ESTANCIA VII
Sin amor, sin deber ¿qué la existencia?
¡Es tiempo aún de combatir! Procura,
Oh Bardo sin ventura,
Que cese al fin tu dilatada ausencia!
¡Es tiempo aún de combatir! Acude,
ven a luchar con juveniles bríos
por el bien de la raza cuyos lares
consagra el almo sol junto a los ríos
y cerca de los próvidos palmares!.
Por el bien de la raza que abandona
El rincón sin azares…
De la vieja ciudad, y repartida
Sobre la ardiente, solitaria zona,
Lucha con el dolor y con la vida!.
Por amor a tu raza en desventura;
por esta pobre tierra,
que el maléfico genio de la guerra
convierte ya en enorme sepultura;
por estos seres buenos y sencillos;
por este pueblo amado,
que vive –noble víctima—entregado
a la ciega ambición de los caudillos.
Francisco Lazo Martí fue un hombre de convicciones y mucha sensibilidad social. Le tocó observar los contrastes entre la vida capitalina llena de engañosos placeres y la vida simple del llano llena de sencillez. Le tocó presenciar los viles intereses de quienes enceguecidos por sus ansias de poder arrastraban consigo a un pueblo cada vez más pobre y sin voluntad. Le tocó luchar con su cuerpo y con su pluma por sus ideales políticos, sin encontrar la satisfacción de un cambio en los acontecimientos. Le tocó vivir una época de revoluciones que como huracanes arrastraban sin piedad todo a su paso. Le tocó paralelamente palpar la pobreza y necesidad de tantos venezolanos que morían a mengua entre tanta miseria. Y mientras más vio y mientras más luchó, mas sentía el llamado de su tierra. Pudo adormecerse en falsos laureles de los vencedores, regalarse las comodidades citadinas o simplemente ignorar la miseria a su alrededor, sin embargo su alma sencilla y sobre todo su espíritu social, le hacía valorar la simplicidad del campo y ver en ello un refugio y una razón para luchar.
“Deja para otra gente
el gozo de mirar picos abruptos,
y queden para ti las alegrías
de ver, al despertar, alba naciente,
y de abrazar con sólo una mirada,
de sur al setentrión. Y del ocaso
hasta el fúlgido oriente
la línea,
el ancho lote, siempre al raso
de la tierra natal.”
La estancia VII tiene dos mensajes, es un llamado a volver la vista hacia esa tierra natal, pero también a la lucha por el lar nativo y su gente. En las estancias anteriores, el poeta introduce al bardo en lo telúrico, en el paisaje, en el clima, en la naturaleza, en cierto modo pinta el ambiente mágico del llano y desde allí, en el canto VII le pide que luche por ese llano pero sobre todo por la gente humilde víctima de la guerra, del hambre, del abuso.
Carlos César Rodríguez expone sobre esta estancia:
"Su pueblo, en suma, de llaneros, sacrificado en holocausto a los caudillos, los políticos de entonces. Generales de todos los colores –rojos, amarillos, azules- juraban en falso por la Patria, para que los soldados se mataran con la ferocidad de los bachacos que los muchachos echaban a pelear en las esquinas de las plazas. Por eso el canto es un grito de ira popular, un clamor para acabar con el monstruoso minotauro de una guerra que se alimentaba en los campos con sangre de “gentes buenas y sencillas”.
¿Pero quién era el Bardo?, pudo ser él mismo, el poema pudo ser una introspección, pudo ser la forma de auto exigirse o el reflejo de momentos y sentimiento vividos. Leí por allí y no logro precisar en dónde, que el poema estaba dirigido a su entrañable amigo Arvelo Larriba, indiscutible bardo de reconocida trayectoria nacional quien le escribió estas palabras cuando se encontraba preso en La Rotunda:
“Preso tú por la ley de tu mal, preso yo por el mal de la ley”
El poeta Alberto Arvelo Torrealba expone en su análisis : "El bardo amigo a quien va dirigida la dedicatoria no es un ente real, es la imagen de la intelectualidad nativa que el poeta, con o sin razón, intuye apartada, por influencias y señuelos que él repudia, de los legítimos veneros del arte nativo y bien nacional.”
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