LA HISTORIA DE VENEZUELA NO SE EXPLICA SIN EL LLANO
Foto: Miguel Abrizo |
Guillermo Jiménez Leal es el autor de "La culpa la tiene el llano", un poema que según él tiene un "refrancito pegajoso", que gustó mucho y se hizo popular cuando lo compuso (siendo un joven estudiante universitario en Caracas en la década de los 60 del siglo pasado).
En Barinas (donde reside) y entre los círculos intelectuales venezolanos, a Guillermo Jiménez Leal -además de poeta, compositor, vocalista y cuatrista- se le tiene como un estudioso y un profundo conocedor de la música, tanto en su vertiente clásica como folclórica. Sus amigos le dicen "Goabina", apodo que carga desde muchacho; después echa el cuento del origen del mote.
En París, donde se especializó en musicología en la Universidad de La Sorbona, vivió 15 años, lapso en que se dedicó a estudiar, componer y fusionar la música "culta" con la música popular venezolana; en locales nocturnos y salones se ganaba el sustento con grupos que interpretaban música latinoamericana, de moda en aquella época. En el anfiteatro de La Sorbona ofreció un concierto con una orquesta que fundó, Folclor de Cámara, con la que grabó un disco y posteriormente hizo una exitosa gira de presentaciones por Venezuela.
Jiménez Leal es un hombre delgado y de mediana estatura, que estalla en una sonora carcajada al celebrar una ocurrencia o pronuncia un "ayayay" ante un lance comprometido, una sorpresa o una pregunta de doble piquete. Entre su obra poética figuran Viaje para dos en uno; La culpa la tiene el llano y Romance del Caipe moribundo.
Nació en Libertad, un pueblo del sur del estado Barinas, ubicado después de Sabaneta y antes de Ciudad de Nutrias. Sus padres, Carlos Jiménez y doña Rosalía Leal de Jiménez (ella de origen guariqueño), eran maestros que continuamente rotaban de un caserío a otro. De Libertad se trasladaron para Obispos, un pueblo cercano a Barinas con una iglesia colonial preciosa.
Embrujo
En Obispos Jiménez Leal pasó su infancia. Recuerda que su casa estaba ubicada en una esquina diagonal a un bar con una rocola, en la cual las pueblerinas y los pueblerinos colocaban insistentemente una canción pegajosa, que escuchaba hasta medio dormido, cuya letra decía "la goabina me mordió en la palma de la mano…".
Una de las pocas bibliotecas del pueblo estaba en la casa de sus padres, quienes recolectaban libros de sus traslados como maestros de un lugar a otro. Así que, relata Jiménez Leal, cuando abrió los ojos, lo primero que se encontró fue una biblioteca.
Desde muy temprana edad se aficionó a la escritura y la música. A los 7 u 8 años comenzó, por su cuenta, a tocar cuatro y guitarra, y se hizo músico aficionado.
-¿ Para un poeta y músico como usted es un privilegio haber nacido en el llano?
-Esa es una pregunta difícil de responder, porque uno está tentado a decir que sí, pero uno no sabe si habiendo nacido en otra parte hubiese sido músico y poeta, sin que necesariamente la temática central fuese el llano, como es mi caso. Yo creo que el llano tiene como una brujería, un embrujo, algo especial que cautiva. Yo viví cerca de 15 años en Europa y mientras más tiempo pasaba allá, más llanero me hacía, más me apegaba a mis propias tradiciones. Eso es como una sangre; algo que forma parte de tu espíritu, de tu sangre, de tu aliento. Ahora, yo doy gracias por haber nacido en el llano, porque me siento plenamente realizado.
-¿Usted montó a caballo?
-Nunca fui llanero de faena, pero crecí en el ambiente, mirando. Alguna vez de niño estuve en un corral amarrando becerros, porque en el segundo matrimonio de mi madre con un llanero íbamos con él a ver las faenas llaneras y en algunas ocasiones me tocó meterme en un corral atareado con la amarrada de los becerros. No es que no los haya montado, pero nunca fui un hombre de a caballo; fui un pueblero.
