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....Y vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. en sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas" Don Rómulo Gallegos

17 de mayo de 2012

Animas Apureñas: Anima de Ajirelito

Nos sigue contando el profesor Hugo Arana Páez, sobre las Matas y Animas apureñas. En esta oportunidad, nos cuenta del Anima de Ajirelito:

"Se dice que la llanura es bella y terrible a la vez, donde caben holgadamente la vida y la muerte atroz que acecha por todas partes. El llano asusta; pero el miedo del llano no enfría el corazón. Es pradera que enloquece y donde la locura del hombre es ser libre y llanero siempre. Siempre imbuido de creencias y leyendas. … 

Tierra abierta y tendida, buena para el esfuerzo y para la hazaña, toda horizontes, como la esperanza, toda caminos, como la voluntadEs en esa tierra abierta, extendida y solitaria donde errabundas, trajinan azarosas esas ánimas como: El Ánima de Ajirelito, El Ánima de Mata e´ Silva o El Ánima de Samán Llorón. 

 En la novela Doña Bárbara, en el capitulo nombrado El Familiar, Gallegos dedica esta parte al Ánima de Ajirelito, la cual era la devoción más popular entre los moradores del Cajón del Arauca, quienes nunca se ponían en camino sin antes encomendársele a ella, ni pasaban cerca de ella sin llegarse hasta allá a encenderle una vela o dejarle una limosna. 

… “Al efecto, había al pie de uno de los árboles de la mata un techadillo de palma, bajo el cual ardían las velas votivas y estaba una totuma donde los caminantes depositaban las limosnas, que de cuando en cuando iba a recoger el cura del pueblo inmediato, para celebrar las misas que se le dedicaban mensualmente al Ánima. Nadie custodiaba ese dinero y decíase que no era raro ver en el Onzas y Morocotas. La tradición informaba que era un caminante que fue encontrado muerto al pie de aquel árbol; otra leyenda contaba que en una ocasión se le ocurrió a alguien que andaba en malos pasos, invocar a esta ánima bendita ¡Ánima de Ajirelito, sácame con bien! Y como saliera bien librado de este percance, al pasar por Ajirelito se apeó del caballo, construyó una enramada y encendió la primera vela. Lo demás lo hizo el tiempo”… 

 El caso es que en la novela, el personaje Pajarote, defendiéndose de María Nieves, quien le había tirado la punta de que un vivo metió la mano en la totuma robándole las monedas a la milagrosa ánima, argumentaba en su descargo: 

 …No me zumbe en lo obscuro, vale. Ese que metió su mano en la totuma del Ánima fui yo. Pero como los demás que están presentes no conocen la historia, se la voy a echar, para que no crean en los cuentos de los lenguas largas. Fue que yo estaba limpio y con ganas de tener plata, que son dos cosas que casi siempre andan juntas y al pasar por Ajirelito se me ocurrió la manera de conseguirme los centavos que me estaban haciendo falta. Me acerqué al palo, me bajé del caballo, nombré las Tres Divinas Personas y saludé al muerto: ¿Qué hay, socio? ¿Cómo estamos de fondos? El Ánima no me respondió, pero la totuma me le dijo a los ojos: Aquí tengo unos cuatro fuertes entre esos centavos. Y yo rascándome la cabeza, porque la idea me estaba haciendo cosquillas: Oiga, socio. Vamos a tirar una paradita con esos fuertes. Se me ha metido entre ceja y ceja que vamos a desbancar el Monte y Dado en el primer pueblo que encuentre en mi camino. Vamos a medias: usted pone la plata y yo la malicia. El Ánima me respondió, como hablan ellas, sin que se les escuche:- ¡Como no Pajarote! Coge lo que quieras. ¿Hasta cuándo lo vas a estar pensando? Si se pierden los fuertes de todos modos se iban a perder en manos del cura- Pues bien cogí mi plata y en llegando a Achaguas, me fui a la casa de juego y tiré la paradita fuerte a fuerte. 
-¿Y desbancaste? -preguntó Antonio.
 -Tanto como usted que no estaba por todo aquello. Me los rasparon seguiditos, porque esos demonios de las casas de juego ni a las ánimas respetan. Me fui a dormir silbandito iguanas y de regreso por Ajirelito le dije al muerto: Ya usted sabrá que no se nos dio la parada, socio. Otro día será. Aquí le traigo este regalito. Y le encendí una vela -¡de a locha!- que era toda la luz, que cuando más, iban a dar aquellos cuatro fuertes, si hubieran caído en manos del cura. 
Largas risotadas celebraron la bellaquería de Pajarote. Luego se comentaron los milagros recientes del Ánima y finalmente, cada cual volvió a meterse en su chinchorro”

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