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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

11 de agosto de 2014

El Llano Apureño es el Llano de Doña Bárbara


El cronista de Apure, prof Argenis Méndez Echenique me mandó hace algún tiempo  el escrito que a continuación coloco, y que tiene que ver precisamente con la visión del Llano apureño que visitó don Rómulo Gallegos y que inspiró su novela. Doña Bárbara no es una simple novela famosa, pues tiene una connotación muy especial para el venezolano en general y muy especialmente para el llanero. Se le dice por allí "la biblia del Llano", y es que el autor describió en su novela, con precisión asombrosa, las características del llano y el llanero, así como los problemas que lo aquejan. Doña Bárbara dio a conocer el Llano nacional e internacionalmente,  y ese Llano allí descrito es el Llano apureño.
El escrito del Profesor Méndez Echenique tiene un enfoque muy agradable de leer y a pesar de su longitud, se lo ofrecemos en su totalidad.Fue expuesto por el autor en conversatorio realizado en la ciudad de Barinas en mayo de 2008.


EL   LLANO   DE   DOÑA BÁRBARA 


(Aproximación a un estudio histórico - literario de la novela
                 “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos)

 
Argenis Méndez Echenique



Reconozco que el tema es un poco delicado y mucho mi atrevimiento al venir ante ustedes a hablar del mundo vivencial y telúrico de Doña Bárbara. Así que comenzaré  mi  exposición  citando  a  un    eminente  intelectual    barinés compenetrado con su Llano como lo fue   Orlando Araujo, quien en uno de sus trabajos precisa los términos del manejo que hizo Don Rómulo Gallegos del escenario  llanero en Doña Bárbara: 

“Nuevo  sentido  del  paisaje.  Hay  en  Gallegos  un  nuevo
sentido o visión, o colocación del y dentro del paisaje y la
naturaleza; en primer lugar, un alejamiento del paisaje virgiliano
(Geórgicas) ofrecido en combinaciones de ciudad y campo
(Caracas y sus alrededores de litoral y haciendas). Reinaldo
Solar y La Trepadora rinden, todavía, tributo a esa tradición
que se rompe en Doña Bárbara, donde el paisaje ya no es
naturaleza amansada sino tierra abierta y salvaje. Así el paisaje
deja de ser estático marco de romances y costumbres, para
incorporarse como factor dinámico de lucha, como personaje.
Se  abandona  el detallismo  nativista  y  se  ofrecen  grandes
conjuntos  o  masas  narrativas  mediante  una  técnica  de
selección simbólica” (“Doña Bárbara ante la Crítica”).. 

De aquí se deduce, que para hablar del Llano de Doña Bárbara es necesario saber que en este tema se deben enfocar varios aspectos:    el geohistórico, el sociológico, el psicológico y   el literario, entre otros, siempre con criterio de globalidad.

Así, puedo   decir que el Llano es un mundo aparte, diferente. Apure, en mi concepción, lo es, aún dentro del mismo Llano. Siempre he considerado que Apure es un mundo totalmente distinto al resto del Llano y a Venezuela. Su sociedad y su tiempo  tienen un ritmo y condiciones de marcha diferentes a las del resto del país, debido a que su geografía, su hábitat y su gente tienen una idiosincrasia muy particular, muy propia.

Sin caer en odiosos etnocentrismos al hablar de la “apureñidad”, debemos decir que es como señalar la identificación de sus habitantes con la región llanera del territorio venezolano conocido como Apure, la tierra de Doña Bárbara y Santos Luzardo. Barbarie y civilización.

¿Qué lo hace diferente?. Su geografía sin cerros, con grandes extensiones de sabanas, cruzadas por caudalosos ríos que discurren de oeste (arriba) a este (abajo) hacia el Orinoco, bordeados de bosques de galería. Con población aborigen nómada, trashumancia impuesta por las estaciones del año. Los primeros centros urbanos organizados a la manera española   fueron conformados con población indígena, por los misioneros religiosos capuchinos andaluces, aportadores de nuevos elementos culturales, reses y caballos, instrumentos musicales de cuerda,   cantos y romanceros   populares de sus tierras  de  origen,  que  amalgamados  con  los  talentos  nativos  y  algunos afroamericanos llegados luego forjaron el joropo, la tonada y el contrapunteo, ayudando a mitigar la soledad y la fatiga de la faena diaria del llanero apureño en un horizonte preñado de infinitud.