Junto a la música, refiere, cultivaba el gusto por la literatura. Sus primeros poemas datan del año 1960, 1961. Cuando estudiaba 6° grado fundó, junto con otros compañeros y algunos profesores, un periódico llamado El Caipe (nombre del río que pasa al lado del pueblo de Obispos); lo multiplicaba con un multígrafo llevado por el Ministerio de Educación.
Como muchos barineses de su época en edad de bachillerato, Jiménez Leal se bañó en el río Santo Domingo y estudio en el liceo O'Leary.
En una síntesis de sus años juveniles, Jiménez Leal relata que entró en la Universidad de Los Andes a estudiar arquitectura. Allí permaneció apenas un año. Su estadía coincidió con una experiencia religiosa por la vía del apostolado seglar y la Juventud Católica, cuyos miembros no estaban motivados por actividades de piedad religiosa, sino que era un movimiento de opinión y de análisis crítico de las doctrinas sociales, el capitalismo, el liberalismo y el comunismo.
Leal pertenecía al ala izquierdosa de ese movimiento juvenil católico. En un primer momento tuvo vocación sacerdotal, vinculado con la congregación de la Compañía de Jesús. Los jesuitas consideraron que debía estudiar una carrera más cercana a lo literario que a la arquitectura. Los directores espirituales jesuitas acordaron que se inscribiera en sociología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Al estar en Caracas estalló el Mayo Francés, acontecimiento revolucionario que marcó a la juventud de su época. "El Mayo Francés tuvo coletazos en todo el mundo. En Caracas fue fuerte. Se leía mucho toda la literatura que produjo la revolución de mayo en París. Por supuesto que en la UCAB ese movimiento no tuvo mucha repercusión, porque es una universidad privada (de estructura religiosa) en la que ese tipo de movimiento no tenía mucha cabida. La mayoría de los estudiantes inquietos de esa universidad nos fuimos mudando temperamentalmente para la UCV. Íbamos a escuchar las clases que en esos tiempos se daban en los pasillos, en el campus. Yo me fui retirando poquito a poco de la UCAB con ánimo de meterme en la UCV, pero en eso se me llamaron de Barinas para fundar la Casa de la Cultura, de la cual fui su primer director. Estamos hablando del año 1969, en el gobierno de Copei", relata.
Desde la casa de la cultura barinesa tejió una serie de relaciones con las y los principales artistas venezolanos. Por Barinas, gracias a un acuerdo con el Inciba, institución rectora de la política cultural de la época, pasaron escultores, pintores, narradores, poetas, músicos y ejecutantes de instrumentos. Todos hablaban de París. Así que Guillermo Jiménez Leal, al cabo de un año, decidió irse a París.
Joropo clásico
En Francia continuó estudios de sociología y de musicología en La Sorbona; además formaba parte del coro.
"Hubo una circunstancia que me inclinó definitivamente por la música -no como arte, a la que uno es afecto por razones temperamentales, sino como ciencia y profesión- y fue el hecho de que mi familia ya no podía ayudarme económicamente. Mis hermanas se casaron. Me dijeron 'vas a tener que regresarte', pero como yo me había llevado el cuatro, estaba metido en la boite, los lugares de París donde tocaba la música suramericana y ya era capaz de ganarme la vida por mi cuenta con el cuatro y la guitarra. Tenía un repertorio amplio con el cuatro, con la guitarra y eso me daba muchas oportunidades de trabajo. Les agradecí a mis hermanas por el apoyo que me habían dado, pero dije 'yo me quedo porque vivo tranquilo, trabajando de noche y continuando los estudios de día".
En París adquirió una sólida formación teórica musical. Paralelamente componía y se presentaba en locales nocturnos.
