Les ofrecemos los recuerdos del Profesor Omar Carrero de otro de los bastiones de El Caparo, Don Luis Ballesteros. Al igual que el anteriormente publicado de Jesús Bolaños, es un relato cargado de añoranza y respeto hacia aquellos hombres que con su trabajo y dedicación marcaron una época en Caparo.
DON LUIS BALLESTEROS, EL MAESTRO
(1927-2010)
Baquiano
Omar Carrero Araque
Mérida - 2010.
Ya el año 1970 caminaba por el sendero de Piscis cuando encontré por primera vez a Lucho Ballesteros, un hombre echado de su Colombia santandereana por la racha de violencia que recorría aquella tierra. Sus rasgos indígenas se mostraban en su perfil aquilino, su cabello liso en extremo y su mirar en soslayo; pero por encima de todo, por su astucia y percepción. Dotado de una facilidad para el aprendizaje y de mucha capacidad para la formación fue reclutado por la Universidad para que conformara el primer contingente del Programa Caparo. Este hecho casi lo separa de Laguna Grande, su bien cuidada Posesión, resultado del esfuerzo y de la constancia de su grupo familiar.
Allí en Laguna Grande conocí unas de las Tecas más viejas de Caparo, traídas por madereros que consiguieron Paradero en esta Finca. Venían del Aserradero Santa María, de Los Teques según me contaba en una de las tantas travesías que hicimos juntos; fueron ellos quienes introdujeron los primeros mijaos en el área, allá por el ya lejano 1965. También vi en la Finca un tosco pluviómetro con el que registraba las precipitaciones utilizando notaciones todavía no aceptadas por la climatología: de 3-5 pm aguacero pacencioso.
Una vez en la Universidad, convierte al Campamento Área 3 en su “nueva finca” porque a más de Capataz que cumple cabalmente con las obligaciones de su trabajo, como hombre de visión agroforestal crea huertas caseras y establece “ensayos” agroforestales al combinar plantaciones de caoba con plataneras y teca con maíz.
Logró tal éxito en estos “Ensayos”, que aunque alejado de las replicaciones y otras consideraciones estadísticas, los mismos tuvieron que ser reconocidos como iniciadores de una línea entonces repelida dentro de una Reserva Forestal. Una anécdota sobre ese ensayo muestra la astucia de Luis: sucede que los ataques de los roedores en los tallos de las caobas plantadas se reducía casi a cero en aquellas que se encontraban dentro de sus “ensayos”. Un curso de postgrado de prácticas en la Estación delibera sobre este hecho. Por varios minutos salen a relucir teorías sobre los fenoles y los polifenoles y otras artes de la química. Luis me mira socarronamente y cuando se le pide su opinión sobre tal fenómeno, acota: Ingenieros, yo simplemente les digo que si yo fuera una lapa, no royera corteza de caoba, que debe ser bien amarga, si tengo cambures regados por el piso!!!.
En otra ocasión, pasado el mediodía, regresan los estudiantes al campamento, agotados por un esfuerzo al que no están acostumbrados. Uno de ellos se tiende sobre una hamaca que está colgada en un pequeño galpón techado con cinc. A los pocos minutos se levanta sudoroso y dirigiéndose a él, le dice: Don Luis, aquí si le falló su ingenio porque ese galponcito es muy bajo y allí no se puede dormir. Lo observa fijamente con su mirada aindiada y le espeta: Ingeniero, lo que sucede es que aquí en este Campamento no se duerme a las 3 de la tarde!!!.
Con Luis recorrí durante el quinquenio corpoandino, en invierno y en verano, una veces a pie y otras en sus bestias, con centro de operaciones en Puño de Oro; los ensayos de fenología, de regeneración natural, los puntos de freática e inundación, las cestas colectoras de materia orgánica, las parcelas de envenenamiento, los ensayos de enraizamiento, las picas de tipificación, los ensayos de Hypsipyla, las líneas de plantación bajo cubierta, a campo abierto y método limba; más como todo no puede ser ciencia, sudor y esfuerzo, también recorríamos las cantinas de Horacio, de Doña Celia, de Alfonso Miranda, del Chato Raúl y de Doña Uva en donde departíamos alegremente con los otros compañeros de trabajo.
Tiempo ha que se había retirado corporalmente de Caparo, pero cómo no sentirlo en la Estación si su huella como la del tigre, se marcó por todas partes!!!
Hoy Luis se marchó para siempre de este mundo pero seguro estoy que con sus cenizas seguirá abonando la tierra del Caparo, que durante más que medio siglo abonó con su ejemplo, sabiduría y enseñanzas.
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