Publicada originalmente el 21/02/2012
Cuaderno N° 16
Día martes:
Cuaderno N° 16
Día martes:
"A las cuatro empezó el paseo; a las cinco el torbellín de agua como el día anterior, que duró hasta las ocho. A las nueve en punto se fueron reuniendo las comparsas en el parque Los Matapalos. La primera en llegar, fueron los cabeza de auyama, la que venía dirigiendo Don Carlos delgado. Seguidamente venían los cabeza de burro, dirigida por Don Lino Esqueda; los cabeza de Diablo, también llegaron dirigida por don Lino Pascual. Por último llegaron los cabeza de vaca, que era dirigida por don Bonifacio González. Los primeros en bailar una danza fueron los cabeza de auyama; luego los cabeza de burro ejecutaron una mazurca; después los cabeza de diablo bailaron una chipola, donde Eduardo y Gabriel recogieron unos huevos de gallina del suelo sin quebrarlos con escobillas distintas en zapateos (…) las vacas ejecutaron un valse; después desfiló la comparsa de mujeres y hombres a caballo. Esto fue lo más bello del carnaval. Ahí descollan los colores más finos, los caballos más vistosos con faldones de telas caras y finas, tanto en las personas como en sus cabalgaduras. Las lindas plumas de garza, de chusmita, las caras plumas importadas de avestruz, las lucían caballos y jinetes. Las plumas de color de guacamayo, loro , etc., las llevaban los que iban disfrazados de indios caciques que representaban varias tribus ya desaparecidas Todo era bello, esplendoroso. Las cenefas entorchadas y plateadas en los faldones y vestidos, eran abundantes... tanto los hombres como las damas cabalgaban bastante bien. Daba gusto verlos cabalgando y como jugaban con mucha destreza y lujo., con flores, papelitos y serpentinas."
"El jefe de ésta y director a la vez, fue don Antonio José Torrealba. Después entraron al parque tres vestidos de burriquitas. Los disfraces estaban tan bien hechos que parecían burras auténticas: sus pescuezos y cola; lo primero era hecho de madera de almendrón y casabote, ambos son sumamente livianos. El restante del cuerpo eran dos o tres aros de bejuco y una enorme falda de distintos colores; un guitarrero tocaba y un maraquero era todo lo que necesitaban los de la burriquita. El guitarrero tocaba los joropos más estrambóticos acompañado del maraquero; luego el de la burriquita salía a bailar y a cantar. Lo más gracioso de todos los bailadores de burriquita es verlos que, cuando andan bailando, se ponen a remedar el fingido animal, frenándolos y halándolos para los lados, al mismo tiempo que dan la vuelta valseando”
Cuenta Antonio José Torrealba, que las tres burriquitas estaban concursando y salió premiado, don Juan Vicente Aponte, por su canto a los de a caballo. Cada mujer tenía puesta una flor distinta y respondía al nombre de dicha flor, por lo que este caballero dedicó unas quintillas con el nombre de la flor de la muchacha de su preferencia.
“El premio del disfraz más raro, le tocó a la niña María de Jesús Santaella, que se presentó con un disfraz de mariposa acompañando a una niñita de don Gregorio Loreto y Fernanda Solórzano. La niñita también era otra mariposa, con sus distintos y múltiples colores; todos sus cambiantes eran lentejuelas de escamas de coporo."
"El segundo le tocó a Pedro Domingo Solórzano. Se presentó con un sencillo disfraz de oso ruso de Siberia, hecho su pelaje con fibra blanca de macanilla, de curujujul y cocuiza. El tercero fue una niña pobre que se consiguió en el monte un tronco de almendrón seco, estaba hueco, tenía varios ramos truncos, ella tanteó metiéndose en el hueco del palo, vio que podía caminar adentro con algo de facilidad. Cargó con dicho tronco, lo acabó de arreglar en la casa, de ahí improvisó su disfraz, el que le puso por nombre de la colmena. El día de los premios apareció metida en su árbol; ella compuso su árbol que cuando llegó nadie sabía quién era, pues no se veía por ninguna parte. (…) Cuando entró en la fila de los disfraces raros, empezó a tocar una guitarrita que daba el mismo sonido de una colmena cuando hace ruido en las noches calurosas”
“Después de todos estos trabajos, que comieron, todo el mundo se preparó para la corrida de toros. Esta era la clausura de la fiesta. Cada uno de los que fue a tomar parte en la corrida fue a organizarse lo mejor que pudo. Agamenón se ciñó su disfraz de banderillero, un sombrero de alas rectas con una gruesa mota de estambre del color de la bandera de su patria grande. Su lindo y soberbio caballo no llevaba brida, un bozal de plata y tapaojo, con relucientes chapas del mismo metal y un lindo penacho de plumas de avestruz en medio de las orejas, lo hacían ver más elegante de lo que él era. Su jinete no contaba con otro equilibrio que sus piernas. Su hermano con su traje de hombre beodo; Rafaelito con si disfraz de garzón; Loreto el de gabán Pionío. Por fin llego la hora del toreo. La raza española que predomina en nuestra raza ibero-americana, hace que todos los venezolanos seamos más o menos tauríferos. Toros y riñas de gallos definen nuestros atavismos"
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