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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

15 de marzo de 2014

Las Faenas Llaneras en La Rubiera (2/3)

Continuamos leyendo a Horacio Cabrera Sifontes, que nos cuenta como era la faena llanera  en La Rubiera en tiempos de verano:

Los ganados cachaleros se trabajaban especialmente de noche, con la luna. Un cuarto de luna. Un cuarto de luna es mas que suficiente. El ojo humano se adapta al tanto de luz. En el verano los ganados cachaleros salen de noche a los bebederos, siguiendo a un toro, casi siempre un toro muy viejo, al que todos le reconocen malicia y veteranía. Mientras él no inicie la salida del monte, el ganado queda en espera silenciosa. 

Cuando sale el ganado en la noche, va siguiendo el mugido permanente y entrecortado del toro viejo que sirve de guía. El ruido de centenares de pezuñas se oye a distancia. Un solo ancho de camino sirve para centenares de reses en fila india, sin que a ninguna sele ocurra aparearse a las demás. Se percibe la malicia y la expectativa. De pronto, el mugido del toro se detiene. Se ha parado a olfatear y a oir, utilizando toda su experiencia de tantas noches en que habrá sido sorprendido en esa misma vía hacia el agua. Al detenerse el mugido, hay un silencio absoluto. Todo el ganado se detiene automáticamente, ni una sola pezuña se mueve, ni un solo resoplido  trasciende, ni un solo ruido quiebra el silencio cimarrón. El toro guía, resopla fuerte y enfoca las orejas, ventea y mira en todas direcciones, especialmente en aquella en que una noche le salieron los llaneros. Creyendo haber cumplido su recelosa detección a satisfacción del rebaño, continúa su paso lento e inicia de nuevo el mugido para avisarle a todos sus seguidores que a su buen saber y entender, el camino está expedito. 

Llega el ganado al agua. Los primeros animales que entran a beber son jóvenes, poco maliciosos, beben y salen del agua apurados, y se inicia el primer intento de barajuste. Cunde la alarma en el rebaño, pero al “rebolichar” y ver que todo era falso, vuelve la calma y otros lotes se van metiendo al agua. Cuando el ganado ha bebido en su mayoría, le salen los llaneros en la noche. Hay el barajuste. 

De noche tanto los llaneros como los caballos, están mas ganosos de trabajar. El ganado harto de agua corre menos. A veces estorba una nube que tapa la luna en el momento del lazo.Otras veces hay mucha sombra en la orilla del palmar, que da ventaja a los toros en la huida. La vista humana se adapta y se distinguen los toros por su corpulencia y cornamenta o por la “encachadura” y la “capotera”, como dice el llanero. El barajuste en la noche veranera levanta una nube de polvo que corre hacia atrás, abriéndose como un abanico. Hay el peligro de quedar envuelto en la nube de polvo y ser ptropezado por los animales o por los compañeros en carrera. Hay que orillarse inmediatamente, con mucho sentido común, pues dentro de la nubede polvo no se ve nada. A veces se enlaza uno de los toros delanteros, y después, siguiendo el rastro o el tropel del barajuste, vienen las vacas viejas cansadas tratando de cornear el caballo que está templado en la soga. 

Los animales enlazados quedan “a pata de palma”, tramojeados, si la palma no tiene corronchas. Luego vendrá el cabresteo a cola de caballo o con bueyes madrineros. Esa misma noche se inventan muchos cuentos y se exageran las situaciones. El que no logró atrapar su animal le echa la culpa al caballo, a la luna, a una vuelta zurda en la soga, o a la actitud fantasmal que le presentó el toro que iba corriendo, al cual no se atrevió a enlazar; o al toro negro peludo que echaba chispas por los ojos y que después de haberlo enlazado y tenerlo sujeto en la soga, le dijo “adiós” con voz de gente, y le dejó el lazo en el suelo….


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