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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

3 de mayo de 2014

La Rubiera: Su Origen



Imagen tomada de ESTADOS DEVENEZUELA: GUARICO

 Casi cuatro distritos del estado Guárico abarcaba en los más lejanos tiempos el legendario hato de “La Cruz Rubiera” o “La Rubiera”, como se le conoce con mayor claridad. Está ubicado en las inmediaciones de Cazorla. Fue fundado en 1775  (en esa fecha confirman la propiedad de la tierra) por Don Sebastián Sánchez Vélez, cuya genealogía se ubicaba en Mier, aldea de Oviedo, y Terán , aldea de Santander, al norte de España.

Hasta las primeras décadas de este siglo (XX), cuando era propiedad del último rubio, el doctor Francisco Mier y Terán, el hato La Rubiera abarcaba 180 leguas cuadradas de sabanas, que iban “empezando en el morichal de Herrera y terminando sobre el Apurito, en Macanillal y en Aruaca, con dominio sobre la zona de Golfo Triste, desde la desembocadura del  Aguaro en Apurito a la Punta de Manapire.  Además ,  Cara, en la isla de Apurito,  comparadas estas últimas por el Dr Francisco Mier y Terán a Luis Rivero en 1886”, según testimonio de Horacio Cabrera Sifontes.

Así  se refiere Oldman Botello al Legendario Hato La Rubiera, en artículo publicado en una revista  denominada  ESTADOS DE VENEZUELA: GUÁRICO,  publicada  en septiembre de 1980, por el Banco Mercantil y Agrícola.

Creo que nunca se perderá el interés por este hato dada su trascendencia en la tradición y cultura popular llanera, no solamente por las dimensiones que llegó a alcanzar, sino por las historias que se tejieron a su alrededor.

Hace aproximadamente un mes, leí con avidez el libro de Horacio Cabrera Sifontes, llamado La Rubiera, donde describe, muy a su estilo de  ir al fondo de las leyendas,  la historia de la creación de este inmenso hato que llegó a ser el más grande del país.

Y precisamente un poco de ese  libro, quiero ofrecerles en esta entrada, ya que se trata de una obra que no se consigue con facilidad, y que nos describe mucho llano.

Don Sebastián Sánchez,  creador del hato, consiguió  tener una propiedad donde nunca faltaba el agua y que se convirtió en un paraíso para los animales propios de la región que andaban libres por esas sabanas, constituyendo  uno de los encantos y riquezas  del mismo.


Con una pequeña comitiva, Don Sebastián  hizo la travesía por tierras guariqueñas desde  Calabozo hacia el sur, hasta establecerse finalmente en las cercanías de Cazorla.

“Por eso se le fue la vista cuando asomó al estero de Pavones después de haber pasado el río Orituco. Un desafío del espacio llanero a la ambición infinita. Una extensión plana hasta el cielo. Sabanas sin montículos que interrumpan la visión. El ojo se agotaba en la distancia. Tierra para el hombre audaz y resuelto.
El grupo exploratorio acompañante de don Sebastián se componía de 4 personas, entre las cuales iba Bautista, negro esclavo nacido en Calabozo, quien había sido siempre peón llanero y conocía la zona de Calabozo hasta el bajo Apure, pasando por Cazorla y Magas Coberas. Don Sebastián lo había comprado caro junto con su consorte, una negra voluminosa venida de Trinidad por los caños de Monagas a quien, como al servir a las damas les decía : ”madam” la llamaban   ” la madama”.  




“Iban rumbo al Sur:  pasaron por Rabanal, donde el río Guárico tiende un brazo a la izquierda para ayudar al Guariquito a llegar al Orinoco.  Era el caño del Caballo, que ya tenía ese nombre. Más adelante en el paso de un caño se les cayó una mulita que llevaba uno de los acompañantes. La  mulita era nerviosa cuando se atascaba y se volvía como loca al sentirse aprisionada por el barro. Fue tanto su batallar que terminó revolcada en el barro con silla y jinete, lo que dio ocasión para confirmar el paso como “el Paso de La Mulita”



El grupo explorador había entrado en la zona de palmares que silban con el viento. Al pasar las fajas de palmares aparecían extensiones de llano interrumpidas por cejas de monte, que indicaban el curso de “hilos” wde agua que quedaban secos en verano; la greda aparecía violentamente agrietada por al sequia.

