Chicharroneros, Bongueros, Conuqueros, Cabresteros, Arrieros, Queseros, Carreteros...... Areneros. Trabajadores humildes del Llano, trabajadores que de sol a sol laboran para llevar el sustento a sus casas.
Hoy les ofrecemos un video cortesía del Profesor Hugo Arana P, donde se explica un poco el oficio de Arenero del río Apure. Sin duda, entre los que arriba mencionamos, el Arenero es uno de los oficios mas peligrosos, pues implica sumergirse una y otra vez en el río, donde habitan caribes, rayas y tembladores, además de caimanes en algunos sectores; a sacar arena del fondo para ser usada en la construcción.
Como único equipo: un tobo especial con el fondo perforado y un lado cortante. No hay más, solo la condición física del hombre llanero, sus dotes de nadador y sus pulmones de acero para sumergirse hasta 3 metros para subir con un tobo lleno. El material se va colocando en la canoa que una vez cargada, se desplaza a la orilla para descargarla allí o directamente en camiones volteo.
A los peligros naturales que existen en el río se suma la contaminación del mismo, asunto que no pareciera afectarlos.
Estos han sido trabajos u oficios que van pasando de generacion en generación, por lo que es normal que en una misma familia, el abuelo, el padre y el hijo sean o hayan sido areneros.
La arena así recolectada, pareciera ser inacabable pues constantemente el río la trae en su recorrido y se va sedimentando al fondo.
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28 de febrero de 2014
22 de febrero de 2014
Un Llanero en la Capital - Daniel Mendoza
UN LLANERO EN LA CAPITAL
http://cuentosdelatinoamerica.blogspot.com/2011/11/un-llanero-en-la-capital-daniel-mendoza.html
— ¡Pum, pum, pum; jiá, jiá, jiá!
— ¡Muchacho, mira quién toca!
— ¡Ahiá, ahiá, ahiá!; ¿dónde están los blancos de aquí? ¿No hay quién choque al tranquero? ¡Ahí, ahí, ahí!
— ¡Va!
—Ya tumbo la palisá, ¡huó, huó, huó!
—Pase usted adelante: ¿qué se le ofrece a usted?
—¿No bibe aquí el Dotor?
—Sí, señor; ¡pase usted adelante!
—Pero ¿por dónde choco? ¡Caramba! Mire usted que no quiero perderme más.
—Por aquí, por aquí... Siga usted, ¡entre!
—Oh, mi Dotor, Dios me lo guar... ¡Candela!, ¿tuavía está usted durmiendo cuando ya es hora de sestiar? ¡Arriba, arriba!
—¡Hola! ¿Palmarote por aquí? ¿Cuándo ha llegado usted?
—¡Cañafístola!, que tris no doi con su comedero. Dende que apuntó el lusero, lo ando sabaniando por estos pedreguyales, y aquí caigo, ayí levanto; acá me arrempujan, ayá me estrujan; y por onde quiera el frío, y la gente y la buya; y los malojeros juio, juio, juio; y las carretas rruuu. ¡Caramba! ¿Cómo diablos pueen ustedes bibir y entenderse en esta grisapa?
Así se anunció en mi casa, no ha muchas mañanas, el personaje que voy a presentar a mis lectores. No será necesario decir que era un llanero, tipo tan conocido en esta capital, que las pinceladas precedentes bastarían a bosquejarlo; tipo original e interesante al propio tiempo; tipo, en fin, que difiere esencialmente de los demás caracteres provinciales de aquesta nuestra pobre República.
Serían las ocho de la mañana todo lo más, y yo dormía aún, o, con más propiedad, yacía aún en el lecho en ese estado de parálisis que suspende el uso de nuestras facultades físicas y morales. Grata y deliciosa parálisis, en que ni se duerme, ni se está despierto; en que los objetos se ven como al través de un prisma y los sonidos se oyen como a una gran distancia; parálisis, de una vez, que quisiéramos prolongar indefinidamente y de la que nos arrancamos por un esfuerzo de decidida voluntad.
Bien se me alcanza, desde luego, que el escritor que así describe esta situación se compromete a algo, porque parece que se declara abogado de la pereza, echándose a cuestas, por añadidura, una grave responsabilidad higiénica.
Empero, yo protesto que no es mi ánimo comprometerme a nada. En la inconstancia e inestabilidad de mi carácter, hoy aplaudo lo que tal vez mañana censure; ahora saboreo las delicias de la cama, acaso más tarde escriba una filípica contra los dormilones. ¿Y qué remedio lectores míos? Cada uno es como Dios lo ha hecho y a veces un poquito peor, según decía Sancho. Lo que sí no puedo pasar sin someterlo a mi férula, es el candoroso error en que incurren algunos cuando exclaman: «¡Oh, qué grato es levantarse temprano!». Grave error gramatical, imperdonable confusión de tiempos! Señores, será grato y muy grato HABERSE levantado, pero ¿levantarse, Dios mío? ¿Puede haber maldito el placer en arrancarse el placer mismo de los labios?
Pasemos adelante, lectores míos, y no hablemos más de LEVANTAMIENTOS, que es plato que indigesta en estos climas.
Palmarote acababa de llegar a esta melancólica capital, adonde se había encaminado, no por capricho, ciertamente, sino a consecuencias de no sé qué pecado cometido en junio último en la provincia del Guárico; y no menos quería sino que yo le enderezase a esas notabilidades del poder o del favor. ¡Yo precisamente, que no sé dónde paran las unas ni las otras! Pero, paciencia, me dije, que ésta es una de las ventajas del tener paisanos, y después de rebullirme y desperezarme lentamente, salté al fin de aquel lecho, sepulcro de mis gratos o desagradables ensueños.
En tanto que Palmarote lo registraba todo con ávida curiosidad, en tanto que comentaba las láminas de algunos libros y examinaba atentamente los muebles, tocándolo todo con sus manos, como para salir de algún error o mejor fijar una idea, en tanto, digo, hacía yo mi TOlLETTE, que, de paso sea dicho, ni es tan esmerada como la de un pisaverde, ni tan descuidada como la de un avaro.
Y a propósito, el vestido de Palmarote no dejaba de interesar por su originalidad. Corto el calzón y estrecho, terminando a media pierna por unas piececillas colgantes que remedan, aunque no muy fielmente, las uñas del pavo, de donde toma su nombre; la camisa curiosamente rizada, no abrochado el cuello, ajustada al cinto por una banda tricolor, como el pabellón nacional, y cuyas faldas volaban libremente por defuera; un rosario alrededor del cuello del GUARDACAMISA ostentaba sus grandes cuentas de oro; desnudo el pie, y la cabeza, metida, por decirlo así, entre un pañuelo de enormes listas rojas, soportaba un sombrero de castor de anchas alas.
Mirábame el llanero, no sin curiosidad, pasar de una función a otra de TOlLETTE y me abrumaba con repetidas preguntas.
—Y ese palito, Dotor, ¿qué significa?
—Es la escobilla de dientes, Palmarote: sirve para el aseo de la dentadura.
—De moo que el que no tiene dientes... ¡probe mi bale Alifonso!, ¡se quedó sin el palito! ¿Y ese otro artificio, Dotor?
—Esa es una relojera: ahí se pone el reloj cuando no lo lleva el individuo.
—¿Y la cabuyita negra?
—Es el cordón del reloj. ¡Mire usted un curioso tejido de cabellos de mujer! ¡Y se lleva así, mire usted!
—¡Ja, ja, ja!, Dotor, eso es cargar la soga en el pescueso. ¡Caramba!, que ya las mujeres enlasan con su mesma serda. Pues ahora, mi Dotor, tiene usted que cabrestiar hasta el botalón o tirar para atrás y rebentar la soga. Pero ¡qué malo es este espejo!
—Al contrario, Palmarote, tiene muy buena luz.
—Pues, ¿cómo me beo yo tan feo? ¡Jesú, qué espantamio!
—Porque ese espejo refleja fielmente las imágenes, amigo mío.
—¡Candela!, pues cuando mi samba se mira en estos ojitos, dice que ya tiene sueño. ¿Y estos cueritos, Dotor, para qué son buenos?
—Esos son guantes, Palmarote: se llevan en las manos de este modo, ¡mire usted!
—¡Caramba!, ¡cuántos aperos! ¿Sabe lo que se me ocurre, Dotor? Si todo lo que ustedes emplean en tantos cachibaches, lo hubieran empleado en nobiyas de primer parto, ¿cuántos beserros no jerrarían en este berano?
—Pero es menester, Palmarote, no ver la vida de sociedad sólo por el lado de las invasiones que ella hace al bolsillo, sino también por el de los goces que da en cambio.
—¡Oh!, mucho que se gosa aquí con el frío y con las piedras y con la buya y dos riales por el sancocho y cuatro ramas de malojo por dos riales y los marchantes con sus tiendas y los nobiyos a rial y medio y uno tan corto y... Dotor, ¿usted necesita esta pistolita?, ¡qué bonita!
—No dejo de usarla algunas veces, Palmarote; pero eso no es un inconveniente para que yo tenga el gusto de ofrecerla a usted: ¡tómela usted!
—Dios le yebe al sielo, mi Dotor, aunque creo que ayá no dentran los papeleros.