"Comencé a componer, a refinar mis propias formas como intérprete, tanto de los instrumentos como de la voz, y por el estudio y por el trabajo diario adquirí un nivel profesional en la música. Fundé mi propia orquesta, que se llamaba Folclor de Cámara. Fue muy conocida en Venezuela", dice.
La idea de fundar un grupo de cámara que interpretara música venezolana nació cuando un profesor le preguntó si era posible escribir la armonía del arpa, cuatro y maracas para orquesta de cámara que contuviera ese brío de la música criolla, desconocido para las europeas y los europeos.
"Yo me puse a pensar", refiere, "y a trabajar con otro grupo de amigos en la escritura de la música venezolana, y se me ocurrió la idea de fusionar arpa, cuatro, maracas y contrabajo con la orquesta de cámara. Esa idea fue muy bien recibida por los músicos latinos que estaban allá, pero para realizarla como proyecto profesional se necesitaba un apoyo financiero. Yo conseguí el apoyo con la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho. El primer concierto con músicos académicos -argentinos, franceses y venezolanos- se hizo en al anfiteatro de La Sorbona que es uno de los principales lugares de París para eventos de ese tipo", detalló.
"Ese primer concierto se grabó con éxito increíble, era la primera vez que se veía en Europa una fusión de ese tipo, que juntaba la música culta con la música popular. Se hizo un repertorio con algunas canciones viejas venezolanas y canciones mías. A oídos venezolanos llegó ese evento, y se me apoyó para grabar el primer disco y hacer una gira por Venezuela", puntualizó.
-¿Compuso mucho en París?
-Compuse música en general, pero lo central fue música venezolana. Compuse canciones que hoy son muy conocidas, como Caña dulce, Ojos color de los pozos, Vals del dulce beso. Esas primeras canciones las grabó María Teresa Chacín, y luego interpretes como Freddy López que grabó Caña dulce; Rummy Olivo que grabó Ojos color de los pozos; Simón Díaz que grabó La Culpa la tiene el llano.
-¿De dónde viene La Culpa la tiene el llano?
-Es un poema que compuse siendo estudiante universitario en Caracas. Ese poema, desde que salió, pegó mucho porque tiene un refrancito pegajoso. Lo estrenó Víctor Morillo en Brindis a Venezuela. Desde que salió fue publicado en revista; siempre tuvo mucho éxito el poema como tal. Ese poema lo recita el presidente Chávez. Luego yo lo arreglé musicalmente en tiempo de carnaval y lo grabe en los años 80 del siglo XX.
Ah, caramba, compañero
-¿Cómo concibe usted la música llanera?.
-El joropo es el centro de la música llanera, pero se fraguó como ritmo en varias partes de Venezuela. Se tiene un joropo oriental; el joropo central o tuyero y el joropo caraqueño, que tienen cosas comunes y diferentes del joropo llanero. La particularidad del joropo llanero está en el arpa vená, porque tenía cuerdas de tripa de venado; el cuatro, que acompaña al arpa y a las maracas y, a partir de los años 50 del siglo pasado, se sumó el contrabajo, que es nuevo en la música popular del llano. Hay ciertos golpes o ritmos conocidos que se repiten, como el carnaval, la chipola, el pajarillo y el seis por derecho, que son específicos de la música llanera. Hay un aire o estilo de la música llanera que es el pasaje, que es lento, que no es para baile sino para el canto, sobre todo amoroso, el canto lírico. Los golpes más apurados son propios de los cantos de faena; cuando uno habla del llano, del ganado, de los caballos, pues los ritmos de tempos más acelerados se prestan más para esa literatura más épica; en cambio el pasaje es más lírico.
-¿Y la temática?
-La temática de la música llanera tiene mucho que ver con su ecología y sus tradiciones que forzosamente son distintas a las de la costa. En la costa se habla de barcos, de peces, de velas; aquí se habla de caballos, de los gabanes, de la sabana, de la garza, del estero, de la laguna, del llano, como una querencia fundamental de la literatura y de la música llanera.