-¿Por qué está  la tierra así?-preguntó Don Sebastián.

-El verano señor: estos son los rajales de verano. Asi pasa donde la tierra  se cubre de agua en invierno, y aún llenos de agua, tardan tiempo en desaparecer. Son peligrosos para la bestia


Las  cabalgaduras iban jadeantes y sudorosas. Llegaron a un caño cuya poca importancia había dejado de reclamarle nombre. Bautista fue el primero en desmontar para descansar y abrevar las bestias.  Una vez que don Sebastián bajó de su caballo,  Bautista le sacó el freno  y arrimándolo al caño  dijo “bebe agua” y fue el bautizo: “Bebe agua” se llamaría por siempre el caño que iba a contribuir de manera esencial a formar un emporio.


Las aguas de “bebe agua” se habían perdido siempre sin preocupar a nadie. Al llegar la sequía , los ganados emigraban de esa zona y los zorros sufrían hidrofobia. Sin embargo, todavía las distancias no estaban muertas, bandadas de patos reales volaban de los sesteadores dejando conocer su gordura al volar, por la dificultad de  tomar altura. Nubes espaciadas de polvo fino producido por la arcilla reseca denunciaban la presencia de grupos de venados que ya habían aprendido a temerle al hombre.  Hatajos de bestias cimarronas en carrera levantaban en el horizonte una faja de polvo, como un zócalo del cielo. Don Sebastián observaba con mutismo entusiasta la vida de la sabana. Nada comentaba, porque todas sus fibras emocionales estaban embargadas con la ilusión de la propiedad. Ser propietario. Propietario legítimo…”


“Rompiendo el silencio que les imponía la distancia y el camino angosto para un solo ancho de caballo, viendo correr los hatajos preguntó:

-Si esas sabanas son realengas, ¿de quién son esas bestias que corren?

-Son de la sabana, Don Sebastián- respondió uno- son mostrencas, animales sin hierro, mañosos, que no los han podido coger los dueños y se vienen de otras partes. Ya pertenecen a la sabana…

El espectáculo era bello. La naturaleza palpitante y fecunda. El paisaje se desplazaba en impresionante armonía.

“-esas bestias ya son de estas sabanas. Si se les cierra el paso de “La Mulita” quedarían encerradas aquí por Río del Caballo y el Guariquito. Bestia no atraviesa monte como el ganado.


El pensamiento de Don Sebastián  seguía los hatajos, viendo cómo un padrote salía en carrera de su hatajo terciándosele a los rivales de otros hatajos, donde cada padrote amugaba las orejas y se esforzaba por mantener su yeguada junta, separada de los otros hatajos que huían. Huían juntos, no revueltos.


-Y el ganado que corre, de quien es?- preguntó Don Sebastián cuando salió de la pose contemplativa en que lo había interesado el paisaje en movimiento

-También hay bastante mañoso. Aquel toro pintao es cazorleño, de Don Felipe Cedeño, pero allí  va corriendo mucho orejano y ese ganao ya no para en madrina. Las gentes pueden saber que son de ellos, pero allí solo se para el que queda colgado de una soga, y las distancias son muy grandes para llevarlas una a una a cola de caballo. Además usté sabe, el orejano es de la sabana… y si se las llevan y las sueltan, se vuelven a venir:  vaca vieja no olvida el comedero.”



“-Esta sabana es cazadora. Los pastos son buenos y los ganados de otras partes los conocen, por eso se vienen para acá. Esto queda muy lejos para vaquerías de los demás. Lo malo es que no les queda agua por estos centros.



“Esta sabana es cazadora”,  se repitió fuertemente y para sus adentros Don Sebastián. Le habían dado con detalles lo que él hubiera querido preguntar. “la sabana es cazadora”¡Que expresión tan concreta y convincente!!¿Acaso no andaba él en cacería de oportunidades?”



