"Decían los vecinos de la esquina donde se cruzan las calles Chimborazo y Páez, es decir, donde está la entrada principal del viejo cementerio; que por allí transitaba a medianoche un enano, el cual entraba al camposanto sin abrir la pesada reja. Otros contaban que lo veían trepando el enrejado como queriendo salir del cementerio. Otros referían que la tumba que el enano visitaba, era el sepulcro de una mujer muy hermosa, de la cual estuvo eternamente enamorado y que ella, en vida siempre lo rechazó por su horrible aspecto. No obstante, cuando ella murió, el enano visitaba asiduamente su tumba para llevarle flores y nunca dejó de visitarla el día de los fieles difuntos.
Dicen que desde que él murió, el espíritu de un enano comenzó a vagar de noche por la Chimborazo o por la Páez, tal vez, queriendo entrar al camposanto para visitar la tumba de la que en vida fue su amor platónico. Referían viejos sanfernandinos que cuando el enano visitaba la tumba, ésta se iluminaba y que de ella emergía una hermosa mujer, radiante de luz, suplicándole al extraño ser que la dejara descansar en paz, que si no lo quiso en vida, mucho menos lo amaría en el mas allá. Se dice que ante las suplicas de la muerta, el enano abandona el cementerio y de inmediato cesa la radiante luz y no se oyen más las suplicas de la difunta. Es por esa razón, que el frustrado galán sale furioso a la Chimborazo, a pagar su indignación con cualquier desprevenido transeúnte que se le atraviese en su camino."
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