Aquí interrumpí yo la serie de preguntas de mi paisano para ponerme a su disposición, estando ya en aptitud de salir de casa. Mis servicios, le dije, se limitarán a dar a usted la dirección de esos señores, de quienes anda usted tan solícito. Sin contestarme una palabra, sacó de su bolsillo un envoltorio de hojas de tabaco (del detestable que se produce en el país), mordió una dosis más que mediana que masticaba con entusiasmo, luego me ofreció para que yo mordiera a continuación, lo rehusé desde luego, me protestó que su oferta era sincera, le probé que mi negativa lo era también, y por último, yo adelante y él atrás (humildad característica del llanero), salimos de casa y nos echamos a rodar por las inmensas calles de esta capital.
En puridad de verdad, no andaba Palmarote escaso de razón al quejarse del frío, acostumbrado, por otra parte, al calor sofocante de las llanuras. La humedad de la atmósfera helaba las extremidades del cuerpo, por lo cual tomamos la acera azotada entonces por el sol. Palmarote abría unos ojos llenos de avidez y de curiosidad. Estamos en la calle del Comercio, le dije.
—¡Mire usted, Dotor!, con rasón yaman a esta suidá la empoya de las letras: ¡mire cuántos letreros!
—El emporio de las letras, querrá usted decir.
—Lo mismo bale, Dotor, que yo no soi plumario. ¡Cuántos letreros!, uno, dos, tres... ¡Caramba!, cada casa tiene el suyo. ¡Deletréeme aquél!
—«Pastelería nacional».
—Eso si es berdá. Dotor: en cuanto a pasteleros, aquí no reconosemos padrote, y para descubrir el pastel, también estamos solitos. ¡Lea aquel otro, aquel del pabo!
—«Pavos y pichones para los parroquianos vivos y asados».
—¡Jesú, y qué lástima les tengo a los parroquianos bibos!, porque al fin ya los asados pasaron por la candela. ¡El de más ayá, Dotor!
—«Códigos nacionales para instrucción de los empleados que se venden a precios cómodos».
—¡Gran consuelo es ése para los probes, mi Dotor! Mire aquel otro; pero apártese que lo tumba ese burro. (¡Vuelta burro, juío, juío, juío!)
—«Aquí se amuela casi de balde».
—¡Caramba!, ya lo creo; pero buélbase a apartar, Dotor, ¡mire esa carreta! (¡Ese buei palomo, choooó! Marchantes, ¿compran carbones?) ¡Ah lusero!, mire, Dotor, aqueya ojos negros, pelo negro... ésa. ¡Candela y qué buena pata debe tener! ¡Mire cómo pisa en la piedra, ni se trompieza, ni pierde el golpe! Tiene toas las condiciones.
—¡Sepamos, Palmarote, cuáles son esas condiciones!
—Ancas, pecho, siete cuartas, suabe de boca, y güen mobimiento. ¿No correrá con la silla, Dotor?
—Pero entendámonos. Palmarote, ¿habla usted de mujeres o de caballos?
—Pué entonce léame aquel otro letrero, que ya beo que no nos vamos a entender. Y apártese que ahí ba una carreta con basura. ¿Pa onde yeban esa basura, Dotor?
—Para aquel basurero que ve usted allí.
—¡Cómo!, ¿en la capital de Berensuela hai un basurero entre la suidá?
—Uno no más, no, Palmarote; todavía hay algunos otros.
—¡Corotos! Y buélbase a apartar, Dotor, y le aconsejo que se biba apartando: mire una trosá de gente que biene ayí, y aquí biene otra, estos barriles, y ese borracho, mire, mire (¡Lepruu! ¡Biba la emocracia! ¡Bibaa! ¡Caramba!
—¡Compran piedras de amolar! ¡Arre burro, juío, juío, juío! ¡Ea, ñó elombre, apártese!
—¿Usted habla conmigo? Mire que si me le boi al bosal jase barro con el rabo).
—Vamos, Palmarote, continuemos y tomaremos ahora la calle del Sol.
—Ja, están crendo estos muñecos que como anda medio inquilino no puee cantar en patio ageno, y no saben que yo ni miro joyo ni palma chiquita, y cuando no tumbo al toro le arranco el rabo.
—Estamos, pues, ya en la calle del Sol, Palmarote.
—¿En la caye del Sol, Dotor? Acaso el sol sabanea más por esta caye que por las otras?
—Tienes razón: este es un nombre de capricho; pero esto viene de la necesidad de nombrar las calles, bien que algunas tengan un nombre alusivo o histórico. En los pueblos de las llanuras no se conoce esta necesidad, ni tampoco la de numerar las casas, porque allí las poblaciones son reducidas, las calles pequeñas, las casas más distantes puede decirse que están vecinas y los individuos todos se conocen entre sí. No sucede así en las grandes ciudades atravesadas por muchas y extensas calles, con casas varias y en número infinito y con una población considerable, enriquecida casi siempre con gran número de extranjeros.
—Sí, ya comprendo la necesidá de jerrar las casas, así como sucede con el ganao, que habiéndose aumentao tanto, ha sido menester pegarle un jierro. Y diga usted, Dotor, ¿algunas casas orejanas que he visto aquí, no podría el vecino quemarlas con su jierro?
—Eso seria un robo, Palmarote, como lo seria el hecho de apropiarse el individuo un Orejano que no está en sus sabanas. Esas casas no están numeradas por descuido.
—Y a propósito de estranjeros, diga usted, Dotor, esas gentes de esas otras tierras, ¿serán cristianos?
—No todos lo son, Palmarote; porque no todos los pueblos adoran al Cristo del Calvario. Hay los judíos que, no reconociendo al Hijo de Dios, observan el antiguo código de Moisés. Hay los mahometanos, que...
—No siga, Dotor, que ni yo tengo catria de tos esos códigos, ni es eso lo que he querío preguntarle. Lo que yo quiero saber es si esos Musius que bienen de por ayá hablando en lengua, son gente güena.
—La sola calidad de extranjeros, Palmarote, o de naturales no hace a los hombres buenos ni malos. El corazón, la índole y los principios de educación son las causas de la bondad o maldad del individuo. Así que entre los extranjeros, como entre los naturales, hay gente buena y gente mala. ¿No conoce usted venezolanos malos, Palmarote?
—Y tantos, Dotor, que más balía que no los conosiera.
—Pero hay una circunstancia en favor de los extranjeros. Todos los más vienen al país por conveniencia, y siendo desconocidos en él, necesitan hacerse una reputación, tienen que hacer dobles esfuerzos para merecer la estimación pública. De ahí viene que sean por lo regular más morigerados y más laboriosos que los naturales, y de aquí el rápido incremento de su fortuna.
—¿Y cómo ha de ser güeno, Dotor, que esos marchantes bengan aquí a yevarse los riales?
—Malo y muy malo sería que se los llevasen, si no dejasen en cambio un equivalente. Pero al contrario, ellos, plegando a esa sed insaciable de riqueza, que no sentimos nosotros por cierto, contraen todas sus fuerzas al trabajo, establecen industrias desconocidas en el país, que van a ser otras tantas fuentes de riqueza pública, emplean en sus establecimientos gran número de obreros naturales, que más tarde se harán empresarios, o al menos se harán más hábiles y diestros en su industria, fomentan, por tanto, y hacen popular el amor al trabajo, satisfacen con sus productos gran parte de las necesidades del país y sirven, por último, de estrechar más y más los lazos de nuestra República con las distintas naciones a que ellos pertenecen. ¿Qué importa, pues, que en cambio de tantas ventajas se lleven parte de nuestro numerario? Porque has de saber, Palmarote, que la riqueza de una nación no consiste en el dinero que ella tenga, sino en los productos que...
—¡Alto ahí, Dotor!, ¿cómo es eso? ¿La riqueza no consiste en el dinero? ¡Cañafístola! Si yo dijera eso ayá en mi tierra, me apedriarían.
—Y sin embargo, esa es la verdad, Palmarote, como lo persuaden los economistas.
—¡El diablo serán esos aconomitas, Dotor! No dormiría yo con eyos ni que me dieran una baca paría.
En esa sazón y coyuntura atravesábamos mi paisano y yo la plazoleta de San Francisco:
—Y ese edificio que ve usted a su izquierda es lo que fuera un tiempo el convento de frailes franciscanos, destinado hoy a las sesiones de las Asambleas Legislativas. ¡Acerquémonos!
—Y diga usted, Dotor, ¿aónde se han dio esos flaires?
—A la eternidad, Palmarote. Después de la extinción de los conventos todos han muerto ya.
—Serían traviesos los tales flaires, Dotor, porque yo sé unas historias de sus paternidaes... ¿Y dise usted que aquí biben ahora esas señoras Asambleas?
—Decía yo, Palmarote, que en ese local se hacen nuestras leyes.
—¡Caramba, Dotor! ¿Y pa una cosa tan pequeña un caserón tan grande? Pues andarán eyas toas regás quini frutas de maraca.
—Continuaremos, si le place, Palmarote, y volviendo esta esquina, ganaremos la calle de las Leyes Patrias: ¡Mire usted ese paredón, que arrancando desde aquel edificio que ve usted allí, recorre toda la manzana! Todo eso es el convento de Reverendas Madres Concepciones.