Es así como podemos interpretar este proceso sociocultural con las palabras  de  una  calificada  antropóloga  venezolana  contemporánea: “La identidad cultural de las nuevas sociedades mestizas estuvo determinada, cualitativa y cuantitativamente, por el carácter específico de la base social
aborigen, por la herencia cultural de cada pueblo. El factor de unidad general de dichas sociedades radica en el encuadre común: político, administrativo, económico, religioso, etc., que significó el régimen colonial español” (VARGAS ARENAS, 1993: 51).

Nuestra historia reseña que existía en la época colonial española la prohibición de penetrar y asentarse en el territorio apureño, sin embargo San Fernando de Apure   fue fundada por Don Fernando Miyares en 1788 con doscientos  vecinos  de  origen  europeo  que  residían  en  sus  alrededores (recuérdese la vieja costumbre colonial indiana de “se acata pero no se cumple”). Esto da una idea de la forma como se dio la ocupación de este territorio, que nuestra paisana Yarisma   Unda llamaría “espacio de refugio”, para quienes escapaban de la represión real española, sin importar el origen étnico de los fugitivos. Así mismo da idea  del proceso de mestizaje que originó al llanero apureño, en apenas  un corto lapso de cuarenta años de vida colonial que va de la séptima década del siglo XVIII a 1810.

Es  conocido  que  la  irrupción  del  llanero  en  la  historia  venezolana  y continental se dio de manera violenta, a  lomo de caballos y a punta de lanzas, primero con el implacable Boves,   que acabó con la república mantuana de nuestros inicios autonómicos,   luego con las heroicidades del catire Páez, que hicieron posibles las campañas redentoras y    libertarias del Gran Bolívar, forjando bizarramente la epopeya de la Patria Grande en su glorioso paso de los Andes,   Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho. Allí estaban en primera fila los apureños. Sin embargo,   la consolidación de su personalidad como pueblo se va a ir decantando a través del tiempo, de los vínculos de identidad,  pertenencia  y  reconocimiento,  con  alto  contenido  simbólico, fundamentalmente  en el transcurso de los siglos XIX y XX. Historia, tradición y costumbres son el sustento de la apureñidad. Ese es el Llano de Doña  Bárbara.

Un estudioso contemporáneo de la realidad llanera, habla de manera bastante objetiva del tema: 
 “Las formas culturales que encontraron asiento en el Llano antes del advenimiento de la moderna civilización del consumo, aunque diversas entre sí, muestran algo de común, en tanto que ninguna de ellas, incluida la establecida a partir de la conquista  española,  participa  de  las  actitudes  típicas  que caracterizan  la  relación  del hombre  contemporáneo  con  la naturaleza. Por este motivo, unido a otros que ya antes hemos mencionado, el paisaje   llanero   permaneció básicamente el mismo, sin alteraciones fundamentales, por espacio de cuatro siglos  contados  a  partir  de  la  llegada  de  los   primeros europeos…”(PINTO SAAVEDRA, 2007: 25). 

Y más adelante el mismo autor expone: “El paisaje llanero, por siglos ha permanecido sin amo ni señor y el hombre aquí se ha visto abocado a hacer su historia al mismo tiempo que se empeña en dominar una naturaleza áspera y rebelde que, no obstante, le ha dictado ella misma los medios con los cuales imponerse victoriosamente a sus obstáculos” (Ob. Cit.: 76).

Sánchez  Osto,  uno  de  nuestros  estudiosos  más  profundos  de  la idiosincrasia apureña señalaba ((1980: 22): “El poblador de las sabanas a donde se fue el descendiente fusionado del primer ocupante con el vernáculo, tuvo que ser por necesidad es el  llanero primitivo diseminado con los primeros vobinos: tipo surgido en un medio hostil, en el seno inclemente de la Zona Tórrida, entre ríos caudalosos, pantanos o rebalses inmensos, o sequías pavorosas  según  las  estaciones,  animales  feroces,  peligros  inauditos, productos exuberantes como aquella naturaleza, llegó a ser necesariamente el señor de las llanuras de Venezuela”.

Según el criminólogo venezolano Gómez Grillo (2000: 39): “El Llano supone una subcultura regional. La familia Luzardo - Barquero corresponde a una modalidad subcultural desprendida de aquella […]. El parámetro subcultural es evidente en todo el proceso conductual de los personajes de “Doña Bárbara”.

