colgar, no veía, no había luna, era creciente. Cuando andaba corgando el chinchorro, lo hice fue a tientas pero, cuando puse los colgaderos, me di cuenta exacta que los había puesto en dos varas iguales hasta con un nudito un poco mas debajo de donde había puesto los corgaderos, como venía bastante molesto, puse la cobija por encima, metí el posiacaso en el chinchorro, comí y cuando no quise más, lo puse en la malla del chinchorro, cogí la tapara de agua, bebí, recé mis santas oraciones y me quedé dormido. 

Por ahí, no se a qué hora, sentí una terrible sacudida en toda la corgadura, después sentí un frío y sentí un brisote como no había sentío otro en mi vida. Saqué la mano, agarré la cobija que había puesto por encima, me arropé lo mejor que pude y me quedé dormio de nuevo. Cuando desperté, me sorprendí porque vi to´clarito y hasta el sol más cerca de mí. Levanté el mosquitero con cuidado, saqué la cabeza pa´fuera y quedé almirao cuando me vi en los aires. ¡Qué panorama mas lindo que esos que vi ese día, sobrino!. Los ríos los miraba angosticos, los pueblos como ganao majadiao, chiquitos y coloraítos, las casas, las lagunas, bien bonitas las vi, que parecían colchas extendía en el suelo. Yo, al principio, tenía miedo pero después fue desapareciendo hasta que me acostumbré; entonces me senté para ver mejor. Cuando pasé por encima de San Fernando, lo conocí por su río y la torre en forma de aguja; después vi a San Juan de Payara, el Paso Arauca con su saladero, las piaras de caballos cerreros corrían en la sabana. 

Cuando pasamos El Cántaro, me dio miedo porque creí que iba pa´ Brasil, pero el bicho fue bajando y bajando hasta que cayó al suelo, me tiré ligeramente al suelo y solté mis corgaderos de las canillas de un garzón que era el pájaro que me trajo. 

-Dónde lo soltó, tío?
-En el Rincón de los Negritos, por aquí por el paso de Los Yopos, cerquita de mi casa. 

Agamenón soltó la risa de oir a su tío con tan colosal mentira y seguidamente le dijo: 

 -A mi me habían dicho, tío, que usté era el hombre de las raras aventuras. No las había creído hasta que usté mismo me las refiere. 

-Sí, hijo y supieras que he dejado de referirlas porque muchos han tenido la desfachatez y audacia de decirme en mi cara que son mentiras."