—¡Hum, malo, malo! ¿Tan cerca de los flaires esas madres? ¿Y no es pecao que las monjas sean madres, Dotor?
—No, Palmarote; es un título que se da a las religiosas, quienes renunciando al mundo y abrazando una religión de las aprobadas, se dice que son esposas de Jesucristo, nuestro Padre, así como a los clérigos se les llama padres, considerados como esposos fieles de la Iglesia, nuestra madre.
—¿Y qué dirán esas santas mujeres de nuestras cosas, Dotor? ¡Y gordasas que estarán ahí entrese potrero, y cómo chocarán al tranquero por berse a toa sabana!
—Ese edificio que está al frente, Palmarote, es el Seminario Tridentino, el establecimiento más útil y más célebre de nuestro país. Ahí se enseñan las ciencias más importantes al hombre...
—Hablemos claro Dotor: ¡aquí se conseña a papelero; aquí es que se apriende a Dotor; pero ya naidie quiere aprender a cura, no señor! Papeles ban y papeles bienen; pero naidie dice «dominos bobisco». Cuando saben haser cuatro gasetas, se cren ya unos hombresitos; pero coja usted un Dotor y póngale una soga en la mano, pa que lo bea too regao en siya. Ni sabe apiársele a un toro, ni arriar una madrina, ni trochar una potranca, ni pasar su siya, ni maldita la cosa ¡Y esto no es sencia! No, señor; gasetas ban y gasetas bienen; Dotores por aquí y Dotores por ayí; y ni el toro se tumba, ni se jierra el beserro, ni se arrea la madrina, ni se trocha la potranca y se moja la siya. ¡Y tóo no es sencia!
—¡Qué disparates, Palmarote! ¿Qué seria de la sociedad si todos fuéramos arreadores de madrinas, como dice usted? Los cultivadores de las ciencias, como los industriales, como los que ejercen oficios, etc., todos, todos prestan un gran servicio a la sociedad, auxiliándose recíprocamente, y es necesario que todos desempeñen funciones distintas. Sería imposible que...
—Pare, pare, Dotor, que ya beo que usted también es papelero, y dígame: ese jumo blanco que se be ayí arriba del serro ¿qué significa? Porque, jumo no puee ser, porque ¡hombre!, ¿quién ba a estar asando tanta carne ayí a estas horas? Polbo tampoco, porque ¡candela!, ¿qué bestias puee estar barajustando ayá arriba? Yo digo que eso debe ser el paro frío.
—Esos son los vapores que exhala la tierra, Palmarote, que no pudiendo ascender más por su peso, ni descender por ser más ligeros que las capas inferiores del aire, se quedan en esas regiones atmosféricas
—Apártese, Dotor, que aquí biene uno a cabayo. ¡Guá!, el mocho es de la cría padronera: ¡béale el jierro en este ganso! Mire, Dotor: yo tengo un mocho rusio, grande; buen moso, y con unas ancas, que se puee escribir una carta, y tan baquero, que la ilasión es que el toro se mené, cuando, ¡sas!, ya me yeba a la buelta del cacho; ¡mocho de responsabilidá! ¿No le gustan a usted los mochos, Dotor?
—¡Oh!, mucho, muchísimo, me desvivo por un mocho.
Al llegar aquí nuestro diálogo, tiempo había ya que nos encontrábamos parados en la esquina que forman al cortarse las calles de las Leyes Patrias y de las Ciencias.
—Mire usted —dije a mi protegido, señalando hacia el oriente, aquella plaza que ve usted allí es la de San Jacinto.
Al oír esta palabra Palmarote hizo un movimiento convulsivo, semejante a esos sacudimientos galvánicos, y palideció.
—¡Caramba! —dijo después de un momento de silencio—, si yo juera desos jasedores de leyes, la primera lei que sacaba del morde sería: «que se compusieran las cárseles y se les añadieran algunas piesas más», porque, Dotor, puee ofrecerse pará un rodeo ayí y no hai sabana; bien es que en un barajuste de ganao hai nobiyo biejo que ba a tené al inprosulto.
Palmarote calló, su frente se puso un tanto sombría, un profundo suspiro salió de lo íntimo de su corazón y una preñada lágrima rodaba lentamente por la mejilla de aquel rostro tostado por el sol y arrugado por las fatigas de una vida rudamente laboriosa. A pesar mío interrumpí aquella situación interesante e hice seña al paisano de continuar nuestra carrera. De allí a poco nos encontramos al frente del Palacio de Gobierno. La entrada estaba sellada de gente. Volvíme hacia Palmarote y le dije:
—Está cumplida mi oferta, amigo mío: está usted en el Palacio de Gobierno, y aquí tocará usted, como Dios lo ayude, con las personas cuyo favor solicita.
—Y diga usted, Dotor, ¿detrás de ese serro no haberá algún yano?
—Sí, Palmarote: detrás de ese cerro está el horizonte. ¡Adiós!
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Los Hijos de Guárico: Daniel Mendoza
La reseña biográfica que ofrecemos a continuación es tomada de el libro EL LLANERO, obra que paradójicamente se dice que no es de la autoría de Daniel Mendoza, sino de Rafael Bolívar Coronado, opinión ampliamente difundida y comprobada por algunos estudiosos del tema.
Pertenece Daniel Mendoza a la generación de escritores venezolanos que floreció en la primera mitad del siglo XIX, ésto es en el período encabezado por Andrés Bello, Simón Rodríguez y Rafal María Baralt. En este período cultural ya iniciado dese finales del siglo XVIII por obra de los esfuerzos personales de algunos autodidactas, culminó en los oradores de la Sociedad Patriótica de 1810, donde brillaron por su talento Miranda, Peña, Bolívar, Coto Paúl, Espejo; y en los la representan con honor, prohombres del primer Congreso de Venezuela, en el año 1811. Hoy, a principios del siglo XX, la cultura literaria de la nación que en los actuales momentos ha llegado a su más brillante plenitud con Urbaneja Achepoll, Manuel Fombona Palacio, Picón Febres, Gil Fortoul, P.E. Coll, Eloy González, Lisandro Alvarado, Pedro Manuel Arcaya, Jesús Semprum, Manuel Díaz Rodríguez y algunos otros.
Tocó a Daniel Mendoza la época en que el romanticismo alcanzaba su mayor prepotencia; pero él, por una rara intuición de su ingenio, supo rehuir aquella forma sensiblera, y por lo tanto inadaptable a su temperamento, donde vibraban todos los anhelos y todas las arrogancias de la nueva raza.
De la llanura maternal pasó a los colegios y universidades, y de aquellas clásicas prisiones salió disciplinado su espíritu para las faenas de la civilización; entonces tornó de nuevo al hogar y se dio a la tarea de civilizar aquella tierra todavía cerril
.
Nació Daniel Mendoza en la ciudad de Calabozo, capital del estado Guárico, en los Llanos de Venezuela, el año 1823. Apenas cumplía doce cuando fue llevado por sus padres a Caracas, donde ingresó en el Seminario Tridentino.
En aquel Instituto permaneció hasta los quince años, en que pasó a estudiar jurisprudencia a la Universidad Central, en la que obtuvo el título de doctor en leyes.
En 1844 se dio a conocer como escritor publicando sus Observaciones Meteorológicas y colaborando en un bisemanario llamado Revista de Letras. En la colección de esta revista, existente en la Biblioteca Nacional, en Caracas, se encuentra gran número de poesías de Daniel Mendoza, pues Daniel Mendoza también las hizo, aunque no con el éxito que obtuvo por sus trabajos en prosa.
Dos años después publicó la presente obra (El Llanero) y una colección de artículos de costumbres. Como observador de la naturaleza y de las costumbres llaneras, y por sus reflexiones a tal respecto, Daniel Mendoza es un precursor de los estudios sociológicos en Venezuela.
De Caracas marchó a su ciudad natal a ponerse al frente de los intereses que le legaron sus padres.
Fundó un colegio, por puro amor patrio y en anhelos de civilizador, y por puro amor patrio y en resguardo de sus intereses trabajó activamente en la formación de una Sociedad de Ganaderos que en aquel tiempo contribuyó poderosamente a la total extinción del abigeato que había cobrado alarmante auge en toda la región de las pampas.
En 1860 – a la edad de treinta y siete años-, falleció a consecuencia de un tumor en el hígado, el cual se le produjo por un accidente andando de vaquería en la pampa.
Editorial América
( La edición original no tiene fecha, pero se estima que fue en 1818 )
Complementamos la información con la reseña que sobre este autor está plasmada en el libro Diccionario Biográfico Cultural del estado Guárico:
"Cuando apenas contaba con 23 años dio comienzo a la magnífica producción literaria que lo convirtió en el exponente máximo del Costumbrismo y que trazó el rumbo para el desarrollo ulterior de éste género.
