Hablando del llano de ayer, debemos necesariamente escribir algunas líneas sobre las terribles enfermedades que cual las plagas de Egipto, durante el siglo XIX azotaron el país y muy especialmente al llano venezolano, donde llegaron a desaparecer pueblos enteros. Eran tiempos también de guerra, lo cual acrecentaba la miseria y desesperanza en los hogares.
Tomemos algunos fragmentos del capítulo denominado Peregrinos de el Ultimo Violín de Francisco Castillo Serrano:
“Parecía que una calamidad desataba a la otra. Y el venezolano, preso de la más completa indefensión a las molestias propias del trópico, es sorprendido por un nuevo enigma terrorífico que lo devora: las epidemias. Procedentes de otras latitudes, pero… vengan de donde vinieren, se ensañaban contra aquellos seres que no albergaban otra posibilidad de defensa que la emigración.
¡Huir, escapar despavoridos…!
Ancianos, jóvenes, niños, todos desertaban ante las zarpas del contagio.
El paludismo, conocido como la peste de Apure fue considerado como la afección de mayor profusión nacional. Aquel padecimiento se propagó en 1833 desde Mantecal a todas las poblaciones de esa provincia, con tal furia, que familias enteras desaparecieron y casi no hubo en el llano vivienda sin víctimas
“Murió la mayor parte de los enfermos y en tan grande número que muchos cadáveres quedaron insepultos. Fue para entonces cuando se introdujo el uso del sulfato de quinina en Venezuela” José Salcedo Bastardo-Historia Fundamental de Venezuela.
San Fernando no dejó de ser vulnerable a la pandemia de cólera más terrible y pavorosa que haya azotado a la humanidad a lo largo del tiempo (1854)”
Al morbo variólico, o “la brava” (1855). La reaparición de la “malaria” a fines del siglo XIX, que se prolongó hasta las dos primeras décadas del XX, convirtiéndose en uno de los contagios que más estragos ocasionó a la nación, segando así la vida de casi un tercio de sus habitantes. A la “peste española” (1918 y 1920) que como fenómeno sanitario no fue distinto a la viruela de 1898 ni a la “bubónica” de 1908.
Las historias que se entrelazan en Casas Muertas de Miguel Otero Silva, con respecto al paludismo, reflejan una realidad de la época.
Nos cuenta Oldman Botello en su escrito denominado El paludismo y otros morbos en Ortiz en el periodo 1880-1885, que varias enfermedades afectaron a la población en ese período y el desconcierto y desconocimiento de la gente empeoró las cosas pues se dieron medicamentos contraindicados y se ocasionaron más muertes. En muchos casos, las familias recurrían a “brujos” pensando que ellos podían sanarlos
Las enfermedades que se presentaron en ese período fueron: Paludismo, disentería, fiebre amarilla, viruela, tétanos, Hidropesía, Pulmonía, tuberculosis y lepra. Pero de todas, el paludismo fue la que cobró más muertes.
Sin embargo es importante destacar que la fiebre amarilla significó también un flagelo muy destacado, pues estuvo presente con gran intensidad entre los siglos XVII al XIX.
El paludismo es señalado como una enfermedad infecciosa endémica producida por el género Plasmodium y que se transmite a los humanos por la picadura del zancudo anopheles, en las especies Plasmodium facilparum, Plasmodium vivax, Plasmodium malarie y Plasmodium Ovale. Caracterizase la enfermedad por fiebres de los tipos intermitente, remitente, tercianas, cuartanas; la esplenomegalia y la presencia del parasito en la sangre, invadiendo y destruyendo los eritrocitos. La más común en el área en estudio son las tercianas, una fiebre intermitente transmitida por el P. Malariae; la cuartana cuando están separados por dos días de apirexia, producida por el mismo Plasmodium malariae; la intermitente, que aparece por accesos con intervalos apireticos mas o menos alejados.
En el llano se dificultó más detener el terrible efecto del Plasmodium malarium, que en el resto del país, pues las características del terreno mantenían por un tiempo las sabanas inundadas propiciando el desarrollo del Anopheles transmisor de la enfermedad.
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