Pero el sabio criminólogo la mira como una verdadera “Subcultura Delictiva”. Sin embargo, el Maestro Gallegos consideraba, al hablar del Llano de Doña Bárbara, que era como identificaba a Apure, según Adolfo Rodríguez (1979.6),          “El Llano es la tierra de Dios”   y -agrega luego que   Gallegos en un discurso pronunciado en La Habana en 1949- lo reafirmó    enfáticamente:

“Tierras del hondo silencio virgen de voz humana, de la soledad profunda, del paisaje majestuoso que se pierde de no ser contemplado… Tierras del Llano infinito donde el grito largo se convierte en copla…”

La descripción del llano apureño  que hace el maestro Gallegos  es un vivo canto a su naturaleza bravía:

“El Llano enloquece y la locura del hombre de la tierra ancha y
libre es ser llanero siempre. En la guerra buena, esa locura fue
la carga irresistible del pajonal incendiado, en Mucuritas, y el
retozo heroico de Queseras del Medio, en el trabajo: la doma y
el ojeo que no son trabajo sino temeridades; en el descanso: la
llanura en la malicia del “cacho”, en la bellaquería del “pasaje”,
en la melancolía sensual de la copla; en el perezoso abandono:
la tierra inmensa por delante y no andar, el horizonte todo
abierto y no buscar nada; en la amistad: la desconfianza al
principio,  y  luego  la  franqueza  absoluta;  en  el  odio:  la
arremetida impetuosa; en el amor: “primero mi caballo”. ¡La
Llanura siempre!” (2005: 93).
Al revisar la génesis de esta novela galleguiana, se encuentra la explicación de ese embeleso. “La Casa de los Cedeño” era la novela que tenía Gallegos en mente escribir cuando planificó su viaje al Llano en la Semana Santa de 1927. El Maestro Gallegos viene al Apure acompañado de su hermano Pedro y de sus alumnos José Félix Barbarito Echenique y Juan Salerno Melo. En San Fernando conoce a Juan (“Juancho”) Rodríguez, dueño del Hato “Ojo de Agua”, cercano a El Yagual, quien le habla de diferentes casos de personajes extraordinarios que ha conocido y le sugiere que los utilice en la trama de su nueva novela.   Más tarde, el poeta Andrés Eloy Blanco le habla de Doña “Pancha” Vásquez de Carrillo, que utiliza el novelista para encarnar su “Doña Bárbara”..

Así mismo, al trasladarse al Hato “La Candelaria”, en pleno Cajón de Arauca, se tropieza con Antonio José   Torrealba, un extraordinario fabulador y conocedor de las costumbres llaneras. Todo ese bagaje informativo lo recoge Gallegos y es lo que le va a permitir escribir   la obra que va a ser considerada como    Biblia  del  Llano.  Del “viejo”  Llano,  parecido  al  de  la  epopeya, semibárbaro,  sin cercas y con rodeo de vaquerías.

“La Coronela” es el título de la nueva novela de Gallegos. “La Casa de los Cedeño” quedó atrás, en el recuerdo.   Supuestamente la nueva producción intelectual la realizó   en veintidós días, al regresar a Caracas desde Apure; pero la reescribió tres veces, comenzando a imprimirla allí en 1928, y luego
desistió de su publicación (apenas se imprimió el primer capítulo). No estaba conforme con la obra. Ese año viaja a Europa y   en plena travesía   estuvo a punto de arrojar los originales al mar. Según Ana Mercedes Pérez (“Doña Bárbara sí es Gómez”, 1987), fue Agustín Silva Díaz, amigo y contertulio de Gallegos, quien le sugirió que le cambiase el nombre a la novela y la titulase Doña Bárbara. El que le había dado era muy imprudente y podía crear suspicacias al tirano Gómez contra él y podía ser encarcelado.

En síntesis:         “Rómulo Gallegos dio a conocer el mundo de los llanos venezolanos ajustándose en gran medida a la realidad, a pesar de volcar en la novela su ideología [positivista]. En cualquier caso es lógico pensar que su experiencia biográfica le haga percibir el Llano tal y como lo hace. Si para un historiador  muchas  veces  resulta  inevitable  expresar  su  punto  de  vista particular al estudiar una situación histórica determinada -lo que es por todos admitido, incluso como algo positivo-, cuanto más tolerable lo será en un creador de ficciones” (COBO, 1996: 15 Y 16).

VINCULACIONES DE GALLEGOS CON EL LLANO ANTES DE 1927.
Todavía hay quien piensa que Gallegos vino a enterarse de las cosas del llano cuando vino en 1927 al Apure. Pero habría que ubicarse en el tiempo en que Gallegos escribió su novela cumbre: primer tercio del siglo XX, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, con una Venezuela donde predomina la ruralidad  y muchas de las faenas  del medio campesino apureño eran similares a otras que se realizaban en los alrededores de Caracas o cualquiera   otra parte del país. Por ejemplo, en 1911 visitaba Gallegos a los parientes de su futura  esposa,  Teotiste,  en  la  vecina  y  campestre  Charallave,  donde abundaban los potreros. Además, Gallegos ya había estado en Anzoátegui
ejerciendo el magisterio y había entrado en contacto con su medio rural.

