Revisando
varios escritos que nos envió Don Argenis Méndez Echenique, me llamó
especialmente la atención el que compartimos a continuación, pues a
pesar de que está datado en 1977, es totalmente vigente. El tema es la
necesidad de despertar precisamente a ese centauro dormido que es el
llanero apureño, para que vuelva a correr por la sabana con toda su
fuerza y gallardía, levantando a su pueblo de la apatía en que se ha
sumido. San Fernando de Apure fue una ciudad progresista, importante
desde el punto de vista comercial, cultural y económico entre otros. El
estado Apure como tal brilló en un pasado con la luz de su historia y
su cultura. Es la cuna de muchos poetas, escritores y hombres de letras.
Muchas historias se han perdido o permanecen empolvadas en el recuerdo o
en libros antiguos. Apure debe renacer con el ímpetu de los centauros
independentistas, con la fuerza de la historia forjada por ellos y por
sus siguientes generaciones.
¿DEBEMOS REALMENTE MATAR EL CENTAURO
QUE LLEVAMOS POR DENTRO?
Por Argenis Méndez Echenique
Aun cuando
hay quienes opinan que ya está todo dicho sobre la vida del maestro Gallegos, y
que debemos velar única y exclusivamente por el cumplimiento de sus ideales, yo
particularmente opino que hay que seguir escudriñándolo para conocerlo e
interpretarlo correctamente. Así que en una reciente releída de la novela Doña Bárbara encontramos que el autor
hace el planteamiento de “matar al
centauro” que todos los llaneros llevamos por dentro; matar a la bestia, al
salvaje, al ser inculto que los llaneros (y todos los humanos en general)
presentamos como si fuese una segunda naturaleza: “El centauro es la barbarie y,
por consiguiente, hay que acabar con el”. La barbarie es Doña
Barbara, es Pernalete, es Balbino Paiva, pero también lo es, o lo fue, el
indómito centauro de la epopeya patria, de cuando se luchaba contra la opresión
imperial española. Ese centauro ya no tiene cabida en el mundo de hoy, donde
aspiramos impere la justicia, el orden y la solidaridad en todas sus
manifestaciones.
Esa barbarie
ciega y destructora es la que hace que Lorenzo Barquero, hombre débil y
dominado por las pasiones más oscuras, sea tragado por el tremedal, después de “oír la llamada del centauro”, o de la
llanura que es lo mismo. Solamente bastó que su madre lo llamase para que
acudiese a vengar al padre asesinado cuando lo vemos abandonar el brillante
provenir que le ofrecía la sociedad citadina donde estaba cómodamente engarzado;
esa sociedad que representa la civilización, el progreso, lo noble, lo bueno.
Pero Lorenzo Barquero cae y se convierte en un ex – hombre, en una piltrafa humana. La barbarie vence a la
civilización.
Ahora
analicemos a Santos Luzardo, que representa lo justo, lo bello, lo culto, lo
ciudadano. Inmediatamente caemos en cuenta que él tampoco supo matar al
centauro como pretendía, porque éste permaneció adormecido, agazapado, en su
sub-conciente. Llegó un momento en que Santos Luzardo también tuvo que darle
rienda suelta a sus pasiones y enfrentarse, resolver en mano, al “Brujeador”, representante de todo que
era la barbarie, el caciquismo, el latifundio, la superstición y todo lo que
significa atraso cultural: “al atropello,
con el atropello. Esa es la ley de esta
Tierra”. Si el tiro que mató al “Brujeador”
fue de Santos Luzardo o fue de “Pajarote”
es lo de menos, puesto que la intención era la misma: ¡Matarlo!
Esto hace pensar
que Santos Luzardo lo que había hecho hasta ese momento era domeñar al centauro
que llevaba por dentro. Eso de matar al centauro no es tarea fácil; yo diría que imposible, porque sería matarnos
a nosotros mismos. Ya lo dije antes: el centauro es nuestra segunda naturaleza;
es nuestro otro yo (“Homo Humini Lupus”: el
hombre es un lobo para el hombre). En todo caso, lo que podemos hacer es
domarlo, moldearlo, hacer que nos obedezca mediante la educación y canalizar
así sus bríos para lograr provecho loable de sus naturales ímpetus.
Esa tarea de
domesticar al centauro está pendiente todavía en Apure, en Venezuela, en
Latinoamérica, en el mundo entero, como lo demuestran las injusticias de todos los
días que conocemos a través de los medios de comunicación de masas o
directamente en contacto con nuestros medios sociales y políticos. Pero creo
que para la gente de Apure es más urgente que para más nadie, porque aquí
todavía se vive casi exclusivamente de las glorias pasadas ganadas por el
centauro valiente e invencible de la epopeya independentista. Ese mitológico
ente, brillante y audaz fue nuestra salvación en aquél momento. Pero en los
tiempos venideros ha permanecido marginado e inculto, transitando por los
caminos del olvido. Haciendo necesario el conquistar nuevos laureles, que sean producto
del trabajo creador de un centauro diferente, un centauro letrado, intelectual,
científico, conocedor de sus propios valores e idiosincrasia; un centauro
estudioso y analítico de su propio devenir histórico, de su propio destino, que
sepa de donde viene, donde está parado y hacia donde debe encaminar sus pasos
para alcanzar sus verdaderas redenciones socio – económicas y culturales.
Apure
necesita en este momento de su gente, con el temple batallador que siempre lo
ha caracterizado, demostrar que su habilidad no estuvo solo en lancear prójimos
y en pastorear vacas. Es necesario que Apure, con su centauro cultivado,
educado en todos los saberes, le demuestre a Venezuela y al mundo su propio
valer diversos campos del quehacer humano.
Gallegos nos
los dice: “Es necesario civilizar la
llanura; acabar con el empírico y con el cacique, ponerle termino al cruzarse
de brazos ante la naturaleza y el hombre”. Si no seguimos esta sabia
sugerencia, Apure seguirá siendo un pueblo marginal, de la periferia nacional, sumido
en el abandono y en la desidia de sus habitantes. Hay que salir de ese marasmo
y echar andar, con nuestro centauro “sufridor”
a cuestas.
AME.
San Fernando de Apure, Febrero 20
de 1977.
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