Van los vaqueros del viento
van sus candelas picando
ululan cantares de humo
sobre el tablón del quemado
Alberto Arvelo Torrealba
El Llano venezolano está pasando en estos dias por un recio verano. Como lo hemos escrito en entradas anteriores, el verano en el llano empieza a presentarse en salidas de aguas, aproximadamente en el mes de noviembre y se va desarrollando en los meses siguientes hasta llegar a su máximo nivel entre febrero y marzo. Ya entre abril y mayo, empiezan normalmente las primeras garúas que dan paso a una fugaz primavera, y luego al invierno, tan severo como el verano.
Este año el verano ha sido más intenso. Las llanuras están sedientas: terronales, polvo, tolvaneras, incendios, ríos con cauce minimizado y pasto seco son elementos que se ven a lo largo y ancho de la llanura, con algunas excepciones en los bosques de galería y en bajíos o esteros.
Muy poco verde podemos apreciar en las sabanas y el existente, se presenta mustio, opaco muy distinto al verde esmeralda que las decora en entrada de aguas.
Resistir y florecer, dice Humberto Febres Rodríguez en su obra "EN NEGRA ORILLA DEL MUNDO" refiriéndose al ciclo que vive el llanero donde ve a plantas y animales agostarse en verano, a veces hasta la extinción o ahogarse en las aguas que trae el invierno. El llanero ve nacer, morir, sobrevivir, resucitar, sin perder la esperanza, tal como lo dice el poeta Arvelo: cruzando sedientos sobre la arena desnuda, vide la tierra estrellada con lirios de primer lluvia.
Antes de ofrecerles una serie de fotografías tomadas en el pasado mes de marzo entre Guárico y Apure que muestran la crudeza del verano, colocamos un poema del poeta Fleitas Beroes que la plasma:
-¡Traigo los labios resecos
negra la cara y la manta,
me alcanzó la tolvanera
pasando por el quemado!
¡Quieto!... caballo alazán
que está muy lejos el hato
y se rompieron los tientos
de la totuma y el cacho.
Quiero beber y no puedo,
este pozo hiede tanto
que no se si seguir viaje
o enfrentármele a lo macho.
Cuando me inclino de nuevo
me tumban el pelo e´guama
las alas de los zamuros,
las patas de los chicuacos,
pero extiendo mi pañuelo
suavemente sobre el fango
y empiezo a sentir divino
el líquido putrefacto
que se pone tibiecito
después que orina el caballo.
Otra vez cojo camino
con una copla en los labios,
agradecido de Dios
que siempre mete su mano
¡Que soledad,
que desierto,
que rica el agua en pañuelo.
La palma, el azul del cielo,
el pozo y el toro muerto.
Chigüires refugiados en los pocos restos de agua de las sabanas de Mantecal |
Búfalos en las sabanas del Capanaparo |
Distintos focos de incendio en las llanuras de Mantecal |
Ya pasó en incendio en los suelos arenosos del Capanaparo |
La muerte como la vida, se evidencian en esta estapa de la naturaleza llanera. Muchos animales mueren de sed, los peces tratan en vano de sobrevivir en los pocos restos de agua que quedan en las lagunas, las garzas emigran a lugares menos hostiles. Algunos sobreviven, algunos perecen pero en el ciclo perfecto de la naturaleza, se mantiene el equilibrio.
Al fondo, un grupo de gabanes. Al lado de los restos de la res, un oripopo vigilante.
Sed, polvo, resolana, terronales y tolvaneras se aprecian en el paisaje
Tolvaneras |
Estero de Camaguán |
Playa del Rio Apure en San Fernando |
Caño La Pica, convertido en esta parte, en tan solo un arroyuelo |
Playa del rio Capanaparo en La Macanilla. |
Puente improvisado para tiempos de invierno |
Sabana dorada por el sol |
Y para finalizar, Verano Llanero interpretado por José Catire Carpio:
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