Según Adolfo Rodríguez (Op. Cit.: 8 -10) y   confirmado por Oldman Botello (1979), Gallegos tenía conocimiento sobre el Llano anteriores a su venida al Apure en 1927, por lecturas que había realizado y, también, por vinculaciones familiares propias: “Aunque  el  encuentro  autor -  tema  es  sucesivamente promovido por el entorno que a Gallegos le ocupa vivir, el Llano residía ya en su hogar, andaba en la persona de su padre Rómulo Gallegos Osío, nativo de Villa de Cura, un lugar de
Aragua donde los llaneros venían a comerciar. Llegaba con don Tomás C. Llamozas, descendiente del llano, que obtiene de la Universidad de Caracas el dinero para el grado de bachiller de Gallegos. O con su primo Galo Segundo Bremont, instalado en un  pueblo  guariqueño,  materia  prima,  Bremont,  del  primer tiempo de Lorenzo Barquero: el de la agonía contra “el centauro que todos los llaneros llevamos por dentro”.

Además, informa Adolfo: “Había leído el joven escritor el libro de cantos del Llano (1903), de Carlos González Bona, padre de Salustio, uno de aquellos compañeros de Alborada”. González Bona era barinés. Recientemente la Fundación  Cultural  Barinas  reeditó  sus  Cien  Coplas  Llaneras,  para satisfacción nuestra porque pudimos solazarnos con su lectura.

Es  así  como  se  observa  que  todas  estas  circunstancias  lo  habían sensibilizado para captar en toda su magnitud su experiencia en contacto con la naturaleza y el ambiente llanero apureño; aún cuando no se pueda negar la ayuda informativa, que él nunca negó, de Antonio José Torrealba.

CREACIÓN DE DOÑA BARBARA.

“Del río nacida y por el río ignorada Crisálida plegó sus alas, cerró sus ojos antes de que el sol
La ayudara a nacer”

(Versos en una placa colocada en la tumba de “Pancha Vásquez en el Hato “La Trinidad de Arauca”, en la   parroquia Rincón Hondo. ABRIZOS, 2008.).

Quienes han tratado este tema, señalan que Gallegos “en la gestación de sus obras, no partía de la concepción de un símbolo para desembocar en la imaginación del personaje que pudiera realizarlo, sino que el impulso creador le venía del hallazgo del personaje, previamente significativo dentro de la realidad circundante” (COBO, Op. Cit.: 18 y 19).

Según Juan Liscano, uno de sus más profundos estudiosos, “La novela se organizó en la mente de Gallegos sustentada en la conjunción del paisaje llanero y la personalidad de Francisca Vásquez. Lo demás vino por añadidura.

Fue  lo  que  el  novelista  apuntó  durante  su  permanencia  en  el  Hato  La Candelaria, donde le sirvió de baquiano en el conocimiento de la vida y de las costumbres del llano, el peón Antonio José Torrealba, en la novela Antonio Sandoval” (1980: 128).

Así se señalan algunos otros personajes tomados de la vida real: El personaje central, es basado en la personalidad de Doña Francisca (“Pancha”) Vásquez de Carrillo, por ejemplo, quien, en muchos aspectos,  mostraba en su comportamiento  unas actitudes  y valores  sumamente    despóticos.  Según
Andrés Eloy Blanco: “Doña Pancha Vásquez, el personaje real, de algunos detalles de su vida: acciones hombrunas, supersticiones, codicia, terrofagia, zamarrería, formó [Gallegos] base para su inmortal personaje novelesco, era “una mujer fea, sin atractivos físicos, y ni siquiera mala” (Biord, Ob. Cit.: 98).

Don Ricardo Montilla, secretario privado e íntimo amigo que fue del Maestro Gallegos, habla también del aporte dado por el poeta Andrés Eloy (En: Doña Bárbara. “Su Época”…, 1987) y transcribe algunos textos suyos:
"Fui el abogado de Doña Bárbara, antes de que fuera Doña Bárbara. Fui el abogado de la bruta mujer, fea y oscura, como el puñado de tierra mojada antes de que la mano creadora realizara la milagrosa transformación de barro en carne, de materia en verbo. Fui el abogado del carbón antes del diamante. Fui el abogado del barro antes del soplo”.