-¿El llano sin esta música estaría incompleto?
-Yo diría que crecieron juntos. Los investigadores llaneros se han ocupado de resaltar que la cultura y la historia del llano han ido juntas desde hace tiempo. La evolución del ser humano en un ambiente determinado suelta su propia literatura. No hay cultura sin literatura y sin arte.
-Dentro de la cultura venezolana, ¿cómo ubica a la llanera?
-Tiene un sitio muy especial dentro de la cultura venezolana; siempre ha tenido en el llano una especie de corazón aparte, algo de su nacionalidad, algo que la identifica con la nacionalidad venezolana, hasta el punto de que el himno nacional popular se llama Alma Llanera. Sin quitarle valor artístico ni literario a otras formas de arte, digamos que la música llanera ha representado icónicamente al alma venezolana. Y no se debe olvidar que algunos de los caudillos de la historia, en la gesta de Independencia en el siglo XIX, fueron llaneros. Otra cosa que resaltan los investigadores es que la gesta independentista, desde el punto de vista militar, no se explica sin el llano, porque ¿quién daba los caballos, que eran uno de los elementos más importante de la lucha? El llano. Los alimentos de la tropa, el refugio lo daba el llano. Entonces, el llano, un poco por esa tradición guerrera, ha sido parte del alma venezolana.
-¿Se podría decir que en este asunto de la libertad la culpa la tiene el llano?
-Aayayay. Jajajaja.
-¿Por qué le dicen Goabina? ¿Le molesta que le digan así?
-Para nada. Eso viene de mi infancia y de mi afición a la música, porque uno de las primeras canciones que se grabó en disco de 45 rpm y que llegó a las rocolas fue una recopilación que hizo Valentín Carucí, presidente de Sacven, de alguna parte de la Bella del Tamunangue que dice: "La goabina me mordió/en la planta de la mano / y si no lo quieren creer miren la sangre chorreando". Yo la escuchaba mucho desde mi casa, que estaba diagonal a un bar donde la ponían. En esa época uno aprendía a tocar el cuatro, o cualquier instrumento, por las canciones más sencillas. La Bella del Tamunangue es como un merengue con una armonía muy fácil de tocar. A mí, que tocaba aguinaldos, se me hacía muy fácil cantar algo que se pareciera a los aguinaldos. La primera canción que me aprendí fuera de los aguinaldos fue esa. Donde llegaba pedían "que cante el muchachito La goabina me mordió. Que cante el muchachito, la goabina me mordió". Cuando llegué al liceo ya me conocían como Goabina.
-¿Tiene algún verso o estrofa que "le alborote el llanero"?
-Eso depende de las circunstancias y el momento; lo que dicen el alma y la hora te suelta o te hace evocar una parte de un corrío, un pasaje, una parte de un poema, que es imposible de calcular. Para cada ocasión hay una copla distinta, o uno la inventa. Yo no solo me aficiono a la poesía llanera sino a toda la poesía
-¿Y de Alberto Arvelo Torrealba?
-Compañero no se aflija/beba agua que yo lo espero/pero dígame primero/ con el acento marchito/ cuánta sed tiene este grito/ ¡ah, caramba compañero!
-¿Y de Guillermo Jiménez Leal?
-La brisa pasa silbando/ junto a la palma reseca/y el horizonte se ahueca/ cuando el día viene aclarando/si el caño se está secando/ no tiene culpa el verano/ si el pajonal del pantano/ se vistió de un verde tierno/ no tiene culpa el invierno/ la culpa la tiene el llano.
El arpa adelante, el credo atrás
-¿En Barinas se baila joropo con bandola o con arpa?
-Con los dos.
-¿Desde siempre?
