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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

23 de septiembre de 2018

La Chipola, Omar Carrero Araque

No quieres que me trasnoche 
con chipola ni atarraya
sígueme cuando me vaya 
en vez de tanto reproche
 AAT

Iniciamos Tiempos de Transhumancia con un  escrito del Profesor Omar Carrero Araque, publicado en su Blog, Picas Forestales:
"Chipola es una de esas palabras a la que podríamos catalogar de “endémica” pues su uso se restringe a un espacio bien definido y estrecho: los espacios rurales del Llano.
Las acepciones que se presentan en los diccionarios siempre hacen referencia a  “sones y bailes populares” – “aire popular de movimiento vivo, muy usado en nuestros campos” o “aire musical folclórico del género del joropo, de ritmo rápido, que se canta y se baila”. 

Como se ve la palabra chipola está unida invariablemente al ámbito musical, sin embargo cuando se revisa la poesía de Alberto Arvelo Torrealba vemos como el bardo barinés, en algunos pasajes, utiliza este término con  significado diferente al del mero aire musical. Por ejemplo: 

“y de encendidas chipolas 
que el rancho del peón alumbran”. 
Vemos cómo en esta copla se relaciona explícitamente al término chipola con la luz y no con la música, al igual que ocurre en un verso en el que se expresa: 
“no quieres que me trasnoche 
con chipola ni atarraya 
sígueme cuando me vaya 
en vez de tanto reproche”. 

Estas últimas alusiones trajeron a mi memoria momentos de mi muchachez allá en la casa sabanera: Recordé por ejemplo que un recipiente hecho con una totuma redonda o con una concha de coco se llenaba de un combustible, generalmente aceite, sobre el que “nadaba una araña” de corcho encima de la que se colocaba una mecha de encendido. 

Se tenían entonces así unas lamparitas para el alumbrado nocturno, que se colocaban sobre repisas en los horcones esquineros. Eran éstas las encendidas chipolas a las que aludía el poeta al momento de alumbrar el rancho del peón o la enramada del pescador en noches de atarrayeo. 

Pero también se aprecia otro sentido que la palabra Chipola adquiere en algunos versos de Don Alberto: 
 “Chipolita, Dios te guarde, 
sola por chaparral….”

Aquí vemos que el término hace referencia a una joven, en clara recordación a una costumbre pueblerina, ya en desuso, de apodar Chipola a una de las niñas nacidas en un hogar, generalmente la primera, en alusión a la luz que esa “lamparita” con su llegada, traía a la casa.

¡Tan oscuro Chipolita 
 con mi cuatro y tú tan lejos!"
Complementamos esta entrada con una chipola desde el punto de vista musical, interpretada pro Alejandro Armas, en su bandola llanera: 



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