Nos cuenta Ño Aguedo, esta interesante historia:
"Hace un poco mas de 50 años, estando joven todavía, viajaba yo por el río Apure en el vapor Arauca y allá en el Alto Apure trabé amistad con un anciano que para aquellos días pisaba en los 112 años, de apellido Vásquez -su nombre no recuerdo- fue sargento primero de la caballería de Páez. Odiaba al Libertador. Lo llamaba “Ño Bolívar” y adoraba al General Páez. Ellos luchaban hasta triunfar o morir por su país, esa era la consigna. Se convertían en demonios al entrar en la lucha lanza en ristre, al recordar que triunfaban o morían por su país y por Páez.
La palabra país la pronunciaban “pai” y la palabra Páez, la pronunciaban “pai”. Era igual. Para ellos su país era “pai” y “pai” era Venezuela.
Ellos creían que su país y Páez eran una misma cosa al pronunciarlo.
En las vísperas de grandes batallas, el General Páez compraba, donde estuviera más cerca, toda la existencia de aguardiente que hubiere y muy temprano empezaba la parranda, en un rancho familiar o bajo la sombra de un corpulento samán, bailaban unos con otros si no habían mujeres y cantaban “verbo a verbo” (hoy se llama contrapunteo) y Páez tomaba parte en el torneo, pues era tenor y cuatrista de primera; allí cantando se desafiaban para cuando llegara el momento del combate, quien demostraría más valor y mayor agilidad ante los españoles, entraban al combate bajo la inspiración de la música del arpa, recordando “el galerón”, “el seis por derecho”, “el seis numerao”, “la guacharaca”, o la sabrosa “chipola”. Esos cantares eran para ellos el himno de “pai”. Luchaban hasta morir o vencer porque estaban seguros que el "pai” estaba con ellos y los veía”.
Cuando la reina de Inglaterra, mandó un comandante inglés para que le informara la causa de los grandes triunfos de los criollos sobre los ejércitos disciplinados y bien preparados de España, en su informe le decía: “ en el campamento no se sabe quién es el jefe o el subalterno, pero al empezar el combate, el superior da las órdenes y el subalterno las cumple, sin pasar a considerar las circunstancias buenas o malas que le toquen en suerte y con la presteza, el valor y la disciplina, que ojalá tuvieran nuestros soldados de Europa. Luchan como demonios. Son invencibles aún con hambre desnudos y sin dormir”. El ignoraba que todo se debía a la inspiración de la música del arpa y el supremo amor por el “pai”.
Me contó el viejito Vásquez, que el General Páez, nombró una comisión permanente para cuidar de la música, compuesta por el arpista, el guitarrero, el maraquero y dos cantadores, después de una noche de parranda y mientras el general daba las órdenes para entrar en combate, la “comisión de la música” le quitaba las clavijas al arpa y junto con las cuerdas, las guardaba en las “bolsas de la silla”, si las tenía, si no, en una bolsa de cuero a salvo de las lluvias, entonces forraban el arpa en dos cueros blandos cosidos con tiras de los mismos cueros a prueba de lluvias y de animales que pudieran deteriorar la madera y la llevaban a lo más intrincado de la selva y la escondían allí. El guitarrero envolvía su cuatro en un gran pañuelo de madrás, se lo ponía a la espalda y en el pecho hacía el nudo y así lo llevaba por todas partes; muchas veces después de un combate aparecía muerto y si la guitarra estaba en buenas condiciones, la recogían y otro ocupaba su lugar. El maraquero metía las maracas dentro del arpa y otro par llevaba consigo que recogía alguno después del combate, si aparecía muerto. Así el arpa, el cuatro y las maracas, contribuyeron en gran manera a enardecer el coraje de los hombres que dieron su sangre y su vida por la independencia de la patria venezolana y de América"
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