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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

31 de mayo de 2015

Viajando en las patas de un Garzón

Este cacho está ubicado en el cuaderno 19 del Diario de un Llanero  y está acompañado de otros a cual mas simpáticos que se los compartiré en una próxima entrada. Protagonistas: Agamenón como oyente y su tío Justo Matute como narrador de su propia experiencia.

"Cuando ya iba cerca del hato ya dicho, me jayé con uno que venía y me dijo que en el hato había revolución y me tendí afuera. Ahí me agarró la noche y me metí en un monte, a decí verdá, no se cuál era: lo cierto es que antes de oscurecé, vi muchas aves viajeras en una laguna. Cuando vi garzones, garzas, gabanes, paletas, etc., se me alegró el corazón. 

Esa noche, como dije, entré en una selva espesa. Cuando fui a colgar, no veía, no había luna, era creciente. Cuando andaba corgando el chinchorro, lo hice fue a tientas pero, cuando puse los colgaderos, me di cuenta exacta que los había puesto en dos varas iguales hasta con un nudito un poco mas debajo de donde había puesto los corgaderos, como venía bastante molesto, puse la cobija por encima, metí el posiacaso en el chinchorro, comí y cuando no quise más, lo puse en la malla del chinchorro, cogí la tapara de agua, bebí, recé mis santas oraciones y me quedé dormido. 

Por ahí, no se a qué hora, sentí una terrible sacudida en toda la corgadura, después sentí un frío y sentí un brisote como no había sentío otro en mi vida. Saqué la mano, agarré la cobija que había puesto por encima, me arropé lo mejor que pude y me quedé dormio de nuevo. Cuando desperté, me sorprendí porque vi to´clarito y hasta el sol más cerca de mí. Levanté el mosquitero con cuidado, saqué la cabeza pa´fuera y quedé almirao cuando me vi en los aires. ¡Qué panorama mas lindo que esos que vi ese día, sobrino!. Los ríos los miraba angosticos, los pueblos como ganao majadiao, chiquitos y coloraítos, las casas, las lagunas, bien bonitas las vi, que parecían colchas extendía en el suelo. Yo, al principio, tenía miedo pero después fue desapareciendo hasta que me acostumbré; entonces me senté para ver mejor. Cuando pasé por encima de San Fernando, lo conocí por su río y la torre en forma de aguja; después vi a San Juan de Payara, el Paso Arauca con su saladero, las piaras de caballos cerreros corrían en la sabana. 

Cuando pasamos El Cántaro, me dio miedo porque creí que iba pa´ Brasil, pero el bicho fue bajando y bajando hasta que cayó al suelo, me tiré ligeramente al suelo y solté mis corgaderos de las canillas de un garzón que era el pájaro que me trajo. 

-Dónde lo soltó, tío?
-En el Rincón de los Negritos, por aquí por el paso de Los Yopos, cerquita de mi casa. 

Agamenón soltó la risa de oir a su tío con tan colosal mentira y seguidamente le dijo: 

 -A mi me habían dicho, tío, que usté era el hombre de las raras aventuras. No las había creído hasta que usté mismo me las refiere. 

-Sí, hijo y supieras que he dejado de referirlas porque muchos han tenido la desfachatez y audacia de decirme en mi cara que son mentiras."

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