el Abuelo a los 17 años |
Empezamos el 2016 cambiando la presencia de Vivencias Llaneras, tratando de hacerla cada vez mas simple pero sin perder su esencia. Y es que a medida que pasan los años nos damos cuenta que apreciamos mas las cosas simples, sin mucho adornos, siempre que tengan corazón.
Pensaba hace un rato que muchas veces las decisiones trascendentales dibujan el futuro. No estaría yo escribiendo este Blog si mi abuela Pancha, la madre del "Abuelo", no hubiera tomado aquella decision tan cruda y arriesgada de salir solo con lo que llevaban puesto del campo donde vivían para el pueblo mas cercano a protegerse del Paludismo. No he contado como fueron las cosas, lo haré ahora para iniciar este año Recordando al Abuelo que para esa época tendría unos 7 años.
El Abuelo y sus hermanos nacieron, como ya hemos contado en entradas anteriores, en un campo del estado Miranda. Cada vecino se encontraba a muchos kilómetros de distancia. El jefe de familia había construido una casa de campo, como eran todas las casas de campo de la época:
Cuenta el Abuelo:
"Papá
sembraba en el conuco frijol bayo y caraotas, también un poco de café. Siempre
tenía un buen acopio en la casa y muchos vecinos del sector, a veces pasaban
para ver si le daban algo, pues tenían necesidad. Papá les obsequiaba siempre
lo que tuviera.
Considero
que papá era un hombre bueno, ayudaba a sus vecinos con sus conocimientos y con
el producto del trabajo.
Sabía
leer, y enseñó a leer a mamá. Lo malo es que era muy parrandero y eso amargaba
mucho a mamá. También hay que entender
cómo era la vida allá, tan sacrificada, que requería tanto esfuerzo. Pienso que
mamá se sentiría sola, sin mucho apoyo. Papá le llevaba como 45
años. No la culpo de nada, por instinto
resolvía las cosas
Recuerdo
ese tiempo clariiiiiiiiiito, y no tengo nada que sentir de esa época. La vida
era ruda, pero en realidad yo era feliz, no llegamos a pasar hambre y dentro de
las limitaciones que hubiera, vivíamos bien en una casa en un alto, como a 500 metros de
la orilla de un rio, en una casa que tenía frente para un camino
real, por otro frente estaba la cocina, el frente opuesto era un barranco y
luego una colina donde papá sembraba, tenía un conuco allí. Atrás un naranjal y
para el frente principal, hacia el rio, allá
abajo, estaba la media agua, la solera que llaman y un cerro. Allí vivíamos nosotros felices. Papá tenía de
acopio unos 4500 kg d de café trillao, unos 4000 kg de maíz desgranado y mucha gente venía a
buscar ayuda a la casa y papa les daba, y seguía la vida normal.
Las casas del campo, son casi siempre iguales. Piso
de tierra, paredes de bahareque. ¿Sabes cómo se hace el bahareque? Primero se
abre un hueco en la tierra y allí se echa bastante barro mojado, se le añade
mucha paja cortada en pequeños trozos y se meten unos cuantos hombres en el
hoyo para pisar el barro hasta que esté bien mezclado. Previamente se hace una
armazón con palos y verada, para las paredes. El barro se lanza hasta rellenar
los espacios de la armazón. El bahareque es muy fresco, es ideal para el clima
del llano.
El techo es de Casupo, una hoja larga que se va
colocando superpuesta a manera de tejas y se va amarrando con mecatillo. Esas
hojas se secan y quedan tostadas por el sol, es un techo totalmente impermeable
y fresco. Las casas del campo tenían una troja (especie de mezzanina), que se
hacía con la intención de protegerse de las crecidas de los ríos y se usaba
exclusivamente para dormir, sobre esteras. Se subía por una escalera de
palo y cuando toda la familia estaba arriba, se retiraba la misma para quedar
protegidos. En la parte de abajo, estaba el fogón, que
permanece siempre prendido, en la noche se apartan los leños, pero se deja la
brasa. A veces no se consigue leña seca y hay que usarla verde, que además de
picar en los ojos, ahuyenta la plaga. Las necesidades fisiológicas se hacían en el
monte. No había luz eléctrica. El campesino se levantaba a las 4 de la mañana y
montaba la olla de café y a las 7 de la noche se iba a dormir.
En las horas de oscuridad se alumbraban
con mechurrios de cera de abeja. Esos mechurrios son efectivos, aunque echan
mucho humo. Para hacerlos se agarra un trapo de cualquier tamaño y se embadurna
con la cera de abeja caliente; después se enrolla como una vela y se deja
secar. Eso es todo. Si el trapo es largo, se puede colocar el rollo en forma de
espiral, para ir jalando un poco a medida que se consume.
Pero
una Semana Santa, miércoles santo, pleno
verano, toda la vegetación tostada, un hombre que vivía allá abajo en la orilla
del rio, Miguel Correa, quemó una roza. Una roza es un pedazo de terreno que se
quema para sembrar, pero siempre hay que tener cuidado de hacer cortafuego. Él
hizo su cortafuego, pero yo notaba desde arriba, desde la colina, que había dejado
un tronco seco prendido y cuando venteaba el tronco se iluminaba y me empecé a
preocupar:
Si
se prende el cerro se nos va a quemar la casa, el techo de la casa era de palma
seca retostada. Por la mañana me asomo a observar lo que esta prendido cuando de repente veo humo fuerte abajo. Hay
una graminia que es un bambú chiquitico que se llama pito que cuando se calienta y se prende, estalla y las
briznas prendidas vuelan. Cuando yo veo
que empieza a sonar ese incendio allá abajo y sonaban los pitos como una
ametralladora, voy a decirle a mamá que se nos va a quemar la casa y me le
pego a la falda, y mamá (ocupada y seguramente pensando que no era importante) me dio una nalgada y me mandó pa fuera.
Mi mamá era obstinada no sé si por las peleas con
mi papá, pero siempre estaba así. Me vuelvo a colocar llorando en mi
“observatorio” y cuando veo ese cerro ardiendo parejo, los pitos sonando, ese
humero y saltando briznas, volví a
decirle a mi mamá: Se nos va a quemar la casa! Otra vez me ignoró y me mandó a salir.
Ante aquella actitud, desistí de decirle y me
vuelvo a poner en el mismo lugar para seguir observando. Cuando de repente, estalla un pito y veo yo que viene la brizna prendida iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
cayó en el techo y se abrió inmediatamente
un gran boquete. Eso era palma tostada, eso era una yesca. Voy y le digo a mamá : Se prendió la casa!. Por
fin me hizo caso y de casualidad tuvo tiempo de recoger a Eleazar que estaba
durmiendo en una estera en el piso y nos fuimos para el naranjal....
Se quemó
todo, de esa casa no quedó nada. Estábamos muy abatidos por las pérdidas, papá tenía acopiados como 4000 Kilos
de café trillado y aproximadamente otro tanto de maíz desgranado y mazorcas, el
conuco nos daba las verduras, teníamos como 500 acures, que salían a
alimentarse y volvían en la noche a dormir…El incendio los cogió en el monte. No quedó ni uno....
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