"La proximidad de diciembre era presentida cuando se encendían las flores de pascua o navidad entre las macollas resecas, el aguamiel de los meleros, al sol, no exhiben sus amarillos, los algodonales invitan a cosecha, los caraotales de granos pintados y las jabas (grandotas) y los frijolales maraquean.
Se ensila en tambores parte de lo cosechado, para los días invernales y alguna porción se vende, tal vez fanega y media. Hay patillas veraneras entre los algodones y hay quienes sueñan embarrar sus "casas en piernas" y encalarlas si da cómo. Para lo cual el maíz se "esgrana", de a poquito a dos manos y las tusas sirven de muñecas a las muchachas, que las visten con tiritas de cualquier trapo, mientras los más pudientes apalean las mazorcas sobre tarimas (troja de palos) o caney, y caen los granitos sobre sacos de fardos o lonas. Se miden con perolas que hacen una "cuartilla" que son dos kilos y medio; doce cuartillas: tres almudes que son treinta kilos y siete almudes, la carga del burro. Los saquitos e fardo cogen treinta y cinco kilos. Otros venden sus reses o rajan leña para vender, prefiriendo la de guatacaro de flor blanca y brasa grande y rojita. Las cuentan por pares: quince pares un tercio, que es la carga del burro, que si el leñador anda solo, coloca una estaca que sostiene el otro lado del sillón, mientras pega la leña.
El agua la buscan en lagunas, en dos barriles que hacen una carga. Los construían por allí, con madera, que si es de tarare, que abunda, se estaponan, siendo de cedro, menos montonero, los más resistentes.
De regreso del pueblo se trae café, papelón, manteca e cochino (en botellas), aliños picantes, cebolla, ajo, sal, porque lo demás se consigue en el campo: maíz criollo, chiquito, maíz cariaco, maíz amapito, para el carato o la masa después que se pisa o se pila y se sancocha; carne e cochino gordo para el picadillo (un perolón), gallina o pavo grande, que con los huevos, papas, cebollas, cebollón y ocumo esmoronao.
Para envolver las hallacas mejor es la hoja de topocho que los dones separan del palillo, esos tallos que los muchachos convierten en “orejas de burro” y las hacen sonar. Las largas pencas se "suasan", para embarrarlas luego con la manteca onotada.
Y por la noche el amarre, todos a una, congregados como en un hermoso y alegre ritual, entre cuentos, enamoramientos y gracejo, sirviéndose de cabuyas que extraen de la planta de manirito o manirote. La primera “camada” es como de cincuenta hallacas, cuando muchos andan terecos con la caña blanca o ron de caña adquirido en los alambiques del trayecto, mientras los músicos afinan el violín, el bandolín, la guitarra para una parranda hasta el amanece.
Rara era la casa donde no se hacía hallacas, persogos de hallacas, canastos que hasta se perdían.
-La hallaca no valía ná. A todo el que llegaba se le daba-
El carato endulzado con panelas que traían de las vegas. Y dulce de lechoza.
Contaban tres pascuas; la de Navidad, la de Año Nuevo y la de Reyes. En cualquiera estrenando, camisón, camisa, pantalón, alpargatas o sombrero.
" De Armas Chitty, también por Santa María de Ipire, recuerda que "Por días de diciembre, familias comenzaban a elaborar los papagayos. El cielo ancho... se llenaba de pájaros de papel. Sobre el cocal de la Tejería, sobre los algarrobos de El Pueblito, sobre los javillos de El Morichal, sobre los cujizales de Misa Cantada, más allá de los mamones de Juana Ruiz y del cafetal de Pilar Díaz, por el este cuando era selva y no potrero, se alzaban silbantes y agudos los papagayos. Y qué algarabía rompía el aire cuando las puntillas ocultas en las colas cortaban los tensos hilos y los globos multicolores eran aventados por la brisa. Hacia el crepúsculo, que en el pueblo de Ipire es como un país de pájaros y colores, el viento de la tarde iba empujando discretamente aquellas naves en derrota, naves de papel que encallarían en quién sabe qué lejana bahía."
Tomado de Historiografias.blogspot.com
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