De Mendoza se ha expresado: (se omite la fuente en la reseña original)
“Esparce en sus cuadros agudezas y donaires y reproduce el lenguaje popular, salpicado de regocijadas alusiones. El rústico Palmarote (Personaje Central de Un Llanero en la Capital) está trazado de mano maestra, con acendrado realismo, libre de prejuicios de escuela, sencillo sin vulgaridad; original sin extravagancia. Es una figura de carne y hueso tomada del natural; sincero y saleroso, lleno a entiempo de malicia e ingenuidad, que en todo fija sus ojos, en la Capital de la República; todo lo pregunta y nada se sustrae a su fisga sazonada con suma agudeza de ingenio. Él solo bastaría para señalar sitio adecuado en la evolución del costumbrismo venezolano a Mendoza, que hizo suyo el aforismo según el cual, “los cuadros de costumbres no se inventan, se copian…”
El poeta Fleitas Beroes, que realizó un estudio de las versiones antiguas de El Llanero, colocó de su puño y letra en la edición de 1947 lo siguiente: “Murió según el diccionario, a la edad de 44 años. Este es el dato correcto: falleció en 03/09/1870. Así consta en el Libro de Defunciones de la Catedral de Calabozo. Se le rezó el responso el día 04/09/1870.
20 de febrero de 2014
Simón Díaz - El Tío Simón
Mi querido Tío Simón, representación del hombre de campo venezolano, del sentimiento, de la inspiración. Hombre que ha sabido llevar a lo largo de su vida artística, la música de Venezuela a todas las edades, a todos los gustos, aún a los mas exigentes conocedores de música en el mundo, a todos los rincones.....
¿Que se puede decir de éste artista que ya no esté dicho? ¿Que rescató la Tonada? ¿Que educó a miles de niños venezolanos? ¿Que galopó cantando Caballo Viejo en los mas exigentes escenarios? ¿Que es un valuarte de nuestro país? Todo está dicho ya, sin embargo, no estaría completo este Blog, sin contar algunos detalles de su vida artística.....
Nacido el 8 del 8 de 1928 , en Barbacoas Edo Aragua, es uno de nuestros más famosos representantes del folclore llanero. Músico, compositor e intérprete de múltiples piezas, que hemos oído y cantado por años. Acompañado siempre de una sencillez y humor característicos, ha estado en muchos escenarios del mundo dando a conocer nuestra música. Es fundamentalmente conocido por el rescate de la tonada llanera, música que se dedicó a difundir hasta más allá de nuestras fronteras, aportándole su corazón, hasta hacer de ella un género musical de interés internacional, cantado e interpretado por muchos artistas internacionales y versionado con orquestas sinfónicas y coros, en coreografías y películas.
Simón Diaz, es un hombre de versatilidad asombrosa, humorista, improvisador y actor de teatro, cine y televisión. Su famoso programa diario "Contesta por tío Simón", significó un aporte invalorable al país, ya que llevó a los más pequeños, durante 10 años, el conocimiento del llano, costumbres y música , obteniendo un alto rating.
" Del trabajo realizado en su país: Hasta el momento ha sido actor principal de 3 obras de teatro y 5 largometrajes, ha producido y conducido 12 diferentes programas de TV de altísima sintonía, todos diseñados para promover la música venezolana, y siendo uno de ellos dedicado a la enseñanza de la cultura popular a los niños. Este programa estuvo 10 años en el aire, y de esta experiencia Simón Díaz pasó a llamarse " Tío Simón", nombre con el que se le conoce cariñosamente. Mantuvo la conducción de un programa diario para la radio por espacio de 25 años, también dedicado al folclore y la música venezolana; en su record discográfico cuenta con más de 70 producciones musicales. Son innumerables las actuaciones artísticas que ha realizado a lo largo de su carrera, y en las que ha compartido el escenario con artistas como Mario Moreno " Cantinflas", Plácido Domingo, Lucho Gatica, Marco Antonio Muñíz, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, entre otros. De esta fructífera carrera, celebró en el año 1998, los 50 años de vida artística.
Ha recibido los premios más importantes que otorga su país en materia musical. Fue distinguido con la más alta condecoración que otorga el estado venezolano, como lo es la " Orden del Libertador en su Orden de Gran Cordón", constituyéndose en el único artista nacional al que se le haya impuesto dicha distinción. Ha representado a su país en Francia, Inglaterra, España, Polonia, Hungría, Irak, Estados Unidos, México, Panamá, Puerto Rico, Ecuador, Chile, Brasil, Cuba y Colombia.”www.simondiaz.com
Su composición e interpretación cumbre es el famoso Caballo Viejo, tambien conocida como Bamboleo, que ha dado la vuelta al mundo no solo en la voz de Simón, sino de reconocidos artistas como Plácido Domingo, Ray Conniff, Julio Iglesias, Celia Cruz, Rubén Blades, Gilberto Santarrosa, Gipsy Kings, Tania Libertad, María Dolores Pradera, Armando Manzanero, Barbarito Diez, Ry Cooder, Martirio y Oscar de León.
Con todo esto, es indiscutible el aporte que ha hecho a nuestro país, llevando nuestra esencia en su arte sencillo y de gran calidad. Lo hemos visto con su pantalón kaki, su franela blanca y sus alpargatas, así como con su Liqui liqui en ocasiones más solemnes. Lo hemos visto improvisar, desparramar humor sano, nos ha hecho sonreír con sus ocurrencias y con su “¡Caracha negro!” cruzando el brazo; nos ha emocionado con la ternura de sus letras y nos ha transportado al campo volando en ellas; nos ha permitido palpar la belleza del llano con su melodiosa voz que mana fuerte desde su corazón.
Particularmente, soy fan de Simón Diaz desde que recuerdo, desde mis tiempos de adolescencia en que me aprendí muchas de sus canciones, de mis tiempos de madre cuando mis hijos veían todas las tardes a Chusmita, Coquito, Teresita, Zurima, Jessica y Dulce María, de mis tiempos de madurez, donde coloco sus discos los domingos en la mañana. Ha sido un artista que he escuchado toda la vida, siempre abrazado a su cuatro como compañero inseparable.
Escoger una canción?? realmente difícil empresa, pues todas son preciosas....
Escoger una canción?? realmente difícil empresa, pues todas son preciosas....
Fuentes consultadas: www.simondiaz.com y www.cuandoerachamo.com
Glosando el Caballo Viejo - Manuel Graterol Santander
no le hace caso a falseta
y no le obedece a freno
ni lo paran falsas riendas
Uno no tiene la culpa
quererse no tiene horario
ni fecha en el calendario
cuando las ganas se juntan
El pecho se le desgrana
al samán de los caminos
y se desborda de trinos
la calle de la sabana,
el gallo toca su diana
sin pedir ni una disculpa
mientras la guayaba en pulpa
pinta el arrebol lejano,
así de bello es el llano,
uno no tiene la culpa.
No le hace caso a falseta
el potro de los pasajes
sediento de tantos viajes
por el Arauca y el Meta
en donde el amor aprieta
es rezo y escapulario
y aunque resulte un calvario,
así venga lo que venga,
no hay reloj que lo detenga,
quererse no tiene horario.
al samán de los caminos
y se desborda de trinos
la calle de la sabana,
el gallo toca su diana
sin pedir ni una disculpa
mientras la guayaba en pulpa
pinta el arrebol lejano,
así de bello es el llano,
uno no tiene la culpa.
No le hace caso a falseta
el potro de los pasajes
sediento de tantos viajes
por el Arauca y el Meta
en donde el amor aprieta
es rezo y escapulario
y aunque resulte un calvario,
así venga lo que venga,
no hay reloj que lo detenga,
quererse no tiene horario.
Y no le obedece a freno
el joropo sin gobierno
que no lo asusta el invierno
ni el relámpago ni el trueno
pues cuando el amor es bueno,
su voz de libro primario
en el caney solitario
surge bailando la brisa
sin tener hora precisa
ni fecha en el calendario.
Ni lo paran falsas riendas
porque hay amor de por medio
y uno no tiene remedio
cuando transita esas sendas
Por eso, para que aprendas
lo que todos me preguntan,
te digo lo que me apuntan
las espigas del sendero:
sólo hay amor verdadero
cuando las ganas se juntan
el joropo sin gobierno
que no lo asusta el invierno
ni el relámpago ni el trueno
pues cuando el amor es bueno,
su voz de libro primario
en el caney solitario
surge bailando la brisa
sin tener hora precisa
ni fecha en el calendario.
Ni lo paran falsas riendas
porque hay amor de por medio
y uno no tiene remedio
cuando transita esas sendas
Por eso, para que aprendas
lo que todos me preguntan,
te digo lo que me apuntan
las espigas del sendero:
sólo hay amor verdadero
cuando las ganas se juntan
16 de febrero de 2014
El Día del Llanero 2/2
Existe otra posición sobre cual debería considerarse el día del Llanero. Esta segunda opinión está si se quiere mas difundida que la primera, ha sido aceptada en varios municipios del estado Guárico y también está siendo considerada en Barinas. La fecha propuesta es, en este caso, el 17 de Febrero y se basa en los siguientes argumentos:
El 17 de febrero de 1818, el Libertador Simón Bolívar, luego de las acciones bélicas en Apure y el sur del Guárico (Calabozo, La Uriosa y El Samán del Sombrero), en los que combate al lado de los pobladores de esos sitios, lanza en el Cuartel General del pueblo de El Sombrero su célebre Proclama a los Llaneros venezolanos, en su discurso, por primera vez alecciona a los habitantes de la región de los llanos de una manera consagratoria. Una pieza en la que no faltó la dimensión estética indispensable para el logro de su objetivo y la trascendencia histórica del momento.
