Esta fundamental faena tiene gran importancia en las tareas del llano, no solamente desde el punto de vista de producción de lacteos, sino de salud de las vacas, ya que de no hacerlo, les da mastitis.
Se ordeñan muy temprano en la mañana, después se sacan a pastorear todo el día y se arrean de nuevo al corral en la tarde. Los becerros, mientras tanto, se quedan en el corral.
Las vacas y becerros generalmente se les asigna el mismo nombre, al cual atienden cuando son llamados. El ordeño es una actividad que refleja la compenetración del hombre con el animal, es una labor amorosa donde el ordeñador, cantando su tonada, va llamando a las vacas por su nombre y el becerrero le acerca el becerrito y se lo amarran de una de las patas traseras, para que mame por un lado, mientras el ordeñador trabaja en el resto de la ubre. Así, la vaca engañada se deja ordeñar tranquilamente.
El becerrero debe estar pendiente que los becerros no mamen toda la leche, acto que llaman “mamarse las vacas”, lo cual tiene dos resultados negativos: se disminuye la producción de leche y además, si mama de más, el becerro se enferma del estomago.
Si quieres escuchar una hermosa canción relacionada con esta faena y una explicacion de Simón Diaz haz click en la Pena del Becerrero . También puedes, con un click, dirigirte al post La tonada ambas en este Blog.
Por supuesto, en las fincas industrializadas, grandes productoras de leche, no se sigue este proceso y el ordeño se hace a través de máquinas.
Entre los recuerdos de mi infancia, está la tibieza y cremosidad del vaso de deliciosa leche recién ordeñada, que me daba mi abuela, cuando estaba de vacaciones en San José de Guaribe. Y después recuerdo especialmente una natilla espectacular que yo llamaba mantequilla blanca que se hacía con la leche. Claro está que esa práctica tenía un riesgo importante implícito, pues la leche debe ser hervida antes de su consumo, para evitar contaminación por bacterias y microorganismo.
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