“Siguieron su camino hacia el sur. Muchas veces atravesaban la misma ceja de monte por insinuaciones de Don Sebastián, quien ya iba pensando en las maneras de lograr que no se ahuyentaran esos ganados en los veranos.  El “hilero” de agua serpenteaba hacia el sur. Era el mismo caño Bebe Agua. La presencia tímida de aquella corriente vacilante puso a reflexionar a Don Sebastián hilando el pensamiento práctico del llanero que había emitido opinión sobre la sabana. Razonó que si el volumen de agua fuera mayor y perdurara en el verano,  la sabana que había recorrido sería utilizable todo el tiempo, y aquel ganado quedaría de una vez como su propiedad. Además la sabana podría seguir atrayendo  a los animales que con el tiempo pertenecerían, como  había dicho Bautista: “a la sabana”. De todas maneras,  haría falta una ley según la cual un dueño pudiera estar seguro de su derecho sobre los orejanos.”



“Era el segundo día de viaje exploratorio. Había recorrido treinta leguas al sur de Calabozo, cuando dejando las zanjas de “Bebe Agua” a la derecha, llegaron a un médano, altura arenosa poblada de araguaneyes y dragos, cerca de un pequeño manantial independiente. Lugar fresco en la reverberante  llanura. Sitio de estratégica posición para una casa. Defendido de las aguas que inundan parte de los llanos en invierno y con bello dominio visual sobre la extensión de sabanas hacia el Nor-Este. El médano no tenía nombre, a pesar de la importancia que en las tierras planas tienen esas eminencias. Nunca había servido de punto de referencia. Se sabía que cuatro leguas más adelante estaba el médano de Cazorla.


El golpe de hacha les llamó la atención. Tumbaba un conuco en las cercanías del médano el mestizo Torcuato Ramos (…) A petición de Don Sebastián, trajo el hacha para cortar un palo. (…) Don Sebastián se orientó con los baquianos. Al Oeste por la vía de Las Animas, se llegaba al Pesquero, al caño de San Bartolo y después a Guayabal. Por el sur, Cazorla, donde ya se estaba anclando la ambición de otros criadores, que serían sus competidores, tal vez sus enemigos. Hacia el Norte, gran espacio de ensenada abrazada por los ríos El Caballo y Guariquito, que también cubrían el este para desaguar al Orinoco. El  sitio era aquél. Allí quiso marcar su punto de referencia con toda la solemnidad de quien seguía el ritual de las tomas de posesión o de un descubrimiento. La ceremonia estuvo señalada por un ritual y una atmosfera mística acatada por sus acompañantes. Hizo una gran cruz de araguaney ayudado por Torcuato, y entre todos la clavaron,  mirando al Este, según decía Don Sebastián. En verdad los brazos de la cruz miraban Norte-Sur,y como las dos caras eran iguales, podía creerse que no miraba a ninguna parte o que miraba a cualquier parte. Sin embargo, todos convinieron en  que miraba al Este. Era la orientación subconsciente de Don Sebastián, que nadie tenía por qué contrariar. La religión y la superstición actuaban juntas como impulsos de un mismo origen. La cruz obedecía a una creencia y a una devoción; la orientación al Este era obediencia simbólica al sol, viejo dios, que nace y crece por ese lado.

La Cruz Rubiera





El esclavo Bautista cayó reverente, besó el suelo arenoso en éxtasis profundo y antes de ponerse de pie dijo a todos:

-este lugar será bueno y bendito!!


Con las emocionadas palabras del esclavo, había empezado con inusitada  solemnidad la toma de posesión. Don Sebastián pidió atención grave  y silencio a sus acompañantes. Cayó fuerte de rodillas ante la cruz y oró en voz alta, para poder citar testigos de la ceremonia, que implicaba la posesión. Por primera vez lo vieron bajar la cabeza descubierta en entrega de humillación.


Mientras duró el trance, el viento rastrero de los llanos que chocaba con el médano tremolando las frondas,  el mismo viento hablador que hace trinar los palmares y germinar leyendas en la soledad, le revoloteó a Don Sebastián el largo pelo rubio que había quedado descubierto en sumisión a la cruz. Los llaneros lo apodaron “El rubio de la cruz”. Luego por asociación de nombres de Sebastianes, que fueron muchos los que pasarían por “La Cruz”, y por el apodo de “Rubio”, fijaron historia en aquel punto, generando suposiciones y leyendas. Siempre hubo en La Cruz rubios de Sebastianes; y Sebastianes rubios, misteriosos, excéntricos, inescrutables.”

La imagen de la Cruz, fue tomada del  articulo ya mencionado de Oldman Botello. Allí dice que la cruz remozada, aún está (1980) en el mismo sitio donde la colocó el primer rubio.

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