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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

6 de enero de 2013

Historias de Cupertino Ríos, 2da parte

El Camaguán  de antaño
Continuaremos con estos sabrosos relatos que don Julio García, Ño Aguedo del Semanario Fantoches, le dejó escritos al poeta Germán Fleitas Beroes, son relatos sencillos, con el lenguaje propio del llanero, son como los cuentos del Abuelo de este Blog, que retratan el Camaguán de principios del siglo pasado.

INDALECITA:

"¿Quién era Indalecita? Una muchachita de Barinas, rubia, fina, educada, con perfiles de una escultura griega. Se llamaba Indalecia. Era pequeña, de voz dulce. Fascinada por la música de Cupertino, abandonó todo y se vino enganchada a las ruedas del carro triunfal del arpista, quien creó un pasaje muy armonioso y sentimental que llevaba por título Indalecita (parecido a algunos que he oído en la actualidad con otros títulos). Amaba entrañablemente al arpista celándolo furiosamente. 

Era natural de Camaguán, una india hermosa y bella, de formas y voz que le quitaban el hipo al mas “pintao”, se llamaba Escolástica Farfán; una hembra que los llaneros de pura cepa calificaban de “buena res”. Por su color, los hombres “corridos” la apodaron: “la carne frita”. Cupertino y ella se conocieron y se amaron, con ese amor que tan comprensivamente lo expresa Espronceda en su gran poema “La Mujer”. 

Indalecita se enteró de tal amor y una noche armó la gran trifulca: puñetes, “jaladera de mochos”, palabras de subido color, gritos, berridos, risotadas y la policía “aplacó el asunto” y siguió el baile como es costumbre en nuestro querido e inolvidable Camaguán. 

Indalecita quedó brava con Cupertino; “no quería ni verlo”. Rito Ortega tocó el pasaje Indalecita, yo iba bailando con ella, Cupertino tomó las maracas y me cantó así: 

Compadre Julio Ramón 
Aconseje a Indalecita 
Ella está brava conmigo 
Porque comí carne frita

 Aquella noche bailaba Baudilio Calvo, rico dueño de carretas de Villa de Cura, con mi comadre Josefa Aragoza, mulata pelirroja, mujer alta, elegante, de facciones atractivas y voz fuerte a quien por su pelo rojo la apodaban “la Chigüira” pero a sus espaldas, pues por delante, lanzaba un cabezazo a dos metros de distancia. El chigüire es anfibio, en tierra se pasea como un cerdo, cuya pelambre es igual, al sentir ruido o ser perseguido u oír el ladrido de un perro, emprende la carrera y se lanza a la laguna; al caer al agua lanza un grito que se parece a la palabra ”Josiur”. Cupertino cantó a Baudilio así: 

Señor don Baudilio Calvo 
Rodeado de la fortuna 
No le “asuce” mucho al perro 
Porque va pa´ la laguna. 

Paraban la música y la mujer le daba a mi compadre de puñetes que él aguantaba humildemente; el “pagano” era Baudilio: una o más docenas de cerveza."

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