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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

28 de octubre de 2018

¿Matar al Centauro que Llevamos Dentro?


Revisando varios escritos que nos envió  Don Argenis Méndez Echenique, me llamó especialmente la atención el que compartimos a continuación, pues a pesar de que está datado en 1977, es totalmente vigente. El tema es la necesidad de despertar precisamente a ese centauro dormido que es el llanero apureño, para que vuelva a correr por la sabana con toda su fuerza y gallardía, levantando a su pueblo de la apatía en que se ha sumido.  San Fernando de Apure fue una ciudad progresista, importante desde el punto de vista comercial,  cultural y económico entre otros. El estado Apure como tal brilló en un pasado con la luz de su historia y su cultura. Es la cuna de muchos poetas, escritores y hombres de letras. Muchas historias se han perdido o permanecen empolvadas en el recuerdo o en libros antiguos. Apure debe renacer con el ímpetu de los centauros independentistas, con la fuerza de la historia forjada por ellos y por  sus siguientes generaciones. 

¿DEBEMOS REALMENTE MATAR EL CENTAURO QUE LLEVAMOS POR DENTRO?
Por Argenis Méndez Echenique
      
 Aun cuando hay quienes opinan que ya está todo dicho sobre la vida del maestro Gallegos, y que debemos velar única y exclusivamente por el cumplimiento de sus ideales, yo particularmente opino que hay que seguir escudriñándolo para conocerlo e interpretarlo correctamente. Así que en una reciente releída de la novela Doña Bárbara encontramos que el autor hace el planteamiento de “matar al centauro” que todos los llaneros llevamos por dentro; matar a la bestia, al salvaje, al ser inculto que los llaneros (y todos los humanos en general) presentamos como si fuese una segunda naturaleza: El centauro es la barbarie y, por consiguiente, hay que acabar con el”. La barbarie es Doña Barbara, es Pernalete, es Balbino Paiva, pero también lo es, o lo fue, el indómito centauro de la epopeya patria, de cuando se luchaba contra la opresión imperial española. Ese centauro ya no tiene cabida en el mundo de hoy, donde aspiramos impere la justicia, el orden y la solidaridad en todas sus manifestaciones.
      
 Esa barbarie ciega y destructora es la que hace que Lorenzo Barquero, hombre débil y dominado por las pasiones más oscuras, sea tragado por el tremedal, después de “oír la llamada del centauro”, o de la llanura que es lo mismo. Solamente bastó que su madre lo llamase para que acudiese a vengar al padre asesinado cuando lo vemos abandonar el brillante provenir que le ofrecía la sociedad citadina donde estaba cómodamente engarzado; esa sociedad que representa la civilización, el progreso, lo noble, lo bueno. Pero Lorenzo Barquero cae y se convierte en un ex – hombre, en una piltrafa humana. La barbarie vence a la civilización.
           
Ahora analicemos a Santos Luzardo, que representa lo justo, lo bello, lo culto, lo ciudadano. Inmediatamente caemos en cuenta que él tampoco supo matar al centauro como pretendía, porque éste permaneció adormecido, agazapado, en su sub-conciente. Llegó un momento en que Santos Luzardo también tuvo que darle rienda suelta a sus pasiones y enfrentarse, resolver en mano, al “Brujeador”, representante de todo que era la barbarie, el caciquismo, el latifundio, la superstición y todo lo que significa atraso cultural: “al atropello, con el atropello. Esa  es la ley de esta Tierra”. Si el tiro que mató al “Brujeador” fue de Santos Luzardo o fue de “Pajarote” es lo de menos, puesto que la intención era la misma: ¡Matarlo!
        
Esto hace pensar que Santos Luzardo lo que había hecho hasta ese momento era domeñar al centauro que llevaba por dentro. Eso de matar al centauro no es tarea fácil;  yo diría que imposible, porque sería matarnos a nosotros mismos. Ya lo dije antes: el centauro es nuestra segunda naturaleza; es nuestro otro yo (“Homo Humini Lupus”: el hombre es un lobo para el hombre). En todo caso, lo que podemos hacer es domarlo, moldearlo, hacer que nos obedezca mediante la educación y canalizar así sus bríos para lograr provecho loable de sus naturales ímpetus.
      
Esa tarea de domesticar al centauro está pendiente todavía en Apure, en Venezuela, en Latinoamérica, en el mundo entero, como  lo demuestran las injusticias de todos los días que conocemos a través de los medios de comunicación de masas o directamente en contacto con nuestros medios sociales y políticos. Pero creo que para la gente de Apure es más urgente que para más nadie, porque aquí todavía se vive casi exclusivamente de las glorias pasadas ganadas por el centauro valiente e invencible de la epopeya independentista. Ese mitológico ente, brillante y audaz fue nuestra salvación en aquél momento. Pero en los tiempos venideros ha permanecido marginado e inculto, transitando por los caminos del olvido. Haciendo necesario el conquistar nuevos laureles, que sean producto del trabajo creador de un centauro diferente, un centauro letrado, intelectual, científico, conocedor de sus propios valores e idiosincrasia; un centauro estudioso y analítico de su propio devenir histórico, de su propio destino, que sepa de donde viene, donde está parado y hacia donde debe encaminar sus pasos para alcanzar sus verdaderas redenciones socio – económicas y culturales.

             
Apure necesita en este momento de su gente, con el temple batallador que siempre lo ha caracterizado, demostrar que su habilidad no estuvo solo en lancear prójimos y en pastorear vacas. Es necesario que Apure, con su centauro cultivado, educado en todos los saberes, le demuestre a Venezuela y al mundo su propio valer diversos campos del quehacer humano.

Gallegos nos los dice: “Es necesario civilizar la llanura; acabar con el empírico y con el cacique, ponerle termino al cruzarse de brazos ante la naturaleza y el hombre”. Si no seguimos esta sabia sugerencia, Apure seguirá siendo un pueblo marginal, de la periferia nacional, sumido en el abandono y en la desidia de sus habitantes. Hay que salir de ese marasmo y echar andar, con nuestro centauro “sufridor” a cuestas.
AME.
San Fernando de Apure, Febrero 20 de 1977.

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