Les dice el Libertador a los llaneros del Guárico:
“Un ejército de hombres libres, valiosos y vencedores, no puede encontrar resistencia; la victoria marcha delante de nosotros; y Venezuela verá rendirse o perecer a sus crueles conquistadores –Llaneros- vosotros sois invencibles; vuestros caballos, vuestra lanza y estos desiertos, os libran de la tiranía. Vosotros seréis independientes a despecho del imperio español”.
Fragmento de la Proclama, que es un grito de esperanza donde se puede apreciar la condición de “invencibles” que El Libertador atribuye a los llaneros, lo que constituye un reconocimiento a la autoestima de la etnia llanera, razón por la cual desde hace algunos años los Concejos Municipales de los municipios Julián Mellado, Ortiz, Camaguán, San Jerónimo de Guayabal y Francisco de Miranda del estado Guárico, han seleccionado el 17 de febrero, día de la célebre Proclama a los Llaneros para celebrar el Día del Llanero. Tierras Llanas, blog
LAS RAZONES HISTÓRICAS:
“Las circunstancias habían colocado a Bolívar cerca de los llaneros en tiempos recientes a aquel 17 de febrero.
-Meses antes el Libertador es rescatado por los llaneros de Zaraza, luego del revés de la Casa Fuerte en Barcelona.
-El 06 de ese mes había ocurrido la captura de Las Flecheras, en Boca de Coplé, por parte de los llaneros.
-El 07 de febrero es realizada la toma de Guayabal por el Comandante Hermenegildo Mujica, (el mismo a quien gracias a sus acciones patriotas, junto a sus hermanos, lo recordamos con el nombre de Paso e’ Mujica).
-12 de febrero, Batalla de Calabozo, donde Bolívar puso en derrota a Morillo.
-15 de febrero, ataque a la retaguardia de Morillo, de parte de los llaneros, en La Uriosa.
-16 de febrero, Batalla de El Sombrero.
-17 de febrero, proclama de Bolívar a los llaneros en El Sombrero.
“Estos encuentros con los llaneros, fueron razones para que el genio del Libertador lanzara, el 17 de febrero de 1818, la Proclama a los Llaneros, y son suficientes razones para que esta Cámara Municipal se convierta en la primera entidad territorial de Colombia y Venezuela que reconozca y celebre un día para los llaneros, y que la primera celebración sea el 17 de febrero de 2007. Fuego cotidiano, Blog
ENTRADAS RELACIONADAS: EL DIA DEL LLANERO 1/1
15 de febrero de 2014
Ya no viene bramando cual solía: Silva Criolla: Estancia II
Esta entrada fue publicada en 2011, con el nombre de Verano Llanero: La Transhumancia. Entrada 1/3 .
ESTANCIA II
Ya no viene bramando cual solía
Al declinar el día
Por uno y otro rumbo la vacada;
Ni plantado en mitad del paradero
Escarba y muge fiero
El toro padre de cerviz cuajada.
Ya no turba el reposo de los hatos
Madrugador lucero;
Ni despiertan el eco adormecido
El amante reclamo del bramido
A la par de la copla del vaquero.
A más benigno suelo,
A más fértil región de aguas profundas
Y de lucientes pastos regalados:
A las islas distantes y fecundas
Fuéronse al fin pastores y ganados.
¡Cantando una tonada clamorosa,
Y bajo el fiero sol de la sabana
Al paso lento de la res morosa
Con rumbo al Sur cruzó la caravana!
Silva Criolla
Francisco Lazo Martí
El poeta nos trasmite una especie de añoranza, de comparación de lo que antes había y lo que no hay ahora. Resalta en los versos la transhumancia, como hecho que se repite todos los años en verano para llevar el ganado a sitios donde encuentre pastos verdes.
La Transhumancia, se efectuaba principalmente de los llanos de Guárico a las Islas del río Apure y esa emigración se iniciaba después de la "salida de aguas", aproximadamente a finales de Diciembre.
En el estado Apure, existen una hilera de "islas" con un área total de unas cien mil hectáreas. Ellas están limitadas por una especie de delta interior entre la boca del Capanaparo a la del Apure con un vértice que se proyecta al oeste hasta la boca del Apurito.
Estas islas quedan casi totalmente inundadas en el recio invierno, sin embargo su nivel es un poco mas alto que el resto, por lo que al bajar las aguas muestran un suelo cubierto de pastizales siempre verdes, aún en la estación del verano y las quemas.
El llanero del estado Guárico, aprovecha este territorio con su privilegio de humus, agua y pasto, para llevar su ganado en los tiempos de verano cerrado, ganando así un importante aumento en el peso del mismo, balanceando los gastos generados, con la producción de leche y el producto de la quesera "isleña". Este viaje se efectuaba desde tiempos inmemoriales pues garantizaba la alimentación del ganado:
"Unas cuantas jornadas al sur, la tierra brinda generosa lo que la norte le falta, un oasis tendido de Puerto Miranda hasta los morichales orinoqueños"
En el estado Apure, existen una hilera de "islas" con un área total de unas cien mil hectáreas. Ellas están limitadas por una especie de delta interior entre la boca del Capanaparo a la del Apure con un vértice que se proyecta al oeste hasta la boca del Apurito.
Estas islas quedan casi totalmente inundadas en el recio invierno, sin embargo su nivel es un poco mas alto que el resto, por lo que al bajar las aguas muestran un suelo cubierto de pastizales siempre verdes, aún en la estación del verano y las quemas.
El llanero del estado Guárico, aprovecha este territorio con su privilegio de humus, agua y pasto, para llevar su ganado en los tiempos de verano cerrado, ganando así un importante aumento en el peso del mismo, balanceando los gastos generados, con la producción de leche y el producto de la quesera "isleña". Este viaje se efectuaba desde tiempos inmemoriales pues garantizaba la alimentación del ganado:
"Unas cuantas jornadas al sur, la tierra brinda generosa lo que la norte le falta, un oasis tendido de Puerto Miranda hasta los morichales orinoqueños"
Don Alberto Arvelo Torrealba, nos da una explicación detallada de tal hecho, en su obra Lazo Martí. Vigencia en Lejanía, de la cual queremos compartir fragmentos:
…..”El hato guariqueño, tostado de sol y brisa desde enero hasta abril, en cuyas escrituras o títulos campeaba con su fuero excluyente el derecho de propiedad, tuvo así su complemente geográfico, su apéndice territorial, su colonia interior en aquella donosa Mesopotamia, sita entre el Apurito y el Apure, donde la tenencia de la tierra y el derecho de veraneo se regulaban preferentemente por el régimen de condominio. Era frecuente , en efecto, que cada dueño de hato en las dehesas centrales del Guárico, adquiriera en las islas, a doscientos o mas kilómetros hacia el Sur, títulos o derechos de coindivisario,para perfeccionar así la estructura y alcance funcional de su heredad . Convenios y costumbres regularon entonces los itinerarios, los sitios de concentración de ganados antes de la partida, los días de marcha, los lugares de dormida, y el respeto recíproco de las zonas isleñas tradicionalmente elegidas por cada hatero para el veraneo de sus rebaños
De este modo el patrimonio zootécnico del centro del guárico era transferido al bajo Apure de enero a junio, para regresar a los hatos básicos o de origen en el curso de este ultimo mes.
La marcha hacia el Sur de pastores y ganados, empezó a caer en desuso cuando, ya en días del General Gómez, el Gobierno de Apure fijó un impuesto de Bs. 5 por cada res guariqueña que traspusiera el Apurito con fines de veraneo."
También nos cuenta el Poeta, que como principal incentivo de la marcha al Sur, era " el notorio aumento de peso unitario que la exuberante pastura garantizaba a rebaños y hatajos, durante los mas duros meses de la sequía equinoccial. Incluso después de la travesía, al llegar a "Mangas Coveras", antes de cruzar el Apurito, un simple cálculo a la vista podía arrojar balance ventajoso en el aliento y condiciones físicas de los animales. Porque las ocho jornadas de Calabozo al isleño destino, se cumplían reposadamente, con moroso paso y apacibles sesteos que permitían a las reses ir siempre rumiando por praderas a diario renovadas. Para fines de Diciembre el agua era aún abundante. de Calabozo a la costa del Apurito la caravana tenía que atravesar los cauces aún llenos del Orituco, La Iguana, Rascamula, la Erica, Herrerita, Herrera, Macanillal, la Vaca, el Caballo, San Bartolo y Agua Verde.
Después era el arribo. El soñado arribo a tierra de promisión. Donde los caballos se ponían "maduros". Donde el seguro sobrepeso de las reses será ganancia líquida, porque los gastos de la gira se cubrirán con el producto de la quesera isleña, recogida en pleno verano. También eran ventaja de aquel éxodo los hábitos de mansedumbre que adquieren los rebaños con el andar lento y disciplinado por tierras distantes de lo cotidianos comederos. La res se siente protegida de lo extraño o desconocido por la solaridad de la marcha lomo a lomo, entre las cercas errantes de la tonada y de los silbos durante el día y en las noches , entre fogatas, por el clamoreo desvelado de los veladores. (....) los hatos guariqueños donde se practicaba la gira anual a las islas, carecían de mostrencos y cimarrones: sólo eran ariscos los potros que no transhumaban."
