Apure, La Trinidad de Arauca, Pancha Vásquez, el Cristo de la Sabana, Séptimo Paralelo, María del Llano, son palabras que hablan de él como un hombre comprometido y enamorado de su Llano.
Diría que su legado es único, porque representa fe, cine y poesía. Mas abajo colocaremos los enlaces de algunas entradas que hemos publicado sobre él.
Muchos de los llaneros destacados que hasta el momento hemos colocado en este espacio, han dejado plantada la semilla de su trabajo en sus hijos, pero en el caso de José Natalio Estrada, esta semilla viene de sus ancestros y ha trascendido a sus descendientes. Tengo muy buena amistad con dos de sus nietos que siguen trabajando por y para el Llano. Se trata de Hugo y Carmen Beatriz Estrada Castillo en quienes se han mantenido pegados al amor y legado familiar, difundiendo la obra de la familia y ofreciendo su propia inspiración.
En este pequeño homenaje a José Natalio Estrada, colocaremos algunas palabras del poeta Luis Alberto Crespo quien le dedicó en su libro Llano de Hombres, algunas páginas :
“Ya no sabemos como comenzó a decir
su vida: solo es posible revivir ahora la imagen de un muchacho a
caballo detrás del padre fiero y austero, flanqueado por los peones del
hato cada amanecer y, mas luego, su sudor sobre el zaino en busca de la
res perdida y crispada bajo el lazo, durante años, aún ahora, mientras
se aleja en busca de si mismo y acaricia su perro y el cabello de su
hijo Picolino, que esconde bajo el brazo a su pequeño gato soñoliento.
José Natalio Estrada nos
invita a seguirlo por su parque. Al fondo, al final de una vereda
sombreada por la flor de montaña y los cedros, una cruz decía: “Doña
Bárbara, R.I.P”. Era la tumba de Doña Francisca Vasquez “Parece que Rómulo Gallegos se inspiró en ella para inventar al famoso personaje e su novela”, nos dice Jose Natalio Estrada bajo el dividive que veía la muerte de la mujerona, antes de traer su historia a nosotros
-Yo
estaba muchacho, pero me acuerdo de ella y de su vida. Era una mujer
cuatriboliá. Mi padre la conoció. Ella le decía “primo”, aunque no
existía parentesco alguno entre ellos. Tenia mucho dinero, mucha tierra y
mucho coraje. Suyos eran tres hatos.Una inmensidad. En uno de ellos
llamado “La Ceiba”, que ahora es mío, su padre enterró varias bolsas de
morocotas de oro; por eso sería que antes de morir le dijo a Doña
Bárbara: “No vaya a vender “La Ceiba”, pero ella no supo por qué. De
todas maneras Doña Bárbara habría de morirse tiempo después. Una tarde
bajó del bongo, ahí mismo, frente a la casa, y le pidió a mi papá que le
diera alojamiento; que ella venía muy enferma. A los días murió y mi
padre la enterró en este sitio. Doña Barbara era una mujer trigueña, de
baja estatura y poseía poderes misteriosos. Cargaba siempre un medallón
en el pecho con dos palmeras cruzadas”
“José Natalio Estrada
interrumpe su monólogo. Mira la lejura del monte, mas allá de los
arboles y las lianas. En unos instantes dirá como para sí mismo, que ya
sabe donde va a ser enterrado. “Ya elegí el lugar. Cerca del río y
de Doña Bárbara. Retirado, eso si, de la casa de los peones. Ellos son
muy supersticiosos y no quisiera molestarlos” Un prolongado silencio nos advierte que se ha marchado otra vez lejos, en busca de su historia.”
-“Donde está enterrado el
tesoro del padre de Doña Bárbara hubo siempre una luz, me compré un
aparato para detectar metales y me fui a medianoche con mi caporal de
sabana en busca del brillo. Era un médano. Escarbamos largo tiempo. Nada
encontramos. Los médanos, usted sabe, crecen. El dinero debe estar bien
abajo. Pero eso ya no me interesa.
Esa frase, dicha así, casi
como un murmullo (…)nos revelaría su espíritu, su conducta de asceta, su
desprendimiento por lo que un día constituyó su pasión: Traer Europa a
las largas soledades del Apure. En esa frase comienzan y terminan sus
escritos (….) Cuando caiga el sol conoceremos sus escritos, sus
romances, sus versos al bordoneo del Indio Figueredo, su réquiem para su
perro. En la mañana abriremos con él otro pasado: el de su armonio, sus
piezas para tenor y piano, sus volúmenes de Rilke, Blake Baudelaire,
sus tratados de religión, sus reproducciones de Rubens, en los cuartos
oscuros del “Rancho Grande”, a pocos pasos de las cochineras y del
criadero de los extraños morrocoyes amarillos que él atesora a manera de
vivos amuletos contra no se sabe que malos augurios.
Entonces conoceremos también
su otra existencia: la de sus días en Europa, festejando “los años
locos”, las de su matrimonio con una dama italiana que nunca amó el
llano, a pesar que él intentó adornar sus desiertos con estatuas y
libros, música, parques y casas parecidas a las moradas veraniegas de
la Costa Azul para mitigar así la inclemencia de sus soles y aguaceros,
su polvo y su silencio. Los años de su entusiasmo por el cine que
entretuvieron su ultima juventud y con la fortuna de su ganado, hizo
posible a“Séptimo Paralelo”, “Maria del Llano” y “Llano Adentro”. Ël
mismo cabalgaría en una de sus escenas al lado de la Susana Dujim de los
años 60.
“Su mirada era la misma del
día anterior: lejana, siempre en el horizonte por donde corría el
caballo con el jinete, entre el cielo y sus lomos. Por esa misma tierra
larga y caída seguimos después al viejo. Mas allá de los hatajos y los
zorros, mas allá de los marceros y la mancha roja de los venados, nos
mostró las estatuas de mármol de Carrara que había elevado en el centro
mismo de la soledad”
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