El Poeta en 1940 |
“De esos arcanos de espejismo y lejura provienen mandinga, “el cantador sombrío”, y Florentino, “el coplero errante”- apenas parecido al que imaginó Gallegos. Sus orígenes se pierden en el subsuelo del hombre. Ambos personifican aquella antigua lucha del bien y el mal que no deja de asediar su conducta en el mundo, su necesidad de trocar lo imaginario fantástico de los mitos y las religiones en personas o en presencias del común. El enfrentamiento del hombre y el diablo ocurre en las enormes soledades - las del desierto y las estepas, las de la tiniebla de la Edad Media - y no es este espacio para recitar su largo y copioso testimonio.
Alberto Arvelo Torrealba los reúne en la llanura barinesa justo cuando la búsqueda de su escritura y motivación había alcanzado su mejor logro en Glosas del Cancionero. La reyerta cantada que es -para decirlo con las palabras del prólogo que escribiera Angel Eduardo Acevedo en su Antología Regional donde reúne lo que a su juicio estima momento señero de la obra del poeta - “nuestro verdadero y único monumento artístico en verso, nacional y regional” (subrayado nuestro) no solo subyuga por la estupenda controversia - al compás del octosílabo - que entretienen la criatura de la sombra y el hombre llanero, aquel para arrebatarle el alma y éste para sustraerse a su determinación porque ( …) hállanse en sus estancias momentos en los que el temario del poema queda a merced del encantamiento de sus imágenes y del alcance del menudo metafísico y hasta borgiano, tallado en la perfección del poema puro” Luis Alberto Crespo
Arvelo escogió el mito de Florentino y el Diablo para convertirlo en romance propio. Mas de 30 años invirtió el poeta en revisar y modificar su obra. Consecuencia de esto se lograron tres versiones principales: la primera, en 1940 con 280 versos y la segunda en 1950 con 460 versos, formaron parte de Glosas al Cancionero, con nombres distintos: “El Reto” y “La Porfía”. La tercera, “Florentino y el Diablo” con 1500 versos, fue publicada en 1957”.
Recogió la historia del mito de la tradición oral. A Florentino y al Diablo los trataba como a seres vivientes, los juzgaba, los unificaba en un común amor a la belleza y con ellos ejercitaba su humor.
En carta a Antonio Estévez (Acarigua, 6-12-61), le confesó lo acosado que se sentía por los dos para que siguiera la porfía, pero, afirma, no lo iban a lograr. El mas interesado el diablo “porque no se conformaba con haber perdido la batalla”, pues: “sé que el jinete del trote sombrío anda diciendo por los hatos de Barinas que pedirá la nulidad del poema porque en su último canto hubo milagro, patentizado en adelanto fraudulento de la aurora”
El poeta confesaba su preferencia por el Diablo, a quien creía: “más hondo, más poético, mas músico, mas humano en las resonancias de la tragedia y la amargura”; mientras que Florentino le parecía “mas fresco de lirismo, mas ágil de epigrama, más sabio de imagen pechera, más brujo de rasgueo de cuerdas , más rico de atropello en el cantar.”
La poesía de Alberto Arvelo Torrealba, forma parte del acervo cultural de Venezuela. Ha sido leída y releída desde siempre y perdurará en el tiempo. Se le ha puesto música, se ha llevado al teatro, ha sido interpretada por cantantes llaneros mezclando sus versos con los propios, ha sido llevada a importantes auditorios de mundo, algunos de sus versos son utilizados como refranes en el hablar popular, etc. En fin, la obra de este poeta es motivo de orgullo para todo venezolano.
Su prosa, demostrada en sus obras “Caminos que andan” y “Lazo Martí, Vigencia en la Lejanía”, que puede sin duda calificarse de poética, muestra un total dominio de la pluma pero también de la naturaleza llanera, de lo que se infiere su amor por el lar nativo.
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