Ya sabemos que Gallegos en 1928 realiza su segundo viaje a Europa (el primero había sido en 1926). Se radica en Bolonia, Italia,   mientras su esposa se somete a tratamiento médico. En tres meses (junio, julio y agosto) que dura la convalecencia de doña Teotiste, revisa los bocetos sobre su novela llanera. Al poco tiempo se traslada a Barcelona, en España, y allí, con su propio peculio, publica en la Editorial Araluce, su “Doña Bárbara”, que sale a la luz pública  el día 15 de Febrero de 1927. En Septiembre del mismo año  recibió el Premio correspondiente al “Mejor Libro del Mes”, otorgado en Madrid, que lo consagra definitivamente como ilustre bastión  de la literatura universal.

La primera edición venezolana de la novela fue publicada por la caraqueña Editorial Élite en 1930, con correcciones que le hizo su autor. La opinión del dictador Juan Vicente Gómez, quien se la hizo leer, fue favorable al autor y consideró que allí no había nada que aludiese a su persona; por ello ordenó que se le nombrase Senador por el Estado Apure. Ya se sabe que Gallegos buscó  un  pretexto  para  irse  al  extranjero  y  no  aceptar  tan  degradante designación.

No hay que olvidar que Gallegos tomó como modelos para sus figuras novelescos a algunas personas que conocía de mucho tiempo atrás y a otras que encontró en su viaje al Apure. Uno de sus estudiosos dice al respecto:
“Sus héroes no son solamente casos, representantes de estados sociales, económicos  o  políticos,  figuraciones  folklóricas,  sino  tipificaciones  de  los venezolanos”.

Estas figuras literaria del autor han sido trocadas   por el pueblo dándole una nueva concepción que se confunde con la   realidad “En los predios de La Trinidad de Orichuna y en general en todo el Alto Apure, se ha asimilado la versión de que Pancha Vásquez y Doña Bárbara (la protagonista femenina y título  de  la  novela  de  Rómulo  Gallegos),  son  una  misma figura.  Ambos personajes se fundieron en el imaginario popular. En la entrada a la población de Elorza levantaron una estatua a Doña Bárbara, pero los vecinos se refieren al monumento indistintamente como si de tratara de la una o la otra” (ABRIZO, Ob. Cit.)

LA ACCIÓN DE DOÑA BÁRBARA UBICADA EN EL TIEMPO.
Biord (Ob. Cit.: 100-101) expone, al referirse a la ubicación cronológica de la acción de la novela, una tesis que se considera aceptable: la acción de la novela se ubica entre 1911 y 1927, aproximadamente, aún cuando un primer momento sucede a finales del siglo XIX: “Fue cuando la guerra entre España y Estados Unidos. José Luzardo, fiel a su sangre -decía- simpatizaba con la
Madre Patria, mientras que su primogénito Félix, síntoma de los tiempos que empezaban a correr, se entusiasmaba por los yanquis”.   La guerra aludida sucedió en 1898. Poco tiempo después -continúa diciendo Biord- José Luzardo mató a su hijo Félix. Días   más tarde Doña Asunción, la esposa de José
Luzardo, se marcha a Caracas con su hijo Santos. Este regresa trece años más tarde. “En consecuencia, esta acción y el resto de la historia de Doña Bárbara ocurre 13 años después de 1898; es decir, hacia 1911”.  Más adelante este autor dice: “Suponemos que toda esta historia cronológica abarca desde 1890 hasta 1927 [fecha del viaje de Gallegos a Apure]”.

Hoy, algunos estudiosos del tema llanero hablan de un proceso recesivo que transforma al Llano . De una crisis de valores e identidades, generada fundamentalmente  por  la  tecnología  moderna  y  la  economía  capitalista neoliberal.

En parte es verdad. Hay que reconocerlo. El Llano de hoy es diferente. El Apure de caballo, toro y soga es cosa de leyenda. La sabana ya no es libre, la limita la cuerda de alambre, símbolo de la propiedad privada. El toro ya no pita en el paradero, como diría Lazo Martí, ni hay rodeos   ni retozos de “hatajos de bestias” como antaño,  pues el ganado  ha sido sustituido por el manso y calmo cebú  brahman  de  la  India,  que  es  pastoreado  ahora  hasta en  bicicleta, acabando con ancestrales tradiciones llaneras. El caballo va siendo desplazado de las faenas vaqueras y ha quedado solo   para ser exhibido en las fiestas de toros coleados en los pueblos.

“La integridad de un pueblo está en peligro cuando ha perdido el hilo de sus tradiciones y costumbres, el culto activo a sus héroes y santos y el amor de sus dioses tutelares, sean éstos buenos o malos”, en opinión de Matthyas Lossada (1999: 25).

El voraz progreso capitalista, como diría José León,   llegó al Apure con la carretera pavimentada y   personificado en forasteros rapaces y depredadores, obligando a nuestro hombre sabanero a emigrar   a la ciudad, desarraigándose de su tierra.