Del Orituco al Apurito los sitios de dormida iban regando, inmensidad adentro, fogatas y cantares nocturnos. Los viejos llaneros de la región aún recuerdan los nombres de esos sitios: " Becerra", " El Manguito", " La Vaca", " Corocito", " La Rubiera", " Cazorla", " Agua Verde", " Mangas Coveras". AAT
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12 de febrero de 2014
Peregrinos (3/3) Francisco Castillo Serrano
Continuamos el relato de Franco Castillo, publicado en su libro EL ÚLTIMO VIOLIN, donde narra las penurias de un pueblo azotado por las guerras y la enfermedad.
En verano....
Hubo quienes aguardaron la bajada de las aguas y tomaron el camino de verano. Partieron de la desolada Villa de El Baúl, francoas hacia el surt, repisando trillos, abriendo picas, caminos. Hurtando el agua cobriza de profundos jagüeyes hasta llegar al vecindario de Arismendi en la margen norte del río Guanare. Sin mengua continuaron su difícil travesía, enceguecidos por lejanos espejismos que proporcionan aquellas sabanas tostadas, sino inclemente del desértico llano en estío.
En las escasas lagunas que el sol consumía, atónitos advertían el chapotear de chigüires y tablones de galápagos formando cuentas en sus márgenes resecas.
Ya sobre el escalón que marca el paso de San Antonio de Barinas, admiran al río Apure, cansados, ansiosos por llegar y cargando los recuerdos de quienes quedaron en el camino y, por fin en la opuesta ribera Santo Tomás Apóstol de Apurito; a decir de Felipe Martínez Veloz, "caserío conocido como la puerta del llano apureño y trocha del centro para la época".
Alentada la esperanza y disimulado el cansancio, prosiguieron rumbo hacia la Villa de Santa Bárbara de Achaguas, marginal de Apure Seco, no menos ruinosa y pordiosera como otros asentamientos a quienes infestó la peste y la guerra, dejándoles solo pobreza.
En adelante, el fatigoso viaje se abreviaba por las sabanas de La Cipriana, rodeando la laguna de Caramacate, hasta alcanzar una humilde ranchería alojada sobre un brazo del Apure, de quien tomó su nombre y los moradores llamaban Biruaca, antesala de la comunera Villa de San Fernando del Paso Real de Apure.
Esta ruta la secundaban innumerables peligros; a ratos se hacía frente a guerrillas serviles de cualquier faccioso, lo mismo que a salteadores de caminos, sin menospreciar la áspera estación con su brutal inclemencia. Pasos de caños, inhóspitos rastrojos, remolinos polvorientos y chibiritales, marcaban la huella de aquellos senderos solitarios.
Sin embargo, la cicatriz del sufrimiento llevó a estos compatriotas a enfrentar semejantes adversidades antes que sucumbir a merced de la malaria, las riñas domésticas y sus designios de muerte.
A la capital sanfernandina llegaron numerosas familias procedentes de las tierras bauleñas, fundaron hogares fomentando con su trabajo, educación y respeto, valores que unidos al resto de los habitantes conformaron la sufrida estirpe apureña.
Sobre este acontecimiento relata Don José Manuel Sánchez Ostos su experiencia, como protagonista de aquella cruzada en la emigración de 1875:
Eran días, no digamos días, años de calamidades, enfermedades, guerras, migraciones forzadas, dispersión familiar aquí apra ir a integrar un nuevo hogar o grupo social más allá. El comerciante arruinado por la guerra enOrtiz o Guardatinajas, por ejemplo, a poco surgía como ganadero próspero en Apure.... O moría desesperanzado y vencido acá. Pocos vivían apaciblemente. Los demás moríanse en constante solicitud del pedacito de tierra donde asentarse y trabajar en paz. Muchos lo consiguieron en Apure, aunque no tan paradisíaco como era deseable, pero se vivía y respiraba más libremente y al menos se robustecían los grupos sociales y laborales
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10 de febrero de 2014
Caparo: Un Río Andillano
CAPARO: UN RÍO ANDILLANO
Omar Carrero Araque
Baquiano
Baquiano
Co-Fundador de la Estación Experimental Caparo
2014
El río de Caparo es uno de los tantos torrentes que se desprenden del risco suroccidental andino desde donde baja, impetuoso en sus primeros trechos, para después ser apacentado por la tierra llana. Cuando pasa por el sitio que ocupó hasta hace poco el islote Cachicamo, baña la fachada norte de la Estación Experimental. Su nombre es una corrupción de Caparro como se llamó hasta las primeras décadas del pasado siglo, cuyo nombre se asocia con el de los Caparros o Capuchinos, unos monos que en profusas manadas recorrían sus selvas ribereñas. Con 350 Km. de longitud, 150 de ellos navegables, puede presumir de ser uno de los padres del Apure pues sus aguas aumentan las del
Anaro y el Suripá un poco antes de que éste último, frente a la población de Palmarito, rinda en el gran río llanero.
Antes de que sus aguas fueran sojuzgadas con una gigantesca barrera de concreto armado, esta arteria fluvial que discurre hacia el naciente representó para los moradores de la región del suroeste apureño-barinés un recurso de múltiples valores, tangibles e intangibles, siendo el arquitecto de una cultura expandida a lo largo de su llano recorrido, al permitir la mezcolanza de pueblos andinos y llaneros.
Los valores concretos del río, se podían apreciar en el tributo que prodigó a las comunidades ribereñas en forma de camino de agua, que con sus caños y brazos facilitaba la comunicación de uno al otro extremo, permitiendo la estructuración de vínculos entre el comercio, el transporte, el turismo y la pesca. Las actividades que se generaban entre los pueblos y hatos de la región mantenían un febril intercambio de bienes y servicios, manifiesto al observar la profusión de chalanas, bongos y canoas que surcaban el río en uno u otro derrotero.
En otro sentido, aún es posible sentir los valores intangibles patentes en la magnificencia de un paisaje pintado en un paño que encierra cielo y horizonte, donde la luz y el tiempo se hacen cómplices para llenar el espacio de motivos cambiantes en una profusión de dinamismo y policromía: Ahora son las aves vadeadoras, de majestuoso vuelo que cruzan el espacio congraciándose con las térmicas; más tarde, reptiles y quelonios en las playas y barrancas en una fusión de siesta y soleo. En otro momento, la gracia de los monos que en manadas se balancean sobre los copos de los árboles, altos custodios del viaje de las aguas. En el fondo, un cielo de azul templanza, matizado de arreboles o arrumazones, según lo decidan los caprichos del frente de convergencia intertropical.
Es en estas corrientes en donde comienzan su aprendizaje los baquianos de agua pues su discurrir enseña a todo aquel tenga abierto el espíritu de observación. Criarse al lado de un río llanero siempre ha sido una magnífica experiencia que nos marca permanentemente. De allí surgen los pescadores de oficio, diestros en el manejo de la palanca y del canalete, de la tarraya y el arpón, del espinel y la boya. Un ribereño es un conocedor de los momentos de crecidas o cabeceos de las aguas; del tiempo de las ribazones; de los nombres de los peces, así como su aguaje, sus hábitos y sus usos. Un baquiano de agua también puede reconocer por su vuelo a las aves vadeadoras, a lo lejos distingue el peligro que conlleva un “rollo” de macaurel en las horquetas de un guamo, así como advierte por el aguaje, la presencia de caramas sumergidas. Es también versado en distinguir las matas orilleras y en conocer sus usos. En fin un pescador de agua dulce al asimilar toda la información que le enseña el río carga encima una calificación cum laude que le permite graduarse de Patrón.
Un Patrón en cuyo espíritu se ha sembrado también la musa que lo lleva a la versación y a la poesía que ve brotar en cada recodo, en cada barranca, en cada remanso o en cada chorrera.
Para un Baquiano de agua como el Catire Isidoro que nos acompañó largamente en el primer lustro de la Estación es fácil comprender porque el hechizo que ejerce la Estación Experimental Caparo sobre sus visitantes está íntimamente ligado al del andillano río.
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4 de febrero de 2014
El Día del Llanero (1/2)
Existen dos opiniones contrarias sobre la fecha en que debe celebrarse el día del Llanero. Ambas se fundamentan en hechos históricos y los partidarios de una u otra posición, se mantienen firmes en ella. Una de ellas, la guariqueña, propone como Día del Llanero, el 17 de febrero y la otra, la apureña, propone el 23 de mayo.
Colocaremos las dos propuestas y empezaremos con la visión apureña, en un escrito del Profesor Argenis Méndez Echenique, el cual colocaremos en su totalidad:
PROPUESTA DE LA SECRETARIA DE CULTURA DEL EJECUTIVO DEL ESTADO APURE AL CIUDADANO CAPITAN (EJ.) JESÚS AGUILARTE GÁMEZ, GOBERNADOR DEL ESTADO APURE, FECHADA EN SAN FERNANDO DE APURE EL DÍA MIÉRCOLES 04 DE AGOSTO DE 2010, SOBRE DECLARAR EL 23 DE MAYO DÍA DEL LLANERO APUREÑ0
Atendiendo al propósito de realizar próximamente en San Fernando de Apure una Feria Internacional para exaltar la Llaneridad y promocionar de manera efectiva nuestro Estado en diferentes ámbitos geográficos y culturales regionales, nacionales e internacionales, la Secretaría de Cultura del Ejecutivo, modestamente propone se tomen algunas medidas relacionadas con la publicitación de tan importante evento, considerando su posible institucionalización; una de ellas, podría ser la declaración oficial del Día del Llanero Apureño, mediante un Decreto Ejecutivo.