-Desde siempre. El arpa es de presencia tardía en relación con la bandola en el estado Barinas. Eso puede tener su explicación, entre otras cosas, por el transporte. Es más fácil cargar una bandola que un arpa. La bandola viene de la antigua guitarra española de cuatro cuerdas, que se utilizaba como instrumento puntero. En todos los folclores latinoamericanos encuentras esa particularidad: un instrumento que puntea y otro que rasguea. Eso viene de la Edad Media. Entonces, en Barinas, la bandola fue primero con respecto al arpa. Masivamente hablando la bandola es de vía fluvial, se difundió por toda la cuenca del Orinoco.
-¿Y el arpa?
-El arpa menos. El arpa la trajeron casi a propósito las misiones religiosas, sobre todo los jesuitas. Hubo un jesuita muy famoso que decía: "denme una orquesta y voy a civilizar a toditos los indígenas". Si los testimonios jesuíticos revelan algo, es el gusto y la destreza de los indígenas americanos por la música. En poquísimo tiempo lograban interpretar cualquier instrumento que pusieran a su disposición. Lograron formar verdaderas orquestas; en Venezuela muy poco, pero en Colombia hubo un pueblo muy famoso llamado Tópaga donde todavía se conserva un arpa del siglo XVII, donde venían de otras partes a escuchar la orquesta de ese lugar.
Guillermo Jiménez Leal sostiene que el arpa fue introducida más bien por vía terrestre, en carros de mula, de buey. La bandola venía junto con el cuatro, porque es raro que una bandola ande sola.
"Se conoce de bandolistas que florecieron en las orillas de los ríos Santo Domingo, Pagüey, Masparro. Anselmo López, que es el icono más importante de la bandola llanera, es de Nutrias (a orillas del río Apure). Por ahí también entró la bandola llanera", subrayó.
La dinastía de los Arvelo
-¿Los tres Arvelo forman una dinastía poética en Barinas?
-Son primos hermanos. Enriqueta Arvelo Larriva y Alfredo Arvelo Larriva son hermanos y primos hermanos de Alberto Arvelo Torrealba. Los Arvelo Larriva, tanto Alfredo como Enriqueta, son parte de la poseía venezolana más honda y de mejor factura desde el punto de vista formal pues, aunque autodidactas, son muy cultos. Alfredo Arvelo Larriva es una de las figuras máximas del modernismo venezolano. Para dar un ejemplo: Una vez la Embajada argentina y algunos intelectuales venezolanos promovieron un concurso de sonetos que se llamó el Gaucho y el Llanero. Participaron los principales poetas clásicos venezolanos. El concurso fue ganado por Alfredo Arvelo Larriva. Imagínese si era importante. Solo que él estuvo 17 años preso y no fue muy difundido. Y Enriqueta Arvelo Larriva ha tenido una importancia muy grande; su poesía es muy oscura todavía, muy honda, de una factura extraordinaria, pero todavía no se ha comprendido, no se le conoce.
-¿Y Alberto Arvelo Torrealba?
-Es el más conocido, porque es el llanero de los tres. Cultivó la poesía llanera popular, aun cuando de magnífica factura y autor de un romance, un corrido, tan arraigado en el alma de las venezolanas y los venezolanos como Florentino y El Diablo. Esa circunstancia han hecho de que de esos tres Arvelo, Alberto Arvelo Torrealba sea el más conocido, el más difundido. También escribió prosa. Escribió Caminos que Andan, ganó el Premio Nacional de Literatura con un ensayo sobre Francisco Lazo Martí, un poeta guariqueño que vivió en Barinas y cuya principal obra, la Silva Criolla, la escribió en Barinas.
TextoManuel Abrizo
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1 comentario:
Solo diré que poseo el disco FOLKLORE DE CAMARA grabado durante el concierto dado en el anfiteatro de LA SORBONNE, el cual salió al mercado en 1980.
Los integrantes fueron: Arelys Regnault, César Andrade y Guillermo Jiménez Leal.
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