Ahora existe otro Llano, que no es el de Pajarote, el de Calzadilla Valdez, el de Antonio José Torrealba, el de Juan Bruno Espinoza, el de Sánchez Olivo, el de Alberto Arvelo, el de Germán Fleitas Beroes, José León Tapia,  Ruiz Guevara, o   don Felipe Martínez Veloz, pleno, quizás, de actitudes y valores psicosociales arcaicos,  pero más puro, sincero y humano.

Recientemente leí el reportaje elaborado por un periodista amigo sobre las deplorables condiciones de conservación en que se encuentra la , supuesta, tumba de “Pancha” Vásquez, en el antiguo Hato “La Trinidad de Arauca”, propiedad del poeta José Natalio estrada Torres, en la parroquia Rincón Hondo, Municipio Muñoz del Estado Apure:

“En el lugar del sepulcro, afeado por el abandono, solo queda la losa y tres estatuillas religiosas con placas alusivas, una de ellas ofrenda de la cantante nacida en El Yagual, Adilia Castillo, como recuerdo de que una vez encarnó en televisión a Doña Bárbara. El resto del entorno lo conforman dos bancos de concreto ubicados a los lados y un pilar derrumbado en el costado derecho. Una cerca de alambre, levantada alrededor, protege  el  pequeño  terreno  de  las  incursiones  de  los animales…” (ABRIZO,  Op. Cit.).

Es otro Llano el de hoy, por lo que tenemos que aprender a conocerlo; adaptándonos a los nuevos tiempos,   pues “es hora de exaltar, de manera primordial, desde muy adentro, nuestras raíces”, porque, como señalan los expertos en el tema, “la identidad no es solo forma mentis, sino también realidad existencial”.

A este Llano en   transformación también hay que   construirle un rostro humano que nos hable de nosotros mismos, de nuestra historia, de amor a las tradiciones propias, de las creencias y   costumbres de nuestros ancestros. Por lo que debemos recrear  nuestras leyendas, un nuevo Reto de Florentino con el Diablo, una nueva búsqueda de Mayalito a su amigo Carrao, un nuevo silbón
que siga recorriendo las sabanas     espantando a los desprevenidos viajeros, una sayona que continúe asustando a los trasnochadores.      La luz eléctrica no debe acabar con nuestros fantasmas. ¿Qué pasaría si matáramos el centauro, símbolo de irreductible rebeldía y  que todos los llaneros llevamos por dentro?.

LO GEOGRÁFICO EN DOÑA BARBARA.

“Tierra ancha y tendida, toda horizontes como la
                esperanza, toda caminos como la voluntad”

El escenario de Doña Bárbara es el actual Estado Apure, cuya extensión territorial es de 76.500 kilómetros cuadrados, desde las estribaciones andinas (Páramo de Tamá) hasta el Orinoco, con un relieve que en contados casos supera los 200 metros de altitud, lleno de bajíos y bancos (médanos),  sabanas cubiertas de vegetación tropófila y gramíneas, palmares, chaparrales, clima tropical húmedo, cruzado de innumerables ríos, cuyos cursos mayores son el Apure, el Arauca, el Capanaparo, el Sinaruco, el Meta y el Orinoco (estos dos últimos lo bordean por el sur y el este respectivamente). Abundante fauna acuática, avícola, selvática (bosques de galería y Selva de San Camilo) y sabanera   Los ciclos   climáticos (lluvias - sequía - lluvias) marcaban las actividades agropecuarias.

“Esta vasta región está dedicada principalmente a la ganadería extensiva de carne, con pequeñas áreas dedicadas a la agricultura. Así tenemos el algodón en los orillares del río Orinoco: arroz, maíz y ciertos frutales en el área circunvecina a San Fernando y otras poblaciones del Norte de Apure; otros cultivos anuales y semi-permanentes como cacao y café, cerca del pie de monte andino y numerosos conucos para subsistencia dispersos en el Estado. A excepción de las áreas al Sur del Orinoco, este Estado cubre la mayor extensión  de  terreno  que  ha  sido  menos  estudiada  edafológicamente  en Venezuela” (COMERMA, 1971:1).

Las coordenadas geográficas del Estado Apure son las siguientes: “El paralelo 7º divide al Estado Apure en dos sectores de semejante latitud, aunque el norte, y algo al sur de Bruzual, corta el territorio estatal el paralelo 8º. Los meridianos al oeste de Greenwich 67,68, 69, 70, 71 72 grados cortan Apure” (COBO, Op. Cit.: 32), que   sirvieron de referencia al poeta Estrada Torres para titular una película testimonial sobre la región en 1960: “Séptimo Paralelo”.