Para ello, proponemos se tome como referencia la histórica Asamblea de Guerra que realizó El Libertador Simón Bolívar en la Aldea de Setenta, cerca de la ciudad de Bruzual, capital del Municipio Muñoz, en nuestro Estado Apure, el día 23 de Mayo de 1819, donde se decidió la Campaña de Nueva Granada, que culminó exitosamente en la batalla de Boyacá, permitiendo luego las victorias de Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho.
Seguidamente exponemos nuestros argumentos:
1- Al regresar Bolívar de las Antillas (1816) y realizar victoriosamente la Campaña de Guayana en 1817, logró consolidar un importante centro de operaciones que le permitió luego proyectar la reorganización de los poderes públicos venezolanos, con asiento en la ciudad de Angostura, y la incursión hacia otros espacios de la Patria ocupados en ese momento por los ejércitos realistas.
2- Al enterarse Bolívar de los triunfos logrados por el Ejército de Apure (1816 – 1817), después de ser reconocido como Jefe Supremo por el general José Antonio Páez, planifica y realiza, con el extraordinario concurso llanero, la llamada Campaña del Centro en 1818, que, por diferentes circunstancias, no cumplió las metas que se propuso; pero en su visita al Llano El Libertador se percata del gran potencial logístico y el valor temerario de sus habitantes que le ofrece la región, por lo que sigue buscando el momento propicio de acometer hacia Caracas.
3- El 15 de Febrero de 1819 instala el Congreso de Angostura, que le ratifica su carácter de Jefe Supremo de la Revolución Independentista, legitimando así su
actuación, y donde pronuncia el discurso más brillante, quizás, de su carrera política.
4- Vuelve Bolívar al Apure (1819), donde el dominio del territorio le es disputado por el general realista Pablo Morillo, llamado “El Pacificador”; sin embargo, tiene oportunidad de presenciar una de las tantas hazañas homéricas de los llaneros, en el campo de Las Queseras del Medio (Guasimal), en las cercanías de Achaguas, el 02 de Abril de 1819. En vista de la proximidad de las lluvias, los realistas se retiran hacia el norte del país y Bolívar puede maniobrar con tranquilidad en el Llano. Establece su cuartel en Mantecal, para organizar y planificar una nueva campaña hacia Caracas.
5- Bolívar convoca a todos los jefes y comandantes de su tropa a una Junta de Guerra para deliberar sobre el objetivo de la misma. Estando en estos menesteres recibe al coronel Jacinto Lara, quien conduce correspondencia del general Francisco de Paula Santander, comisionado que había sido por él para organizar las fuerzas llaneras de Casanare, donde le informa del éxito de su labor y el buen ánimo y condiciones para emprender una incursión sobre Nueva Granada, debido a la represiva política de las autoridades españolas.
Esta noticia y el retiro de Morillo con sus tropas hacia Calabozo lo animan a convocar la Asamblea prevista para el día 23 de Mayo de 1819, a realizarse en la desierta aldea de Setenta, cercana al río Apure. Allí concurre José Antonio Anzoátegui, Pedro León Torres, Carlos Soublette, Pedro Briceño Méndez, Antonio Rangel, Guillermo Iribarren, Ambrosio Plaza y Manuel Manrique, entre otros, quienes se pronuncian en mayoría por realizar la Campaña de Nueva Granada, abandonándose el proyecto inicial de invadir a Barinas y luego el centro de Venezuela. Ninguna autoridad realista podría imaginarse tal atrevimiento patriota y los tomarían de sorpresa. Manrique no participará en la temeraria expedición libertadora; tampoco Páez, quien es enviado hacia Cúcuta para distracción al enemigo y que no sospeche el verdadero objetivo seleccionado.
6- Un conocido historiador venezolano narra los hechos de Setenta: “En una choza arruinada de la desierta aldea de Setenta, a orillas del río Apure, se decidió la invasión de la Nueva Granada. No había una mesa en aquella choza, ni más asiento que las calaveras de las reses que para racionar la tropa había matado, no hacía mucho tiempo, una guerrilla realista, y que el sol y la lluvia habían blanqueado”. Así lo captó en 1837 el pintor alemán Erwin Oehme (Dresde 1831 – 1907), en base a un boceto de su alumno caraqueño Carlos Rivero Sanavria (Caracas, 1864 – 1915). Este cuadro forma parte del acervo patrimonial de la Asamblea Nacional.
7- Ya sabemos el resultado de la Campaña: luego de cruzar sabanas inundadas, ríos infestados de caimanes y tramontar las gélidas e inhóspitas cumbres andinas, por el Páramo de Písba, Bolívar y su ejército de centauros llaneros, cae sobre los desprevenidos “chapetones” y tras reñidos combates en Gámeza y Pantano de Vargas, los derrota de manera decisiva en la Batalla de Boyacá, el día 07 de Agosto de 1819, librando definitivamente la Nueva Granada del yugo español. Ahí está la raíz de la hermandad llanera, forjada al calor de la lucha por la libertad. El general José María Barreiro, el jefe realista, cae prisionero y el Virrey Sámano huye despavorido al conocer la derrota. Bolívar, “el loco de Casacoima”, venciendo mil obstáculos y contra todos los pronósticos, entra triunfante en Santa Fe de Bogotá dos días después.
8- Este resonante triunfo, que le creó una aureola a nivel internacional, permitió al Libertador regresar a Angostura y crear la República de Colombia, el 17 de Diciembre de 1819. Luego vendrían Carabobo, Venezuela (1821), Pichincha, Ecuador (1822), Junín, Perú (1823) y Ayacucho, Perú (1824), que lo encumbrarían definitivamente a la gloria.
9- En el texto legal que regula la conformación y uso de nuestro Escudo Regional aparece una leyenda que exalta este invalorable hecho histórico, diciendo: “Sobre el sitio sagrado de la desierta aldea de Setenta quedaron decididos los destinos de la América el 23 de Mayo de 1819”.
10- TODO ESE PERIPLO LIBERTARIO DE SIMÓN BOLÍVAR TUVO SU PUNTO DE PARTIDA EN LA ASAMBLEA REALIZADA EN LA APUREÑA ALDEA DE SETENTA EL DÍA 23 DE MAYO DE 1819. Esas son nuestras razones para plantear que se tome esa fecha como referencia para decretar el DÍA INTERNACIONAL DEL LLANERO (lo ideal), pero como no tenemos esa potestad, por ahora planteamos que sea aprobado el DÍA DEL LLANERO APUREÑO.
ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE LA ALDEA DE SETENTA.
Las informaciones que suministramos a continuación fueron tomadas de un valioso texto (“Catastrando a Bruzual”, fechado el 29/04/2006), elaborado por Omar del Carmen Viana, Cronista de Bruzual y Comisionado Especial para Asuntos Agrarios del Estado Apure:
“La población de El Setenta sitio enclavado en la Parroquia Bruzual, Municipio Muñoz del Estado Apure, fue fundado con el nombre de Nuestra Señora de los Ángeles de Setenta, en la margen derecha del Río Apure, por el año de 1771.
Por la importancia de los hechos acaecidos en la población de El Setenta, se le conoció también como Independencia, nombre paralelo que llevó esta población hasta los años de 1860 en que el alzamiento de la denominada facción “Indios de Guanarito”, liderizada por el médico francés Carlos Enrique Morthon, incendió y arrasó esta población.
Desde esa misma fecha no aparece en la Ley Política Territorial de
Apure, pero lo que sí tenemos son las imágenes religiosas de la Reina de los Ángeles en la Iglesia de Bruzual y los escudos oficiales del Estado Apure y del Municipio Muñoz, en su conformación tienen la fecha 23 de mayo de 1819, conmemorando tan importante fecha de este acontecimiento acaecido en El Setenta que cambió los destinos de las Provincias Iberoamericanas bajo el gobierno colonial para darle paso al brillo libertario de la espada de nuestro Libertador Simón Bolívar.
Es por esta razón que el sitio de El Setenta es considerado según Decreto del Dr. Rafael Caldera, Presidente de la República durante el quinquenio 1969-1974, como SANTUARIO DE LA LIBERTAD DE AMÉRICA.
En estudio catastral para determinar la jurisdicción de la antigua aldea tenemos que remontarnos, a la documentación que alude a los ejidos de los pueblos que lo circundan. El lindero Este de estos ejidos está con los terrenos del predio conocido como Dividive, acusados por el general Miguel Pérez, prócer de la Independencia Nacional, a través de su apoderado el Sr. Marcelino Muñoz, quien comienza a ordenar el expediente de solicitud de compra a la nación, en el año de 1849.