EL HATO “LA CANDELARIA”,
El escenario de la novela, en la época que lo visitó Gallegos, probablemente, era el latifundio más extenso existente en Venezuela, con una extensión cercana a las 200.000 leguas (una legua equivale a 2.500 hectáreas) y miles de bravías reses vacunas. Su único propietario era el general Juan Vicente
Gómez. Gallegos, en 1940 precisa los linderos del escenario de su novela (Almeida, 2006: 21):

"Donde empieza el cajón del Arauca, empieza también el hato de la Candelaria. Perdón!..., el hato de Altamira... En este cajón de Arauca es donde el llano parece mas diferenciado, más definido, más llano que nunca; llano “de verdad”, llano “en su propia salsa”. La planicie es de una horizontalidad
geométricamente impecable, apenas moteado aquí y allá por reducidas  arboledas  o “matas”  llaneras...  Al  contemplarlo poblado  de  nutridas,  puntas  de  ganado  conducidas  por peones a caballo o de bandadas de miles de cimarrones que van   a   perderse   con   la   perspectiva   nos   sentimos deslumbrados."

El acusioso historiador apureño contemporáneo que nos orienta en la descripción del hato “La Candelaria”, nos muestra una   excelente panorámica del  famoso centro pecuario:

“Las sabanas de la Candelaria son zonas de pastizales naturales  propias  para  la  práctica  y  desarrollo  de  las actividades  pecuarias  y  desde  antaño  hasta  hoy  eso  ha ocurrido, el hombre así lo ha entendido hasta ahora y en esa circunstancia   ha   venido   manteniendo   relaciones   de sobrevivencia con su medio; en donde la rigurosidad climática de dos estaciones: sequía y lluvias le condicionaron la vida. El caballo y la canoa resumen el desenvolvimiento anual del lugareño  de  la  pampa.  Esa  cotidianidad  en  el  acontecer candelariero también impresionaron al escritor durante su
estadía en el hato.
Las faenas rutinarias de la actividad ganadera como el amanecer llanero en un corral de ordeño, la doma de bestias, el rodeo, las cimarroneras; así como las fiestas con arpa, cuatro y maracas; los cuenta cuentos y leyendas, quedaron grabados en la memoria del insigne visitante de tal modo, que
en ese hermoso cuadro del pintoresco paisaje llanero solo faltaba por ubicar en cada uno de los planos a los ya famosos personajes de su legendaria obra literaria…” (Almeida, 2006:1020),

Este es escenario, nada bucólico,  que conoció Rómulo Gallegos.

“En el año de 1927, Gallegos, deseoso de novelar algún asunto con el llano como fondo, se trasladó por primera vez a San Fernando acompañado por uno de sus alumnos del “Liceo Andrés Bello” hijo de aquella ciudad. José Félix Barbarito”

Según Almeida (Op. Cit.: 20), es oportuno destacar que Gallegos no vino por azar al hato La Candelaria, sino que el viaje se planificó con antelación por la siguiente razón: para el momento del viaje el único propietario del hato era el dictador   Juan Vicente Gómez, de tal modo que para penetrar y pernoctar en ese inmenso latifundio, que venía conformándose desde la época colonial,
había que solicitar permiso al dueño y precisamente eso fue lo que hizo el novelista, siéndole concedido y apoyado sin ningún inconveniente.

El general Gómez encargó al coronel Diego Rodríguez Garmendia que llevara a Rómulo Gallegos a un hato de su propiedad llamado la Candelaria en Apure, donde se inspiro para escribir su novela Doña Bárbara, publicado en 1929. la novela le gustó mucho al general Gómez y hasta lo nombró senador por el Estado Apure (1930-1931).

Antes de que se fundara el pueblo de Cunaviche ya se habían establecido sitios para  hatos  en  la  región  comprendida  entre  los  Ríos  Arauca -Cunaviche, cuestión que  demuestra el hecho de que los ejidos del pueblo de Cunaviche, incluyéndolo, se encontrasen dentro de los linderos del hato “La
Candelaria”.   Como propietario de estas inmensidades de sabanas para se señala a Don Juan Araña.

“El hato principal de acá es el de la Candelaria, cuyo dueño es don Juan Araña, vecino de Calabozo. Hay también acá otro hato llamado Burón, cuyo dueño es don Nicolás Hurtado, y a distancia de unas doce leguas está la casa del hato de don Pío Blanco, de Caracas, y hay otros muchos hatos inmediatos a la otra banda del río Cunaviche” ( cita Almeida).

En  este  sentido  el  P.  Fr,  Félix  de  Cortes  informa  al  Rey  en  una comunicación fechada en Caracas el  1 de junio de 1770 sobre el estado de los pueblos fundados por los misioneros capuchinos en donde expone que el pueblo de San Jose de Leonisa de Cunaviche fue fundado en el año de 1768 por el P. Fr. Juan de Málaga (Almeida: Op.cit.)..

REALISMO Y TELURISMO.
Diaz Seijas (1967.: 51) dice al respecto que el paisaje de los llanos de Apure y la vida que transcurre en él son como la sustancia primordial del realismo en “Doña Bárbara”: “El inmenso escenario de los llanos pasa con todo vigor, sus misterios y su riqueza folklórica a las páginas de “Doña Bárbara. Se
ha   dicho que la naturaleza venezolana es como un protagonista en la obra de Gallegos.

Efectivamente, es correcto el aserto. El llano enloquece como la selva. Las inmensas soledades en las que apenas se levanta a largo trecho un rancho,  la  sugestiva  disposición  de  las  leyendas  en  el  alma  popular,  el concepto primitivo de la vida, contribuyen a que el observador se identifique
con el fenómeno telúrico”.

De allí que el argentino Recondo (s.f.: 7) ubica a Doña Bárbara entre las llamadas “novelas de la tierra”, donde el “telus” tiene un valor protagónico. Sin embargo, otros analistas piensan que este elemento terrígeno supo Gallegos manejarlo con destreza, atendiendo a las exigencias de la acción:

  “Si  el  elemento  telúrico  no  tiene  en  Gallegos  la  absoluta preponderancia que se observa en “La Vorágine”, ni siquiera la  preferencia en el orden de los protagonistas con que se presenta en “Don Segundo Sombra”, el paisaje ocupa un primer plano   muy  significativo  en  la  novela  galleguiana.  A  pesar  de  la perfección  artística  con  que  ha  realizado  Gallegos  sus descripciones,  la  llanura “devoradora  de  hombres”  no  nosimpresiona tanto por la copia fotográfica con que el autor nos hace presente al paisaje, cuanto por la ambientación en que logra incorporarnos haciéndonos vibrar al ritmo de la naturaleza y los personajes” (Damboriena, 1960: 105).


 COMPENETRACION DEL AUTOR CON SU OBRA. 
 A  través  de  los  diferentes  análisis  revisados  se  evidencia  que  la identificación de Gallegos con sus obras se da en mayor grado con Doña Bárbara. Liscano capta y retrata magistralmente el embrujo que sufrió Gallegos al llegar al Apure y contemplar las sabanas del Cajón del Arauca: “La relación llano, tierra bravía y salvaje, naturaleza indómita e indiferenciada, barbarie  patria violentada, todo ello impersonal, requería una representación humana con la que se satisficiera la libido todopoderosa de Gallegos y de los lectoresconvocados a esa celebración   artística y ritual. Tan solo cuando las cosas, la naturaleza las ideas adoptan forma humana, cuando encarnan  en la figura  del héroe   o antihéroe, existen para la ficción narrativa:   saga leyenda, poema,cuento o novela,  etc.,  Doña Bárbara representará  aquella relación geográfica, cultural, sociológica y psicológica con virtudes inmanentes de ficción poética y narrativa” (Prólogo. “Tema Mítico de Doña Bárbara”. 2005: XXXIV) Gallegos expresará su remembranza y   apego a esta tierra apureña en el Prólogo a la edición conmemorativa de los 25 años de publicada la novela  (México, Fondo de Cultura, 1954: “Cómo conocí a Doña Bárbara”):

               “El ancho río, el cálido ambiente llanero, de aire y de cordialidad
                humana, alguna ceja de palmar allá en el horizonte, tal vez un
                relincho de caballo salvaje a lo lejos, respondiéndole quizás   a un
                bramido de toro más o menos cimarrón y porqué no también,
                cerca de nosotros, un melancólico canto de   soisola. El Llano es
                todo eso: inmensidad, bravura y melancolía"


 Según el mejicano Andrés Iduarte (1984:115), Gabriela Mistral, al conocer a Rómulo Gallegos, le vio   como un “centauro tímido”.   Es posible que la gran poetisa chilena se haya dejado influir por la lectura de la novela Doña Bárbara, cuya   primera edición española había tenido a su alcance desde su aparición. Allí, como se sabe,  se alude al centauro que cada llanero lleva por dentro. Así que Gallegos autor material de una obra literaria es identificado con una figura ficcional de su propia creación. Es el mejor elogio que se le puede hacer a un escritor.

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