Lo importante de este expediente es lo siguiente: que cuando se fueron a realizar las actas de mensura por el Sindico Procurador de El Setenta, éste representaba al municipio o parroquia, y junto a él se constituyó el Tribunal en el sitio del Dividive para comenzar la mensura; estas medidas se realizaron con una cuerda de cien (100) varas castellanas y se comenzó por el Sur del Caño de la Puerta; se midieron hasta el río Apure ciento veinte (120) cordadas de cien (100) varas, equivalentes a 10.080 metros, tomando en cuenta que una Vara Castellana equivale aproximadamente a 0,83 metros; de Sur a Norte se midieron 17 cordadas equivalentes a 1.428 metros, del naciente aguas arriba del río Apure, 125 cordadas equivalentes a 10.500 metros, del norte a sur hasta el Caño de la Puerta se midieron 51 cordadas equivalentes a 4.284 metros.
Después de evacuar todas estas diligencias se ordenó levantar un plano hecho por un Agrimensor, donde se delimitara los terrenos del Hato Dividive y los ejidos de El Setenta. Y que este expediente se enviara, como en efecto se envió, al Ministerio de Fomento, para que el general Miguel Pérez sufragara el costo del terreno a la Nación, cosa que nunca hizo. Por tal razón el coronel Tomas Lander en 1866 solicita al Ministerio de Industria y Comercio le sean vendidos los terrenos que solicitó el general Miguel Pérez; y este Ministerio se los adjudica el 11 de abril de 1866.
El expediente en referencia es el marcado con el numero L4 y se encuentra en el Archivo General de la Nación y el adjudicado al coronel Tomas Lander se encuentra en la Oficina de Catastro de Caracas.
Los terrenos del Dividive vendidos por Demetria Jiménez de Pérez, al general Francisco Batalla es una venta fraudulenta, pues esta señora vende los terrenos del Dividive y hace ver que los heredó de su difunto esposo el Gral. Miguel Pérez, quien
solo tenia una acusación de tierras mas no una propiedad. Francisco Batalla le vende a los hermanos Gorrín y estos le venden a Cecil Elmy representante de la Compañía Inglesa Lancashire. Cuando se revisen estas ventas que estamos mencionando se darán cuenta que los terrenos del Dividive pertenecen a los descendientes de Tomas Lander y no a la empresa Agroflora C.A. (antigua Lancashire)
El lindero Oeste de los Ejidos de El Setenta se encuentra en estos momentos en sabanas de Mata de Guamo y esta propiedad se denomina las Mangas Enrriqueras, vendidas por la Sra. Bárbara de Silverio. Este documento deja ver en sus linderos que por el naciente limita con los Ejidos de El Setenta. Esta venta se realizó en el año de 1898; otro documento que testifica que si existen los Ejidos del extinguido pueblo es un arrendamiento que realizó el Concejo Municipal en el año de 1898. Este documento deja ver que el mismo en sesiones celebradas el 22 y 23 de abril de 1898 cede en arrendamiento al Sr. Salustiano Alvarado el Garcero del extinguido pueblo de El Setenta dentro de los Ejidos de este, para que cace y recoja la pluma de la garza.
Este documento se encuentra protocolizado en la Oficina de Registro Público del Municipio Muñoz, bajo la serie 1 a los folios 1 al 2, del protocolo número 1 del tercer trimestre del año 1898.
Los linderos Sur de estos terrenos que fueron ejidos, colinda con el Caño de Setenta y el lindero Norte, está con el Río Apure.
San Fernando de Apure, 04 de Agosto de 2010.
Argenis Méndez Echenique
Secretario de Cultura del Estado Apure
Según Decreto G-259
del 07 de septiembre de 2009
Nota:La imagen de la Junta, fue plasmada entre 1888 y 1889 por el pintor alemán Erwin Oecheme en óleo sobre tela de 3.02 ms y se encuentra en custodia de la Asamblea Nacional. Curioso es el hecho que en verdad la pintura representa al Congreso de Angostura, aunque la ambientación natural se asocia más a El Setenta.
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1 de febrero de 2014
Ya Dos Veces, Monstruoso y Despiadado; Silva Criolla, Estancia III
III
Ya dos veces, monstruoso y despiadado,
Sobre la tierra pródiga, el incendio
Su abanico flamante ha desplegado;
Ya dos veces, por furias impelido,
Las yerbas infecundas
Su aliento abrasador ha consumido;
Y de pie sin cejar, y frente a frente
Con el río que impasible está delante,
Humo y llamas lanzando, su turbante
Ha brillado en las noches del desierto
Como si fuera un faro ignipotente
Clavado en la ribera de un mar muerto
En línea de combate, a campo raso,
Pronta la garra, la mirada alerta,
Hambrientos gavilanes, paso a paso,
Asediaron del fuego la reyerta.
Consume aún su aliento las entrañas
De los troncos vetustos;
Huye sutil fermento de las cañas
Y blanda mirra lloran los arbustos.
Coronando la escuálida macolla
Sangriento cardenal bate sus alas;
Desvanecidas galas
Vertiginoso remolino arrolla;
y sobre el lienzo oscuro del quemado,
De perfiles grotescos,
La ceniza y el aura han dibujado
Flores grises y rotos arabescos.
Cuando mengüe la luna habrá verdores
En el fresco bajío,
Y cerriles hatajos corredores
Y venado bisoño,
En las tempranas horas del rocío
Alegres pacerán tierno retoño.
Silva Criolla
Francisco Lazo Martí
El poeta plasma en sus versos la terrible realidad del llano en verano, cuando el incendio arrasador y el quemado forman parte del paisaje:
"Soplo de ineluctable continuidad letal sacude los primeros planos y
el trasfondo del proscenio todo humo y llamas. Indómita, cuereada por el
viento, la columna invasora viene asaltando los sorprendidos municipios
rurales. Corre precipitante, fatal, segura, por derecho, sin cejar.
Calcina las dobladas frondas y las erguidas, la rodada hojarasca y la
inmóvil, los secos tirsos y los de reciente retoño. Pacífico de las
humaredas, en cinta del faro ignipotente, tiembla por los cuatro puntos
el mar de la llanura, bajo tempestad de candela. Allá lejos "jumea",
casi a ras del horizonte. Es punto, después linea, luego enorme parque
encendido. Penacho que de pronto se encumbra hasta la mitad del
cielo. Bajo el oleaje de las llamas los colores complementarios-verde y
rojo se refunden en atezada ceniza. ¿Dónde? hacia el Norte, el Sur, el
Naciente y el Ocaso. ¿Cuándo? La mañana, el mediodía, la tarde y la
noche."
Pero después de esas imágenes de destrucción y muerte, el poeta nos regala en los últimos versos la esperanza, la confianza de que apenas empiecen las lluvias, habrá retoños y todo lo que antes fue mustio y pavoroso se convertirá en verde esperanzador de mejores tiempos:
"El nuevo verde, siquiera sea fugaz, se asoma juguetón al paisaje, cual garúa inverosímil que sube de la tierra. Subterráneo mensaje de la arena enjuta que, en la dehesa tropical, saluda al astro que retorna del Sur, abrasador heraldo de las lluvias. Con la clorofila que apunta, el poeta luchador, invencible en el ideal, quiere forjarse en plenitud la ilusión del renuevo.
El poeta Arvelo hace de estos últimos versos un análisis muy especial del significado entre líneas que quizo plasmar el poeta Lazo Martí, sencillamente lo copiamos textual para el disfrute del mismo:
"Tempranas horas del rocío: "la madrugadita lebrúnea sobre la fila india de los elementos literales. Hay una alegre exaltación de lo pintoresco, todo un poema de bonanza bucólica, de gracia lírica inefable, que se condensa y depura en los siete nombres del fragmento. Son las siete tallas del menguante, medidas en el tímido apuntar de los brotes. Las siete cabrillas, contadas en el asomo de sabaneros lirios. La dulce seguidilla del alba cuando, otra vez verde, torna a respirar la campiña . Siete ideas agrestes, llenas, cristalinas, buenas para el pacer espiritual en hartura:
Luna, verdores, bajío, hatajos, venado, rocío, retoño"
Nos explica Don Alberto Arvelo en su analisis a la Silva Criolla, que todo llanero ha visto como las aves de rapiña se aprovechan del incendio para atrapar los pequeños animales que huyen del fuego. Menciona entre estas aves al gavilán colorao, águila venaera o pita venado (Falco meridionalies) el gavilan ala negra o tejé (Buteo albicaudatus) y el caricari o doro doro. Especifica que al caricari se le ve volar cerca del incendio, cazando grandes cantidades de serpientes, lagartijas, etc., que huyen o se encuentran semiachicharradas en el suelo. Las otras especies de aves mencionadas, van avanzando sin alzar el vuelo, a medida que lo hace el incendio.
Con respecto al caricari dice el Dr Eduardo Röhl en la Fauna Descriptiva de Venezuela:
"varios caricaris se arrojaban desde los bajos árboles vecinos, revoloteando frente a la línea de fuego, en busca de serpientes, ratas, ratones, etc, qeu podían escapar de las llamas destructivas. Una de estas aves descendió de repente entre el pajonal cerca de mí, y remontando con la misma celeridad, se llevó una rata entre sus garras a un cercano árbol, y despues de propinarle uno o dos picotazos, se la tragó toda.
Cabrillas: En el llano se conoce con el nombre de Cabrillas a las siete estrellas conocidas en astronomía como Las Pléyades pertenecientes a la constelación de Tauro. En noches claras es fácil verlas en las cercanías de Tauro. Las cabrillas son muy nombradas en la poesía llanera.
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